Esa mañana de junio, Paz Reyes (30) sentía el cuerpo extraño. Llegó a las 8.00 al Centro de Urgencias de la comuna de San Ramón, donde ejerce como fonoaudióloga. Le tomaron la temperatura en la entrada, se puso el equipo de protección personal y comenzó, como todos los días, a tomar muestras de PCR. Ingresó a un box para introducir un hisopo en la nariz de un paciente, mientras sentía cómo le temblaban las piernas. Continuó guardando la muestra en un frasco, aunque le picaban las manos. Y mientras etiquetaba el frasco, notó que tenía las uñas moradas. El siguiente paso era refrigerar la muestra y dirigirse al siguiente box para repetir el procedimiento. Le costaba respirar, pero no se detuvo. “No estoy oxigenando. Tengo Covid”, pensó rápidamente. Pero en realidad, lo que sentía Reyes mientras tomaba el PCR era su primer ataque de pánico.
Su reacción inmediata fue chequearse los signos vitales. Tenía el nivel de oxígeno normal. El PCR que se había realizado marcaba negativo y tampoco era un infarto, que fue su segunda opción. Aguantó hasta las 14.00, pero la falta de aire era insoportable. Se acercó a una colega y le pidió ayuda. “Yo creo que estás pasando una crisis de pánico”, le dijo una doctora del lugar. Ahí cayó en cuenta de que la situación sanitaria la estaba superando y necesitaba ayuda sicológica. Ayuda a la que acudió por primera vez hace dos semanas, casi un año después del episodio.
Reyes trabajaba en dos Cesfam en la comuna de San Ramón, asistiendo a niños y adultos mayores en programas de fonoaudiología. Con la pandemia su trabajo cambió y se integró al equipo de urgencias, siendo encargada de la toma de PCR hasta febrero de este año. Ahora está a cargo de un equipo de trazabilidad. No es más fácil, dice. Los nuevos desafíos le trajeron a la funcionaria su segunda crisis de pánico.
Por eso, cuando a principios de abril vio en la televisión que había un programa gratuito de atención psicológica para el personal de salud, no lo dudó. Abrió su computador, completó una ficha y postuló.
La campaña de atención gratuita, de la que hoy es parte, se llama “1.000 sesiones de psicología gratis”. Es una iniciativa de la plataforma de psicoterapia digital Mindy y consiste en la donación de mil horas de terapia online para el personal de salud entre el 7 de abril y el 7 mayo. El único requisito es tener el número de registro de la Superintendencia de Salud. Después, se puede agendar el horario y acceder a cuatro sesiones por funcionario. Como la idea es continuar el tratamiento, existe la opción de descuentos en las próximas consultas.
El 31,4% del personal de salud encuestado presenta síntomas depresivos de carácter moderado a grave. Además, un 54% podría tener un trastorno mental.
The Covid-19 Health Care Workers Study, 2020
Los tres socios fundadores de Mindy aproximaron que mil son las horas extras que ha trabajado el personal de salud durante la pandemia. “Así es que con las mismas mil horas les queremos devolver la mano”, cuenta el cofundador, Matías Ibaceta. Reclutaron un equipo de psicólogos con manejo en contención y crisis, de los cuales tres atienden a horario completo y ocho más están disponibles para cuando se necesitan más sesiones. Actualmente han atendido a 200 personas, en 500 sesiones.
Porque lo que vive Paz Reyes no es un caso aislado. El estudio con colaboración de más de 30 países (incluido Chile), The Covid-19 Health Care Workers Study, publicado a fines de 2020, señaló que el 31,4% del personal presenta síntomas depresivos de carácter moderado a grave. Además, un 54% podría tener un trastorno mental. En Chile, la Sociedad Chilena de Medicina Intensiva (Sochimi) afirmó el año pasado que un 60% del personal sufría de cansancio emocional. Entre los síntomas más comunes se encuentran las crisis de pánico, ansiedad, estrés y alteraciones del sueño. Un tercio del personal de salud encuestado tiene problemas para dormir.
En ese grupo también entra Paz Reyes, quien ahora toma melatonina todas las noches: algo que hasta la pandemia no había probado. Han sido tiempos de primeras experiencias, dice. Primera vez tomando ansiolíticos. Primera vez con ataques de pánico. Y ese viernes 16 de abril no fue la excepción. Se conectó nerviosa a Zoom. Era la primera vez que asistía al sicólogo en sus 30 años.
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Todos los pacientes que ha atendido la psicóloga Soledad García por este programa presentan alguna patología o síntoma relacionado con la ansiedad. La mayoría ha sufrido crisis de pánico. Hay muchos cuadros de estrés, ansiedad y depresión, dice. Hace dos semanas que está atendiendo al personal de salud de manera gratuita, y aunque ya había trabajado con personas del rubro, esta vez se ha llevado sorpresas.
Según García, una paciente le dijo que, a pesar de que sabía que con su trabajo los ayudaban de alguna forma, pensaba que era mejor que los enfermos fallecieran. Porque en verdad no iban a mejorar y ellos ya estaban agotados. Eso refleja la impotencia que siente el personal, señala, que después de un año de pandemia creen que no tienen nada más que hacer.
El año pasado, la psicóloga participó de otro programa de atención a trabajadores de la salud. Lo principal en ese entonces eran cuadros de estrés postraumático. “El trabajo tenía que ver con simbolizar las pérdidas que habían tenido en su trabajo”, cuenta la especialista. Ahora dice que las patologías son más severas, “ya no quieren ir a trabajar, se sienten desesperanzados, porque no ven una salida. Antes todavía había esperanza, tristeza, pero con un propósito. Ahora no les hace sentido”.
No somos héroes, no somos guerreros. Somos trabajadores, tenemos necesidades y queremos que se respeten nuestros horarios, con sueldos dignos y contratos.
Paz Reyes, trabajadora de la salud.
De los pacientes que ha atendido estas semanas, la mayor parte son técnicos en enfermería de nivel superior (TENS). García dice que son los más afectados porque se llevan la mayor carga emocional. Y respecto de las áreas, son los trabajadores UCI quienes presentan más sintomatología de trastornos de salud mental. Aunque eso era esperable. Lo que no imaginó fue encontrarse con dos casos de ideación o planeación suicida en menos de 15 días.
“Eso no lo había visto antes. Me sorprendió bastante el hecho de que estas personas vengan con esto desde hace tiempo y sigan trabajando a este ritmo, pienso que como una forma de evadir”, dice.
Esta situación la constata el segundo reporte de “Covid-19 Health Care Workers Study”. Según el estudio, el 10,1% de los encuestados ha tenido o tiene ideas de muerte. Casos como, por ejemplo, desear irse a dormir y no despertar durante semanas. Un 1,3% del mismo personal de salud afirmó haber tenido ideación suicida.
Jairo Vargas también es parte del equipo de psicólogos del proyecto. Él ha visto algo más: por la exposición emocional los trabajadores de la salud han revivido viejas historias no resueltas. “El cambio ha sido tan fuerte, que los niveles de estrés producen una labilidad emocional que los invita también a conectar con emociones del pasado”, explica. Uno de los factores claves, para él, es la responsabilidad de contención que han tenido que asumir.
Josefa Espinoza (28) es enfermera del área de medicina quirúrgica en el Hospital Eduardo Pereira, en Valparaíso. También es paciente del programa. Para ella, lo más difícil ha sido ver a personas morir sin sus seres queridos, “porque uno puede acompañar al final de la vida, estar con ellos, a veces en su último suspiro, pero tú no eres su familia”, dice. Eso la ha hecho a llorar varias veces durante el último año de pandemia. “Siento que absorbo esa carga”, agrega.
Como propone Vargas, la enfermera se refleja en los pacientes. Durante la pandemia un primo cercano falleció en Curicó, su ciudad natal. No pudo despedirse y, entre el aforo y los cordones sanitarios, tampoco pudo viajar al funeral. “Entonces ahora veo a los pacientes y los siento como familia. Se repite la historia”, cuenta. Por eso explotó en llanto cuando vio que una joven llegó a despedirse de su tío dos minutos después de que falleciera. Salió a tomar aire y continuó trabajando. Todos estos fueron indicios que la empujaron a comenzar una terapia psicológica que pospuso durante mucho tiempo.
Fueron casualidades. Un mensaje en un podcast que escucha contaba del proyecto de Mindy en el momento preciso, dice Espinoza. “Porque el personal de salud siempre se está postergando. Yo me preocupo si un paciente no ha orinado, pero resulta que yo no he ido al baño en todo el día”. Así explica que fue pasando el tiempo mientras dejaba su salud mental de lado.
Lo mismo le pasó a Paz Reyes. No podía fallar en su trabajo. No había espacio para pausas. Y nunca había experimentado alteraciones en la salud mental. “Entonces esto es pasar por algo que no entiendes, hasta llegar al punto de decir: ‘Esto me está pasando a mí. No era chiste, no era broma’.”
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Cuando cerró el computador después de su primera sesión sicológica, el paramédico Marco Tirado (20) fue donde su madre y lloró todo lo que no había llorado en la pandemia. Le contó por primera vez lo que estaba sintiendo. Lo que había vivido durante un año y lo mal que lo había pasado mientras ella y su padre estuvieron internados en el hospital. Esperaba lo peor, porque en su trabajo había visto lo peor del Covid-19.
Hasta entonces, prefería guardarlo para no darles otra preocupación. “No quería sumar una carga al decir que no estaba bien emocionalmente”, cuenta, pero en esa sesión entendió que si no lo expresaba, no lo superaría.
Tirado trabaja en una residencia sanitaria en Iquique a cargo de 130 pacientes Covid positivo y, fuera de los turnos, es voluntario de la Cruz Roja. Sus labores le exigen estar atento a cuando vengan las descompensaciones y mantenerlos estables lo más posible para no recurrir a los hospitales. Cuando ni el oxígeno es suficiente, tiene que llamar a la ambulancia. La espera alcanza las tres horas. Ahí es cuando más siente la angustia en el pecho, dice.
Está entusiasmado con el proceso. Le contó de la iniciativa a una amiga que sufre de crisis de ansiedad, pero ella no se atreve. “Yo creo que es vergüenza o miedo de que no vaya a servir”, dice.
El 10,1% de los encuestados ha tenido o tiene ideas de muerte. Casos como, por ejemplo, desear irse a dormir y no despertar durante semanas. Un 1,3% del mismo personal de salud afirmó haber tenido ideación suicida.
The Covid-19 Health Care Workers Study, 2020
Tal vez esa resistencia tenga que ver con una imagen que se ha creado del personal de salud durante la crisis sanitaria, una que a Paz Reyes ya le molesta: “No me gusta que nos digan héroes”. Cree que es un sentimiento generalizado entre los funcionarios, porque romantiza su trabajo y da paso a la precarización laboral. “No somos héroes, no somos guerreros. Somos trabajadores, tenemos necesidades y queremos que se respeten nuestros horarios, con sueldos dignos y contratos”, dice, y agrega que, desde su perspectiva, esta misma imagen ha empeorado la salud mental de sus compañeros.
Reyes dedicó la primera hora a aprender a reconocer lo que le pasaba cuando se acercaba una crisis de pánico. “Durante el día me hago un tiempo, paro y me pregunto ‘¿qué estoy sintiendo?’, ‘¿qué me pasa?’, ‘¿lo puedo solucionar ahora?’”. Así dice que empieza a racionalizar y controlar los impulsos que le empiezan a quitar el aire y hacer temblar las manos. Aunque agradece la primera sesión, aún no ha agendado la segunda. El problema es el mismo que ha enfrentado desde que apareció el virus.
“No he tenido tiempo”, dice.