Yasna Provoste en cuatro estaciones
La ruta de la presidenta del Senado ha tenido grandes triunfos y sentidas derrotas, traiciones y vueltas de mano, y mucha resiliencia. Aquí, cuatro etapas que ayudan a entender cómo se fue forjando la política de origen diaguita que hoy asoma, a sus 50 años, como una de las alternativas de la centroizquierda de cara a las presidenciales de noviembre.
El verano de 2003, específicamente el mediodía del 31 de diciembre, Ricardo Lagos -en traje de baño- chapoteó en las aguas de la Playa Grande de Chañaral para mostrar que estaban libres de contaminación. En la foto de esa mañana, el entonces Presidente aparece saliendo del agua escoltado por la joven intendenta de Atacama, Yasna Provoste Campillay, quien a los 34 años iniciaba su carrera política en la primera línea (en el gobierno de Eduardo Frei había sido gobernadora de Huasco).
Han pasado 19 años desde esa postal: la playa volvió a contaminarse por los relaves mineros y Provoste preside hoy el Senado. Y aunque no se inscribió en las primarias, es la más probable carta presidencial de su partido y la esperanza de varios exconcertacionistas para volver a gobernar. “Es una buena noticia que liderazgos femeninos sean cada vez más valorados, más cuando son de las filas DC, que ofrece al país cambios con responsabilidad”, dice su camarada Carolina Goic.
Un año después del piquero nortino, Lagos nombraría a Provoste como ministra de Planificación -hoy sería Desarrollo Social-, cargo que mantuvo hasta el final de su mandato. Con la llegada de Michelle Bachelet a La Moneda, la profesora de Educación Física fue directora de la Fundación Integra por un breve periodo y la nombraron ministra de Educación en medio de la “revolución pingüina”.
Ese año su vida familiar marchaba igual de bien: los Olagnier Provoste se habían instalado en un lindo condominio en Huechuraba, a menos de una cuadra del Colegio San Francisco Javier, al que asistían sus hijos Sebastián y Dominique.
Quien compartió mucho con ella en esos años fue el entonces senador por la III Región Ricardo Núñez (PS), a quien no le sorprende el protagonismo que hoy tiene la senadora. “No es mucho más de lo que ella ya ha mostrado lo que te podría agregar. Es una mujer de fuste, peleadora, capaz, inteligente y una democratacristiana muy consecuente. Y, por cierto, atacameña de tomo y lomo”, dice Núñez, hoy alejado de la política activa.
En el otoño de 2008, justo en la mitad del gobierno de Bachelet, Provoste, de entonces 38 años, lideraba el reemplazo de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (Loce), demandada por escolares, y su carrera política iba en un constante ascenso. Pero el clima cambiaría bruscamente para ella.
El 16 de abril de ese año, el Senado -por 20 votos contra 18- aprobó una acusación constitucional en su contra, quedando inhabilitada para ejercer cargos públicos hasta 2013, siendo la primera ministra destituida desde el retorno a la democracia. El argumento del libelo era que había actuado con negligencia ante irregularidades en el pago de subvenciones escolares descubiertas por Contraloría en el Minieduc.
“Fue un asesinato político brutal y una de las cosas más bajas y sucias que me ha tocado ver en política”, afirma el senador Jorge Pizarro (DC).
En el libro La Estrella y el Arcoíris, de Andrés Allamand y Marcela Cubillos, sus autores cuentan el preludio del caso: “En febrero de 2008, un informe de Contraloría dejaba al descubierto irregularidades en el pago de subvenciones, alumnos inscritos más de una vez en establecimientos educacionales, no devolución de saldos presupuestarios, pagos indebidos a sostenedores y otra serie de infracciones legales y administrativas (…). La Presidenta Bachelet le bajó el perfil al asunto calificándolo de nubarrones, pese a que la cifra era astronómica: 262.000 millones de pesos”.
Pero a diferencia de lo que muchos creen, el tiro de gracia a Provoste no se lo dio Cubillos, Allamand ni Chile Vamos, sino Adolfo Zaldívar y su entonces delfín Jaime Mulet, a quien el fallecido senador llamaba cariñosamente “el gato con botas”.
“Ella fue acusada brutalmente e injustamente porque la derecha consiguió un socio, que fue lo que en ese tiempo se llamaba PRI y que integraban varios que hoy están en la extrema izquierda (Jaime Mulet). Así está la política chilena”, se lamenta Jorge Burgos (DC).
Como recuerda Burgos, en la aprobación de la acusación en la Cámara Baja fueron claves los votos de cuatro diputados “colorines”: Mulet, Alejandra Sepúlveda, Carlos Olivares y Eduardo Díaz. Los dos primeros, que hoy continúan siendo diputados, no quisieron referirse al tema.
Pero en esa operación para hacer tambalear al gobierno de Bachelet, hoy recuerdan quienes lo vivieron, también fueron claves otros actores: Pedro Araya (ex DC), Esteban Valenzuela (ind.), quienes no acudieron al Congreso, y especialmente Gabriel Ascencio (DC), quien esa tarde abandonó la sala al momento de la votación.
Consultados hoy, Valenzuela reafirma su decisión: “En la duda, abstente. Ella había mentido en sus pergaminos y minimizó el desorden que había entonces en el Mineduc, pero como tenía dudas, no asistí”.
Pedro Araya, en cambio, dice que él estaba en contra de la acusación, pero “no acudí a votar porque estaba con un problema médico”, dice el actual senador, quien agrega que hoy mantiene una “buena relación” con Provoste.
Quién sí muestra arrepentimiento es Ascencio. “Fue una estúpida equivocación mía”, reconoce.
Un ministro de la época cuenta que Bachelet, ante la inminente derrota e inhabilidad de Provoste por cinco años, encomendó a su ministro Edmundo Pérez Yoma que hablara con ella y le propusiera renunciar. La derecha había transmitido que si la ministra dejaba su cargo frenaban la acusación. “Pero Provoste se negó argumentando que era inocente y era un tema de principios”, recuerda el exsecretario de Estado.
Allamand y Cubillos dejan entrever en su libro que la derrota propinada a Bachelet fue el embrión para que la entonces derecha opositora pudiera llegar a La Moneda en 2010.
Para muchos, otro hito de esa acción fue que se rompería el fair play político que había marcado la transición. Soledad Alvear, quien en 2008 presidía la DC, dice que a partir de ahí “se instaló la costumbre de comenzar con acusaciones constitucionales al voleo e infundadas, lo cual debe erradicarse”.
“Cinco meses después de ser acusada, la Contraloría dictaminó que no se perdió un solo peso en mi mandato. Y que los hechos por que se me destituyó nada tenían que ver con mi período”, dijo Provoste hace unos meses en Tolerancia Cero.
Los inviernos en Vallenar son muy fríos y secos. A ese clima llegó Provoste junto a su familia tras ser inhabilitada de ocupar cargos públicos por cinco años.
La familia vendió su casa en Huechuraba, sacó a sus niños del colegio y se instalaron en la residencia nortina de los padres de Provoste.
Alexandra Núñez, una de las mejores amigas de Provoste, cuenta que iniciaron juntas un arduo trabajo en terreno para rearticular al partido en la zona. “Recorrimos toda la región en un auto viejo, nos reunimos con dirigentes sociales, pastores y cientos de personas, y empezamos a volver a levantar a la DC. Yasna fue electa presidenta regional y yo la acompañé en la vicepresidencia”, recuerda Lula, como le dice su amiga, con quien hoy trabaja mano a mano en la jefatura del Senado.
Además del contacto con los atacameños, Provoste se refugió en la fe -”ella es muy católica”, dice su amiga- y en el deporte, volviendo a las pistas del estadio Marañón, en Vallenar, junto a su marido, también profesor de gimnasia, a quien conoció en la Universidad de Playa Ancha.
Pero decidieron dar un giro en sus vidas y volver a cambiar de estación: los Olagnier-Provoste armaron maletas y partieron a Gatineau, un pequeño suburbio canadiense, ubicado 14 minutos al norte de Ottawa, donde ella llegó a trabajar en investigación en la Universidad de Quebec.
Hasta que llegó marzo de 2013 y terminó su castigo. Era el primer gobierno de Piñera y Provoste regresó en gloria al Congreso electa como diputada por el distrito 6 (Alto del Carmen, Caldera, Freirina, Huasco, Tierra Amarilla y Vallenar), con el 43,86%. “A pesar de que muchos quisieron sacarme del camino, nunca me alejé de la vida política, y aquí estoy, de vuelta”, declaraba a un diario de su región.
Su alta votación hizo posible el doblaje para la Nueva Mayoría junto al radical Alberto Robles, dejando afuera a Mulet, quien había colaborado para su destitución.
Al jurar como diputada levantó un pañuelo blanco (mirando a las graderías donde la aplaudía su familia) al igual como lo había hecho al ser destituida. Y como ese pequeño desquite, vinieron muchos otros, como presidir la Comisión de Ética y Transparencia, a pesar de haber sido destituida por corrupción.
“Sin duda, la acusación fortaleció a Yasna y ello se notó cuando retomó su vocación de servicio público”, recuerda Alvear.
“Yasna fue un ejemplo de la resiliencia en política. Ella tiene muy claro, desde joven, que la política es sin llorar, y si bien no olvida, sabe dar vuelta la página”, añade Gabriel Silber (DC).
Cuatro años más tarde, en noviembre de 2017, la profesora fue electa senadora por Atacama, con la primera mayoría nacional.
Al igual como lo había hecho en la Cámara, en el Senado rápidamente se colocó junto al sector más de izquierda de su partido e incluso alineándose con sus pares del PS, PPD y Frente Amplio. En mayo de 2020, por ejemplo, presentó -junto a A. Navarro, X. Órdenes, A. De Urresti y J.I. Latorre- una iniciativa que busca derogar el decreto que regula las AFP y nacionaliza los fondos de pensiones. Junto al mismo grupo patrocina el indulto a detenidos por violencia tras el 18 -O.
-¿En ese tiempo afuera perdió la confianza en la política? ¿Cómo fue su regreso?.- le preguntaron en octubre de 2017 en T13.
-Uno habla de travesía por el desierto, pero tiene que ver con nuestro desierto, un desierto mágico, que se llena de colores, que florece y con el que uno nunca deja de asombrarse.
Llegaba así su primavera. Sus cercanos reconocen que el florecer de Provoste tiene una cuota importante de fortuna, por los hechos que se han ido desencadenando tras las últimas elecciones, pero el liderazgo mostrado desde la jefatura del Senado no es casual.
Provoste se preparó para asumir en marzo el segundo cargo político más importante del país. Armó un equipo con experiencia liderado por dos históricos de la DC: Aldo Cornejo y Jorge Pizarro. A ellos se suman sus jefes de gabinete, Christian Torres y Nicolás Farrán; su asesor económico, Julio Valladares (ideólogo de Mínimos Comunes) y su asesor jurídico, Luis Eduardo Thayer. Pero un lugar más arriba que todos está su asesora y amiga, Alexandra Núñez.
La noche del miércoles pasado, minutos después de que Piñera informara el aumento en el monto y cobertura del IFE, entre otras medidas, Provoste aprovechó el horario prime de televisión y calificó de insuficientes las medidas para paliar el impacto económico de la pandemia.
La prontitud de su enérgica reacción sorprendió al oficialismo, quien lo hizo ver al día siguiente a través del ministro Rodrigo Delgado: “Parece que está hablando más bien la candidata”.
A los que no sorprendió su respuesta fue a su grupo cercano, que saben que su estrategia para consolidarse en las encuestas en estos agitados meses será enfrentar a Piñera.
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