El jueves 27 recién pasado, el mismo día que se cumplían 15 años del terremoto y tsunami que azotaron a Chile al término de su primer mandato, la expresidenta Michelle Bachelet pasó el día en su casa de La Reina sin recibir visitas. Tampoco se comunicó por teléfono con dirigentes políticos oficialistas, ni con los miembros de su círculo más estrecho, quienes están a la espera de un pronunciamiento definitivo de la exmandataria a la petición que le formuló la directiva del Partido Socialista, a fines de enero, para que revaluara su negativa a una tercera candidatura presidencial.
Fiel a su estilo, Bachelet optó por poner término a sus vacaciones en el lago Caburgua, en la Región de La Araucanía, y regresar a Santiago en completo sigilo al atardecer del miércoles 26 de febrero. Ordenó sus cosas, realizó algunas compras y, desestimando el apuro que se ha instalado en algunos sectores oficialistas para que despeje pronto el tema presidencial, ella ha intentado cuidar sus propios tiempos y libertad.
Recién el martes 4 de marzo tiene previsto ir a su oficina, ubicada en una de las alas de la casona de Ñuñoa que sirve de sede también a la fundación Horizonte Ciudadano, para coordinar temas de su agenda de los próximos días junto a su asistente, Claudia Farías, y al encargado de sus comunicaciones, Diego Zurita. Lo hará acompañada de Trufa, la perrita border collie que le regalaron su amiga Loreto Stambuk y su marido, el exministro de Medio Ambiente Marcelo Mena, a mediados de 2020, poco después de la muerte de Ángela Jeria, su madre.
Para ese día, afirman fuentes de la fundación que creó Bachelet en 2018, tras dejar por segunda vez La Moneda, no está previsto nada especial. Los miembros del directorio que preside el sociólogo Pedro Güell -quien fue uno de los asesores más influyentes de su gobierno- y que está integrado por el núcleo duro del bacheletismo, no están citados a ninguna reunión con la exjefa de Estado durante los primeros días de marzo.
Tampoco se ha contactado hasta ahora con la timonel socialista, Paulina Vodanovic, para concordar una fecha dentro del mes de marzo para una eventual reunión en la que ella responda a la petición que le hizo la mesa de su partido para que reconsidere ser candidata.
Por lo mismo, lejos de la ansiedad presidencial que se reactivó en el oficialismo con la llegada de marzo, Bachelet ha intentado extender la calma y tranquilidad que tuvo durante sus vacaciones en Caburgua, pero no le ha sido fácil.
Cambios de última hora en su agenda internacional trastocaron en parte sus planes. El miércoles 5 de marzo tenía previsto viajar a México para asistir en su calidad de vicepresidenta del Club de Madrid a una serie de encuentros del mayor foro mundial de exmandatarios y jefes de gobierno.
Bachelet ya tenía agendada una reunión bilateral con la Presidenta mexicana, la izquierdista Claudia Sheimbaum, y tenía previsto asistir en la capital de ese país a los actos de conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
Dos días después, el 10 de marzo, viajaría a Nueva York para participar en un evento de la Comisión sobre la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas, al que también asistirá la ministra de la Mujer, Antonia Orellana. Y, como ha sido usual en sus viajes a Nueva York, Bachelet aprovecharía de reunirse a conversar con una de sus colaboradoras más cercanas, la actual embajadora de Chile ante las Naciones Unidas, Paula Narváez.
A Chile recién regresaría el 15 de marzo, la víspera de la asunción del nuevo comité central del PS, fijado para el domingo 16, evento al que está invitada para recibir un homenaje de la dirigencia socialista. Ese era el momento en que la mesa del PS esperaba que ella se pronunciara, ya que poco después viajaría a Europa, donde tiene agendado un encuentro a fin de mes con el jefe de gobierno francés, Emmanuel Macron.
Pero el viernes pasado en la mañana, desde el gobierno de Sheimbaum avisaron que no veían con buenos ojos la reunión del Club de Madrid en su territorio, debido a los cuestionamientos que han hecho algunos exmandatarios de derecha que integran ese foro internacional en contra de la jefa de Estado mexicana.
La noticia obligó a Bachelet a reordenar su agenda y hacer gestiones para adelantar su viaje a Estados Unidos a más tardar el 7 de marzo. Una señal que inquietó los ánimos de dirigentes del PPD y del PS que están a favor de que sea la ministra del Interior, Carolina Tohá, la abanderada del Socialismo Democrático en una primaria. Para ellos, el silencio del Bachelet ha paralizado las decisiones del sector y taponeado las posibilidades de Tohá de crecer en las encuestas.
Desde el entorno de la exmandataria descartan lo anterior. Recuerdan, incluso, que a mediados de 2024 fue la propia exmandataria quien durante un almuerzo con la ministra le recomendó anticipar su salida del gabinete para lanzar su carrera presidencial.
Del Caburgua a La Moneda
El mes que pasó la exmandataria a orillas del lago Caburgua fueron de aislamiento total. A diferencia de ocasiones anteriores, en las que también estuvo reflexionando sobre su futuro político y si asumiría o no una carrera presidencial, en estas vacaciones Bachelet no participó de reuniones políticas y ninguno de los miembros del llamado “bacheletismo duro” fue a verla para discutir el tema.
“Si ella no pide que le des una opinión, ninguno de sus cercanos va a decirle qué hacer”, reconocen en su entorno.
El escarpado terreno de media hectárea a orillas del Caburgua, al que sólo se llega tras una travesía por el lago de casi 40 minutos en lancha, lo descubrió la madre de la expresidenta a inicios de los años 80. Lo compraron entre un grupo de amigas que trabajaban juntas en la Fundación para la Protección de la Infancia Dañada en Estados de Emergencia (PIDEE) en plena dictadura y que, con el tiempo, se convertirían en las llamadas “Bachemelenas”, el círculo de máxima confianza de Bachelet durante el periodo en que daba sus primeros pasos como figura política.
El grupo, formado por Jeria, María Eugenia Rojas (fundadora y directora del PIDEE) y sus hijas Estela y María Luisa Ortiz, la periodista María Rosa Verdejo y la maquilladora y vestuarista Sandra Correa, conformaría una comunidad de amigas que se cuidaban, apoyaban y contenían mutuamente.
No fue sino hasta mediados de los años 90, como asesora en Defensa, cuando Bachelet comenzó a estrechar lazos con figuras políticas de la ex Concertación que terminarían ocupando cargos claves en su primer gobierno. Algunos -una década después- siguen estando en la primera línea de su círculo. Nombres como los de Nicolás Eyzaguirre, a quien ya conocía desde 1971, el DC Mario Fernández -quien promovió la llegada de Bachelet a Defensa y la condecoró en 1995- terminaron por formar parte del núcleo de confianza de Bachelet cuando los tres pasaron a integrar el primer gabinete de Lagos.
Un exministro de Lagos recuerda que por entonces Bachelet, Eyzaguirre y Fernández tenían una relación por afinidad muy estrecha, les gustaba echar la talla y detestaban a los políticos que se ponían “tontos graves”. En los cumpleaños de Bachelet se topaban con Francisco Vidal y el abogado Carlos Mackenney, quienes formaban parte de un segundo anillo, en el que prevalecía más la amistad que la política, y que estaba mucho más cercano al mundo de las antiguas “Bachemelenas”.
Fuera cual fuera el ámbito de relación con la exmandataria, la regla de oro ya era por entonces la misma que prima hasta ahora: lealtad y no faltar a la confianza.
Bachelet no tolera que alguien se arrogue responsabilidades que no tiene o hable por ella sin autorización. Faltar a esa regla tiene consecuencias. Asesores muy influyentes de su primera administración y que formaron parte del bacheletismo más duro, como las periodistas María Angélica Álvarez, más conocida por su apodo de “Jupi”, Paula Walker y Juan Carvajal terminarían fuera del entorno de la exmandataria precisamente por esas razones.
El círculo de hierro de Bachelet tuvo nuevas incorporaciones cuando se abrió su segunda candidatura presidencial. Varios de ellos, como los socialistas Ana Lya Uriarte, Paula Narváez, la periodista Haydée Rojas y el sociólogo Pedro Güell, siguen siéndolo hoy en día.
“Hoy no existe un bacheletismo en los partidos. En el PS y el PPD. Hay aprecio, respeto y cariño por la exmandataria, pero no hay una corriente orgánica que responda a ella”, aseguran dirigentes de esas colectividades.
La tríada
El bacheletismo puro, añaden, está aglutinado en el directorio de la fundación Horizonte Ciudadano, donde siguen operando Güell, Uriarte y Rojas. A ellos se suman exministros como Nicolás Eyzaguirre y Paula Narváez, quienes siguen siendo parte del círculo de máxima confianza.
Por varios años, tras la salida de Bachelet de La Moneda, el último comité político (en el que estuvieron Mario Fernández, Ana Lya Uriarte, Paula Narváez y Francisco Aleuy) siguió reuniéndose periódicamente.
Uriarte, Narváez y Eyzaguirre conforman hoy la tríada más cercana a la expresidenta. Y si antes empujaron con fuerza sus postulaciones presidenciales, ahora es completamente diferente. Es conocido que ese círculo no es partidario de que la exmandataria se arriesgue a una tercera aventura presidencial y así se lo habían recomendado hasta fines del año pasado.
En agosto pasado, de hecho, aprovechando que Narváez venía a Chile por unos días, Eyzaguirre organizó una cena en su casa, a la que también asistieron Ana Lya Uriarte y Mario Fernández. Aunque se trataba de una reunión de camaradería, la situación política y los escenarios que se preveían fueron parte de la distendida conversación. Ninguno estaba de acuerdo con la idea de que Bachelet fuera candidata.
La propia exmandataria había rechazado la idea varias veces, tanto en público como en privado. “Ella decía que estaba feliz con su libertad, que podía decidir a qué charlas y eventos iba y qué decía”, señalan cercanos a Bachelet.
En el análisis prima que, por más que las porfiadas encuestas la mantienen como la figura del mundo progresista con mayor respaldo, es una aventura muy riesgosa, no sólo por la alta posibilidad de perder frente a la abanderada de Chile Vamos, Evelyn Matthei, sino también porque pone en peligro su legado, ya que una nueva campaña la dejaría expuesta a las críticas frente a los flancos débiles de su gestión.
Por lo mismo, y a diferencia de lo que fue el bacheletismo en 2013, cuando desde la fundación comenzaron a pavimentar su regreso a La Moneda, esta vez su círculo de hierro optó por mantenerse al margen, en hermético silencio, y esperar a que sea Bachelet quien muestre sus cartas.