Vivió su niñez en los 50, cuando Francia comenzaba a florecer después de los años más duros de la posguerra. El país iniciaba entonces un nuevo ciclo, un período de expansión económica y prosperidad. Los Años Gloriosos: tres décadas de consolidación del capitalismo francés. En su nueva novela, Pierre Lemaitre volvió sobre aquellos años, y al investigar se sintió sorprendido:
-Estaba convencido de que al entrar en un período del que fui contemporáneo, las cosas serían más fáciles. Pero, de hecho, mis recuerdos, transformados y reelaborados por el tiempo, me daban una imagen completamente engañosa. Mis investigaciones me mostraron hasta qué punto ese momento fue en realidad diferente de mi recuerdo y tuve que trabajar en él como si este período fuera antiguo y en gran parte desconocido.
El silencio y la cólera, la nueva novela de Pierre Lemaitre, amplía el proyecto narrativo que inició hace 10 años: revisitar momentos clave del siglo XX. En 2013 ganó el premio Goncourt con Nos vemos allá arriba, una ambiciosa y conmovedora novela sobre la Gran Guerra, que formó una trilogía con Los colores del incendio, que transita el período de entreguerras, y El espejo de nuestras penas.
El silencio y la cólera es parte de su nuevo ciclo narrativo dedicado a los Años Gloriosos. La serie es protagonizada por la familia Pelletier: los padres y los hermanos Jean, François, Etienne y Hélène. La primera entrega, El ancho mundo, transcurre en 1948 entre Beirut, Indochina y París. La nueva se sitúa en 1952 y se ambienta en su gran mayoría en Francia.
El protagonismo de la historia recae en Hélène, quien se convierte en periodista. Segura de sí misma, la menor del clan confía en sus talentos, pero se enfrenta a un medio dominado y atravesado por la visión masculina. Además, tiene un embarazo no deseado. Y ello la lleva a pensar en el aborto, en un momento en que este es motivo de una severa persecución.
A su vez, Jean, el mayor, busca hacer fortuna con la apertura de una gran tienda de ropa barata, mientras aguanta las exigencias y el maltrato de Geneviève, su esposa insufrible y ambiciosa. Ella descuida permanentemente a su hija de tres años, no la tolera, y Jean, el sociópata sumiso, siente inconfesables impulsos asesinos.
En tanto, François mantiene una extraña relación con Nine, quien tiene un pasado en penumbra. Quiere consolidarse como cronista en Le Journal de Soir, siguiendo el caso de una actriz asesinada. Pero se ve sorprendido cuando su hermana Hélène es enviada a investigar una historia que tendrá gran resonancia: los habitantes de Chevrigny, en la Francia rural, se niegan a abandonar su pueblo, que será inundado con la construcción de una hidroeléctrica.
A ellos se une una atractiva galería de personajes, entre ellos un gerente especialista en explotar y despedir trabajadores, un médico abortista y un inspector de natalidad que persigue a las mujeres que abortan. Conflictos personales y tensiones sociales, la novela construye un gran retrato social donde asoman problemas asociados al progreso económico y cultural: el trabajo, el consumo, la situación de las mujeres. Una “comedia humana” narrada con la agilidad de la novela de aventuras y el magnetismo del folletín.
“Una fabulosa novela social, amena y conmovedora a un tiempo”, anotó Le Monde, que “capta con sutileza un instante crucial, el de la ardua entrada a la modernidad”. Paris Match agregó: “Un episodio del pasado que proyecta con elegancia su sombra hacia el presente”.
En su novela anterior, François Pelletier llega a París cuando el entusiasmo después de la Liberación se había desvanecido. ¿Qué ha cambiado en 1952?
Los difíciles años de la posguerra han pasado. Francia comienza a recuperar margen económico y el ánimo de la población es mejor: nos dirigimos hacia los “Treinta Gloriosos”, que serán el triunfo del capitalismo francés.
¿Qué le interesó explorar en esta época?
Varios elementos me interesan. Son años ensalzados por la memoria popular. Según esta leyenda (parcialmente cierta, pero no totalmente), todo el mundo fue muy feliz, incluso se dice que fue la época bendita en la que Francia alcanzó el apogeo de sus capacidades y genio. Fue interesante examinar esto de cerca y explicar en qué medida esta leyenda es tanto precisa como exagerada. Pero también es un período de consumo desenfrenado (plásticos, gasolina, petróleo, etc.) donde se fabricó el calentamiento global que conocemos hoy en día. Por lo tanto, hay una paradoja en este período: Francia es, a la vez, feliz e inconsciente de hacer el mal, es una especie de adolescencia del país.
La novela ofrece un retrato de la sociedad francesa de la época, y lo hace utilizando las técnicas del antiguo folletín. El lector puede pensar en Zola y Balzac, pero también en Dumas. ¿Cuáles fueron sus referencias?
Me haces mucho honor con esta comparación excesiva, pero halagadora. Sin pretender igualar a estos maestros de la narrativa, reconozco gustosamente mi deuda con ellos. Primero, Dumas, genial narrador de historias; Hugo, genial director de escena de sus personajes; Balzac, experto en construcción; Zola, el escritor del “aliento” literario. Esta literatura del siglo XIX me ha formado como lector, por lo que le estoy agradecido como autor. Pero también es notable que el folletín es el modo de narración más utilizado hoy en día en el mundo: ¡Las series de televisión solo funcionan con este modelo! No parece excesivo recordar que fueron los novelistas quienes lo crearon y que, como tal, tienen tanto derecho a usarlo como los demás.
Hélène, la protagonista, es una mujer segura de su talento y convencida de que “el futuro se abre ante ella”, pero su deseo de independencia choca con numerosas dificultades. Ya se había publicado El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, pero las mujeres seguían en una situación subalterna…
Es precisamente porque son subalternas que De Beauvoir publica su ensayo sobre las mujeres. Hélène es una joven que busca su libertad en una época en la que la mujer sigue siendo un ser relativo: relativo a los hombres, a su padre, a su esposo, a su jefe, etc. Esta dominación masculina que reina sin competencia es aún más llamativa, porque los hombres intentan hacer creer a las mujeres que las están ayudando a liberarse... ¡regalándoles electrodomésticos!
Hélène no quería tener hijos, pero quedó embarazada. De este modo la novela introduce el tema del aborto: describe la angustia de las mujeres y la persecución policial. ¿A qué se debía esta persecución tan intensa?
En mi opinión, a dos cosas. Durante la guerra, los hombres necesitan a las mujeres para mantener el país, pero después de la guerra ya no las necesitan, pueden quedarse en casa. Pero también es un período de intensa natalidad, el baby boom. Se las necesita como madres, por lo que el aborto es perseguido, criminalizado... incluso más que en el período de Vichy (la ocupación).
Hélène escribe un reportaje sobre la higiene de las mujeres francesas, que es muy controvertido. Y es la idea de su editor. Pero se basa en investigaciones reales de Françoise Giroud. Es un artículo ofensivo hacia las mujeres y, sin embargo, ella no se opone…
Lo sorprendente en este asunto es que Françoise Giroud escribió un artículo... ¡de hombre! Ella habla en nombre de la dominación masculina (en resumen: ¡Las mujeres se descuidan, pero los hombres, eso es diferente!). ¡Esta dominación masculina era tan penetrante que incluso las mujeres adoptaban el discurso de los hombres! Podemos apreciar, aunque esta lucha no esté ganada (y probablemente nunca lo esté “definitivamente”), los avances del feminismo en este período, ya que es la misma mujer que 20 años después se convertirá en la primera Secretaria de Estado de la Condición Femenina, en 1974.
A través de la nueva tienda de ropa de Jean y la huelga de los trabajadores, la novela también retrata un contexto de condiciones laborales precarias. Y no solo eso: el gerente es un abusador. ¿Esta dimensión forma parte del silencio en torno a la historia de las mujeres y el trabajo?
¡Por supuesto! ¡No podemos imaginar lo que el machismo era capaz de hacer! ¡El trabajo era el escenario diario de ello! La dominación masculina siempre ataca primero el cuerpo de las mujeres, es una constante que no conoce excepción (después viene la educación). Y considerar que el cuerpo de las mujeres está “disponible” se inscribe en esta dinámica.
Hélène narra el drama de Chevrigny, el pueblo que debe ser inundado y cuyos habitantes serán reubicados en una nueva ciudad para construir una hidroeléctrica y satisfacer las necesidades energéticas del país. Esta historia está basada en un caso real. ¿Con ella buscaba demostrar los costos del progreso?
¡Absolutamente! El destino de estas personas muestra que el progreso produce marginados. Es notable que estas personas sean sacrificadas por una cuestión relacionada con la energía...
Geneviève es una villana perfecta y a menudo insoportable. A través de su voz emerge también un discurso “anticomunista”. ¿El anticomunismo formaba parte del clima emocional de la época?
No olvidemos que los comunistas son muy fuertes y poderosos en este momento, gracias, en parte, a su papel en la Resistencia durante la recién concluida Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, en las elecciones legislativas de 1956, el PCF obtiene casi el 20% de los votos y más de 100 escaños en la Asamblea Nacional. Pero Geneviève proviene de una pequeña burguesía que sigue siendo muy anticomunista. Tiene muchos defectos, como podemos ver...
De alguna manera, el silencio y la ira atraviesan la novela. ¿Cómo ve esta dualidad en sus personajes?
El silencio pertenece a los excluidos del progreso: los habitantes del pueblo de Chevrigny, las mujeres criminalizadas por el aborto. La ira también es suya, estallará a finales de los años 60...
Al final de la novela escribe largas páginas de agradecimiento. Expresa su gratitud a Annie Ernaux y su novela El acontecimiento. ¿Fue importante para escribir el libro?
En mi opinión, hoy en día es imposible escribir un libro que trate sobre el aborto sin releer El acontecimiento y, por lo tanto, sin agradecer a su autora.
Hace 10 años, recibió el premio Goncourt. ¿Cómo ha cambiado su vida desde entonces?
Ha cambiado mi vida porque me ha dado tiempo (no estoy obligado a publicar un libro cada año para vivir), me ha asegurado perspectivas (no necesito buscar un editor) y me ha proporcionado legitimidad (nadie niega que sea un verdadero novelista e incluso, tal vez, un buen novelista). Pero si el Goncourt ha cambiado lo que tengo, no ha cambiado lo que soy. Mis ideas siguen siendo las mismas, mis luchas siguen siendo las mismas (¡desafortunadamente!). De hecho, he envejecido, pero no he cambiado mucho.