Orlando Figes, historiador: “Rusia está girando al este y formando un nuevo bloque”

Orlando Figes
Orlando Figes es académico del Birkbeck College de la Universidad de Londres. Hijo de judíos que huyeron de la Alemania nazi, en 2017 se nacionalizó alemán. FOTO: Phil Fisk

Sostiene también el autor de La Revolución rusa, Los europeos y El baile de Natasha que hoy con Putin “no hay que descartar nada, incluyendo una catástrofe nuclear”.


Como el zar Nicolás I en su defensa de los ortodoxos del Imperio Otomano, declaraba en 2014 a La Tercera Orlando Figes (Londres, 1959), “Putin parece pensar que la defensa militar de aliados rusos en otros Estados soberanos es justificada y legítima. Y, como Nicolás I con el Imperio Otomano, está preparado para amenazar a un vecino más débil, pese al riesgo de una intervención de Occidente”.

Y si hace ocho años dijo el historiador que la política de Moscú en Ucrania “podría ser parte de un plan más amplio para redibujar el mapa de Eurasia”, hoy piensa que Rusia está “girando al este y formando un nuevo bloque euroasiático con China, India, Pakistán e Irán. Todos tienen sus quejas contra Occidente”.

Porque el autor de La Revolución rusa (1891-1924), de Los europeos y de El baile de Natasha. Una historia cultural de Rusia, que acaba de reeditarse, piensa que esta “no solo es una guerra contra Ucrania, sino también contra Occidente”.

Emmanuel Macron le dijo a Putin en 2019, cuando este visitó Francia, que creía en una Europa “que va de Lisboa a Vladivostok”...

Esa visión de una Europa más amplia parece hoy francamente utópica: un regreso a los días optimistas de [Mijaíl] Gorbachov, una Europa desde el Atlántico hasta los Urales, como dijo este último. Putin, en su primer mandato, quería una integración más estrecha con Europa, hasta que la expansión de la OTAN lo hizo volverse contra Occidente.

Las condenas y sanciones contra Rusia no tienen precedentes. ¿Tenía alternativa Occidente?

Occidente ha actuado con mucha más unidad de la que Putin esperaba. Se ha dado cuenta, espero, de que esta es una guerra contra Occidente, contra la democracia, y de que los ucranianos están luchando de nuestro lado, donde nosotros no estamos. Sin embargo, los costos para Occidente serán elevados, y me pregunto hasta cuándo estarán contentos los consumidores pagando precios más altos para defender libertades que durante demasiado tiempo, quizás, hemos dado por sentadas.

¿Qué tan inédito le parece este escenario?

Esto podría ser una guerra convencional -con una victoria ucraniana y una capitulación de Putin para salvar a su régimen- o, si continúa, una nueva forma de guerra total contra Occidente: combate en terreno, ciberguerra, guerra económica. Occidente no está preparado para eso.

Poco antes de invadir, Putin dijo que Ucrania es un Estado ficticio que integra el “espacio cultural ruso”. ¿Qué tan rusa es Ucrania?

Es una pregunta complicada. Lo que declaró Putin tiene su origen en un enfoque mítico del “Mundo ruso”: una civilización ortodoxa que une a Rusia, Ucrania y Bielorrusia, y que se remonta a la [federación de tribus eslavas] Rus de Kiev, en el primer milenio. Y hay una larga historia compartida. Ambos países adoptaron el cristianismo vía Bizancio, pero por largos períodos tomaron caminos separados. Gran parte del oeste de Ucrania quedó bajo dominio de la monarquía constitucional polaca, en una época en que Rusia estaba sometida a los mongoles y al despotismo de los zares. Antes de incorporarse al Imperio Ruso, el territorio ucraniano era el de las “tierras vírgenes” de la estepa, ocupadas por los cosacos. Todo esto dio como resultado el amor a la libertad y la disposición a luchar por la tierra propia, lo cual es muy evidente en este conflicto.

Pero Rusia era una gran cultura, imperial, en la que Gógol o Bulgákov, nacidos en Ucrania, publicaban en ruso y se les identificaba como escritores rusos. Y hubo en el siglo XIX leyes que prohibieron las publicaciones en ucraniano: los zares temían al espíritu democrático del nacionalismo ucraniano y veían la lengua ucraniana como un dialecto del ruso. Había una fascinación rusa por el folclor y la música ucranianos, entendidos como algo similar pero diferente de sus contrapartes rusos.

Hoy no es posible decir qué tipo de cultura ucraniana se habría desarrollado si a Gógol se le hubiera permitido escribir en su lengua materna, aunque en varios sentidos esta es una pregunta falsa. Los ucranianos fueron totalmente asimilados a la cultura rusa, y en la URSS esta relación, que ya era estrecha, se vio reforzada. Esa es la tragedia subyacente a esta guerra: rusos y ucranianos están siendo desgarrados y terminarán divididos por el odio.

figes
Publicado originalmente en 2001, El baile de Natasha fue recientemente reeditado en castellano, provisto de una nueva traducción.

Se ha hecho un lugar común comparar a Putin con Stalin, pero a usted le parece más comparable con el zar Nicolás I…

Parte de la retórica de Putin recuerda a la era de Stalin: su discurso de una “quinta columna”, por ejemplo, proferido con la intención de asustar a las personas. El régimen de Putin es una dictadura brutal. No creo que podamos estar seguros de que no recurrirá a arrestos masivos, pero me parece que la comparación con Stalin no ayuda. Nicolás I es, sin duda, un mejor punto de comparación… si su idea es hacer comparaciones. Fue a la guerra contra Occidente en nombre de su versión del “mundo ruso”, un imperio ortodoxo en el que veía como su deber sagrado defender a los eslavos más allá de la frontera rusa. Al igual que Nicolás en la Guerra de Crimea, Putin ha cometido un error de cálculo enorme y es probable que termine pagando el mismo precio: una derrota humillante, acompañada del aislamiento total de Rusia.

Visto que no considera la comparación como una buena herramienta, ¿qué aproximación a Putin cree más provechosa para entenderlo?

Putin es Putin: hay que entenderlo en los términos de su pensamiento y de una ideología basada en muchos elementos soviéticos y rusos. La Iglesia rusa es una influencia importante en su pensamiento. También lo son los euroasiáticos, los paneslavos, los eslavófilos, nacionalistas como [el escritor Aleksandr] Solzhenitsyn, y también pensadores como Carl Schmitt. Es una mezcla peligrosa de mesianismo ruso, marxismo soviético y una creencia en los “estados hegemónicos” provistos de sus esferas de influencia.

¿De qué lo cree capaz?

Lo que lo hace peligroso es que parece capaz de hacer cualquier cosa. No pensamos que iba a invadir, pero invadió. Ahora no podemos descartar nada, incluyendo una catástrofe nuclear.

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