Fue uno de los últimos espectadores que pisó La Scala de Milán antes del cierre. La noche anterior a la cuarentena forzada en Lombardía, Luigi Zoja asistió a la función de El Trovador, de Verdi. Y aunque ama la ópera y la histórica sala de música anuncia su reapertura para septiembre, el sicoanalista italiano no será de los primeros en volver. “El regreso va a ser difícil, va a tomar tiempo. Lombardía fue una de las regiones con más contagios por coronavirus, pero aún no hay inmunidad colectiva. Personalmente, prefiero ser prudente”, dice.
Nacido en Varese en 1943, Luigi Zoja sabe que está entre el grupo de mayor riesgo debido a su edad. Exprofesor del Instituto Carl Jung de Zurich, el eminente sicoanalista pasó los tres últimos meses en su departamento milanés. Si bien nunca fue muy partidario de la comunicación virtual, se adaptó progresivamente y ahora suele tener reuniones o atender a sus pacientes a través de Zoom.
De un modo inesperado, en marzo la pandemia afectó gravemente a Italia, y en especial a Lombardía. Aun así, Luigi Zoja rescata algunos aspectos positivos de la crisis. “Nos obligó a tomar un ritmo más tranquilo. Si un sicoanalista de nuestro tiempo viajara a la Edad Media, diría son tiempos depresivos. Pero si un analista de la Edad Media visitaba nuestro tiempo, diría van demasiado acelerados. La pandemia ha sido una situación contemporáneamente trágica por los enfermos y las muertes, pero en el entorno familiar hubo un poco más de paz y de ritmos naturales, y se redescubrió algo que en Italia es muy importante, la cocina. Se dice que es algo tradicional, pero en realidad se cocina poco, porque todos tienen prisa, entonces ahora se cocinan más platos tradicionales, lentos, la cocina de la abuela. Y se habla más en familia”, dice a través del teléfono.
Luigi Zoja vivía en Nueva York en 2001 cuando los atentados terroristas derrumbaron las Torres Gemelas. Al día siguiente, comenzó un estudio sobre el pánico colectivo que desembocó en el ensayo Paranoia, la locura que hace historia.
En estos días, el autor ha vuelto a reflexionar en torno al tema. “Ninguna desinfección o vacuna elimina la paranoia. En todas las épocas, en todos los lugares, los hombres sufren de miedo: un instinto natural y necesario, pero que en ciertos climas colectivos se convierte en pánico irracional”, escribió en el ensayo Nuevas notas sobre el pánico, publicado por revista Ñ.
¿El temor que ha provocado la pandemia, podría alimentar la paranoia colectiva?
Claramente, esta es una ocasión maravillosa para los políticos más peligrosos, que siempre están buscando un enemigo. La dificultad, desde una perspectiva sicológica, es que el virus no es un enemigo personal, y nuestra psique tiene una tendencia a la personalización, incluso en nuestros sueños, en nuestras pesadillas personificamos el mal. El virus es algo abstracto y pertenece al orden de la biología. Evidentemente, hay una tensión muy próxima a la paranoia, una emocionalidad excesiva. Me parece que es lo que pasa en EE.UU., lo que vemos ahora. En EE.UU., en general, la policía tiene una tendencia a la brutalidad bastante paranoica, es un hecho cultural. Cuando vivía allí, una vez la policía me paró en una luz roja. Yo tengo la costumbre de guardar los documentos al interior del bolsillo, pero el policía no quería que yo los mostrara, porque demasiados americanos tienen armas. Entonces uno tiene que salir del coche, abrir las piernas y las manos, y ellos te revisan. Es un modo muy parecido al que usaron con el pobre George Floyd. En general, la relación entre policía y ciudadanos no es buena, pero ahora todo está más tenso, con el encierro todo se vuelve más difícil. En Italia ahora hay una concentración de pequeños robos, es una manifestación de la aceleración de las tensiones provocada por el encierro. En Estados Unidos claramente las cosas son bastante extremas.
¿Cómo recuerda el ambiente en Nueva York post 11-S?
Empecé a estudiar la paranoia colectiva el 12 de septiembre, viendo la paranoia de la gente. Claro que la diferencia hoy es la personalización. Desde una perspectiva psicoanalítica, hablamos de la proyección de la sombra, de lo que es malo, sobre un adversario, sobre el otro. Eso fue algo estructural durante la Guerra Fría, y con el término del comunismo, en los 90, vinieron años tranquilos. Pero hubo un vacío en la psique colectiva por la dificultad de proyección de la sombra: quién es el malo ahora. Los fundamentalistas islámicos ofrecieron un regalo maravilloso al señor Bush, la guerra contra el terror. Y empezó un gran juego global muy confortable para la simplificación. ¿Recuerda el libro El choque de civilizaciones? Es un libro de inicios de los 90, pero con Osama bin Laden se volvió best-seller, y fue muy acertado para lo que hoy llamamos los populismos: la política simplificada, el dedo que señala al malo. Hay un ensayo muy bueno de un politólogo americano de la mitad del siglo, se llama El estilo paranoico en la política norteamericana. Todo se vuelve una conspiración; si tienes un enemigo real, entonces él es el malo; si no, se trata de una conspiración, y particularmente peligrosa, porque es secreta. La imposibilidad de mostrar argumentos y la argumentación conspirativa se volvió un estilo, la política conspirativa.
Hoy volvemos a escuchar teorías conspirativas, como la idea de que el virus fue creado en un laboratorio chino.
Eso tiene un nombre, Donald Trump. Él creó muchas expectativas para su reelección. En estos momentos la economía y el sector sanitario norteamericano están en un estado crítico y entonces la proyección del mal se vuelve particularmente importante. Pero en general es una característica de la nueva derecha. En Italia, un siglo después de Mussolini tenemos un renacimiento de la agresividad mussoliniana, movimientos racistas, etc. Ahora Italia tiene población extranjera, migración, y tenemos desempleo, entonces el chivo expiatorio es bastante fácil. Una política conspirativa o del chivo expiatorio.
Las redes sociales reproducen estas teorías…
No tengo Twitter ni Facebook, pero algunos colegas estudian estos problemas. Las redes sociales son bastante peligrosas y amplifican las políticas del chivo expiatorio.
Lo curioso es que la gente comparte estas ideas conspirativas, las fake news, los rumores...
Es la fascinación del mal. Hollywood trajo la simplificación del relato visual: la transformación del teatro, la tragedia, Shakespeare o los antiguos griegos, antecedentes del psicoanálisis. Hollywood ha producido productos de calidad maravillosa, pero la mayoría de sus productos son simplificados y comercializados con el happy ending. Y la unilateralidad de la cultura de masas norteamericana es riesgosa. Mi lectura junguiana del alma colectiva es que tenemos el bien y el mal en nosotros, es artificial la representación de un mundo en el cual el bien triunfa sobre el mal. Eso nunca ha ocurrido, hemos tenido a Hitler, Stalin; es una simplificación comercial hollywoodense. Entonces todos tenemos un exceso de fascinación frente al mal.
¿Tenemos predisposición al sentimiento paranoico?
La paranoia es simplemente un exceso de sospecha. Nosotros somos animales que vivimos en una civilización extremadamente compleja. No podemos tener confianza en todos, entonces la sospecha es necesaria. Pero decimos paranoia cuando esa sospecha es extrema y el mal está proyectado hacia fuera. El individuo verdaderamente paranoico no tiene una dimensión sicológica, es decir, tiene una radical falta de introspección, de autocrítica. La paranoia la veo como una característica general, pero se vuelve peligrosa cuando perdemos el control, queremos destruir el mal y lo vemos al exterior.
En este sentido, ¿cuál debería ser la actitud de los líderes hoy?
Claramente, automoderarse y no volverse paranoicos.
¿Ha escuchado discursos moderados en esta crisis?
Escuché dos buenas charlas de una persona que habla muy poco y que está terminando su vida política: Angela Merkel. Ella habló muy bien sobre la necesidad de cuidarse, con información científica y de manera muy sencilla. Ella es bastante moderada. Ella presionó mucho también por una ayuda a los países del sur de Europa, en contra de la opinión pública alemana. Su discurso es muy antiparanoico, de moderación, y hace cinco años ella aceptó a un millón de refugiados, contra todas las reglas y la opinión de su partido. Ella dijo: simplemente con la historia alemana tenemos una obligación moral de ayudar. Su popularidad bajó y va a bajar ahora también. Pero fue tan buena líder que se permitió dos acciones antiparanoicas.
¿Qué conclusiones saca hoy de la pandemia?
Me parece demasiado temprano para sacar conclusiones generales. Realmente le he dicho los lados positivos que observo en forma personal, de otro lado no tengo mucho optimismo cuando me preguntan si después de este sufrimiento, que fue particularmente difícil en Italia, en números de muertos, contagios y el daño económico, si hemos aprendido algo. Yo leo bastante de historia, en Europa hemos tenido dos guerras mundiales y no es verdad que el individuo medio aprendió y se volvió mejor después de mucho sufrimiento. No. En algunos casos la gente se volvió incluso más cínica, después de demasiada destrucción y muertos.
¿No se volvieron más solidarios?
No necesariamente. En Italia hubo peste negra en 1300, y después volvió en sucesivas oleadas. Particularmente la de 1600 está descrita en Los novios (de Alessandro Manzoni), un libro muy interesante sicológicamente. No, lo que queda es la paranoia, la desconfianza; algunos aprenden del sufrimiento, pero en general la sociedad no. La gente no se volvió mejor.