Las lecciones que sacó el profesor Roberto Campos
La imagen del docente golpeando un torniquete del Metro se hizo viral y él estuvo preso casi dos meses por ello. En su defensa, dice que sí dio el golpe, pero cuando éste ya estaba destruido. A un año del 18 de octubre, Campos cuenta cuánto le cambió la vida. Estas son sus reflexiones.
"Yo estaba viviendo el mejor año laboral de mi vida. Trabajaba en la Universidad del Desarrollo, donde ganaba muy bien. Me gustaba hacer clases ahí, tenía muy buena relación con mis alumnos y muchos proyectos. Todo lo que se me ocurría, ellos me decían que sí. Era tan bueno mi pasar económico que incluso tenía un día a la semana libre y podía hacer clases particulares”.
Soy de una familia muy esforzada. Mi padre falleció cuando yo tenía cinco años y mi madre toda la vida tuvo que cuidar a mi abuela, no podía salir a trabajar. Vivíamos con una pensión miserable. Creo que ahí empecé a vivir lo que era la injusticia social.
Estudié en la Universidad Católica y ahí conocí las peores desigualdades de este país. Con esta situación económica desmejorada que yo tenía y con mi madre con una pensión de 150 mil que apenas nos alcanzaba para la comida, para la UC yo aún así tenía que pagar $60 mil. Ese es el Chile pre-estallido social. Nunca tuve beca Junaeb para almozar y nunca recibí una ayuda.
Por eso a veces recuerdo la pregunta que me hicieron los detectives que me detuvieron y me da un poco de risa, porque es una visión muy chilena. Cuando me arrestaron, no opuse resistencia y colaboré. Me dijeron ‘Roberto, está detenido por los daños en el Metro San Joaquín’ y me mostraron el video. Nada, poh. No tenía nada que hacer… Les abrí mi departamento, les pasé la ropa que estaba ocupando ese día, además de mi computador que estaba nuevo y mi celular. A todo esto, aún no me los devuelven y son vitales para que yo pueda seguir trabajando. Soy profesor; necesito mi computador para trabajar”.
“Cuando me trasladaron hasta el tribunal para que me formalizaran hubo ya más confianza y uno de los policías me dijo ‘¡Pa’ que hiciste esto, si ganai bien! Qué ridículo'. O sea, porque yo estaba recibiendo lo que merecía por mis años de esfuerzo, me tenía que abstraer del descontento colectivo. Pienso que no.
"Cuando empezaron las evasiones yo apoyaba a los cabros, les decía ‘Bien, bien’. Cuando alguien los cuestionaba, yo iba y los defendía. Me gustaba pensar que esa fuerza juvenil cambiaría todo. Hasta que llegó el 17 de octubre”.
“Sabía que había organizada una protesta en San Joaquín y yo estaba haciendo clases. Le dije a mis alumnos que saliéramos y fue ahí cuando algunos empezaron a romper las puertas de acceso, luego los torniquetes. Es falso que yo haya empezado y las imágenes así lo muestran. Se me acusó de destruir todos los torniquetes de la estación y yo cuando llegué a golpear uno de ellos, ya estaba destruido. Esa es mi principal defensa y mi abogado Mario Araya lo ha planteado varias veces. A una persona que está muerta, si le pegas después, ya no la puedes dañar más de lo que está porque está muerta. Yo hice lo mismo, golpeé un torniquete que ya estaba destruido y por ese hecho estuve preso casi dos meses. ¿Puedes creerlo?”.
Yo me reconozco como el primer preso político de la revuelta social de octubre. Y fue gracias a eso, quizás, y a todos los otros presos políticos que hoy estamos discutiendo una nueva Constitución y eso me alegra y me inspira
“Después de esto, nunca más conseguí trabajo. A mí la universidad me despidió por Twitter y aunque he intentado buscar pega, se me han cerrado muchas puertas. Estoy vendiendo mis libros para subsistir, pero el próximo mes ya no voy a tener para pagar el arriendo”.
“Cuando estuve en la Cárcel de Alta Seguridad me puse a escribir un libro que estará listo en diciembre. Es fuerte estar preso, pero, dentro de todo, nunca estuve en peligro. Yo pensaba que al ser abiertamente homosexual me iban a tratar de maricón o algo así. Me tocó compartir pasillo con violadores, asesinos, pedófilos, la peor calaña de imputados y pese a eso, vez que entraba un interno nuevo y le tiraba escupos a los criminales de las otras celdas, siempre alguien le avisaba ‘Oye, no hueís que ese es el profe de los torniquetes’ y había respeto a mi persona”.
“Fue en esos días que todo lo que dice en sus temas mi cantante favorita, Liliana Felipe, me hizo sentido. Ella es una pianista y compositora argentina nacionalizada mexicana y sus letras me calaron hondo. Critica el autoritarismo del Estado, a la Iglesia, los medios, la desigualdad, el racismo y el especismo. La contacté porque en mi libro voy a hablar de ella y lo importante que fue en esos días de encierro. También hablaré de un seleccionado nacional que cuando era chico me hizo bullying en el colegio, por ser cola. Yo creo que voy a poder sobrevivir unos meses si es que la gente quiere leer lo que viví".
Si no, también he pensado en ser constituyente. Ahora puede que por mi situación judicial no pueda, pero siento que podría aportar, además si Longueira puede, ¿por qué yo no?
“Lo que más me interesaría hacer es luchar por el derecho de los animales. Actualmente la Constitución de Pinochet los trata como muebles. Eso no puede ser. He participado en varias franjas por el Apruebo, admiro mucho a Pamela Jiles y siento que soy parte de un grupo excluido que tiene que defender ideas en este proceso constituyente: soy homosexual, soy vegano, antiespecista, soy un profesor que ama formar gente, me falta puro ser mapuche. Aunque estoy seguro que por mis venas corre sangre indígena como todos nosotros”.
“No sé lo que pasará conmigo en el futuro, tengo muchas reflexiones y lecciones que he desarrollado en el libro, yo la única certeza que tengo ahora es que sé que algo de lo que hice en mi vida, habrá servido para cambiar lo injusta que es esta sociedad”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.