Con ambas manos alrededor de los ojos, Hugo Chávez imitaba unos binoculares. Esa imagen ilustró la portada de la revista Gatopardo en diciembre de 2005. El retrato fue acompañado de un titular provocativo: “Chávez, ¿visionario o alucinado?”. El escritor venezolano Sergio Dahbar entregó 19 párrafos que describían “el horror chavista”, recuerda Miguel Silva, fundador de la revista colombiana. Y para contrastar esa versión le pidió un texto a un amigo del comandante, el congresista Gustavo Petro, hoy Presidente de Colombia.

-Yo mismo llamé a Petro. Le dije ¡senador! Pero él no era senador. Muchas gracias, señor Silva, me dijo, en realidad yo soy representante de la Cámara. Pero Petro era amigo de Chávez y finalmente escribió en la revista -recuerda.

Abogado, poeta y periodista, exjefe de gabinete del Presidente César Gaviria, Miguel Silva fundó Gatopardo en 1999, en un intento por unir la estética Vanity Fair con las crónicas y perfiles estilo New Yorker, en clave latinoamericana.

Distinguida por reportajes y artículos de largo aliento, desarrollados con vocación narrativa y un elegante despliegue gráfico, Gatopardo solía reservar su portada para actores o artistas latinos (Salma Hayek, Leonor Varela, Gael García Bernal) o de alcance global (Steven Spielberg, Tom Hanks) y en sus páginas se leían reportajes políticos o crónicas callejeras firmados por Tomás Eloy Martínez, Juan Villoro y Leila Guerriero, entre otros autores.

El ciclo colombiano de Gatopardo culminó en 2008: Miguel Silva y el equipo en Bogotá salieron de ella y la edición se trasladó a México. Ahora el fundador publica Los últimos días de Gatopardo, una lujosa edición con la historia, fotos y una selección de textos. Lanzado recién en Colombia, Silva presentará el libro en Chile el próximo jueves, con motivo de los 10 años de la agencia Simplicity, de cuyo directorio forma parte.

En las páginas del libro, Silva recuerda numerosos episodios de la trayectoria de la revista, entre ellos el de Petro y Chávez.

-Petro hizo un esfuerzo por escribir en primera persona del singular y no en lenguaje político grandilocuente, aunque al final el texto tuvo unas florituras sobre el socialismo del siglo XXI. A nosotros nos gustaba hacer una mezcla que al final , si uno se toma una copa, sepa a Latinoamérica: entonces tenía un poquito de Argentina, un poquito de Chile, un poco de investigación policíaca y de corrupción política, un poco de autócratas y un poquito de locura latinoamericana.

¿Petro era chavista en esa época?

Petro y Chávez tuvieron una amistad personal. Chávez estuvo en casa de Petro cuando vivió en Colombia. Yo no sé si esa pasión duró hasta el final de la vida de Chávez, pero era muy cercana. Y la guerrilla en la que hacía parte Petro tenía una cosa también un poco chavista, en el sentido de que era lo que llamaban la social bacanería. El M-19 no era las Farc. Las Farc eran un ejército popular. Cuando yo era periodista, fui a los primeros diálogos de paz del M-19 y era increíble, porque era una zona de control de las Farc, una zona indígena. Las Farc eran un ejército, ahí nadie hacía chistecitos y nadie estaba en desorden. Y el M-19 era todo lo contrario, una tomadura de pelo: por las noches bailaban y no sé qué. Y los de las Farc quietos, silenciosos, armados, no amigables. El M-19 siempre tuvo estos jueguitos por debajo de la mesa con el castrismo y con las fuerzas chavistas. ¿Cuánto perduró esa amistad? No sé, pero, por ejemplo, una persona que siempre fue muy cercana a ellos, a la que tienen ahora alejada, Piedad Córdoba, senadora por Antioquia, terminó enredada en temas de corrupción y de negocios con el chavismo completamente sórdidos. Había muchos vasos comunicantes, pero no sé hoy en día cómo sean las relaciones.

Colombia y Venezuela acaban de reabrir fronteras. ¿Petro podría terminar acercándose a Maduro en su forma de gobierno?

Petro es más inteligente que eso. Petro sabe que hay cosas que no funcionaron y que deterioran tanto la economía venezolana que es un suicidio irse por ahí. Venezuela es un desastre. Pero en su gobierno son muy ideológicos también. Algunos de sus ministros son tan, tan ideológicos, tan activistas, que están empezando a descubrir que el gobierno no toma decisiones entre lo bueno y lo malo, sino entre lo malo y lo peor. Y ese es un aprendizaje doloroso, porque no es poético, es difícil, es un aprendizaje en el poder. Ellos tienen una visión muy estatista de todo, de la economía, de los servicios; piensan que el Estado es el que debe hacerlo todo. Y se ha probado que el Estado es muy malo haciendo muchas cosas y que los niveles de corrupción se disparan. Yo espero que Petro sea suficientemente ambicioso para no ser contaminado por la política pública boba del chavismo. Creo que es evidente que quiere ser un líder latinoamericano de una nueva izquierda, de una nueva visión del socialismo y una visión más juguetona con el capitalismo, pero también más humana.

Ahora está impulsando diálogos de paz total con el ELN desde Venezuela y llamando a las facciones disidentes...

Yo entiendo que Venezuela es garante y plantean que los diálogos sean en Cuba. Y eso tiene una razón de ser inevitable, y es que algunos de los integrantes del Comité Central del ELN viven en Cuba hace mucho tiempo, y otros viven en la frontera entre Venezuela y Colombia, en algunos casos protegidos por fuentes venezolanas. Entonces es muy difícil hacer la paz con el ELN si no cuentas con esos dos países. Espero que ahí estén también Noruega y otra gente. El ELN es una guerrilla muy difícil, y hoy no solo está atomizada, sino muy descentralizada. Va a ser una prueba difícil para ellos. Además, si solo se hubieran propuesto hablar con el ELN y las disidencias de las Farc, eso ya sería más o menos complejo, pero se propusieron hablar hasta con el narco. Yo no sé a quién van a mandar a hablar con ellos. Me parece que están confundidos de manera muy peligrosa, lo que es un diálogo político con una organización criminal; las organizaciones criminales no tienen naturaleza política. Pero bueno, otra vez los activistas creen que en el gobierno se toman decisiones entre lo bueno y lo malo, paz total o la guerra. Y en la vida real eso no es así. Uno toma decisiones entre lo malo y lo peor.

La fuga

Aquella fue una de las lecciones que Miguel Silva aprendió en sus cuatro años en el Palacio de Nariño, la casa de gobierno, entre 1990 y 1994, como mano derecha del Presidente Gaviria. Se conocieron en 1988, cuando Silva era editor político de La Prensa. Un año después, Luis Carlos Galán, el candidato favorito para la presidencia y enemigo declarado de los narcos, fue asesinado. Gaviria asumió entonces la candidatura presidencial y se llevó a Silva como jefe de prensa. Una vez en el gobierno, el periodista llegó a ser uno de los hombres de confianza del exmandatario. Y estaba a su lado la oscura noche del 21 de agosto de 1992, “la noche más terrible”, cuando Pablo Escobar se fugó de La Catedral, la cárcel desde la que seguía reinando y ordenando ejecuciones, pese a estar rodeado por 300 soldados.

-Una vez que el gobierno se enteró de que Escobar había asesinado a dos de sus colegas en la cárcel, decidió trasladarlo. Y mandó a la IV Brigada del Ejército. Y el único día en que Escobar estaba verdaderamente rodeado de militares, se escapa. Con lo cual uno dice ‘bueno, se habría podido escapar cualquier día’. Y arrancó una persecución de casi un año. Y Escobar cayó en el año 93.

¿Cómo se negocia con los narcos?

No se negocia con esta gente. Con los narcos hay que tener otro tipo de política, una política de sometimiento a la justicia, no un diálogo político. El gobierno en esa época sacó una serie de decretos que establecían que si tú eras un narcotraficante y confesabas por lo menos un crimen que diera cárcel (en esa época una de las dificultades era cómo probarles a estos tipos un crimen; amenazaban a los jueces, los mataban), el gobierno te metía a la cárcel, pero no te extraditaba a Estados Unidos. Era un compromiso, pero no fue hablado con los narcotraficantes. Y esos decretos llevaron a que se entregaran todos los hermanos Ochoa y ellos estuvieron en la cárcel. Hay uno en Estados Unidos, porque después incurrió en delito y lo extraditaron. Pero el caso Escobar fue un poco distinto, porque Escobar era perseguido por las fuerzas del Estado, pero también por los otros carteles y también tenía enemigos interiores. Entonces, el tema de su seguridad era importante. El gobierno hizo una apuesta que salió mal, que era meterlo en un sitio que es un centro de recuperación de drogadictos en Envigado y construir una cárcel alrededor. Se contrató a una empresa israelí para hacerlo, pero eso fue un desastre, un desastre furioso.

Se podría pensar que el gobierno sabía de la vida que Escobar tenía en la cárcel.

Es una pregunta compleja. Sí, se podía pensar que el gobierno se hizo el loco. Yo te puedo contestar que el gobierno no sabía. El poder intimidatorio y corruptor de estos tipos, ellos decían plata o plomo. Entonces el director de la cárcel era de ellos. El director nacional de prisiones, probablemente también era de ellos. Había rumores, pero solo cuando la fiscalía llegó y le dijo al gobierno señores, esto es una fiesta y tenemos pruebas de que Escobar ha asesinado gente en la cárcel, ahí el gobierno decidió su traslado. Y en esa operación se fugó.

Gabo y la Gaba

Formada al alero de Semana, Gatopardo nació en la era pre redes sociales, hacia el fin de la época dorada de los medios impresos. Por entonces, en Colombia Gabriel García Márquez le daba vida a revista Cambio y desde la Fundación Nuevo Periodismo impulsaba la crónica y el periodismo narrativo con talleres, becas y un premio anual.

Distribuida en toda América Latina, Gatopardo solía ofrecer temas políticos controversiales de distintos países “con total libertad”, dice Miguel Silva. Pero a veces enfrentaban dificultades.

-Gustavo Gorriti, el escritor peruano, vivía en Panamá, porque Vladimiro Montesinos lo había amenazado de muerte. Y él escribió un gran perfil de Montesinos, realmente superior. Nosotros mandamos una gran cantidad de revistas a Lima y mandamos fragmentos a Caretas y al Comercio para crear expectativa. Y lo vendimos todo. Y meses después el distribuidor nos contó que la edición la había comprado toda el gobierno. Pasaban situaciones así, pero tuvimos experiencias maravillosas: nos llegaban cosas extraordinarias sobre poder o sobre homicidios.

Uno de los perfiles que hicieron fue el de Mercedes Barcha, la Gaba, que no le gustó a García Márquez. ¿Qué pasó?

Yo gozaba de la amistad de Gabo y lo quería mucho. Yo había conocido a Gabo en el gobierno, por supuesto, porque contrario a lo que decía la opinión tradicional, que Gabo buscaba a los presidentes, en realidad era al revés. Eran precisamente los presidentes colombianos quienes buscaban a Gabo, porque tenía, por un lado, una cercanía especial con Cuba, que era útil en momentos complicados. Nosotros teníamos influencia cubana en la guerrilla colombiana. Por otro lado, era un tipo que tenía una visión del poder muy interesante, una visión de América Latina muy interesante. Por encargo del Presidente, yo lo ayudé a hacer un poco de fact checking de Noticia de un secuestro. Y tengo un manuscrito del libro que me lo regaló él. Bueno, él siempre fue muy simpático conmigo. Y en ese momento nosotros le planteamos una competencia en realidad, porque la revista que él quería hacer era Gatopardo, pero estaba haciendo una revista semanal de noticias, Cambio, con un equipo maravilloso. Pero tuvimos muy buena relación. Sin embargo, cuando publicamos el perfil de Mercedes Barcha, la Gaba, escrito por una amiga, algo les molestó. Yo insistí mucho, por favor, hablen con ellos, porque ellos eran muy sensibles a cositas. Ellos cuidaban mucho de su privacidad, que era totalmente invadida. Y ella era una mujer muy discreta. Era un perfil periodísticamente válido, profundo y bien hecho, y además con mucho rigor, pero algo les fastidió. Y me llamó para quejarse. Años después eso se mejoró. Y después se enfermó. Pero nunca entendí exactamente qué le había molestado.