Columna de María José Naudon: Lejos del texto
El viernes pasado el Presiente Gabriel Boric declaró que de ganar el rechazo el proceso constituyente debía continuar. Se instaló la polémica y con eso el debate de fondo llegó definitivamente a su fin. Llevamos varios días, una vez más, lejos del texto y nada hace pensar que el desplazamiento vaya a ser pasajero. Por el contrario, la discusión sobre el mecanismo en caso de que gane el rechazo, o sobre si quienes votan por él ofrecen una alternativa clara, han terminado por sepultarlo.
No hay nada peor para el debate de las ideas que renunciar a convencer y dedicarse exclusivamente a vencer. En sociedades complejas, donde conviven intereses divergentes que no pocas veces están en colisión, solo si las partes están dispuestas a persuadir y ser persuadidas el diálogo democrático puede servir para descomprimir las tensiones naturales. Por otro lado, en democracia los ciudadanos deben ser exigentes y así como deben estar dispuestos a escuchar toda clase de opiniones y no excluirlas ex ante, también deben juzgarlas en su mérito. Lamentablemente a estas alturas el debate constituyente ha abandonado los paradigmas anteriores. Tras esta deserción se esconde una dolorosa abdicación a la capacidad de juzgar y una incoherencia extraordinaria: el texto ha sido el gran ausente.
Durante el año trascurrido entre el 4 de julio de 2021 y el mismo día de 2022, una dinámica constituyente estridente y vociferante, se tomó el debate. A medida que avanzaban los meses y tanto los desaguisados como las propuestas descabelladas continuaban, hubo un intento por apaciguar las críticas apelando a que se trataba de un texto en construcción: para poder juzgarlo en su mérito era necesario esperar a que estuviera terminado, incluso armonizado. Mucha energía estuvo destinada a desacreditar a quienes avisaban la elocuencia de aquellos problemas que estaban latentes en el texto.
El fin del proceso y su armonización, coincidieron con el aumento de la intención de voto por la opción del rechazo y las declaraciones de varios personeros de la ex concertación y otros grupos de centro izquierda a favor de ella. La llamada entonces a “leer el texto”, que por definición permite interpretaciones y ponderaciones diferentes, se transformó en una insólita caza de brujas. El subtexto parecía decir: lea y si no está de acuerdo es usted antidemocrático, autoritario, elitista, mentiroso o simplemente tiene miedo. Lo anterior no solo es intelectualmente inaceptable, sino volvió a poner el texto en segundo plano, focalizando en las supuestas características de los lectores.
Y así las cosas, el viernes pasado el Presiente Gabriel Boric declaró que de ganar el rechazo el proceso constituyente debía continuar. Se instaló la polémica y con eso el debate de fondo llegó definitivamente a su fin. Llevamos varios días, una vez más, lejos del texto y nada hace pensar que el desplazamiento vaya a ser pasajero. Por el contrario, la discusión sobre el mecanismo en caso de que gane el rechazo, o sobre si quienes votan por él ofrecen una alternativa clara, han terminado por sepultarlo. Si agregamos a esto el despliegue “informativo” del gobierno, el resultado es que la discusión se mantiene en la periferia. Solo en los últimos días el foco ha estado puesto en el presidente firmando copias del proyecto, la vecina que, azuzada por el primer mandatario, toma el micrófono para poner en tela de juicio a una periodista, Chayanne apruebista en redes sociales y la utilización de la camiseta de la selección. Estamos en campaña, es verdad, pero cuidar las formas y cumplir el deber es una obligación inclaudicable. Jugar permanentemente a “tejo pasado” es una estrategia irresponsable.
Las semanas que vienen seguramente seguirán la misma directriz y para contrarrestar los efectos es imprescindible subir el nivel. Dejar fuera las polémicas sobre las fotos, los insultos y las performances para hablar sobre estado social de derecho, sobre plurinacionalidad, sobre paridad, sobre condiciones de estabilidad democrática y administración territorial, sobre redistribución del poder. Hablar también sobre las reformas o mejoras que, desde el apruebo aspiran a realizar, pues eso también es poner en el centro el tema en cuestión. Es importante saber qué hay que mejorar y porqué. Que el proyecto no sea perfecto “pero se acerque a lo que siempre soñé” es retóricamente potente, pero nada más.
La democracia tiene tiempos distintos y las metas de corto plazo pueden terminar perjudicando las de largo. En este sentido, mantener este diálogo de sordos y contribuir a una exacerbación de las distancias es todo lo contrario de promover la amistad cívica que necesitamos para gestionar el día siguiente al plebiscito. Buscábamos un texto convocante, una Constitución que pudiera ser un espacio de encuentro y consenso entre los chilenos y este propósito falló. Y el estado actual de la discusión parece abonar que siga fallando. Como diría el presidente… seguimos.
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