Los libros que cubren las paredes de la oficina de Leonidas Montes dibujan el perfil de sus intereses intelectuales: en los estantes conviven obras de Adam Smith, el padre del liberalismo económico, con ediciones de Nicanor Parra y Jorge Luis Borges, autores de la perplejidad, la ironía y la duda. “Soy escéptico por naturaleza, porque soy liberal”, dice el director del Centro de Estudios Públicos (CEP). Lo dice ahora a propósito de la discusión constitucional que parece encajonada en un debate polarizado. Pero aun con su escepticismo, Montes no pierde las esperanzas: “Por naturaleza, también espero lo mejor de las personas y de la política. Creo que es la única forma de salir adelante”.
Cientista político y doctor en economía, Montes ha seguido de cerca los procesos constitucionales desde el CEP. Observa que ya hay cierto cansancio ciudadano con el tema, por lo cual cree que es indispensable lograr un texto de consenso. Pero los artículos controversiales aprobados esta semana no contribuyen en ese sentido.
-Está difícil la cosa, no cabe duda. Se han aprobado cosas en que no todos estamos de acuerdo. Hay que rescatar que el Partido Republicano ha tenido disciplina interna y las formas se han cuidado mucho. Eso es importante. Hace un año había ganado recién el Rechazo, y hace dos años estábamos en el peak de la discusión de Rojas Vade. Si tú lo ves en perspectiva, todo ha pasado rápido y lento a la vez. Ahora estamos en el proceso de tratar de llegar a un nuevo texto, que es una oportunidad única. Y ojalá no la farreemos de nuevo.
Esta semana se aprobaron artículos controversiales, la protección de la vida “de quien está por nacer”, por ejemplo, que podría afectar el aborto en tres causales...
Todos sabemos lo que piensa republicano respecto del tema del aborto, para ellos es una convicción. Si me preguntas a mí, yo soy liberal, así que no tengo problemas con el aborto. Ahora, si tú ves las encuestas, el 50% de las personas está muy de acuerdo con el aborto en las tres causales; el 20% se opone a cualquier tipo de aborto, y el 30% está de acuerdo con el aborto. Entonces, políticamente es una cuestión que ya estaba bien zanjada. Yo entiendo que podamos tener visiones distintas al respecto, pero creo que es meterle pelos a la sopa en un tema donde la legislación ha avanzado y no tiene sentido imponer una visión de la sociedad respecto a temas que deberían estar abiertos. Creo que ha faltado lo que Aldo Mascareño definió, esa simpatía política, que es ponerse en la situación del otro, y dejar temas que son más bien políticos, temas que son del Legislativo al Legislativo, a la democracia deliberativa, y no escribir en una tabla de mandamientos lo que debería ser una Constitución. Eso no contribuye. Ahora, cambiar “el que está por nacer” a “quien está por nacer” introduce nueva desconfianza. Ese es el punto principal. Por otro lado, fíjate la discusión: creo que estamos enfrascados en un solipsismo político y alejado de las verdaderas preocupaciones de la gente.
En ese sentido, ¿qué piensa de la objeción de conciencia institucional?
¿Desde cuándo las instituciones o las personas jurídicas tienen conciencia? Yo me imagino que eso también obedece a una convicción muy respetable, por cierto, de privilegiar la vida del qué está por nacer. Pero eso puede abrir las puertas al infierno también. Y más complicado, me parece a mí, es que se está dando una señal de que nuevamente la élite, y no me refiero solo a la élite política, la élite está enfrascada en cuestiones que realmente no le interesan a la ciudadanía y solo alimentan el hastío respecto de la política. Esa es la gran preocupación que me surge con esas líneas que se han discutido. El proceso está avanzando y yo espero que se produzca en algún minuto una convergencia, porque también no hay que olvidar que así como está republicanos, hay una izquierda muy radical del otro lado que no tiene ningún interés en que se apruebe esta nueva Constitución. Ojalá se produzca una convergencia y todo esto vaya hacia un centro en el cual Chile Vamos y fuerzas de centroizquierda razonable tienen algo que aportar y que decir.
¿Chile Vamos ha actuado de vagón de cola de republicanos?
Claro, porque todo esto está contaminado por una cuestión política electoral. Si tú lo piensas, este gobierno recién cumplió un año y ya estamos hablando de los próximos candidatos presidenciales. Vienen elecciones muy pronto y, evidentemente, el péndulo se ha movido muy rápido. Pero yo espero que esto se centre de alguna manera.
¿Ve a Chile Vamos tomando distancia de republicanos?
Acá puede pasar cualquier cosa. No lo sabemos. Esta es una negociación política que se hace en la sede que corresponde, el pleno del Consejo, en la cual la Comisión Experta va a tener que hacer sus observaciones, y es de esperar, yo no pierdo la esperanza, de que se llegue a ciertos consensos. Ahora, también es cierto que cada Constitución es hija de su tiempo. Recientemente estábamos discutiendo acá en el CEP el tema de la inmigración. Y hay un artículo que es bien estricto al respecto.
Pero una Constitución no es un programa de gobierno. ¿No está tomando ese cariz?
Sí, hay varios temas, está lo de las contribuciones.
¿Ve un error ahí?
Yo creo que sí. Entiendo que puede tener razones electorales, pero la Constitución es la Constitución, el marco supremo, que tiene que velar por lo más simple, que es protegernos a nosotros mismos contra el poder, sobre todo el poder del Estado, y de alguna manera arbitrar y equilibrar los distintos poderes de la sala de máquinas. Y en ese sentido, esta oportunidad es realmente importante, porque hay tres cosas que están muy bien hechas: el cambio del sistema político, en eso hay consenso; el sistema judicial, que se llegó a algo muy razonable, y todo lo que es el sistema de los poderes del Estado, donde se están abriendo oportunidades tremendas para mejorar la gestión estatal.
¿El Consejo, entonces, no ha desdibujado lo que hizo la Comisión Experta?
En esas áreas hay mucho más consenso.
¿No se está elaborando una Constitución partisana, que era lo que se le reprochaba al proceso anterior?
No sé si partisana es la palabra, pero evidentemente hay un partido, el Partido Republicano, que controla el Consejo. Eso es evidente. Y con el apoyo de Chile Vamos tienen una mayoría sustancial.
¿Están pasando la aplanadora, como aseguran en el oficialismo?
No creo que sea así. Todavía hay espacio de negociaciones. Y hay que tener claro que hay una izquierda más radical, entre ella el Partido Comunista, que no tiene ningún interés en aprobar una Constitución hecha en este contexto. Tampoco firmó el Acuerdo por la Paz y una nueva Constitución, entonces ¿por qué ahora habría de estar de acuerdo? Yo creo que hay mucho más debate internamente de lo que se ve.
¿Cómo ha visto la influencia de Evelyn Matthei y de José Antonio Kast?
Creo que hay una ansiedad prematura respecto a las presidenciales y por eso creo que hay que moderar esas expectativas. Falta camino por recorrer, tenemos las municipales el próximo año. Pero, evidentemente, los dos candidatos de derecha con mayores posibilidades son ellos.
¿Cómo ve su influencia en el proceso?
José Antonio Kast se la ha jugado por este proceso y el éxito de este va a llevar no solo al eventual futuro candidato, sino al Partido Republicano a tener un éxito importante: lograr aunar fuerzas políticas y triunfar. Pero, insisto, esto es una Constitución, no es una elección. Yo creo que tenemos que tener conciencia de que son cosas distintas.
Hoy, el 57% de la población dice que rechazaría el texto. ¿Qué posibilidades reales hay de que fracase nuevamente?
Todo esto se mueve de manera mucho más rápida hoy en día. Si no se aprueba tampoco va a ser el fin del mundo. Hay una Constitución que va a seguir vigente. Seguramente el Congreso va a asumir el rol que le corresponde como representante de la ciudadanía.
¿No sería dramático si no se aprueba?
No sé si dramático es la palabra: sería farrearse una oportunidad. Los países no dejan de existir ni entran en una tragedia por algo así. Pero sigo pensando, y puedo ser ingenuo, que todavía existe una esperanza. Si Chile logra aprobar una Constitución que congregue al centro, va a ser un fenómeno mundial. Chile va a volver a tener esa preeminencia. Antes éramos la estrella más brillante del firmamento, en términos económicos.
¿De quién es la responsabilidad de lograr los acuerdos?
Como en cualquier negociación, tienen que ceder todas las partes. Esa es la deliberación política que corresponde a cualquier democracia.
¿Si la mayoría la tiene la derecha, no le cabe una responsabilidad mayor?
Bueno, por supuesto. Tiene que haber acercamiento entre la derecha con el centro y con la centroizquierda.
¿Qué espacio de representación está logrando la derecha liberal en el texto?
Esa es la gran pregunta. ¿Qué es la derecha liberal? Porque el liberalismo es de derecha y de izquierda al mismo tiempo. Y bueno, todo se ha polarizado.
En lo que se ha aprobado, en estos días, ¿se siente representado como liberal?
Si tú me preguntas qué es lo que más me gustaría, yo te diría la eutanasia, que hubiera una muerte digna. Pero entiendo que es algo que no puede estar en la Constitución. Acá hay que dejar de lado las convicciones propias y pensar en que la Constitución es algo mucho más simple. Se trata de organizar los poderes y defendernos como personas. Y ese es el principio liberal ante todos los demás poderes. Yo creo que con eso quedamos satisfechos. Lo otro tiene que decidirlo el Legislativo. La Constitución no puede tener todos estos detalles que de alguna manera van a asfixiar la deliberación democrática y en buenos términos, como lo de las contribuciones, dejar al Congreso sin pega. El Congreso es el legislador. Tenemos que focalizarnos en lo importante, una reforma del Estado que venimos hace años cacareando. Ahora se creó un nuevo concepto, la permisología, que tiene al país completamente estancado. Hay un deterioro y un retroceso en términos económicos que la gente está sufriendo y que nosotros y la élite política no están viendo. Es la realidad.
¿Nota un cansancio con el tema?
Hay un agotamiento ciudadano con el tema constitucional.
¿Pasó el momento constituyente?
No lo sé, también puede ser al revés. Que la gente quiere cerrar este tema y que los políticos, los parlamentarios se aboquen a los problemas reales, que es lo que espera la ciudadanía. Y los problemas ya los sabemos: delincuencia, pensiones, salud. Y crecimiento económico. Este año, según Cepal, los únicos países que no van a crecer en Latinoamérica son Haití, Argentina y Chile. Si eso no es una luz de alarma...
¿Cómo influye el tema constitucional en el crecimiento?
Toda la atención política está puesta en el tema constitucional, el Congreso está entrampado. Por eso es importante cerrar de la mejor manera este capítulo.
En el caso de que fracase, ¿quién pagaría el costo político?
Yo todavía creo que el Partido Republicano tiene un espíritu republicano, en el sentido de la filosofía política, y espero que haya un cambio que permita que se sumen otras personas. Ya han sido cuatro años muy intensos.
¿El éxito del Partido Republicano es circunstancial o responde a un cambio cultural más profundo?
Hay un cambio evidente. Pero Chile siempre ha sido un país de contrastes, casi bipolar. Y ese vértigo pendular ahora se está viviendo mucho más fuerte. Fíjate que este mes pasamos del 11 al 18 de septiembre. Pero es parte de los ciclos y Chile se mueve rápido. Los partidos cambian, nacen, es parte de la evolución social, política y económica de un país. ¿Se puede dar vuelta a eso? Por supuesto. La ciudadanía es versátil. Alguien decía que el pueblo es un monstruo de muchas cabezas. Y es cierto, porque esto cambia. Pensar que esto es algo estático es un error.