Talento femenino: libro recoge entrevistas con 17 mujeres del cine chileno actual

Dominga Sotomayor
Dominga Sotomayor, cineasta chilena, ganadora del premio a la Mejor dirección en el Festival de Locarno. FOTO:MAURICIO MENDEZ/AGENCIAUNO

Desde directoras como Dominga Sotomayor y Alicia Scherson hasta montajistas como Andrea Chignoli, profesionales con distintos roles fílmicos comparecen en el tercer libro de la serie ¿Por qué filmamos lo que filmamos? Editado y prologado por Antonella Estévez, el volumen pone de relieve un quehacer históricamente subestimado.


En su libro sobre los años chilenos de Raúl Ruiz cuenta Yenny Cáceres una anécdota decidora. Marilú Mallet, Angelina Vázquez y Valeria Sarmiento “eran jóvenes, de izquierda y querían hacer películas”. Corría 1973 y este trío de amigas y colegas “sabían que tenían que unir fuerzas. Ya habían filmado su primer documental y ahora querían dar el salto a la ficción. Fueron a presentar un proyecto a Chile Films”. Eran tres historias de mujeres: tres mediometrajes que se convertirían en un solo largo.

“¿Qué desean las señoras?”, dicen que les dijeron en Chile Films. Y les rechazaron el proyecto. En esa época siempre era así, recuerda en el libro Sarmiento, hoy reconocida cineasta, viuda de Raúl Ruiz: “Decían, ‘compañeras, ustedes tienen que esperar’. ‘La liberación de la mujer es para más adelante’”. Casi medio siglo más tarde, el episodio es de los que contribuye a dibujar en retrospectiva la ardua y empinada batalla de muchas mujeres por ganarse un lugar y una validación en el masculinizado espacio de la creación cinematográfica.

Directoras, guionistas, productoras, montajistas, sonidistas, entre otras, son hoy hartas más que a principios de los 70. Tras la ola feminista de 2018, sin embargo, el encaminamiento a la paridad de género en el cine asoma más bien como un desde. Y al tiempo que persisten las asimetrías, se expande la percepción de que hay un hacer y un concebir propio de ellas, más que de ellos, y que a diferencia de ellos, es un acercamiento que ha encontrado obstáculos y preconceptos de todo tipo y del cual se ha investigado muy poco. Pero algo se ha venido haciendo.

Alicia Scherson-Cristián Jimenez
La directora Alicia Scherson (Play, El futuro). FOTO: JORGE FUICA/AGENCIAUNO

Tómese el caso de Mallet, Sarmiento y Vásquez. La vía sinuosa que las tres recorrieron para llegar a la casa del cine era parte hasta hace muy poco de un ámbito semiclandestino de la historia del cine chileno, pero en 2016 apareció Nomadías, editado por Elizabeth Ramírez y Catalina Donoso, y algo de justicia se hizo. Y ahora este y otros recorridos son parte de una perspectiva mayor: La Pollera edita ¿Por qué filmamos lo que filmamos? Diálogos en torno a la mujer en el cine chileno (2020), donde no solo hay 17 entrevistadas, sino también una mirada urgente que se expresa en un extenso prólogo donde Antonella Estévez provee elementos para construir una historia. Eso, y algunas premisas: que la presencia de una mayor cantidad y diversidad de mujeres “es un imperativo” y que “no da lo mismo quién escriba y dirija una película”.

“Sabemos muy poco”

Fundadora y directora de Femcine, académica de las universidades de Chile y del Desarrollo, conductora radial y doctoranda en Estudios de Género, Estévez ya había tenido a su cargo en 2017 el segundo libro de la serie ¿Por qué filmamos lo que filmamos?, impulsada por la UDD para socializar sus diálogos con el mundo audiovisual. Esta vez le pidió el director de la Escuela de Cine, Marcelo Ferrari, que desarrollara un tercer volumen a partir del material de los cine-foros abiertos a la comunidad. Ante la propuesta, Estévez contrapropuso: que sea sólo de mujeres.

La obra resultante incorpora las conversaciones sostenidas al final de la proyección de filmes de Lorena Giacchino (La directiva), Alejandra Carmona (Zurita, verás no ver), Claudia Huaiquimilla (Mala junta) y Dominga Sotomayor (Tarde para morir joven), entre otras directoras. También, entrevistas “de trayectoria” realizadas por Estévez con otras realizadoras (Marialy Rivas, Alicia Scherson), así como con la montajista Andrea Chignoli y la productora Alexandra Galvis, por dar sólo un par de roles complementarios de la dirección.

Y esto, que ya es bastante, no es todo. El señalado prólogo de Estévez es harto más que una invitación y que un set de palabras preliminares: es el intento de reconstruir una historia en que, las más de la veces, deja ver ninguneo e invisibilización. “Sabemos muy poco sobre las mujeres y su aporte”, plantea la editora y prologuista, quien recurrió a la documentación disponible y al oficio de investigadores como Luis Horta, Marcelo Morales y María Paz Peirano, quienes le confirmaron lo poco y nada que se sabe y que se tiene. “Nos pareció importante poner eso en evidencia y relevar lo que sí sabemos”, remata.

La montajista Andrea Chignoli.
La montajista Andrea Chignoli.

Hecha la enjundiosa contextualización, vienen las 17 mujeres, algunas recién bautizadas en la ópera prima y otras con un recorrido que se remonta hasta fines del siglo pasado. ¿Qué tienen en común? ¿Un “cine de mujeres”? ¿Existe ese cine en Chile? El Femcine, para efectos operativos al menos, lo define como aquel “desarrollado por cineastas mujeres” y que “pone a mujeres como centro del relato, aunque la película esté dirigida y/o escrita por varones”. ¿Qué contestan las entrevistadas a quienes se les pregunta por este ítem?

Para la directora y productora Paola Castillo (74m2, con Tiziana Panizza, también entrevistada en el libro) la respuesta depende de la definición previa de quien formula la pregunta. Alicia Scherson (Play), no obstante tiende a decir que no lo hay, está segura de que “el cine hecho por mujeres es diferente”. Y en lo que concierne a Marialy Rivas (Joven y alocada) la contestación es expedita: “Sí. Creo que las mujeres cineastas están en la búsqueda de eso. Obviamente, hay hombres que se dieron cuenta de que la ola iba hacia contar historias de mujeres y se pusieron a dirigir únicamente este tipo de historias”.

No es este ni con mucho el único de los temas, tal como la perspectiva de género no es la única vía de acceso. Hay cantidad de otras preguntas (por qué salen tan pocas directoras de las escuela de cine, qué explica la desproporción entre documentalistas y realizadoras de ficción) y más de una historia entrañable, sea en el rodaje de La directiva con sus árbitros amateurs, o en Tarde para morir joven y la necesidad de anclar las emociones más en la temporalidad de una adolescencia que en el contexto histórico.

Por qué filmamos lo que filmamos.

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