El retrato se quedó en el Congreso. Víctor Pérez (65), el nuevo ministro del Interior, llegó solo a La Moneda y prácticamente con las manos vacías, sin su equipo de colaboradores, ni los artículos personales que tenía en su oficina del piso 11 del Senado en Valparaíso. Su foto enmarcada junto al general Augusto Pinochet todavía se encuentra ahí.

La imagen fue tomada en la casa de Virginia Waters que ocupó el dictador mientras estuvo retenido a la espera del juicio de extradición a España. Pérez fue a visitarlo dos veces. En una de esas oportunidades lo hizo en compañía del exdiputado, exintendente del Biobío y actual embajador en Paraguay, Jorge Ulloa. En ese viaje, le llevaron de regalo un oso de peluche al que bautizaron como el “Osito Pinochet”.

Según parlamentarios de su partido, la UDI, era el único senador que aún tenía en su oficina una foto con el excomandante en Jefe de su etapa en Londres -aunque hay varios diputados que también las conservan-. Y aun en pleno 2020, no es raro que sea así: si hay un rasgo que sus pares le atribuyen, es que es “de una sola línea”, un “duro”, un tipo que defiende sus ideas. Y le reconocen también la capacidad de cultivar lazos y buenas relaciones con todos sus colegas, incluso de la oposición. “Víctor estaba para defender posturas, pero nunca generaba anticuerpos”, asegura una senador socialista. Podía decir las cosas con dureza, pero jamás, señalan en la oposición, llegaba a la descalificación personal. Además, “todo lo matizaba con sentido del humor”, remarcan.

En el Senado, Pérez mantenía una relación cordial y cercana con Felipe Harboe (PPD), Alfonso de Urresti (PS) y con Jorge Pizarro (DC). Incluso, con Alejandro Navarro (MAS) solía hablar a menudo, pese a sus fuertes discrepancias políticas.

Ministro del Interior, Víctor Pérez. Foto: La Tercera

Su designación como ministro del Interior, en reemplazo de Gonzalo Blumel, lo elevó de golpe a la primera línea de la política, justo en un momento de su vida en que estaba preparando su salida del Congreso. Dicen que ya estaba cansado de la vida parlamentaria, la que desempeñó en forma ininterrumpida desde diciembre de 1989. Es más, afirman sus cercanos en la UDI, que desde que asumió su segundo mandato como senador, se le veía más retraído y de bajo perfil, en comparación a lo que fueron su época de diputado. Un año atrás, señalan en el entorno de Pérez, mucho antes de que votara a favor de la ley que prohibe la reelección de parlamentarios, él ya había decidido que no repostularía al Congreso. Sus planes estaban en otro lado, en Concepción, donde tímidamente había comenzado a explorar la posibilidad de abrir una oficina de abogados.

Solo unos pocos en el Congreso, entre ellos el senador gremialista Juan Antonio Coloma, estaban al tanto de estos planes. Con Coloma tiene una estrecha complicidad; ambos se conocen hace décadas, desde la fundación de la UDI. Pero fue entre 2008 y el 2012 cuando afianzaron los nexos, al asumir ambos en la mesa directiva del partido, Coloma como presidente de la UDI y Pérez como secretario general. Por eso no era extraño que hasta la semana pasada, Coloma recurriera habitualmente al “buen olfato” e “intuición política” que ve en Pérez, y le pidiera su opinión.

Víctor Pérez, atrás junto a los fundadores de la UDI.

Y jugaban en equipo: mientras Coloma se hacía cargo de las negociaciones con la oposición, Pérez se mantenía más bien en segunda fila, fundamentalmente “en la defensa”. Más que un negociador, su misión era mantener en orden al partido y evitar que las negociaciones abrieran un conflicto interno en la UDI.

Si la UDI fuera un equipo de fútbol, señalan sus cercanos, el actual ministro del Interior jugaría de 5, en la antesala del mediocampo. “De nada sirve alcanzar acuerdos con la oposición si eso implica un quiebre en tus filas”, ha sido una de sus máximas en política.

Precisamente ese fue el papel que jugó a mediados de noviembre, durante las complejas negociaciones que permitieron una salida institucional al estallido social. Mientras en el Congreso de Santiago los senadores Coloma, Jaqueline van Rysselberghe y Ena Von Baer, junto al hoy ministro de la Segpres Jaime Bellolio se hacían cargo por la UDI de las negociaciones para una nueva Constitución, Pérez intentaba, al teléfono, contener y alinear a los demás parlamentarios y dirigentes de la UDI.

Ahora, en su rol de jefe de gabinete y ministro de Interior, poner orden dentro de Chile Vamos será una de las tareas prioritarias y así lo expresó ayer, tras conversar con los partidos. Eso junto a los otros grandes desafíos: el control de la pandemia y sacar adelante el plan de recuperación económica.

Una de las grandes dudas que ronda en la apuesta de Piñera para Interior es la poca relación que existe entre ambos. Hasta ahora, los ministros de Interior de Piñera habían sido solo miembros de su círculo más próximo: Rodrigo Hinzpeter, Andrés Chadwick, Gonzalo Blumel. Con Pérez, en cambio, la relación solo califica como formal. Hace algunos meses el Presidente se enojó con Pérez, tras sus críticas a la entonces vocera, Cecilia Pérez, cuando ella dijo que el gobierno era de “equilibrios políticos” y no de “cuoteos políticos”. El cuento que corre en la UDI es que Piñera lo invitó a una reunión en La Moneda. “Por qué me hace esto, senador”, le recriminó Piñera. “Esto no es un problema personal, es política”, le respondió, y limaron asperezas.

Este sábado, en Mega el Presidente explicó por qué escogió a Pérez: “Es un hombre que tiene una gran experiencia, una tremenda vocación de servicio público, mucha capacidad de diálogo, y también firmeza y carácter para enfrentar los desafíos que yo le mencionaba, entre los cuales el orden público, la seguridad ciudadana es fundamental”.

Sus inicios en Los Ángeles

La vida política de Pérez comenzó en 1972. Siendo un mechón en la Facultad de Derecho en la Universidad de Concepción que participaba de las juventudes del Partido Nacional (PN) en oposición al gobierno de la Unidad Popular. Para ilustrar las tensiones que se vivían en un campus que mayoritariamente se debatía entre el MIR y los partidos de gobierno (PS, PC), Pérez ha recordado en varias ocasiones la muerte del mirista Arnoldo Ríos a manos de estudiantes de la Brigada Ramona Parra.

“¿Cuál era el clima que se vivía allí? Muchos de los que están aquí sentados en ese momento decían que la justicia burguesa no podía entrar al barrio universitario, porque era territorio de la izquierda. Y ese crimen, cometido a las 12 del día, frente a la Facultad de Derecho donde estudiaba, no pudo ser investigado”, recordaría en el Congreso, muchos años después.

A poco andar conocería a Jaime Guzmán, ideólogo de la UDI, en una charla que este fue a dictar a Concepción entre el 74 y 75. Quedaron en contacto a partir de entonces. Este acercamiento con Guzmán y con quienes se transformarían en sus “coroneles” -Jovino Novoa, Pablo Longueira, Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma- le valieron ser escogido para trabajar en la repartición local de la secretaría nacional de la Juventud cuando egresó de Derecho, a fines de los 70.

Luego de esa primera experiencia en la administración pública, Pinochet lo designó como alcalde de Los Ángeles en 1981 apenas se tituló de abogado. Joel Rosales, un contemporáneo de las juventudes del PN en Concepción, lo acompañó esos años desde la Dideco. Juntos tuvieron que lidiar con el gran incendio del campamento “En Tránsito”, que dejó a cerca de 2.500 personas sin hogar, y los efectos de la crisis económica de 1982. Pinochet visitó la comuna varias veces en sus seis años de gestión. “Venía a inaugurar proyectos importantes. A Víctor le correspondía recibirlo y siempre fueron encuentros muy gratos”, dice Rosales.

Algunos años después, Pérez fue uno de los fundadores de la UDI en la ciudad, desde donde construyó su influencia política en la región. Cuando renunció al municipio en 1987, se dedicó con fuerza a hacer campaña por el “Sí”, como delegado regional. Su contraparte del “No” era el diputado radical José Pérez Arriagada. “Mientras fue alcalde, yo nunca fui a pedir nada. Me parecía que todas la instrucciones venían de nivel central, de tal manera que las ordenanzas no eran iniciativas del alcalde de turno. (Para el plebiscito) Era tensa la relación. En esa época me estaban vigilando, había mucho control del gobierno. Una vez que se recupera la democracia, adquirimos un grado de cordialidad”, comenta.

Ambos se encontrarían posteriormente en el Congreso, donde Víctor Pérez postuló con éxito en 1989. Sería uno de los 14 diputados UDI que entraron juntos a la Cámara y que desarrollarían una larga carrera política.

Después de 30 años de actividad parlamentaria al lado de los “coroneles” y de otras figuras de la UDI, y casi al final de su vida pública, su disciplina fue premiada con el segundo cargo más importante del país.

“Ahora la cosa es distinta”, dice Pérez Arriagada, su excontendor. “Le pasaron una guitarra diferente y si no la toca bien se le van a cortar las cuerdas”.

El ministro del Interior, Víctor Pérez

Defensa y ataque

Si algo destacan de Pérez al interior de la UDI es que se ha ganado todo a pulso, pues no pertenece a la casta de quienes se formaron con Jaime Guzmán en la Universidad Católica. “Tiene el respeto de todos”, afirman senadores gremialistas. Se destaca que posee “olfato político”, que entiende la importancia de la asignación de cargos y, particularmente, del manejo territorial. En el Biobío y Ñuble, se convirtió en uno de los grandes operadores del partido. Muchos de sus colaboradores históricos, como Joel Rosales, Jorge Ulloa, el fallecido Juan Lobos, Eduardo Borgoño y Sergio Bobadilla ganaron elecciones municipales y parlamentarias a lo largo de los años.

“Dentro del esquema general, puede que no esté en primera línea, pero acá en la zona era la persona que guiaba el quehacer del partido. Había un equipo importante que nos permitió ganar y Víctor fue determinante”, asegura Rosales, alcalde de Los Ángeles entre 2004 y 2011 y luego diputado por un breve período.

El olfato solo le ha fallado en una ocasión: a inicios del primer gobierno de Piñera, en 2010, Pérez apostó por el abogado penquista José Miguel Stegmaier para la gobernación de la Provincia del Biobío. El nombramiento implicó uno de los primeros desaciertos de la nueva administración, pues debieron reemplazarlo inmediatamente por su relación con el exjerarca de Colonia Dignidad, Paul Schaefer, a quien asesoraba para crear sociedades que ocultaran el patrimonio del controvertido enclave. Su posición sobre Colonia Dignidad aún es blanco de críticas. En los 90, Pérez había sido parte del grupo de parlamentarios que se opuso a la cancelación de su personalidad jurídica.

Pérez se mantuvo firme, como durante toda su carrera. Lo suyo siempre ha sido defender las postura clásicas de su partido: votó contra el divorcio como diputado, contra el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) y la legalización del aborto en tres causales como senador, así como contra cualquier reforma a la declaración de principios de la UDI, para preservar el punto que destaca la “acción libertadora de las Fuerzas Armadas el 11 de septiembre de 1973”.

A la pelea

El nuevo ministro también demostró que sabe ir al ataque. Durante los gobiernos de Eduardo Frei y Ricardo Lagos, fue uno de los más duros fiscalizadores de la Concertación; lo hizo junto a Julio Dittborn, con quien escribió el libro La alegría de las indemnizaciones, que abordaba las millonarias compensaciones recibidas por exejecutivos de empresas públicas, y también al lado de Lily Pérez, con quien formó una dupla bautizada como “Pérez & Pérez”.

Pese a al papel fiscalizador que tuvo en el caso MOP-Gate y a sus críticas al pago de sobresueldos a funcionarios del gobierno, Longueira le encomendó a Pérez sacar adelante la negociación con el presidente Lagos sobre funciones críticas, en un momento muy delicado para el Mandatario.

Años después de ser electo senador, esa tribuna lo ayudó a acceder a la mesa directiva con Coloma, en una etapa en la que el partido alcanzó algunos de sus mejores desempeños electorales, desplazando a RN como el partido más grande de la derecha. Sin embargo, cuando Pérez quiso dar el siguiente paso para convertirse en presidente del partido, en 2014, los “coroneles” le bajaron el pulgar en favor de Ernesto Silva. Sin el apoyo de los líderes históricos, a quienes consideraba cercanos, y sin ascendencia sobre los cuadros más jóvenes, se resignó a no dar una pelea que estaba destinado a perder y retiró su candidatura.

29 de ABRIL de 2019/SANTIAGO El senador Víctor Pérez(i) junto al subsecretario de la Segpres, Claudio Alvarado(d), llegan al comité político de esta jornada, realizado en el Palacio de La Moneda. FOTO: HANS SCOTT/AGENCIAUNO

Cambio de planes

El año 2011 fue particularmente duro para Víctor Pérez. En enero, su hermano Ricardo murió en un accidente de tránsito entre Concepción y Penco; tres meses después, en abril, el diputado Juan Lobos, uno de sus grandes socios en el Biobío, corrió la misma suerte al chocar con un caballo; finalmente, en agosto, falleció su padre, el abogado Claudio Pérez Arriagada, a los 87 años.

Junto al cáncer que enfrentó para el cambio de siglo, fue su temporada más compleja. La enfermedad se le detectó en noviembre de 2001, a solo semanas de enfrentar la elección parlamentaria. Un tema que pocas veces ha expuesto en público. Los últimos días de campaña, los hizo desde una cama del Hospital de la Universidad Católica. Atendía entrevistas radiales mientras estaba realizándose la quimioterapia.

En el ámbito público el 2011 fue un año intenso, especialmente por la renuncia de Jacqueline van Rysselberghe a la Intendencia del Biobío. Algunos meses antes de su salida, Pérez había organizado una reunión con varios parlamentarios UDI del Biobío y colaboradores de confianza. Entre otros, estaban Ulloa, Rosales, Norambuena, Bobadilla y Lobos. El objetivo era coordinar una ofensiva para sacar definitivamente de la Intendencia a Van Rysselberghe, que estaba bajo presión por diversas acusaciones de irregularidades.

Históricamente, la relación entre Pérez y Van Rysselberghe no había sido buena, hasta que la senadora decidió postularse a la presidencia de la UDI en 2017 y él se arrimó a su nuevo liderazgo. Este giro provocó el alejamiento de varios de sus aliados en el Biobío -Norambuena y Bobadilla- y, más recientemente, de amigos como Iván Moreira, con quien solía almorzar en el Senado. Este último resiente que Pérez haya apoyado la decisión de llevar al Tribunal Supremo a los disidentes que votaron a favor del retiro del 10% de los fondos previsionales. Moreira llamó a Pérez para conversar del tema; no recibió respuesta.

Pero la decisión de respaldar a Van Rysselberghe volvió a encender su viejo anhelo de ser presidente del partido. Su nombre asomaba con fuerza como carta de continuidad, luego de que el Servel confirmara que la senadora está inhabilitada de presentarse a un tercer período. No es casualidad que precisamente haya sido ella quien propuso su nombre para el Ministerio del Interior la semana pasada, en medio de las negativas de otras figuras de la UDI como Coloma o Matthei.

En la oposición, ven su nombramiento con cierta desconfianza en términos políticos. Por ejemplo, plantean que la reforma a Carabineros puedes perder fuerza y ya rechazan la forma como Pérez ha encarado la situación de La Araucanía, uno de los asuntos claves con lo que tendrá que lidiar. Eso, con un plebiscito por delante, agendado justo una semana después del aniversario del estallido social.

Pérez entiende la relevancia que tendrá esa fecha para la seguridad pública y sabe que deberá postergar sus actividades habituales. El 18 de octubre, el nuevo ministro del Interior está de cumpleaños.