No tiene filiación política. Tal vez lo más próximo a una declaración de principios políticos sea su elocuente estado de WhatsApp: “Socialdemócrata hasta la médula”. Pero el ingeniero y experto en gestión pública Mario Waissbluth firmó esta semana la primera declaración pública de Los Amarillos por Chile.
¿A quiénes representan?
A los amarillos. No queremos ser un partido, somos personas cuya ideología está dentro de la centroizquierda, el centro y la centroderecha, en ese territorio. Quisiéramos representar a las personas que piensan con una posición de centroizquierda o centroderecha, que yo creo que son la vasta mayoría del país y que hoy no tienen voz partidaria ni voz pública.
En su primer comunicado, el grupo liderado por Cristián Warnken decidió alzar la voz para advertir sobre la instalación de un ánimo exaltado en el debate constitucional, así como la discusión de normas que eventualmente podrían provocar divisiones en el país.
“En medio de la euforia refundacional que quiere partir de cero, es usual que la voz de los amarillos intente ser acallada, y parezca mucho más atractiva la radicalidad y el maximalismo que la prudencia y el realismo (...); nosotros, los amarillos, sentimos la pasión por lo posible, que consiste en hacer las cosas bien hechas, conseguir los cambios necesarios sin destruir lo bueno, apostar por un futuro mejor sin pensar que se parte de cero”, dice el comunicado.
Integrada por unas 75 personas, la agrupación tiene un nítido perfil concertacionista: entre ellas se cuentan varios exministros de los gobiernos de la Concertación, como Mariana Aylwin, Jorge Burgos y Enrique Krauss; los economistas Rodrigo Valdés, José de Gregorio y Andrés Velasco. También adhieren la senadora Carolina Goic y los exparlamentarios Soledad Alvear, Fulvio Rossi y Eugenio Tuma, entre otros.
Según cuenta Mario Waissbluth, fundador de Educación 2020, Los Amarillos por Chile “nació de la conversación de varios amigos de Cristián Warnken. Percibimos que los centristas o ‘amarillos’ ya no tienen voz, ni en asuntos constitucionales ni políticos. De ahí nació la idea, aclarando que aquí no hay la pretensión de formar un partido, sino simplemente alzar la voz”.
Hay muchos nombres asociados a la ex Concertación, ¿buscan defender el legado concertacionista?
Para nada. Esa palabra ni siquiera se ha mencionado en nuestras conversaciones.
¿No temen convertirse en una trinchera de exconcertacionistas?
La única “trinchera” por hoy es que la nueva Constitución sea sensata y que contribuya a la concordia y no a una mayor fractura del país.
¿Qué pasa con los jóvenes? No se aprecia representación joven entre los firmantes de Amarillos.
Obviamente, los primeros firmantes fuimos los viejos amigos. Ojalá se vayan adhiriendo más jóvenes en la plataforma.
En su primera declaración el grupo advierte sobre la “euforia refundacional”: ¿Se han impuesto posturas radicales en la Convención Constitucional? ¿Cómo ve el trabajo de los convencionales, sobre todo en estos últimos días?
Ciertamente, hay un grupo instalado en esa euforia. Da la impresión de que sienten que no tienen ningún obstáculo político, institucional ni económico para refundar el país a su pinta. La realidad es dura y es otra.
¿Ha observado actitudes sectarias?
Por supuesto que las he visto. Es el “nosotros, los puros y revolucionarios”, contra ellos, los “fascistas reaccionarios”. Así no llegaremos a buen puerto. Algunos y algunas no se dan cuenta, o no se quieren dar cuenta, de que la composición electoral de la Convención es radicalmente diferente a la que hubo en la elección parlamentaria.
Usted ha sido partidario de la descentralización del país, pero está en contra de la propuesta de Estado regional, ¿por qué?
Llevo 17 años escribiendo sobre el tema. Pero la actual propuesta de Estado regional, con Regiones Autónomas, Comunas Autónomas y Territorios Autónomos, todos con la facultad de cambiar tributación y emitir deuda pública, es bastante delirante, por puro sentido común. Todavía abrigo la esperanza de que en estos días el pleno corrija ese desastre.
¿Por qué es tan grave?
Genaro Arriagada escribió una columna que me interpretó muchísimo: “La excesiva división y desmembramiento del poder con una nula preocupación por su efecto en la coherencia del gobierno pueden llevar a un sistema político paralizado en sus piezas fundamentales. Un presidente debilitado por el roce permanente con su vicepresidente, un Congreso fragmentado y, a la vez, amenazado en sus atribuciones por 16 asambleas legislativas”. Están diseñando un país que va derecho a ser un Estado fallido.
Alguna vez usted habló del temor a la “argentinización del país”. ¿A eso se refería?
Absolutamente. Al dar autonomía total -olvida las comunas y los territorios autónomos y dejemos solo las regiones- con plena autonomía fiscal, eso es Argentina. En algún momento de los delirios en Argentina las regiones llegaron a emitir billetes, papel moneda...
Pero eso no se ha planteado acá.
No, pero se está planteando la autonomía para hacerlo. Yo creo en la descentralización, pero tiene que ser muy gradual. Tiene que ser primero administrativa, después traspasarles funciones a los estados regionales y después seguir traspasando cada vez más autonomía en lo financiero, y a la vuelta de 20 años, a lo mejor algo de autonomía fiscal. Pero esta cuestión que están planteando ahora es un salto al vacío.
¿Usted teme que podría estar en riesgo la unidad del país?
No la unidad en el sentido de que los convencionales fueron precisos respecto de que el territorio nacional no puede desgajarse. Eso no va a pasar. Pero es un desmembramiento institucional completo, donde vas a tener no 15 islas, sino 40 islas si sumas estados, comunas y territorios.
La izquierda y la derecha
En su declaración, piden a la derecha no abandonar el debate. ¿Cómo ha visto el rol de la derecha en la discusión?
La derecha simplemente está en tal profunda minoría que en realidad, por más que se tiren los pelos o hagan esto o promuevan lo otro, nadie quiere siquiera escucharlos. Y ese es un error grave. Yo no soy de derecha, nunca lo he sido, pero no querer escuchar las opiniones de la derecha en la Convención, haciendo caso omiso de que en el Congreso la derecha tiene casi la mitad de los asientos, es de locos. Van a sacar una Constitución y al día siguiente en el Congreso se van a plantear reformas a la flamante Constitución. ¿O no? Y vamos a sumir nuevamente al país en inestabilidad constitucional por haber sido tan soberbios de no querer escuchar a la derecha en la Convención.
Por el éxito del proceso, ¿la izquierda debería sentarse a dialogar con la derecha?
Obvio, de toda obviedad, aunque no tenga votos suficientes, tienen que escucharlos porque tienen que entender que cuentan con la mitad del Congreso.
¿Cómo se podría encauzar el diálogo?
Yo creo que los que tienen la batuta en este momento son el grupo del PC, los indígenas, la ex Lista del Pueblo, a ellos les toca tener la generosidad de decir aunque tú no tienes suficientes votos te voy a escuchar.
De todos modos, la Convención fue electa con el ánimo de hacer cambios profundos.
Yo también quiero cambios profundos, pero no estúpidos.
Usted mismo ha planteado cambios radicales, entre ellos terminar con el sistema de salud privado.
Sí, yo he propuesto que haya un cambio radical en el sector salud, en que las isapres deben terminar con el rol que juegan hoy día, en que debe estructurarse un sistema de salud gratuito para todos en todo el país. Es un cambio radical, la paradoja es que no requiere cambio constitucional. Tú podrías hacer toda la reforma en salud sin una nueva Constitución.
¿En el ánimo refundacional no hay un componente generacional también?
Los convencionales no son ya tan jovencitos.
¿Cómo ha visto al Frente Amplio en la Convención?
Yo creo que en este proceso los partidos del presidente Boric han jugado un rol bastante triste.
¿Por qué?
No parecen ser ellos los que llevan la batuta. Y creo, además, que si la Convención sale con cuestiones demasiado radicales le van a crear al presidente Boric un dolor de cabeza. El primer damnificado va a ser el presidente Boric.
¿Se le podría adjudicar a él cierta responsabilidad política por el resultado?
No, pero él se ha jugado por el éxito de la Convención. Si hay una persona en Chile jugada con el proyecto constitucional es Boric, y ojalá que no se tenga que tragar su entusiasmo.
Ustedes hablan del riesgo de “estallido institucional” y usted sugirió que eventualmente podría votar rechazo en el plebiscito de salida. ¿Por qué?
Voté Apruebo y nada me gustaría más que votar Apruebo en el plebiscito de salida. Solo llegaré al doloroso extremo de votar Rechazo si subsisten algunos artículos tan delirantes como el del Estado regional.
¿Cree que hay riesgo de que el plebiscito de salida se pierda?
Ni Dios quiera que se pierda, porque la violencia que tendríamos en el país sería terrorífica. Nosotros precisamente, los Amarillos , estamos ahora alzando la voz y no después de que haya un proyecto constitucional, porque queremos evitar cosas mientras están siendo discutidas, queremos que se nos escuche. Para evitar que salgan propuestas inadecuadas en el proyecto final de Constitución y que eso conduzca a un Rechazo, por qué ahí sí que el país estaría en una inestabilidad terrible.
Usted se define como socialdemócrata. ¿El sistema político que adopte la nueva Constitución podría favorecer el establecimiento de un sistema socialdemócrata en el país?
Ese es mi sueño. Pero insisto: no son demasiados los cambios que se requieren en la Constitución para lograr avanzar en la dirección de la socialdemocracia. Podemos tener mejores ciudadanos, tributo más justo, mejores pensiones, mejor salud, educación pública de calidad sin cambios constitucionales. Yo creo que hay mucho de fetichismo constitucional también.