El factor ME-O en la trenza opositora con la Argentina de Fernández
Con dos impasses consecutivos entre La Moneda y La Casa Rosada, la amistad entre el mandatario trasandino y el excandidato presidencial -articulador del Grupo de Puebla- es dato obligado en el diagnóstico de Santiago sobre la accidentada relación con Buenos Aires. Replegado de la política local tras dos derrotas electorales, Enríquez-Ominami puso sus fichas en busca de la unidad de la izquierda latinoamericana, pero mantiene nexos con el oficialismo chileno.
Marco Enríquez-Ominami Gumucio y el canciller Teodoro Ribera no han hablado ni mantienen contacto. En eso no hay dos versiones. El ministro chileno no tiene su teléfono y en el gobierno afirman que tampoco se sentaría a conversar con él en estas circunstancias. Pero no por animadversión.
Si lo hiciera podría validarlo en algún grado como interlocutor e introduciría ripios a la relación con su par trasandino Felipe Solá. En Buenos Aires, el embajador Nicolás Monckeberg -allá desde enero- se ha reunido a conversar con el protagonista de esta nota más de una vez. Pero solo para hablar de geografía política argentina, no para gestionar acercamientos ni salvar las asperezas que se han acumulado entre los dos gobiernos.
Dichas precisiones tienen que ver con una de las aristas del rol y ubicación en el tablero político binacional del exdiputado, exPS, hoy PRO, y que se ha vuelto comentario tras los dos encontrones consecutivos entre ambos gobiernos originados en comentarios de Alberto Fernández sobre la gestión de Sebastián Piñera: primero, por el coronavirus (viernes 10), y luego por la arenga a los delegados de la oposición chilena para que “zanjen sus diferencias para recuperar el poder” (viernes 24). Amigo personal del presidente argentino, con acceso directo a la Quinta de Olivos y articulador del Grupo de Puebla -el último roce se originó en una teleconferencia del colectivo progresista-, el devenir de su carrera ha puesto a Enríquez-Ominami en una incómoda cancha VIP para Santiago.
Todo, justo en estos meses en que La Moneda brega por tener canales fluidos con una Casa Rosada de signo político antagónico, con escasos puentes, embajadas que no terminan de instalarse plenamente y sucesivas colisiones. Y sobre todo con Fernández jugado por liderar a las fuerzas de izquierda en la región en pos de, como les dijo el viernes, “unirnos para que nunca más gobiernen los que gobiernan contra la gente”.
Así, la llegada e influencia que pueda tener ME-O en el gobernante kirchnerista -y con otros líderes del sector en la región- es vista con cierto cuidado en el gobierno y con interés pero cautela por algunos sectores de la izquierda chilena. Y en ese punto conviene tener en cuenta un dato que explica las precauciones de Ribera y Monckeberg. Así como nadie discute en Santiago que él tiene un nexo privilegiado con Fernández que el gobierno aún no teje, el excandidato también cuenta con enemigos en el ministerio que lidera el canciller Solá, debido a la enrevesada fauna peronista.
Replegado ya de la arena política local después de dos derrotas electorales presidenciales -y dos juicios, los casos SQM y OAS que aún no concluyen-, el hijo de Miguel Enríquez se ha reconvertido y ha puesto sus fichas en el extranjero para seguir siendo un “animal político” (como el libro que el 2004 publicó con su padre adoptivo, Carlos Ominami), cuentan los suyos. Esta vez, apostando a ser el productor ejecutivo de la izquierda regional, en momentos que la versión chilena lamenta las críticas a su irrelevancia en Santiago. De hecho, en la cumbre poblana del viernes el senador PS José Miguel Insulza sacó a colación la portada de The Clinic que hacía mofa de eso.
Lo logre o no ME-O, con esas redes su rol levanta controversias. Partiendo por el llamado telefónico de ayer entre Piñera y Fernández, que nunca se han visto en persona pero que en febrero pasado estuvieron a punto de verse las caras sin zoom de por medio.
La cumbre que no fue
El único punto en que coinciden las distintas versiones es que los 42 minutos que duró la conversación de ayer no fue cosa de última hora ni tampoco a raíz de lo ocurrido el viernes en la cumbre poblana. Se venía gestionando desde hace una semana al menos, tras el episodio coronavirus. En el gobierno hicieron saber ayer, e insistieron dos veces, que Enríquez-Ominami no facilitó el telefonazo. Que fue solo por canales oficiales, con jefes de gabinetes, segundos pisos y cancillería de por medio.
Los que conocen la versión de la vereda de ME-O es distinta: que él habría intermediado pero indirectamente, facilitando de alguna forma el contacto entre ambos equipos, y que no habría pasado por la jefatura de la diplomacia chilena. Y que cuando ayer en Radio Duna dijo que el Presidente Piñera ha puesto freno a la reunión pendiente con Fernández, lo hizo sabiendo que estaban a horas de conversar.
Con el trasandino se conocen desde el 2009. Él vino a Santiago a prologar su documental Al fondo a la izquierda. Tejieron amistad -aunque la del presidente con Carlos Ominami es anterior- y ME-O lo acompañó antes de la elección a una gira por Europa. Le facilitó puentes con el mandatario francés Emmanuel Macron y le ha gestionado contacto con otros líderes, gracias a las redes que mantiene personalmente con varios de ellos. Lo ha visitado en Olivos y en su departamento. En noviembre definió en Perfil su relación con él: “No soy asesor de Alberto Fernández. Soy su amigo. Y soy, si se me permite el término, una suerte de fan, groupie, admirador. Lo acompañé por múltiples razones, por amistad”.
Después vino el cambio de mando y Clarín acusó que el chileno había desaparecido de la agenda presidencial y que había sido desplazado o “caído en desgracia”, cosa que ME-O ha negado y ha explicado en privado que ahora era el turno de los equipos oficiales luego del cambio de mando. Pero esa vez circularon versiones de discusiones suyas con el canciller Solá. Desde entonces eso es un dato fijo acá en Santiago. Y desde entonces, también, el chileno busca evitar que lo tachen de ‘canciller en las sombras’.
Sin perder el nexo con Fernández, también hay controversia -según a quien se le consulte- por su papel en los intentos de reunir a los dos mandatarios. Una de las versiones dice que después de las primarias (PASO) del 11 de agosto, ME-O se habría comunicado con el entonces ministro del Interior, Andrés Chadwick, para hacer presente que el cambio de color en el poder trasandino ya estaba casi zanjado, que era cosa de tiempo y que había que tender puentes. La respuesta no habría sido positiva. Éste habría vuelto a insistir tras el triunfo de la primera vuelta, el 27 de octubre, con los mismos resultados. De cualquier modo, con el estallido social la cumbre se volvió impracticable.
Donde no hay dos versiones es que el encuentro pendiente estuvo a punto de realizarse a fines de febrero, y que Fernández iba a venir a encontrarse con Piñera. Pero volvió a fracasar. En fuentes de gobierno dicen que esto iba a ocurrir en Santiago, y que además iba a haber una reunión con empresarios. Los allegados a Enríquez-Ominami sostienen que acá plantearon que fuera en Lago Ranco, donde el Presidente Piñera estaba de vacaciones. De cualquier modo, en febrero Piñera tenía la mente puesta en un marzo que se temía apocalíptico, y eran otras sus prioridades.
¿Con quién más tiene redes en el gobierno? En su sector no quieren quemar nombres en servicio activo; sí creen que la Cancillería chilena ha intervenido para evitar que los contactos con la Casa Rosada pasen por él. Claro que otras veces ha tenido contacto con el bando rival. Cuando el expresidente colombiano Ernesto Samper vino a Chile a comienzos de marzo, se reunió con parlamentarios de derecha como Andrés Allamand (RN) y Juan Antonio Coloma (UDI) para analizar el proceso constituyente. ME-O intermedió de algún modo para que conversaran; en el oficialismo dicen que el contacto con el senador gremialista fue gestionado por Camilo Lagos, presidente del PRO y uno de los brazos derechos de Enríquez-Ominami.
Visto lo ocurrido, en la Cancillería leen su papel en el Grupo de Puebla y su alianza con Fernández como “una molestia menor”, aunque dan por seguro que lo sucedido el viernes se repetirá. Y creen que dicho rol del chileno forma parte de un cuadro en que el presidente argentino aparece con un agenda ideologizada, y que dificulta trabajar en intereses recíprocos mientras eso persista. Por eso, recalcan, se le hizo presente a Buenos Aires la “profunda extrañeza” por los dichos de Fernández el viernes: se eligió hacerlo a nivel de subsecretario subrogante y un día domingo, para dejar en claro que “el tema no nos es indiferente” y con un marcado aire de molestia.
Se suma al cuadro, agregan en el gobierno, que las embajadas no han terminado de instalarse. El embajador Rafael Bielsa, nombrado en enero, aún no llega porque recién en febrero presentó sus papeles al congreso trasandino. Una de la tesis que circulan en el Ejecutivo es que la demora podría obedecer a que en Buenos Aires estaban atentos a la inestabilidad que vivía la administración Piñera a principios de año. En todo caso, el embajador Monckeberg sí mantiene diálogo y actividades conjuntas con Bielsa: el mismo viernes de la cumbre poblana compartió un panel con Bielsa titulado “Chile y Argentina: Un esfuerzo conjunto ante el COVID-19”.
Mientras, ME-O tiene claro el resquemor en el gobierno, prefiere centrarse en nuevos hitos del Grupo de Puebla y prepara nuevas producciones audiovisuales y un libro sobre comunicación política. Y todo esto lo ha llevado a reencontrarse con su ex partido, el Socialista: el viernes tuvo trato cordial, casi amistoso, con el senador José Miguel Insulza y diálogo el presidente Álvaro Elizalde. Con el primero se lleva bien hace años. Con el jefe PS hablan pero no seguido, y en el colectivo dicen que tienen una buena relación, lejos de la “odiosa” -describen- que tuvo años atrás con dirigentes como Camilo Escalona. Pero aunque valoran su “producción ejecutiva” de cumbres que buscan unir al sector, insisten que no dependen de él para tener sus propios nexos con líderes progresistas latinoamericanos. Y que ven con distancia alianzas políticas en Chile si el PRO está más cerca del PC.
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