El factor Espina: mitos y verdades de las culpas del dimitido director deportivo en la crisis de Colo Colo
El gerente de los albos se va después de 864 días, en los que su gestión fue bastante cuestionada por una serie de decisiones, aunque hay varias que tienen directa relación con la cúpula que encabezan Aníbal Mosa y Harold Mayne-Nicholls.
Marcelo Espina asumió oficialmente como gerente deportivo de Colo Colo el 1 de agosto de 2018. Ahí se mantuvo hasta el sábado, cuando renunció por sentir que “no contaba con la tranquilidad y la confianza necesaria para cumplir con el trabajo encomendado”, después de dos años y cuatro meses en el cargo y bajo una de las peores crisis de la historia del club. Lo hizo dos horas antes de que el Cacique enfrentara a Unión Española y venciera por 1-2 en Santa Laura, un remezón que sacudió más al cuerpo técnico que a los propios jugadores.
El ex capitán y entrenador de los albos se impuso a Sebastián González en la elección para el cargo realizada por el directorio de Blanco y Negro, que por esos días encabezaba Gabriel Ruiz Tagle. La gestión del Cabezón comenzó con algunos problemas, sobre todo con Aníbal Mosa, el principal accionista, quien no dudó en criticar su labor. “A Bryan (Carvallo) lo regalaron. 600 mil dólares por un jugador como él es un regalo”, acotó. “Ruiz Tagle y Espina lo hacen muy mal... No saben negociar. Lo que les dicen, lo aceptan. ¿Qué pasa con Espina que no es capaz de enviarnos un mail?”, dijo a AS en septiembre de ese año. Sin embargo, esa relación tuvo que mejorar después de que el comerciante sirio recuperara la testera de la sociedad anónima.
El transandino llegó con la misión de renovar el plantel y eso le costó la inmediata distancia de varios jugadores más experimentados. Sobre todo, luego de que comenzara a tomar las primeras medidas. Uno de los primeros damnificados fue Gonzalo Fierro. También Héctor Tapia, el DT, que llevó a Colo Colo por primera vez a los cuartos de final de la Copa Libertadores en más de 20 años, pero que en el Torneo Nacional tuvo una pésima racha, que impidió que se le renovara el contrato. Lucas Barrios, uno de los grandes nombres del segundo semestre de ese año, y Damián Pérez rescindieron a los pocos meses. El primero alegó situaciones de camarín que no le parecieron, mientras que el segundo esgrimió razones personales para irse.
La salida de Tito Tapia obligó a buscar a un reemplazante que llenara el gusto de todos los directores de la concesionaria. Así, Mario Salas fue acercado por Espina y los miembros lo aprobaron por aclamación, convencidos de que el Comandante repetiría los títulos que consiguió con Universidad Católica y, sobre todo, lo hecho ese año en Sporting Cristal, donde ganó todas las coronas posibles. El estratega mantenía una gran amistad con Espina, ya que fueron compañeros e, incluso, compartieron cuerpo técnico. No obstante, durante el año nuevamente hubo muchos problemas. El cuestionable manejo de habilidades blandas del viñamarino le costó forjarse una relación muy distante con los jugadores, lo que derivó en la salida de Agustín Orión, y una muy mala racha inmediatamente después de ese episodio. Futbolísticamente, el equipo nunca encontró una idea de juego y las “oportunidades de mejora” jamás llegaron. Asimismo, el incendio de los referentes creció. La salida de Jaime Valdés y Jorge Valdivia le significó al exseleccionado argentino ganarse nuevos enemigos. De todos modos, igual se le terminó renovando a Esteban Paredes, Juan Manuel Insaurralde y Julio Barroso, lo que en cierto modo se contradijo con el discurso de rejuvenecimiento del vestuario.
Paralelamente, Espina armó una oficina técnica (con profesionales de todo tipo) y quiso poner en marcha el Proyecto 60-40, que buscaba en el mediano plazo que el equipo estuviese conformado por un 60% de jugadores de las divisiones menores y un 40% de refuerzos. Para ello se renovó la estructura de las series menores y fue contratado Ariel Paolorossi, de gran experiencia en el trabajo formativo y responsable de la exitosa cantera de Lanús. Sin embargo, al día de hoy, no hay una gran avance en esta materia.
En materia de refuerzos, el gerente deportivo consiguió la llegada de interesantes nombres en el papel, pero que en la práctica no rindieron. Así llegaron Ronald de la Fuente, Javier Parraguez, Gabriel Costa, Leonardo Valencia y Nicolás Blandi, jugadores que venían de buenos rendimientos y por los que se desembolsó mucho dinero, pero su aporte ha sido bastante cuestionable. También hubo casos como el de Juan Carlos Gaete, en el que a Espina se le achaca no verificar los aspectos psicológicos del jugador, y el de Nicolás Díaz, del cual se informó al directorio que su contratación estaba cerrada y finalmente terminó en México por petición de Pablo Guede. Otros sí tuvieron un mejor desempeño, como Pablo Mouche (especialmente en su primer año), Iván Rossi, Maximiliano Falcón y, en cierto modo, César Fuentes.
En cuanto a ventas, las transferencias de Claudio Baeza y Esteban Pavez (aunque esta última se la atribuye Harold Mayne-Nicholls) dejaron importantes cifras de dinero (US$ 3,5 millones y US$ 2,1 millones respectivamente). Sin embargo, esta temporada los albos no han podido concretar ningún negocio, lo que impactó negativamente en los balances financieros de la sociedad anónima.
Internamente y públicamente a Espina se le criticó muchísimo el hermetismo que intentó traspasar a las diversas gestiones comunicacionales. Así, se demoraron en exceso citaciones y partes médicos, todo en un trabajo mancomunado y muy cercano con Know How Chile, la empresa de asesorías de Juan Carvajal, y que ha sido la voz en el oído de Mosa y Mayne-Nicholls durante su periodo en el Cacique. Todo pasa por la consultora. Desde las conferencias o entrevistas (en las que más de alguna vez se ha apuntado al rol de los jugadores) hasta decisiones tan cuestionables como publicar una foto del presidente, vicepresidente y gerente deportivo viajando a Brasil para traer a Luiz Felipe Scolari, quien finalmente les terminaría dando un portazo en la cara.
Tras las filtraciones de un sector del directorio, en las que se le endilgaba al Cabezón la responsabilidad en el paso del plantel al Seguro de Cesantía, cuando en realidad la determinación fue tomada por la cúpula y QRF, la firma de abogados que los asesora. Por eso, el ahora ex gerente deportivo descartó tajantemente estar involucrado en esa idea. “Lo que no asumiré son responsabilidades por hechos ajenos a mi función. Jamás me he entrometido en los temas económicos propios del directorio, en relación al pago a los jugadores, cosa que tampoco ocurrió en este año 2020″, señaló en su carta de despedida.
Y si bien Espina efectivamente no tuvo relación con la decisión de mandar a los futbolistas a la Ley de Protección al Empleo e, incluso, se le redujo el sueldo a la mitad, sí se le cuestiona su posición pasiva sobre lo que sucedía administrativamente, tanto en ese tema como en el de Matías Zaldivia, lo que podría haber sido una buena oportunidad para acercarse a los jugadores. Aunque sí posteriormente se le reconoció en el plantel su rol mediador para intentar conseguir acuerdos, sobre todo después de que Mayne-Nicholls se transformara en una persona muy poco querida para el grupo tras su papel en las negociaciones para lograr una rebaja salarial.
Uno de los últimos hechos que incomodó a Espina fue el regreso de Jorge Valdivia. El Mago se fue vociferando tras no renovar y el gerente deportivo también fue destinatario de la furia del volante, quien hasta demandó a Colo Colo. Sin embargo, Mosa hizo borrón y cuenta nueva y decidió el regreso del mundialista, en una determinación desesperada ante la crisis del club.
El Cabezón sin la confianza y decepcionado de algunos miembros del entorno más cercano que lo acompañó en el periodo del actual timonel, decidió firmar su salida del club tras 864 días de más sombras que luces, una salida que parece ser más efectista que efectiva, ya que pase lo que pase, la estructura organizacional va a sufrir cambios.
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