Columna de Javier Sajuria: Y lo volverían a hacer
Con la reciente búsqueda de enfocar todo el proceso en el comportamiento de Allende y su gobierno, vemos en sectores de la derecha un intento de minimizar la responsabilidad que tuvieron otros sectores de la sociedad en llevar al país al quiebre. Quizás para ellos es más importante restaurar una versión torcida de la historia que antes comentaban en silencio, pero que ahora se sienten envalentonados por el paso del tiempo.
La discusión sobre el 11 de septiembre de 1973 se ha polarizado, por cierto. Pero a 50 años del Golpe, esa polarización no es igual hacia ambos lados. Con la excusa de que es importante comprender las causas del quiebre institucional, hemos visto a sectores de derecha tratar de presentar el horror como un hecho inevitable, a la violencia como una forma válida de terminar con la democracia, si es que el caos lo amerita. Con ello han comprobado que, a pesar de la historia y los años, enfrentados ante un cauce similar, lo volverían a hacer.
No hay nada inmoral en tratar de hacer el ejercicio intelectual para entender las causas del Golpe. Como toda coyuntura crítica, es importante comprender qué llevó a ese momento y cuáles eran las opciones alternativas. Pero con la reciente búsqueda de enfocar todo el proceso en el comportamiento de Allende y su gobierno, vemos en sectores de la derecha un intento de minimizar la responsabilidad que tuvieron otros sectores de la sociedad en llevar al país al quiebre. Quizás para ellos es más importante restaurar una versión torcida de la historia que antes comentaban en silencio, pero que ahora se sienten envalentonados por el paso del tiempo.
No es coincidencia que este repentino amor por una supuesta ecuanimidad histórica se dé en momentos como los que vivimos. No solo en Chile, sino que en países del vecindario como Uruguay, Brasil, e incluso Argentina, hemos visto un afán de parte importante de la derecha (y de la ultra) por cambiar la evaluación de las dictaduras. También hemos visto a supuestos comentaristas moderados llamando al Presidente Boric a “dar un paso al costado”, lo que habla de lo permeable que es su sector a los argumentos de la ultraderecha.
Lo problemático es que todas estas demostraciones nos hablan de un compromiso vacío con la democracia. El mismo sector que rasga vestiduras con las dictaduras en Cuba y Venezuela, busca poner matices a lo ocurrido en nuestro país. Al final, la condena al autoritarismo es condicional a si les gusta el dictador de turno, si promueve o no la ideología que me representa. No hay nada más peligroso que evidenciar que el sector político que tiene mejor sintonía con las élites, cuenta con muy pocos representantes dispuestos a comprometerse con la democracia sin condiciones. En esa lista, sin duda, cabe el expresidente Piñera, quien, nuevamente, deja fuera de juego a su sector. Hace 10 años lo hizo hablando de cómplices pasivos, ahora lo hace con un llamado a la democracia.
Para algunos, los hechos del 2019 justifican ocupar estas fechas para dar rienda suelta a sus perversiones más ocultas. Como si la movilización social (violenta, por cierto) se pudiera igualar a la violencia institucional y sistemática que se dio desde las FF.AA. y sectores civiles. A 50 años del horror, hay quienes ven la historia como una repetición y no como un aprendizaje. A pesar de los gritos de “nunca más”, hay muchos que creen que, si se dan las circunstancias, lo volverían a hacer. Eso nos debiera llenar de preocupación.
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