Cuando nada era personal: Cuatro historias de brutal sinceridad socialista

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16 DE MARZO DE 2018 ALVARO ELIZALDE, PRESIDENTE DEL PS. FOTO: MARCELO SEGURA / DIARIO LA TERCERA

Mañana sábado el octogenario partido ancla de la izquierda chilena se encerrará nuevamente a cumplir el ritual de su Comité Central, con la esperanza de poner fin -al menos en parte- a la pugna interna que se arrastra hace más de dos meses. Aunque Elizalde tenga casi en la mano su segundo período al mando, históricamente ha sido una asamblea que ha ido de tensa a traumática.


Todo debiese terminar en unas cuatro horas, a lo más. La sesión convocada a contar de las 10:30 de mañana sábado –difícil que dure más, a las 15 horas juega Chile contra Argentina- en el ex Congreso Nacional muy probablemente no voltee las cosas y sí le asegure a Álvaro Elizalde Soto un segundo período al mando del socialismo chileno. Pero no quiere decir que la asamblea de mañana sea un tazón de latte. Es cosa de mirar un poco hacia atrás para detenerse, una y otra vez, en momentos en que el PS quedó casi colgando de la cornisa de pura tensión, rivalidades entre facciones o por decisiones políticas que obligaron a estirar las cosas.

Entre sus dirigentes históricos y no tanto se las saben tan bien que casi las recitan de memoria. Algunos colocan unas por sobre otras en su lista de favoritos. Matices de más o de menos, hay cierta concordancia en que cada vez que los conflictos que antaño enfrentaban a los socialistas eclosionaban en un Comité Central o en un Congreso Ordinario o Extraordinario, eran por razones políticas o ideológicas de más o menos fondo (a veces decisiones tácticas que había que zanjar ahí mismo). Pero rara vez pugnas, riñas de corte más personal como las que se han cruzado antes y durante de esas elecciones internas del 26 de mayo pasado.

2005: Levantarse como presidente y acostarse como militante

No hay quien no abra su lista con este clásico socialista de todos los tiempos y que, aunque no ocurrió durante un Comité Central sino en el XXVII Congreso del 2005, es señero de hasta qué punto hasta la orgánica del partido puede cambiar tan bruscamente. Como se ha contado más de una vez y como tienden a recordarlo, repetirlo (y quizás deformarlo, según algunos), en esa asamblea el presidente Gonzalo Martner Fanta perdió al cargo luego de una operación o "golpe" interno protagonizado por Camilo Escalona Medina y Ricardo Núñez Muñoz, entre otros nombres.

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Gonzalo Martner[/caption]

Entonces el colectivo estaba todavía a varios meses de ganar la presidencial con Michelle Bachelet. Varios pensaban en ministerios, intendencias, cargos. En poder. Martner venía del tronco de los ex MIR y entre sus detractores pensaban que no era el elegido para negociar la presencia del PS en un gobierno bacheletista. Además, había que encarar las elecciones parlamentarias. Y después todavía quedaba la amenaza de Joaquín Lavín.

La cuestión es que el presidente PS planteó a la asamblea que le prorrogaran el mandato para, precisamente, no complicar más las cosas con tanta elección y decisión por delante. Además de definir la plantilla de candidatos a las legislativas, todavía había que vencer a la DC Soledad Alvear, ojalá sin ofender mucho a la DC. Hasta hoy varios recuerdan que Martner había acordado con Escalona apoyos para un nuevo período, que luego fue a un encuentro con el resto de la Concertación, y que a su regreso al Diego Portales había poco y nada que hacer porque las otras tendencias ya se habían alineado en su contra: el Congreso no le renovó el mando y se enfrascó en una elección interna que no estaba en el libreto.

Ricardo Núñez terminó reemplazándolo luego de vencerlo por 275 votos contra 104. Martner pasó años sin perdonárselo a Escalona y el tema solía irrumpir en sus conversaciones, aunque fuesen sobre otro tema. Se marchó a ejercer como académico en la Universidad de Santiago, Bachelet después lo nombró embajador en España, y al final renunció al PS.

1994: Suspendamos los estatutos y miremos para el lado

Mucha discusión y polémica ha discurrido entre las facciones socialistas en torno al respeto a la "institucionalidad interna", que no se pueden desconocer las elecciones ni las sacras normas partidarias. Pero por eso mismo, varios se han apurado en recordar que eso ya se hizo una vez, en 1994. Fue en el Comité Central de Canelo de Nos en que literalmente todo el partido apagó la luz cinco minutos -testigos presenciales aseguran que fueron unos veinte- y miró para el lado, recuerdan dirigentes, haciendo caso omiso de los estatutos del PS.

Era presidente Víctor Germán Correa Díaz, que venía de ganarle hace poco una interna a Camilo Escalona. Eduardo Frei Ruiz-Tagle acababa de conquistar La Moneda, y había elegido al flamante jefe socialista como ministro del Interior; no había cómo decir que no. Correa tenía el temor, y se lo dijo entonces, que las decisiones no se tomaran en La Moneda, sino el fin de semana entre el mandatario y sus amigos (¡hubiese sabido!). Frei le dijo que no iba a ser así. El Chino aceptó.

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Germán Correa fue ministro del Interior de Eduardo Frei por seis meses y nueve días.[/caption]

Entonces el PS hubo de resolver rápidamente la sucesión. No había mucho margen ni tiempo, y los hechos favorecieron a Escalona. Pero había un problema: él no formaba parte del Comité Central (en esa época la elección interna ungía mandamás a la primera mayoría de la elección, no pasaba por elegir integrantes del Central), así que por estatutos no podía asumir.

La solución fue resolver "suspender" la vigencia de los estatutos para permitir el reemplazo de Correa. Varios recuerdan que fue José Antonio Viera-Gallo quien lo propuso, y algunos dudan de si se llegó a votar o no, pero nadie niega que la salida fue bastante irregular.

Escalona efectivamente asumió como nuevo jefe del partido y Correa como ministro del Interior. Considerando que al final éste solo duró seis meses y nueve días en el cargo y salió en humillantes circunstancias, sobrevivientes de ese Central remarcan que se saltaron los estatutos por poco y nada. "Fue como apagar la luz. Imagínate que suspendiéramos la Constitución unos minutos para lograr algo", remarca un histórico. Entre quienes lo recuerdan se mezclan impresiones del tipo "todavía hoy me parece una vergüenza", hasta "era, tal vez, un mal necesario".

2017: Sacrificando a Lagos con la luz apagada

Este es el último Comité Central donde el PS tembló, y harto. Y es una herida que varios allí piensan que nunca se ha cerrado ni menos sincerado del todo, porque involucró a la misma directiva que mañana termina su período. Fue la tarde del sábado 9 de abril del 2017, cuando la asamblea puso fin a meses de una tensión que se cortaba con cuchillo y eligió a Alejandro Guillier y no a Ricardo Lagos como su candidato presidencial.

El asunto ya venía mal aspectado meses atrás, más allá de que el senador no fuera militante socialista. Lagos ya había chocado con su ex ministro José Miguel Insulza, quien también había levantado una precandidatura, además de Fernando Atria. Presidía la senadora Isabel Allende, cuyas propias aspiraciones quedaron amagadas con las del ex Presidente. Además, esa mesa estaba por terminar su período y todos sabían que la última palabra la tendría su sucesor, que terminó siendo Elizalde.

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Ricardo Lagos perdió la nominación presidencial socialista en una votación secreta.[/caption]

Con las primarias internas descartadas y el asunto reducido a Lagos o Guillier, el PS se enervó bastante. Cualquier dirigente o parlamentario "sorprendido" confraternizando con el senador era poco menos que acusado de traición. Una vez circuló una foto tomada a través de una ventana del senador Juan Pablo Letelier comiendo con el periodista y casi hubo un escándalo. La misma acusación orbitaba en torno a Elizalde y su directiva entrante. Mientras, Sebastián Piñera ganaba y ganaba ventaja.

Al final, el Comité Central se inclinó por resolver todo en una votación secreta. Hubo reclamos, pero así se hizo. Con la luz apagada, Guillier sacó 67 votos, Lagos 36 y hubo 4 abstenciones. Considerando que el elegido terminó perdiendo por casi diez puntos de diferencia con Piñera tras una campaña que tuvo episodios olvidables, hasta hoy le cobran a Elizalde haber "sacrificado" al ex Presidente. Y hasta hoy él ha argumentado que habrían mordido mucho más polvo en la presidencial si hubiesen competido con Lagos. Por último, más de alguno sigue creyendo que fue uno de los gérmenes de tanta disidencia interna.

1999: Explicando a Insulza

Algunos aseguran que ocurrió en una Comisión Política, pero los más que fue un Comité Central, en 1999. Pero de que fue tenso, lo fue. Ricardo Lagos ya tenía en marcha su campaña presidencial, y Augusto Pinochet seguía preso en Londres desde octubre del año anterior. Lo que los socialistas partieron celebrando, ahora lo estaban sufriendo un poco, porque el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle había invocado las denominadas "razones de Estado" para pedirle a Londres que se los devolviera (recordemos que por entonces era senador vitalicio) y el canciller era nada menos que socialista.

José Miguel Insulza Salinas ya había librado más de un encontrón por defender una posición que chocaba con el ideario e historia socialista. Basta recordar cómo se indignó cuando, en una rueda de prensa con corresponsales y enviados especiales extranjeros, un periodista alemán le preguntó por el "precio del negocio" de traer a Pinochet de vuelta.

Dribleando en un metro cuadrado, el Panzer tuvo que enfrentar además a su partido. Tres dirigentes recuerdan que debió defenderse en un Comité Central de los ataques y críticas. Su postura le costó fuertes discusiones, al borde de la fractura, con figuras como Carlos Ominami, particularmente sensible al tema.

Un líder histórico asegura que un molesto Gonzalo Martner exigió que renunciar al cargo de ministro. Otro recapitula que Insulza retrucó más o menos en estos términos: que su lealtad estaba con el partido, pero que si éste consideraba que tenía que dejar el gabinete, él no iba a renunciar a menos que el PS se retirara oficialmente del gobierno.

Lagos, dicen, era el principal interesado -por razones obvias- de que el asunto se solucionara luego y en paz. No quería un flanco interno que le pusiera cuesta arriba la campaña, con compañeros acusándose de traidores ni mucho menos. A la larga nadie renunció ni se retiró.

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