Los colores de Valparaíso se desdibujaban bajo la humareda de los incendios y las barricadas. Le dolía ver la ciudad estremecida por la violencia. Semanas después del estallido social, el detective cubano Cayetano Brulé se reunió en un café con el Escorpión, uno de sus viejos amigos en la PDI.

-Estamos jodidos -admitió el policía-. Los políticos no tienen idea de cómo viven los jóvenes ni los miedos que no dejan dormir a los millones que salieron de la pobreza en los últimos años. Y cualquiera sabe que a nada le temen tanto como volver a caer en la miseria. Pero les importa un bledo a los congresistas mejor pagados del continente.

Y Brulé replicó:

-También son culpables los electores, que eligen a frívolos e ignorantes que van al Congreso disfrazados de payasos o envueltos en sábanas.

A ocho años de su última novela policial, Roberto Ampuero (1953) vuelve a encontrarse con Cayetano Brulé, el detective cubano que se radicó en Valparaíso. El escritor y embajador de Chile en Madrid, un desencantado de la revolución cubana como su personaje, publica Demonio, relato ambientado en pleno estallido social y que investiga en los hilos ocultos detrás de la violencia.

A través de Zoom, Ampuero se apresura a subrayar que Demonio es una novela, no un ensayo, pero que se mueve por los carriles de la realidad. Al estilo de Emmanuel Carrère, dice, o Arturo Pérez Reverte. “Me alimenté de conversaciones, videoconferencias, llamadas con chilenos, analistas y gente que maneja información. Y a través de Cayetano Brulé recogí las teorías que circulan. Esta es una novela polifónica, que recoge voces variadas, desde la izquierda militante a la derecha”, afirma.

¿Comparte la opinión de Cayetano Brulé sobre el Congreso? ¿En quién pensaba?

Son discursos que circulan, y eso es lo que yo pongo, como piedras de un mosaico. Pero sí creo que los ciudadanos son quienes tienen la responsabilidad de elegir a sus candidatos, y la novela lo plantea; es tan fácil culpar a los políticos, y corresponde ver quiénes los eligieron. La novela plantea temas espinosos, pero los deja ahí.

¿Lo sorprendieron los resultados de las elecciones recientes?

Es sorprendente que hayan sufrido mucho los dos pilares de la transición, que ha sido tan reconocida, con logros indiscutibles en los últimos 31 años. Son dos sectores que han sido las columnas de nuestro país. En un país joven como el nuestro, 31 años de vida es mucho tiempo, 31 años que funcionaron con mucho apoyo ciudadano, recordemos que los distintos presidentes fueron elegidos por un apoyo amplio y siempre siendo reconocidos por el adversario, y que eso de pronto sea cuestionado de forma drástica es un mensaje poderoso. En este momento es difícil sacar cuentas alegres en Chile. Como embajador, lo que uno plantea es que Chile ha sido capaz de solucionar situaciones muy difíciles, por ejemplo, cada vez que enfrenta un terremoto, el tsunami o la misma transición, una de las más exitosas si no la más exitosa de América Latina, y uno espera que se encuentren los sectores y lleguen a acuerdos y tracen una ruta común. Por ahí está el camino para Chile.

Tras las elecciones se habló del desfonde de la derecha, ¿a qué se debe?

Esto se puede entender en un marco más amplio, voy a ser cuidadoso para no herir a nadie. Aquí hay un tema, en ambos sectores, que tiene que ver con redefinir su identidad, sus objetivos, sus vinculaciones y sus formas de relacionarse con la ciudadanía. A nivel mundial, no es un secreto que está en crisis la socialdemocracia, pero también están en una crisis enorme los sectores conservadores, también tienen una crisis de identidad los liberales, hoy encontramos mucha división entre ellos. ¿Qué surge? Una izquierda revitalizada, con posiciones radicales, y una derecha a la derecha de la derecha tradicional, planteando sus necesidades, sus aspiraciones y nuevos objetivos.

¿La derecha chilena no ha sabido renovarse?

Esto es un desafío para todos los sectores que han sido factores políticos esenciales en los últimos 30 años y que han experimentado un castigo del electorado. Cuando uno sufre un castigo muy claro del electorado, lo que se debe hacer, junto con lamerse las heridas, es volver a analizar qué se debe hacer mejor, por qué se obtuvieron esos resultados y cómo se puede mejorar aquello. Estamos en un cambio de época, marcado por una nueva hegemonía mundial, con Estados Unidos y una China que crece aceleradamente, por otro lados las redes sociales les han quitado a los partidos el monopolio de convocar y organizar a sectores de la sociedad, y también hay fenómenos nuevos que tienen que ver con el área del trabajo, la pérdida de puestos de trabajo, por efectos de la globalización. Hay una incertidumbre muy grande a nivel mundial que es lo que está marcando el ánimo de la ciudadanía, porque vamos a una velocidad muy grande y los partidos tradicionales no han logrado entregar una respuesta clara.

¿El desempeño del gobierno afectó los resultados de la derecha?

Creo que Chile entró en una situación inédita a partir de octubre de 2019, el gobierno del Presidente Piñera llevaba un año y medio, y el otro elemento es la pandemia. Los países en el mundo están tratando de superar la pandemia, Chile lo ha hecho bien en términos de avance del proceso vacunatorio, tenemos sí una delicada alza de contagios, y los países están viendo cómo asegurar la economía, y en eso Chile muestra también algunos signos. Pero la política no solo debe basarse en cifras y datos, hay otro componente importante que es lo emotivo, y hay algo que va más allá del carisma, que tiene que ver con incorporar elementos como las humanidades, la filosofía, el arte, para entender el alma de la ciudadanía.

Roberto Ampuero ambienta su novela en las semanas posteriores al estallido social.

¿La respuesta del gobierno ha sido lenta?

Soy embajador de Chile, nombrado por el Presidente, no me corresponde hacer un análisis de la labor del gobierno. Lo que me corresponde es explicar a la parte española lo que está ocurriendo en Chile, llevar un mensaje a los gobiernos, a quienes tienen vínculo con nuestro país, ya sea académico, profesional o comercial, para que en el mundo desordenado de hoy Chile pueda seguir avanzando y consiguiendo nuevas inversiones. Lo central que pongo en este discurso es que Chile optó por tratar de encauzar esta situación que se veía y se ve compleja, que surge en octubre de 2019, a través de un proceso que incluye varias elecciones y es la ciudadanía la que escoge.

¿Es complejo representar a un gobierno tan debilitado?

Chile es una democracia, enfrentamos una situación inimaginable, a nivel nacional y mundial por la pandemia, y cuando uno opta por un cargo de estos es para representar a ese gobierno y a ese país, y no se trata de aceptar solo cuando las cosas brillan y alejarse cuando las cosas se ponen difíciles.

Muchos se han alejado y el gobierno se ve cada vez más solo.

Yo mantengo mis relaciones con personas del sector gubernamental, de sectores cercanos al gobierno y también de la oposición. Pero respecto de lo que es la aprobación ciudadana, Chile tiene empresas certeras y ahí están reflejadas las opiniones de la mayoría. Las encuestas son un llamado de atención, un campanazo y hay que ser capaces de reaccionar ante eso y ver qué busca la ciudadanía.

¿Qué autocrítica podría hacer?

Creo que hubiese querido ver con mayor profundidad signos, sentimientos que me hubiesen permitido imaginar con más concreción algo que nadie pudo haber imaginado, lo de octubre de 2019.

Tras las elecciones de mayo, la Región de Valparaíso quedó en manos de la izquierda: el alcalde Jorge Sharp fue reelecto, en Viña del Mar triunfó Macarena Ripamonti del Frente Amplio y la gobernación la ocupará Rodrigo Mondaca, ex PC y activista por los derechos del agua. ¿Qué expectativas tiene?

Como embajador no me corresponde hacer comentarios políticos. Chile es una democracia, yo soy demócrata, liberal, la ciudadanía se pronunció y la democracia sigue funcionando. La labor de un embajador exige mucho esfuerzo, porque las personas han estado acostumbradas a una imagen de Chile como el país próspero, estable, con reglas claras, y de pronto todo eso ha cambiado. La pregunta viene a ser cómo va a ser el futuro de Chile, y como el futuro de Chile no está escrito y depende de la ciudadanía y de cómo se desarrolle la Convención Constitucional, uno no puede anticipar.

¿Imaginó que un candidato del PC eventualmente pueda llegar a La Moneda?

No..., es que no me he planteado eso como una alternativa que me haya preocupado. La historia está abierta. En una democracia todo candidato que respeta las leyes puede postular y ser electo. En una democracia representativa y liberal, con derechos humanos y pluralismo garantizado, con respeto a las minorías y garantía de la propiedad, la ciudadanía elige. Lo interesante sería plantearlo al revés: ¿En un país no democrático es posible que gane un candidato opuesto? La historia demuestra que no es así.

¿Es de los que temen a un gobierno del PC, como los sectores anticomunistas?

Yo soy un demócrata y un liberal y para mí lo central es que se respeten las normas de una democracia liberal y representativa como la que tenemos en Chile, que siempre es perfectible. No me defino antinada, yo me defino en pro de una economía social de mercado y una democracia liberal.

¿No es anticomunista?

Definirse a partir de eso es limitarse. Yo soy un demócrata y un liberal que respeta el Estado de Derecho, la separación de poderes del Estado, el pluralismo. A partir de ahí habrá visiones con las que coincida más o menos.

El factor extranjero

La pandemia encontró a Roberto Ampuero con su nueva novela avanzada. Trabajó en ella de 6.00 a 8.00 AM durante meses. “Uno nunca deja de ser escritor”, dice.

En Demonio, Cayetano Brulé investiga el asesinato de un pintor poco después del 18 de octubre. La investigación lo lleva a profundizar en los grupos que eventualmente articularon los ataques más violentos: el incendio del Metro, los saqueos, la destrucción de edificios. En su búsqueda, descubre las huellas de agentes extranjeros y la silueta de exrevolucionarios entre las sombras.

¿La novela se hace eco de la idea del Presidente de un enemigo poderoso?

No, la injerencia extranjera es parte de la historia desde la antigüedad, siempre ha sido parte de la política exterior. Hemos visto muchos reclamos a nivel internacional por injerencia tecnológica en procesos electorales de otros países; la relación del narco y la guerrilla no es algo fantasioso, pasa o ha pasado. Todos tenemos la convicción de que Chile es uno de los países más abiertos al mundo y eso le ha traído éxito, recursos, modernización, nos parece normal; sin embargo, nos ponemos a la defensiva cuando alguien dice ¿en un mundo abierto no hay injerencia por frenar procesos en otros países? ¿O ahí sí que funcionan las fronteras? Esto se basa en una visión más integral; el mundo está abierto en general.

En su investigación, ¿encontró evidencia de agentes extranjeros actuando en Chile?

Durante el peor momento de la violencia en Chile, y yo hago la separación entre la protesta ciudadana y la violencia extrema, hubo declaraciones desde otros países donde se celebra lo que ocurría en Chile. No me corresponde nombrarlos. Por eso opté por una novela, porque permite vincular la ficción con la realidad... Esto se vincula con otra cosa: mi generación era muy joven para tener incidencia en otro momento crucial, Allende, el Golpe de 1973. Éramos muy jóvenes, teníamos 17, 18 años. Y ahora, tantos años después, estamos nuevamente en una situación crucial. Eso le pasa a Cayetano Brulé: en el momento en que está por retirarse a los cuarteles, el mundo tiembla, Chile tiembla, aparece una nueva época que nadie alcanza a interpretar y eso se vuelve una suerte de tormento. Cayetano se encuentra con tipos que están jubilados de la Guerra Fría, le dicen ‘para que entiendas tienes que meterte con los que antes estaban metidos, el mundo ya no es Guerra Fría, pero tal vez ellos fueron los mentores de los que hoy operan. Por ahí puedes encontrar caminos para entender lo que pasa hoy, no la protesta, sino lo que está ocurriendo detrás y que parece tan coordinado: los ataques al Metro, al patrimonio, a iglesias, comercios’. Y Cayetano se va encontrando con gente que tiene su edad, ya están alejados, y le dicen: eso es así. Tú sabes que eso es así: muchas instituciones en otros países forman a especialistas para que operen sin dejar huella, es una realidad; esa es la verdad, ese es el realismo de la situación.