Un callejón presidencial
El lío extremo en que devino el tercer giro del 10% tiene al Presidente en la cornisa. Esta semana él, Matthei, Lavín y Desbordes abrieron juego en busca de una salida. El gobierno espera que los tres e Ignacio Briones le ayuden a apagar el desbande legislativo de Chile Vamos. Ellos, como el sector, quieren evitar que un mal desenlace de la crisis termine en un descalabro electoral en mayo, que además dañe la carrera presidencial que arranca en 25 días más.
Fair Play.
El nombre no es muy original, pero sirve: es un tratado de no agresión. Lo firmaron bautizando así ese grupo de WhatsApp cuando se juntaron el 10 de diciembre en la casa de Evelyn Matthei, ella, Joaquín Lavín y Mario Desbordes. Los precandidatos de la UDI y RN, los partidos más poderosos -pero rebeldes- en esta calamidad que tiene al Presidente Sebastián Piñera con medio pie en el vacío, intervinieron tan coordinados esta semana, que ahora el gobierno espera que los tres le ayuden a convencer a sus parlamentarios para poder zafar de esto.
Anteayer viernes, la tríada conversó en dos Zoom (13 y 17 horas) con Juan José Ossa (Segpres) y Rodrigo Cerda (Hacienda) detalles y avances de lo que se supone será un tardío proyecto de ley que La Moneda espera enviar pronto para su propio retiro de fondos de pensiones. Menos de dos horas después, Jaime Bellolio (Segegob) reconocía que la puerta se abría.
Falta la incierta negociación con la oposición para que esto resulte -hay una reforma tributaria sobre la mesa-, pero Palacio está cediendo. En cámara lenta.
Muy lenta, le han criticado antes ya en Chile Vamos al Presidente. Sacan la cuenta que pasó más de un mes sin enviarles a sus congresistas una válvula de escape ante el tercer giro (si es que se toma desde que Lavín propuso echar mano a los fondos del seguro de cesantía, aspiración UDI), y al ir al Tribunal Constitucional evitó promulgar la ley despachada este viernes por el Congreso.
Solo cuando cayeron las derrotas propinadas por sus parlamentarios, con otro comité político hecho pasto de críticas e intrigas, y a punto de convertirse en el único mandatario acusado constitucionalmente dos veces, abrió otro juego con los aspirantes a sucederlo.
Tras caerse una negociación anterior con Lavín y Desbordes, esta semana el Presidente y su gente han dialogado con todos, también con Ignacio Briones y Sebastián Sichel. Las tratativas han sido más intensas con el RN y los dos UDI.
Los tres no saben cuánto durará su pacto (en 25 días se cierran las inscripciones para la primaria presidencial del 18 de julio), pero a ellos, sus contendores y a la coalición les alarma -a varios les molesta y culpan al Mandatario por el manejo de este lío- que un mal desenlace de la crisis termine, en tres fines de semana más, en un descalabro electoral que deje a la derecha demasiado al borde del tercio que buscan en la convención constituyente.
Y que después contagie, cuando faltan siete meses para la primera vuelta, la carrera en que ellos aspiran a suceder a Sebastián Piñera.
La vuelta de los cacerolazos
El Presidente ha conversado varias veces con Matthei, Lavín y Desbordes. Con ellos había dejado de hablar hace meses. Con ella, no. Como se sabe, a comienzos de la semana pasada se abrió -a regañadientes- a la fórmula del precandidato UDI de recurrir a las platas de las AFC. El sector leyó que eso rompía la neutralidad y la prescindencia en favor del alcalde.
Piñera, dicen, tuvo por eso la deferencia de mensajear a su exministra del Trabajo. Ella le expresó que no tenía objeciones y que lo que estaba en juego era más delicado. Esta versión agrega que Matthei también le habría hecho ver que estaba llegando tarde, y que a estas alturas aplicar la idea lavinista no iba impedir que vinieran nuevos retiros más adelante, con tanta elección pendiente.
Esas negociaciones con Lavín y Desbordes -Matthei no participó- fracasaron por la distancia insalvable entre lo que planteaban ellos y lo que entregaba La Moneda. Entremedio, el tercer giro pasó la valla de la Cámara (miércoles 14 y jueves 15) con votos de Chile Vamos.
Se estuvo cerca en un momento, pero en el bando de los aspirantes aliados dicen que la lápida cayó cuando a las 14 horas del lunes 19 el Presidente salió al Patio de Los Naranjos a anunciar -sin haberle avisado antes a Desbordes; quizá a Lavín- “un mejor beneficio, una mayor cobertura, un mayor acceso y una mayor universalidad del Ingreso Familiar de Emergencia”.
El gobierno venía de un chaparrón de críticas. Se apilaban reclamos de quienes, al intentar cobrar el bono clase media -la bala anterior que se había gastado Palacio-, se encontraban con el mensaje “no cumple los requisitos” coronado por una “X” roja. El Servicio de Impuestos Internos la retiró luego de que se esparciera en Twitter el hashtag #BonoClaseMedia2021Rechazado.
“Podrán apelar y obtener ese bono”, prometió Piñera en esa vocería de lunes en que no aceptó preguntas. Pero no logró parar la queja de que muchos quedaban fuera; su ministra Karla Rubilar (Desarrollo Social) reconoció eso y que “no comunicamos la forma en la que debíamos”.
Ese punto de prensa fue el último que ha hecho el Presidente. No tuitea nada desde el martes 13 de abril. Es una decisión política, dicen los suyos.
Caída la negociación para echar mano al AFC, Lavín difundió un video declarando que “propuse una fórmula que el Gobierno no acogió. Se fue por otro camino”. Su gente dice que midió sus palabras para no quedar ni cerca del duro tono con que Desbordes ha criticado casi todas las semanas a Piñera y a su jefe de asesores, Cristián Larroulet.
Matthei pensaba que era mala idea que el Presidente protagonizara nuevas ofertas, otra vez, porque eso no iba a impedir nuevas demandas; creía que era mejor haber negociado una fórmula con el Congreso.
Ese lunes, la votación del tercer giro en el Senado estaba a 48 horas y Palacio insistía en advertir -pero tardaba en ejecutar- que iría al TC.
Esa noche regresaron los cacerolazos.
El comité político, otra vez
El estrecho margen que había se achicó más al malograrse el intento con Lavín y Desbordes porque anuló los intentos por alinear o al menos morigerar el inminente desbande en Valparaíso; Palacio había puesto la condición de que a cambio las tropas de Chile Vamos no aprobaran el tercer giro. Ahora no había incentivo para disuadirles.
Y cuando en la coalición se propagó el miedo a que el fallo del TC -que se prevé congelará la ley del tercer retiro- caiga justo antes de la megaelección del 15-16 de mayo y eso les infiera una herida electoral, la crisis se espesó.
El peligro se lo habían hecho ver los partidos a La Moneda y a Piñera el lunes. Algunos exministros ya le estaban diciendo que entendían que impugnar el tercer retiro era un asunto de principios, de defensa de la institucionalidad y de la responsabilidad fiscal, pero que dadas las circunstancias, y el temor de tener de vuelta algo parecido al 18/O, lo que estaba en riesgo era la gobernabilidad.
Cuando el martes en la tarde el Presidente envió las 142 páginas al TC, sin una alternativa en el Congreso, se abrieron más frentes. La molestia oficialista por el daño electoral puso a Desbordes a quejarse con RN que “estamos regalando la constituyente, una irresponsabilidad mayúscula”. Y alcanzó a Lavín, que le hizo ver a ministros del comité político -confesaron entonces en el Ejecutivo- que este manejo de crisis perjudicaría su candidatura.
A Matthei ya antes no le había parecido haber pospuesto las elecciones. Ahora su preocupación iba más allá del perjuicio electoral: el riesgo de una convulsión política y social de alcances más amplios, con el proceso constituyente por delante y la pandemia viva.
La segunda brecha se abrió en el comité político cuando Ossa, Cerda y Bellolio anunciaron que estaba enviado el recurso: no estaban ni Rubilar ni Rodrigo Delgado (Interior). Ya había trascendido que no estaban de acuerdo con la medida, y eso llevó a que los cinco enviaran a La Tercera la carta en que trataban de desmentir “estas interpretaciones”, aludiendo a “versiones de prensa” de que “no habría habido unanimidad”.
Cercanos al gobernante no se explican por qué provocar así un hecho político que desató dos tipos de comentarios en el sector. Uno, que si ya se criticaba la debilidad de los ministros, ahora era imposible disimularla (Ascanio Cavallo los tachó de “estudiantes en práctica”, en T13 Radio).
Dos, que la carta parecía confirmar la aprensión sobre la soledad del Mandatario.
Rubilar después se juntó con el Presidente. Pero el viernes aparecieron dos páginas en La Segunda con trascendidos de que ella le había dado “un ultimátum”, que si no entregaban ayudas universales, no seguiría en su equipo. Todo, coronado con su pareja, Cristián Pino, hablando como si fuera su vocero, acusando que “hay mucha gente que quiere que renuncie” y contando que con Piñera ella “es como una hija que le habla a un padre diciéndole cosas para que mejore”.
Después del escándalo -porque así se lo tomaron algunos en La Moneda-, ella ha hecho saber que no habló para esa nota, aunque no le crean. Como haya sido, el comité político ha quedado en tal situación en medio de esta crisis, que en el anillo presidencial no discuten que es realista pensar en otro cambio de gabinete más. La duda es si, de ocurrir, se hará con un acuerdo político cerrado para salir de la crisis y después de las elecciones… o antes.
“No se deja ayudar”
El tercer frente que abrió el viaje al TC es la amenaza opositora de otra acusación constitucional contra Piñera que podría -creen leales suyos- estar al filo de los 78 votos que necesita en la Cámara (jamás los 2/3 en el Senado). En la semana circularon entre abogados constitucionalistas y dirigentes del sector comentarios de si en ese caso, él podría quedar o no suspendido a la espera del fin del juicio político, como pasa con los ministros.
La duda arranca de una posible ventana interpretativa del artículo 52 de la Constitución, que podría abrir controversia si alguien se empeña en armar un caso. Pero expertos ligados al gobierno insisten en que no hay tal riesgo. Que en el caso del Presidente, este no se suspende de sus funciones.
Como sea, el cuadro ya adverso que tenía el Mandatario no mejora con lo de la acusación y con una coalición donde él ya no controla a sus parlamentarios.
El Jefe de Estado ha acusado el golpe. Se le ha visto más irritable que de costumbre, se cuenta que está durmiendo poco, pero se cuenta, también, que está decidido a “morir con las botas puestas” aferrándose a defender la institucionalidad, aun por sobre la crisis de legitimidad que va tocando fondo.
La inquietud ante esto ha alcanzado a los pocos considerados pares de Piñera, que han compartido décadas de historia política con él y pueden hablarle como otros no: Matthei, Andrés Chadwick, Rodrigo Hinzpeter, Andrés Allamand y Alberto Espina.
Todos, por separado, en distintos momentos y cada uno en su estilo y tono, le han tocado el tema. Le han planteado ayudas más oportunas y potentes, no seguir llegando tarde; unos, que el anuncio de las mejoras al IFE debió haberlo hecho días antes; otros, que eso no garantiza evitar más demandas; que es urgente rearmar el trato con Chile Vamos para evitar que siga el desbande; o que con un equipo político débil tiene que abrir líneas con la oposición.
Espina le recordó una vez el pragmático ejemplo de Winston Churchill, que con tal de derrotar a Hitler fue capaz de aliarse con Stalin.
Cuando le han dicho que debe aflojar más y rápido las ayudas, el Presidente reacciona de distintas formas. A veces guarda silencio. Otras dicen que toma nota, o contesta con ironías. O que hay que ser muy responsable con los recursos del Estado porque no son infinitos ante una pandemia sin fecha de término, pero, sobre todo -le han oído- que ante la demagogia todo es insuficiente, y que ofrezca lo que ofrezca, vendrán más exigencias y retiros. Otro argumento recurrente suyo es que el país puede retroceder en la calificación de riesgo.
En La Moneda agregan otra razón: la pandemia devora vastos recursos, más si siguen apareciendo variantes del virus, y ahora que el FMI acaba de subir por cuarta vez la proyección del PIB 2021 a 6,5% manda la responsabilidad. Y que no es cierto -agregan- que Piñera sea rígido si el lunes dijo abrirse a “buscar acuerdos que nos permitan aumentar la recaudación tributaria”.
Entre sus pares lo ven agotado y propenso a errores. Algunos aseguran que él comprende perfectamente su escaso margen y el delicado momento, pero otros ven que está más inclinado a una visión económica ortodoxa que lo liga a su relación con Larroulet. Y le atribuyen a este último una falta de análisis del clima político que le permitiría tomar mejores decisiones al Mandatario.
Chadwick y Gonzalo Blumel han conversado con el jefe de asesores del Segundo Piso, comentan en el sector. En estos días, dirigentes les han pedido que redoblen esfuerzos en hablar con el Presidente.
Varios de estos nombres que han tratado con Piñera -algunos han comentado sus diálogos con él- le han hablado por iniciativa propia y nunca porque el Presidente les haya pedido consejo. Saben que le cuesta expresar sentimientos, y eso le impide solicitar ayuda porque estima que sería reconocer una debilidad. Pero una voz ve que “el Presidente no se deja ayudar”.
Allamand suele hablar con él, además, porque es su canciller. Hinzpeter y Espina conversaron con él hace un par de semanas, por lo bajo. Chadwick es número fijo.
El miércoles, Matthei decidió volver a la carga y pujar por un acuerdo a punta de varias conversaciones y llamadas, incluyendo senadores de oposición. La ventana la vio leyendo en la La Tercera PM a la presidenta del Senado, Yasna Provoste, ofreciéndole al gobierno la salida para frenar más retiros de “saquemos adelante una reforma tributaria”.
Ese día, el grupo Fair Play acordó pedirle una reunión a Piñera. Matthei habló con Ignacio Briones, partidario de hacerles cambios a las exenciones tributarias. El Presidente también lo llamó. Sichel -que no tiene partido ni parlamentarios que alinearle a Palacio- es el único que está fuera: con el Jefe de Estado solo habló el lunes, y le propuso ampliar el bono clase media a un pago permanente por tres meses.
No hubo reunión Piñera-Matthei-Lavín-Desbordes, pero sí varias llamadas. El miércoles en la noche les planteó una fórmula que no satisfizo. Al día siguiente sufrió derrota doble: el despacho en el Senado del tercer retiro y 26 diputados oficialistas a favor del impuesto a los super ricos. Ese día o al siguiente, el candidato RN abandonó el grupo de mensajería “Grandes Ex Ministros” -que reúne a los excolaboradores de Piñera-, excusándose de que ya estaba en muchos y no alcanzaba a leer todos los mensajes.
A media mañana del jueves, el Presidente los llamó a los tres para contarles que se abría -sin darlo por seguro ni cerrado- a una reforma tributaria, considerar fórmulas similares al “super ricos”, incentivos a la repatriación de capitales y otros puntos, y la posibilidad del proyecto propio de un tercer giro. “Flexibilizó, notamos un cambio”, dice una versión. Volvieron a conversar en la tarde, antes de que el Mandatario recibiera a los jefes de Chile Vamos.
Ahí se abrió el canal que tiene a los tres precandidatos revisando detalles con Ossa y Cerda; continuarán en eso. Les interesa a todos: a los tres por el futuro electoral, a Palacio para que les ayuden a alinear gente en el Congreso.
Esto no ha terminado. Provoste pide que Piñera retire el requerimiento; la acusación se está preparando; Matthei, Lavín y Desbordes coinciden en que hay que salir del tribunal que preside María Luisa Brahm. El gobierno sigue asegurando que no lo hará. Pero no sería la primera vez que deshaga sus palabras.
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