Al volver a Chile, después de 18 años, la primera novela que José Donoso escribió fue La desesperanza. En ella retrata las complejidades emocionales de la vida bajo dictadura y la derrota de una generación, a través de la figura de un cantante chileno exiliado que regresa al país para el funeral de Matilde Urrutia. Con agudeza, Donoso relata la crisis de identidad del personaje, su encuentro con antiguos compañeros, ahora alejados de sus sueños de juventud, y la distancia con los niños, la nueva generación que no comprende las desilusiones de sus padres.

La desesperanza es una de las novelas favoritas de Noam Titelman, uno de los fundadores del Frente Amplio. Economista de la UC y doctorado en la LSE (London School of Economics), Titelman cita la novela de Donoso para hablar de la distancia entre su generación, que se formó en las marchas estudiantiles de 2006 y 2011, y la ex Concertación.

Del mismo modo, la idea le sirve para preguntarse: “¿cómo hacer política en tiempos de desesperanza, de desafección?”.

Estos son algunos de los aspectos que aborda en su libro La nueva izquierda chilena. De las marchas estudiantiles a La Moneda. Un ensayo que analiza el origen y la trayectoria del Frente Amplio, su disputa generacional y sus desafíos. También, el momento en que “se encontraron con sus propias limitaciones y aprendieron a reconocer los peligros de la soberbia generacional”, escribe.

Curiosamente, o no tanto, el prólogo lo escribe la ex Presidente Michelle Bachelet. A partir de una lectura atenta del texto, la exmandataria plantea una pregunta certera: “¿es el explosivo éxito electoral el que ha impedido al Frente Amplio completar un proyecto político con claridad en cuanto a su identidad y a su representación social?”.

Eso sugiere Titelman cuando escribe: “Es una generación que sabe muy bien cómo ganar una elección, pero entiende muy poco por qué funciona lo que funciona”.

-Creo que es un déficit que hemos tenido en general en la nueva izquierda, el darnos los espacios para la discusión ideológica. Quizás porque fue tan rápida esta década, porque fue tan rápida la victoria sucesiva electoral, pero hay un vacío de ideología, de proyección de largo plazo. Y el primer paso para enfrentar ese vacío es reconocerlo -dice.

Titelman va más allá del sello generacional y sus banderas contemporáneas -el feminismo, el medio ambiente-, y resalta la cercanía espiritual del Frente Amplio con el socialismo democrático:

-El Frente Amplio, al menos en su versión post-acuerdo del 15 de noviembre de 2019, tiene un sustrato liberal, cree en la democracia liberal. Por eso digo otra cosa, que alguna gente no está muy de acuerdo, y es que el Frente Amplio finalmente es heredero de la renovación socialista de los años 80.

¿Heredero de un movimiento que incorporó a Ricardo Lagos y Michelle Bachelet?

Yo creo que es más clara la relación con Michelle Bachelet. Creo que el Frente Amplio se puede enmarcar perfectamente dentro de esta tradición socialista chilena, que cree en la democracia liberal como un principio intransable y que a la vez cree que se puede ir progresando para superar las tensiones del capitalismo. A nivel ideológico el Partido Socialista es un paraguas amplio donde caben todas las posiciones dentro del Frente Amplio. Y a nivel político o estratégico, estoy convencido de que necesitamos coaliciones amplias, que unifiquen desde la tradición social cristiana hasta el Partido Comunista. De alguna manera, con todos los tropiezos y dificultades, es lo que ha terminado deviniendo el gobierno del presidente Boric.

"Somos muchos los que creemos que este proceso y este acuerdo, por muchos problemas que tenga, es mejor que nada", dice Noam Titelman sobre el nuevo proceso constituyente. Foto: Juan Farias / La Tercera

Esta generación victoriosa tuvo una derrota demoledora el 4 de septiembre. ¿Cómo le afectó?

Yo básicamente creo que hay dos fuerzas que explican esa derrota. Una interpretación dice que el problema del texto fue que se habría pasado a algunos pueblos con lo que quería la población. La otra posibilidad, como ha dicho Manuel Canales, es que más bien se equivocó de pueblo, y en realidad en el estallido social había una demanda antielite, antipolítica. Y terminó ocurriendo que la gente empezó a asociar a la Convención, a los convencionales, con la política de siempre, la política del espectáculo. Y además desconectada y alejada de los problemas de la ciudadanía. Para el Frente Amplio y para esta generación, efectivamente el voto del plebiscito del 4 de septiembre fue la primera derrota y en ese sentido fue dolorosa, pero me parece que ha sido una oportunidad porque implicó abrirse a un debate que es muy difícil hacer cuando se gana una elección.

¿Qué reflexión ha visto en el Frente Amplio?

Por ejemplo la idea de seguridad, que me parece que era algo que estaba ausente en los discursos del Frente Amplio antes de llegar al gobierno. La seguridad en un sentido amplio: la seguridad económica, la seguridad social. Después de lo que ocurrió en la Convención se ha vuelto una parte importante de su discurso.

La propuesta de la Convencion generaba incerteza

Le generaba incertezas a la gente por un lado, y la gente quiere transformación, pero también quiere un horizonte de tranquilidad. Los proyectos de mayoría tienen que poder incluir a un mundo de identidad tradicional, de identidad patriótica, y se puede ejemplificar con la discusión en torno al rodeo. Cuando uno mira las encuestas, la mayoría de los chilenos no tiene una visión particularmente positiva de los rodeos, pero hay un porcentaje importante para quienes el rodeo es parte constitutiva de su identidad. Y es interesante lo que ocurrió, por ejemplo, en Petorca, donde pese a que el agua, que era algo tan importante para la población, parecía estar siendo protegida, un sector importante de Petorca tenía como parte su identidad el rodeo. Y efectivamente, el texto constitucional tiene que poder responderle a ese mundo tradicional que no ve con buenos ojos la idea de abandonar las tradiciones y las costumbres.

¿Le ha costado al Frente Amplio conectar con ese mundo?

A ver, el Frente Amplio puede tener una posición contraria a los rodeos, digamos, sin ningún tipo de medias tintas. Pero eso implica marginar a un sector importante de los chilenos y las chilenas, que sienten al rodeo como parte de su identidad. La otra alternativa es que el Frente Amplio esté dispuesto a escuchar a esa población, incluso esté dispuesto a incorporar esa visión, anteponiendo, por ejemplo, otros aspectos relevantes de su programa, como la superación de un sistema político económico agotado. Me parece que ese es un desafío de maduración de un proyecto político, que también implica reconocer autocrítica, apertura, estar dispuesto a hablarle a un mundo mucho más amplio que el mundo del que surge. Es la manera en que han nacido y crecido básicamente varios de los proyectos políticos desde la Democracia Cristiana hasta la UDI, pasando por el MAPU y otras corrientes políticas chilenas que han nacido desde la universidad y han sido capaces de ir más allá. Creo que ese tipo de ejercicios le dan madurez a los proyectos políticos.

La gente perdió interés en el proceso constituyente: ¿pasamos del entusiasmo a la desesperanza?

Yo creo que la desesperanza es el costo que tiene para la clase política su incapacidad de ponerse de acuerdo en las cosas que la ciudadanía está demandando. Cada uno de estos ciclos de euforia y decepción no vuelve a cero, sino que tiene consecuencias: va disminuyendo la cuenta corriente de esperanza y de confianza que tiene la política como espacio de resolución de las demandas de la ciudadanía. Y cuando se agota esa cuenta corriente es cuando emerge la demanda de los liderazgos autoritarios. Y creo que hay un peligro real en Chile de que eso termine siendo lo que emerja en un escenario de desesperanza con la posibilidad de cambio. Por eso creo que es tan importante, con mucha humildad y modestia, hablar de escuchar tanto en la derrota como en la victoria. Porque entre las borracheras electorales y los discursos autocomplacientes, no se va a resolver esta dificultad.

¿Qué expectativas tiene del nuevo proceso?

Yo lo que veo con harta posibilidad es que sea una constitución mínima, moderada y donde si es que hay algún cambio importante va a ser sobre todo en el sistema político. Este no va a ser de ninguna manera un proceso como lo hubiésemos querido en el mundo del progresismo, con muchísima más participación y con muchísimo más debate. Pero somos muchos los que creemos que este proceso y este acuerdo, por muchos problemas que tenga, es mejor que nada. Un acuerdo imperfecto es siempre preferible a ninguno, y un acuerdo malo es el resultado de habernos farreado el proceso anterior. Y habiendo dicho eso, creo que nuestra responsabilidad es tratar de que salga el mejor texto posible. No va a ser la constitución soñada, pero va a ser mejor que la constitución actual.

Si el texto no logra conformar a la izquierda, ¿será una derrota?

Yo creo que la derrota ya ocurrió el 4 de septiembre. Hoy día la capacidad de generar un nuevo texto constitucional, con menos amarres y con un mejor sistema político, más allá de que no va a ser el texto soñado, ideal y perfecto, de todas maneras creo que es una victoria, no solamente para el Frente Amplio, es una victoria para la clase política, porque le permite combatir a la desesperanza, que hoy día creo que es un peligro transversal de izquierda a derecha, de centro a norte.

A la derrota del 4 de septiembre se han sumado otras, como la reforma tributaria. Si no logran sacar adelante una nueva constitución, ¿corren el riesgo de ser vista como una generación derrotada?

Yo creo que esta generación ya ha logrado cosas relevantes, importantes, pero todavía le falta mucho por alcanzar, y eso necesariamente implica un proyecto a largo plazo. Cualquier tipo de proyección que termine en cuatro años, eso sí que sería un fracaso. Una generación que no es capaz de trascender su proyecto generacional, eso sería un fracaso. Si uno mira las generaciones previas, no existe ninguna que no haya sufrido derrotas en su proceso, y no una, sino muchas. Quizás la derrota más importante fue la del golpe de Estado, quizás el signo de una generación que sufrió una derrota en carne propia y que la cambió para siempre en su visión política, ideológica, discursiva. Pero yo no soy de los que cree que una generación exitosa es una generación que no sufre derrota. Una generación exitosa es una que es capaz de trascender incluso su identidad generacional. Más allá de cada una de las contiendas, en el largo plazo la pregunta de fondo va a ser esa, su capacidad de trascender y generar un proyecto que le haga sentido a la mayoría de los chilenos y chilenas independiente del año en que nacieron.