El abrumador triunfo del Apruebo en el plebiscito de octubre de 2020 indujo a algunos a pensar que, en realidad, el país no estaba dividido. Que la ciudadanía tiene más consensos que desacuerdos. Que la polarización es un espejismo. Un año después, tras el desfonde del centro político, la elección presidencial enfrenta por primera vez proyectos al margen de la ex Concertación y de Chile Vamos. Si bien ambos candidatos moderaron su discurso para la segunda vuelta, tanto Gabriel Boric como José Antonio Kast provienen de mundos más cercanos a los polos de izquierda y de derecha, respectivamente.
Con una votación que se presume estrecha, el ambiente se ha tensionado y la sociedad acusa rasgos de polarización. De acuerdo con un estudio del Coes, la polarización radica principalmente en las élites. Y esa es la tesis que han defendido también analistas como Juan Pablo Luna.
La doctora en sociología Stéphanie Alenda afirma que “la polarización designa la fragmentación creciente de la sociedad en grupos antagónicos y opuestos sobre preguntas que son existenciales y que están ligadas al futuro de la sociedad. En ese sentido, hoy tenemos efectivamente dos programas que se han ido acercando, pero con visiones de mundo y culturas políticas muy antagónicas, que polarizan al electorado”.
Directora de Investigación de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Unab, Alenda dice que analizar la polarización en Chile enfrenta complejidades, porque se pueden encontrar paradojas. “En la encuesta del CEP de abril se observa que el grueso de la gente se identifica con el centro, un 41 %, pero al mismo tiempo muestra que los extremos tendieron a crecer. Vale decir, la población chilena aparece más polarizada políticamente que en 2019, cuando fue su encuesta anterior. En el caso de la izquierda, hay cinco puntos más de chilenos que se identifican con ese sector versus 11 puntos más en la derecha. Por supuesto que estos resultados no son absolutos, tienen que ser reubicados dentro de coyunturas sociopolíticas que van variando. Pero lo mínimo que se puede decir es que, de mantenerse o acentuarse, muestran una tendencia hacia una mayor identificación con proyectos de derecha o de izquierda”.
Sin embargo, otros elementos relativizan la idea de polarización. “Las encuestas de los últimos 30 años han mostrado que los chilenos mayoritariamente valoran más las libertades individuales, adoptan posiciones más liberales en el ámbito moral y existe también un consenso sobre la importancia del Estado para garantizar derechos sociales. Y eso formó parte de las demandas del estallido social, demandas mayoritarias, moderadas, no polarizadas. Entonces estas dos tendencias se dan al parecer en paralelo”, observa.
¿El triunfo de las candidaturas de Kast y Boric no hablan de un ambiente polarizado?
El hecho de que no se lograron consolidar ofertas de centroizquierda ni de centroderecha muestra que los polos ganaron fuerza. Los partidos de la ex Concertación fueron desplazados por la alianza del Frente Amplio y el PC, y en la derecha José Antonio Kast superó a los partidos tradicionales. Lo inédito, precisamente, es que ninguna de las dos principales coaliciones estará en la papeleta este domingo. Otro elemento es la composición del actual Congreso, que muestra un repunte de la derecha. Por lo tanto, hoy se fortalece la derecha radical con el Partido Republicano. En Apruebo Dignidad, después del PC, la segunda mayor bancada es de Convergencia Social, el partido de Boric, que está a la izquierda de RD.
¿La polarización radica o excede a las élites?
Un factor importante y que se refleja en el sistema político chileno es el auge del populismo. El estudio del Coes mostró las percepciones de la élite cultural, económica y política, y las distancias que tienen respecto de la ciudadanía. La mayor brecha se observa con la élite económica, que es la que menos parece dimensionar el malestar social. Esto finalmente permite entender que el sistema político se encuentra tensionado por el famoso clivaje pueblo versus élites. El populismo esconde ese fenómeno antagónico o de oposición entre pueblo y élites; en este caso la polarización no pasaría por el eje izquierda-derecha. Y ahí volvemos a uno de los resultados principales de la primera vuelta: el triunfo de los partidos antisistema o antiestablishment, lo que refleja, a su vez, la crisis de confianza en los partidos tradicionales. Pienso concretamente en el tercer lugar que consiguió el Partido de la Gente y sus seis diputados electos.
Precisamente Franco Parisi ofreció un discurso contra los poderosos.
Sí, llegó con un discurso antipoderosos y logró conformarse como la fuerza política que tiene hasta la fecha el número de militantes más grande. Jugó con este clivaje entre los privilegiados versus el pueblo y activó un mecanismo de interpelación directa a la gente, que uno puede observar en el programa de Parisi, Bad Boys. Esto le permitió convertirse en un referente mediático cercano y creíble, distinto de los referentes tradicionales. Lo que es importante relevar de ese fenómeno es el parentesco con otras expresiones, aunque opuestas políticamente, como el Partido del Pueblo. En este segundo caso, tenemos un movimiento de extrema izquierda que brota del estallido social, pero plantea también una suerte de representación directa. En el caso del Partido de la Gente, el hecho de que el 80% de sus votantes, según encuestas, se declare sin posición política, refuerza la idea de que el vínculo que tienen con la política pasa principalmente por un líder que logra que crear un vínculo de confianza con ellos, que compensa de alguna manera la desconfianza que tienen en las instituciones de la democracia representativa. Y eso se logra hablándoles de manera simple y directa sobre sus inquietudes: delincuencia, corrupción, bajos sueldos, inmigración.
¿Distingue ahí un proyecto político sólido?
Si se observa su programa, llama la atención las coincidencias con el programa de Kast. Uno se da cuenta de que hablan el mismo lenguaje sobre diferentes temas, poniendo en particular el foco en el emprendimiento, la economía y la responsabilidad fiscal. Entre los líderes que ocupan la interpelación populista está también Pamela Jiles. Todos ellos recurren a la misma estructura argumentativa de hablarle al sentido común de la gente. Eso lo dice Kast también, pero ahí veo un matiz. Hay todo un estilo político de hablar a nombre de los que no tienen voz, se sienten abusados, y canalizar el resentimiento contra los privilegiados. Se observa, además, una ideología de la defensa del esfuerzo individual, de una democracia simple, y la denuncia de un sistema al servicio de una clase dominante. El populismo rescata en este sentido el principio de soberanía popular en clave plebiscitaria. Es la democracia digital de Parisi. Esto es una fuerte señal de polarización en la sociedad, más allás de las élites. Hay una fuerte dimensión polarizante en este proyecto que juega con ciertas tensiones psicológicas como la desconfianza, el miedo o el resentimiento.
¿Aun con su coincidencia con el programa de Parisi no reconoce rasgos de populismo en Kast?
Kast comparte varios rasgos de los partidos populistas de derecha radical, pero usa más que todo la interpelación populista durante el período crítico del 18 de octubre, lo que permite pensar que formó parte de una estrategia de posicionamiento, de extremar declaraciones para generar o reforzar adhesiones, un poco al estilo estruendoso de Trump. Si uno mira a Kast al momento del 18 de octubre, él construye una frontera antagónica entre la élite política y los valores tradicionales, él pretende ubicarse como la expresión auténtica de los valores y principios necesarios para defender al país en la coyuntura crítica por la que está atravesando. Por lo tanto, recurre también a una retórica populista, identifica a todo el universo de los políticos como un conjunto contrapuesto a su propia posición de defensa de las ideas inclaudicables y de representar a la mayoría silenciosa que no marcha, que no elige la violencia. La polarización tiene una dimensión efectista para lograr la adhesión absoluta, intensa, y posicionarse. Y rindió frutos.
Al parecer fue muy efectiva...
Creo que le dio bastante resultado. Ahora, retomando una definición de Cas Mudde, me parece que el Partido Republicano forma parte de la derecha radical, que acepta la esencia de la democracia, pero que está lejos de defender ciertos principios fundamentales de la democracia liberal, como los derechos de las minorías. Y tú tienes ahí un grupo de partidos de una derecha dura e identitaria que reacciona a la dinámica de liberalización de la sociedad y fustiga, por ejemplo, a la ideología de género. Eso se ve en Vox en España, en Bolsonaro en Brasil, lo que no significa que Kast sea Bolsonaro, solamente estoy refiriéndome a conexiones entre partidos de una misma familia. Se trata de una derecha muy ideológica, que quiere dar la batalla contra, por ejemplo, agrupaciones como el Grupo de Puebla, o frenar los avances de lo que ellos perciben como una ideología comunista.
Toda la campaña de segunda vuelta hemos visto una moderación de ambos candidatos, ¿pero en sí mismos ellos representan proyectos radicales?
Si uno mira el proyecto inicial de Kast y compara con el programa de Boric, efectivamente va a encontrar más elementos que permiten situar a Kast en un extremo. Pero eso no significa que no sean dos candidaturas igualmente polarizantes por su biografía, por sus alianzas, por los mundos que los rodean, aunque sobre este último punto exista cierta asimetría, pues las organizaciones sociales más radicales hicieron un llamado a no votar por Boric. En cambio, en torno a Kast hay esos grupos neofascistas que son adherentes, grupos de choque puntuales, y férreos opositores a las diversidades. Sin embargo, no deja de ser radical la veleidad refundacional del primer programa de Boric al amenazar las posibilidades de crecimiento y ahuyentar las inversiones, con su dimensión sistemática de participante vinculante generando al mismo tiempo muchas expectativas. El riesgo es que uno puede terminar desbordado. Esto también tiene un efecto tensionante sobre el sistema, aleja no solo a quienes consideran que es hambre para Chile sino a ciertos sectores progresistas que dan su apoyo a la candidatura de Boric solo para frenar a Kast. A lo que voy es que, aunque no haya planteamientos burdamente extremos, en la medida en que ciertas medidas tengan un efecto sobre los equilibrios fiscales, me parecen extremas, provocan miedo, rechazo y polarización. Lo paradójico, por supuesto, es que ambos programas se han acercado, en particular en sus propuestas económicas, y eso en sí refleja la derrota de las visiones refundacionales. La primera vuelta, en este sentido, dio un golpe de realismo a Boric y obligó a aterrizar mucho el programa. Ahora bien, no deja de haber una pugna entre los asesores moderados cercanos a la centro-izquierda y los refundacionales, y es una incógnita cómo se resolverá esa tensión en caso de que gane.
¿Cómo han influido las redes sociales en este clima polarizado?
Efectivamente, uno ve bastante polarización en redes sociales. Pero las redes tienen probablemente más un efecto amplificador que una capacidad de jugar un rol determinante en el voto. Uno termina viendo lo que uno quiere ver en las redes sociales y en un clima de polarización cumplen con acentuar las posiciones propias. Uno tiende a interpretar, además, lo que sucede a través de un lente ideológico y partidista, y esto se refuerza en este microcosmos. Esta exposición selectiva es mucho más marcada entre los ciudadanos más sofisticados, los que precisamente ocupan redes sociales. Pero hay estudios que muestran, por ejemplo, que la polarización ha aumentado en determinadas sociedades a pesar de un bajo uso de internet. Entonces, no hay evidencia científica tan contundente para afirmar que tienen un efecto en la polarización de la sociedad. Y aún menos evidencia de que el triunfo o la derrota de un candidato se deba a esas campañas, a pesar de los bots y noticias falsas. Incluso en el caso de Trump, no se pudo comprobar que hayan tenido un efecto determinante sobre su elección, por una razón simple: las lógicas del voto son múltiples y arraigadas en historias de vida. En un contexto de incertidumbre y con muchos indecisos, la gente sí puede ser más sensible a las franjas y los debates.
¿Los candidatos serán capaces de contribuir a superar la polarización?
Ambos tienen desafíos muy serios de gobernabilidad. Todo va a depender de cuán estrecha sea la votación y de la capacidad del ganador de tender puentes sin descalificaciones ni superioridad moral hacia la opción perdedora. Sin duda habrá que recomponer la convivencia social, después de una campaña agresiva y muy polarizada.