Pocos días después de volver del exilio en Francia, a inicios de 1979, el ayatolá Jomeini decía por radio en Teherán: “Debo deciros que durante el anterior régimen dictatorial las huelgas y los encierros eran del agrado de Dios, pero ahora, cuando el gobierno es musulmán y nacional, el enemigo se dedica a conspirar contra nosotros. Por consiguiente, llevar a cabo huelgas y encierros está religiosamente prohibido, porque va contra los principios del islam”. Más de 40 años después, los rígidos principios morales, la represión hacia las mujeres y la falta de libertades son un campo de batalla entre una nueva generación de iraníes y las fuerzas de seguridad del régimen.
El gobierno, hoy liderado por Ali Jamenei, enfrenta la mayor ola de protestas y movilizaciones desde 2009, un reguero de manifestaciones desatado tras la muerte de Mahsa Amini, en septiembre. La joven de origen kurdo fue detenida por la policía de la moral en Teherán porque no llevaba adecuadamente el velo o hiyab. Tres días después murió en un hospital.
Según el informe oficial, falleció producto de una falla orgánica múltiple. Pero de acuerdo con su padre, Mahsa estaba sana cuando fue arrestada, y un video viralizado la mostró en el hospital entubada y con evidentes signos de haber sido golpeada. “Están mintiendo. Nunca ha tenido ninguna enfermedad”, dijo Amjad Amini a la BBC Persa. “Vi con mis propios ojos que la sangre había salido de las orejas y la nuca de Mahsa”.
La muerte de la joven de 22 años provocó indignación generalizada. Si bien la población kurda, una minoría discriminada por el régimen chiita, se sintió especialmente violentada, las protestas son transversales.
Las manifestaciones han tenido un carácter marcadamente feminista contra la ley de hiyab, instaurada en 1981 tras la revolución islámica, que obliga a las mujeres a cubrirse la cabeza y vestir túnicas holgadas. Los manifestantes piden terminar con la violencia y la represión de las mujeres, pero también aspiran a derrocar al régimen.
“Mujeres, vida y libertad” y “Muerte al dictador” eran las consignas que se escucharon en las calles, donde las protestas alcanzaron altos grados de violencia, con autos incendiados y enfrentamientos con la policía. Pero tal vez las imágenes más simbólicas han sido las de aquellas mujeres quitándose el velo y quemándolo en la calle.
“La represión actual, especialmente contra las mujeres, está en su punto más alto, porque el Estado está aterrorizado por las mujeres jóvenes y sus demandas de cambio”, dijo Hadi Ghaemi, director del Centro de Derechos Humanos en Irán, una organización independiente con sede en Nueva York.
Las manifestaciones han demostrado el coraje y la osadía de una generación que quiere libertades y modernizar un país sometido a un régimen teocrático por más de 40 años. Pero también han dejado de manifiesto la voluntad del gobierno y de sus fuerzas de seguridad de reprimir las protestas, consideradas contrarias a la fe.
-Damos nuestra sangre por la nación, damos nuestra vida por la nación, si es necesario, lo juro por Dios, cortaremos las gargantas de nuestras propias mujeres, nuestras esposas e hijos, pero no dejaremos que nuestro país sufra daños -gritaba un agente de seguridad citado por The Guardian, tras reprimir una protesta al sur de Teherán a fines de octubre.
Delitos contra Dios
Según datos de organizaciones de derechos humanos, desde el inicio de las movilizaciones más de 488 personas han sido asesinadas por las fuerzas de seguridad, entre ellos 60 niños y 29 mujeres, y se han registrado unas 17 mil detenciones.
Las cifras no son precisas, pero se habla de 36 personas acusadas de delitos con pena de muerte; la primera de ellas fue ejecutada el 8 de diciembre: Mohsen Shekari fue acusado de “odio contra Dios”, con los cargos de apuñalar a un miembro de la Guardia Revolucionaria y bloquear una calle durante las protestas del 25 de septiembre. Veinte días después de un juicio que no contó con las garantías mínimas, según Amnistía Internacional, Shekari fue ahorcado. Tenía 23 años.
Los cancilleres de Alemania, Francia y el Reino Unido condenaron la ejecución y la violencia contra los opositores. Pero la condena internacional no tuvo la fuerza suficiente para disuadir al régimen: cuatro días después, en un proceso muy similar, Majidreza Rahnavard fue condenado por el mismo delito de “odio contra Dios”, luego de ser hallado culpable de apuñalar a dos miembros de la milicia revolucionaria. Fue ahorcado públicamente.
La imagen del cuerpo de 23 años de Rahnavard, colgando de un cable, se viralizó por redes sociales. Hoy prácticamente no quedan periodistas independientes en Irán, pero los videos han sido una de las principales herramientas de difusión de los manifestantes. Si bien el gobierno ha respondido bloqueando internet, en los últimos 120 días se han generado más de 90 millones de publicaciones en redes sociales, gracias al apoyo de la comunidad de iraníes exiliados.
Precisamente, las plataformas digitales son el soporte de la campaña en favor del futbolista Amir Nasr, de 26 años, quien apoyó las movilizaciones y enfrenta también la acusación de “odio contra Dios”, supuestamente por estar vinculado con asesinatos de agentes de seguridad.
“Hoy, en la final del Mundial, sólo espero que los jugadores en el campo y el mundo entero recuerden que hay un hombre y compañero futbolista llamado Amir Nasr, condenado a muerte sólo por hablar a favor de los derechos de la mujer”, escribió la cantante Shakira en su cuenta de Twitter, el domingo pasado.
En las últimas semanas, más de 100 artistas del cine y el teatro, así como periodistas y escritores, fueron arrestados arbitrariamente. El caso más dramático es el de Hossein Mohammadi, un actor de 26 años y conocido por su labor humanitaria. Mohammadi fue condenado a muerte junto a otras 11 personas, por el mismo delito de “odio a Dios” y el cargo de participar en el asesinato de otro agente.
A inicios de diciembre, un alto funcionario iraní sugirió que la policía de la moral sería desmantelada. Mientras algunos vieron en el anuncio una concesión del régimen, otros lo leyeron como una cortina de humo.
En ese contexto, la actriz Taraneh Alidoosti, la intérprete más internacional de Irán, fue arrestada. La protagonista de El vendedor, filme de Asghar Farhadi ganador del Oscar, fue detenida el sábado 17 luego de condenar la ejecución de Mohsen Shekari y publicar en su cuenta de Instagram una foto sin hiyab, con el cartel “Mujeres, vida y libertad”, el lema de las manifestaciones tras la muerte de Mahsa Amini.
Más de 500 actrices, actores y realizadores internacionales firmaron una carta abierta en su defensa, pidiendo su libertad, entre ellos Emma Thompson, Mike Leigh, Jeremy Irons, Kate Winslet, Ian McKellen, Mark Ruffalo y Ken Loach.
Los jóvenes
En cuatro décadas, el régimen ha enfrentado otros disturbios. Los más graves ocurrieron en 2009 por el alza del precio del combustible, pero fueron rápidamente reprimidos. La seguridad de la revolución no duda en usar la fuerza y aquella vez murieron cientos de iraníes.
Ahora, una investigación del diario The Guardian reveló que los agentes disparan a las mujeres en la cara, los pechos y los genitales durante las protestas. Un médico citado dice que de esta forma “quieren destruir la belleza de estas mujeres”.
Otra escalofriante informe de CNN recogió testimonios de mujeres agredidas sexualmente por las fuerzas de seguridad. Tras ser detenida supuestamente por liderar las protestas, una de ellas llegó en estado grave, rapada y con una hemorragia producto de violaciones reiteradas. Otra manifestante fue detenida por quemar su velo y, en testimonio a CNN, contó que también fueron arrestados niños de 13 y 14 años. Todos fueron golpeados y violados.
Pese a la crueldad del régimen, el movimiento no claudica. Un “movimiento sin nombre, sin líder”, diverso y adaptable, como observó Christopher de Bellaigue, corresponsal británico en Medio Oriente.
A diferencia de protestas de otras épocas, ahora las mujeres tomaron un rol protagónico y lograron resonancia internacional. Desde Estambul a Berlín, pasando por Londres y Washington, miles de mujeres han marchado en solidaridad con sus congéneres iraníes. Otro factor diferenciador es la juventud de los manifestantes: tras el fin de la cuarentena, los jóvenes se encontraron con un país aislado, sin posibilidades de crecimiento, sin libertades y con una élite política y religiosa que concentra la riqueza.
Tal vez el caso del rapero Toomaj Salieh sea representativo: grabó un video, aun sabiendo las represalias, donde se dirige a un miembro de la élite y mirando el fondo de su taza de café le dice: “El fondo de tu taza está… lleno de mentiras e hipocresía”. Salehi ahora está acusado de “corrupción en la tierra” y arriesga pena de muerte.
¿Resistirá el movimiento? ¿Las protestas socavarán a la república islámica como ocurrió con el régimen del sha en 1979? Por lo pronto, los jóvenes le han hecho saber al gobierno que quieren un cambio.
Así lo expresó el dirigente estudiantil Amin Majidifar, quien llamó a las autoridades a no seguir culpando a Occidente de una conspiración y “aceptar que la gente de Irán no es como crees que es, aceptar que algunas de las personas de este país no encajan en los marcos que has imaginado, que pueden vivir de una manera diferente, que tienen derecho a la ciudadanía plena y que no son ciudadanos de segunda clase… Acepten que este sistema necesita una reforma fundamental”.