Eran cerca de las 11 de la mañana del miércoles 4 cuando Rodrigo Javier Delgado Mocarquer (46 años, sicólogo, casado, tres hijos) no aguantó más. Tomó el teléfono y llamó a dos de sus amigos más cercanos. “Tengo la cagá en la cabeza”, les confesó al exdiputado gremialista Gustavo Hasbún y al ejecutivo Felipe Heresi, confidentes y compañeros de toda una vida. “Me están tentando. Mi guata me dice que sí, pero mi cabeza grita que no”, les dijo, sin temor a dejar en evidencia las fuertes contradicciones en las que se debatía en esos momentos.
Apenas unos minutos antes, mientras instalaba “puntos seguros” por el Covid-19 en una de las plazas de la comuna de Estación Central, había hablado con la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, quien le había preguntado si estaba disponible para asumir en Interior, en reemplazo del renunciado Víctor Pérez. Si estaba dispuesto, sería la carta que jugaría el partido ante el Presidente, por lo que debía estar preparado para el llamado del Mandatario, le había dicho. Lo mismo había hecho el jefe de asesores del Presidente, Cristián Larroulet.
Todo se había precipitado. El martes 3, tras la aprobación de la acusación constitucional, el Mandatario tuvo que aceptar a regañadientes la renuncia de Pérez y se debatía entre hacer un ajuste acotado, nombrando sólo al reemplazante en la cartera, o mover otras piezas en el comité político.
Una de las opciones que manejaba el Jefe de Estado, aseguran en La Moneda, era trasladar al vocero de gobierno, Jaime Bellolio, a Interior. Pero la idea era rechazada por la timonel UDI.
Van Rysselberghe, incluso, había hablado con varios ministros y asesores del Segundo Piso criticando a Bellolio, a quien acusaba de no haber defendido con fuerza a Pérez. La disputa llevó al titular de la Segegob a enviar en privado a los miembros de la directiva y de la comisión política gremialista un dossier de 12 páginas con 27 declaraciones públicas que había hecho en las últimas semanas en favor del entonces jefe de gabinete.
Otros nombres que estuvieron en carpeta, como los del ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, fueron cayendo en el curso de las horas. Muchos no estaban dispuestos a asumir el cargo en un momento tan complejo para el gobierno.
A Delgado, sus amigos le aconsejaron lo mismo. “Para qué te vas a meter ahí, si fuera otro ministerio te creo, pero en Interior, con todo lo que ha pasado”, le dijo Hasbún, recordándole que los tres ministros que habían tomado el cargo antes que él habían salido por la presión de la ciudadanía, y dos de ellos, Andrés Chadwick y Víctor Pérez, habían sido acusados constitucionalmente.
“El escenario es horrible”, reconocía Delgado, pero, pese a eso, ya estaba decidido. Alrededor de las 13 horas, el alcalde llegó a La Moneda para reunirse con el Presidente. Almorzaron un quiche de mozarrella y tomate, un plato de ensalada y suspiro limeño de postre, y conversaron sobre los desafíos del cargo. Delgado le preguntó varias veces durante la conversación: “¿está seguro, Presidente?”. Hablaron también de los tiempos difíciles que corren en la política y, naturalmente, de la eventualidad de ser acusado constitucionalmente por la oposición en un breve plazo. Delgado sabe que el clima está complejo, y por lo mismo, el consejo de todos sus cercanos fue similar: rodearse de un equipo de asesores lo más transversal posible, que pueda ayudarlo a construir los puentes que él no tiene en el mundo político, especialmente en la centroizquierda. Le urge, además, encontrar un jefe o jefa de gabinete que conozca al dedillo los entresijos de La Moneda, y que le ayude a suplir su falta de experiencia en esa materia. Delgado les encontró la razón. Él es consciente de que su mayor debilidad es la falta de experiencia en cargos gubernamentales y su falta de “roce político”. Toda su experiencia se limita a la esfera municipal, donde sí logró hacerse de redes transversales entre los alcaldes. “Tengo que ver el equipo que me va a acompañar”, dijo el jueves a Duna, en su primera entrevista como ministro.
Por lo mismo, ya está buscando reemplazantes a algunos de los colaboradores de confianza que llevó Pérez a la cartera, como los exdiputados gremialistas Giovanni Calderón y Gonzalo Arenas, a quienes se ha criticado por no haber logrado articular una relación política con la oposición.
Cambio de planes
Desde julio pasado, cuando el Congreso despachó la ley que impide la reelección de autoridades -parlamentarios y alcaldes- por un tercer período consecutivo, Delgado estaba pensando en su futuro político.
En privado, a algunos concejales de Estación Central, incluso de oposición, les había dicho que podía renunciar a fines de noviembre. Por entonces, pensaba en varias alternativas. Una era intentar dar el salto al Senado, por la Región Metropolitana. Pero también miraba a La Moneda: ambicionaba la posibilidad de convertirse en subsecretario de Desarrollo Regional, cuestión que se hacía más plausible ante la posibilidad de que el actual subdere, Juan Masferrer, salga del cargo para competir como convencional. Pero ser ministro en este gobierno, al menos hasta el miércoles a mediodía, no figuraba en sus planes.
A quienes lo conocen de cerca, sin embargo, no les extraña que haya aceptado. Hace 20 años, aseguran, tampoco estaba en sus planes irse a trabajar a la Municipalidad de Estación Central.
Corría el año 2000 y el entonces alcalde de Estación Central, Gustavo Hasbún, tuvo que reunirse más de tres veces con él para convencerlo de que se fuera a trabajar con él a la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco). El año anterior Delgado había hecho su práctica profesional como sicólogo en un centro juvenil de la comuna de Cerro Navia y estaba empezando unas asesorías en el área de recursos humanos de una empresa minera.
Hasbún debió apelar a los lazos de amistad para que cediera. Ambos se conocen desde los 10 años, cuando Delgado regresó a Santiago desde La Ligua, donde se había trasladado por trabajo de su familia.
Su madre, de origen palestino, los matriculó en el Colegio Árabe, en 1986. El actual ministro confesó años atrás que el cambio no fue fácil para él. En La Ligua estudiaba en la escuela pública, con compañeros de distinta condición social. En Santiago, su curso eran sólo 14 alumnos, de alto nivel socioeconómico. “Me preguntaban cuánto gana tu papá, qué hace tu papá; había otros compañeros que derechamente me molestaban y me encontraban como penca”, confesó años atrás Delgado en el programa de televisión La Divina Comida.
Por entonces vivía con sus padres y su hermana Paola -periodista y actual jefa de prensa del alcalde de Vitacura, Raúl Torrealba-, en un departamento cerca de Av. Kennedy. Era un departamento amplio y cómodo, pero austero, recuerdan excompañeros.
Aunque tenía facilidad para el estudio, no era alumno de nota siete, sino que estaba un poco más arriba del promedio. Su buen humor y trato afable pronto lo promocionaron dentro del grupo de los alumnos “taquilla” del colegio.
Por entonces, recuerdan excompañeros de curso, aunque era de derecha, poco le atraía la política partidista. Hasbún solía invitarlo a reuniones de la Juventud de RN en Vitacura y Las Condes, donde él entonces militaba. Delgado fue a un par de esos encuentros, sin mucho entusiasmo. Tendrían que pasar casi dos décadas para que fichara por la UDI.
Cercanos a Delgado recuerdan que eso pudo haberle costado caro. En 2008, cuando buscó por primera vez la alcaldía de Estación Central, su nombre no tuvo inicialmente la venia de la directiva de la UDI, encabezada en esa época por el actual ministro de Justicia, Hernán Larraín. Dentro del gremialismo, Delgado era un aparecido.
Pero la UDI no tenía otra carta mejor para competir en una comuna con fuerte raigambre de izquierda. Delgado ganaría la alcaldía en 2008 por sólo 2.837 votos de diferencia al candidato comunista de entonces, el actual diputado Hugo Gutiérrez. Cuatro años después, lograría la reelección, por un margen aún más pequeño, apenas 622 votos, por sobre el candidato comunista Camilo Ballestero, una de las figuras del movimiento estudiantil del 2011.
Lo estrecho de la votación hizo que al comienzo de su segundo mandato la relación entre el edil y los concejales opositores -que son mayoría en Estación Central- por momentos fuera muy tensa. Delgado supo manejar la situación. “Aprendió a ser mucho más pragmático y a no reaccionar de manera visceral a las críticas”, señala un integrante del concejo municipal.
Por su gestión municipal en Estación Central, sin embargo, parte del concejo aún le enrostra algunas cosas. Por ejemplo, la fallida venta del terminal de buses Santiago Sur a un precio muy inferior al mercado. O el no haber realizado por muchos años cambios al plan regulador de la comuna, cediendo a la presión inmobiliaria. Recién en 2017 se presentó una propuesta para normar urbanísticamente el polígono de Las Rejas central, pero ya era muy tarde. Más de 70 proyectos conocidos como guetos verticales ya habían sido aprobados por el municipio, cambiando irremediablemente los barrios de la comuna. Construcciones que han sido cuestionadas por la Contraloría y la Corte Suprema.
El pragmatismo fue también la forma de interactuar con el resto de los alcaldes. “Defiende con vehemencia sus posiciones, pero cuando encuentra que otro tiene un punto, de inmediato lo reconoce y apoya. Eso hace muy fácil trabajar con él”, señala el alcalde de Huechuraba, Carlos Cuadrado (PPD).
Fue en 2011, por su trabajo en la municipalidad que conoció a su esposa, Nicole Nef. La exbailarina de Mekano y otros programas juveniles en televisión llegó a hacer la práctica profesional como relacionadora pública a la Municipalidad de Estación Central, donde su jefe era el alcalde Delgado. La pareja contrajo matrimonio en 2014. A la fiesta que se realizó en el exclusivo centro de eventos de Santa Martina, llegaron 280 invitados, entre los que figuraban el Presidente Sebastián Piñera y su esposa, Cecilia Morel, y figuras de la farándula como Maura Rivera.
Con Piñera si bien no tiene una relación de amistad, cercanos a Delgado señalan que durante la campaña presidencial del 2009 el alcalde de Estación Central organizó varios eventos y actos en la comuna a los que asistió el abanderado de la centroderecha.
La experiencia en esa campaña, sumado al conocimiento territorial y la cercanía con la gente, fueron elementos que tuvo en vista Evelyn Matthei para pedirle a Delgado, en noviembre de 2013, que se hiciera cargo, junto a Karla Rubilar, Felipe Kast, Marcela Sabat, Andrea Molina y Luciano Cruz-Coke, de su comando presidencial para la segunda vuelta frente a Michelle Bachelet.
Pese a eso, Delgado no se ha involucrado activamente en la vida partidaria de la UDI y se ha mantenido, hasta ahora, alejado de las camarillas y de las pugnas intestinas. Fue parte de la primera directiva de Van Rysselberghe, pero ahora está cercano a la lista de la disidencia que encabeza la diputada María José Hoffmann. También se ha mantenido neutral en la disputa presidencial desatada al interior del gremialismo entre Matthei y Joaquín Lavín.
De ideas liberales, dentro de la UDI es calificado por muchos como un militante atípico. El año pasado, para el estallido social, se desempeñaba como vicepresidente en el directorio de la Asociación Chilena de Municipalidades. “Delgado se la jugo por sacar adelante la idea de la consulta ciudadana que planteábamos los alcaldes para dar una salida a la crisis. Lo único que pedía era que no se hablara de asamblea constituyente, porque eso le hacía muy difícil para convencer a la UDI de aceptar la propuesta. Pero él impulsó la iniciativa sin poner jamás la calculadora electoral por delante”, recuerda el alcalde Cuadrado.
No sólo eso, en contra de la postura oficial de la UDI, Delgado respaldó la opción Apruebo en el plebiscito para una nueva Constitución. Y este año no tuvo reparos en criticar algunas medidas del gobierno en el control de la pandemia.
“Delgado estaba en contra del retorno a clases. En una reunión, el ministro de Educación, Raúl Figueroa, criticó a los alcaldes que nos oponíamos al retorno de los escolares. Delgado tomó la palabra y recriminó con fuerza al ministro”, recuerda Cuadrado. Tampoco dudó en defender la posición de los alcaldes frente a las autoridades de Salud tanto con Mañalich como frente a Paris.
En varias ocasiones, recuerdan alcaldes de oposición, Delgado lo llamaba para advertirles de problemas que había tenido con empresarios en su comuna, que no estaban respetando medidas sanitarias, para que estuvieran atentos y no se repitiera en otras comunas.
En eso no se perdía, señalan varios alcaldes.