El testimonio de Matías Muñoz: estudiar para ser puntaje nacional en una residencia de Mejor Niñez (ex Sename)
El adolescente que desde los 7 años vive bajo la custodia del Estado. Desde ese momento se puso como meta ser unos de los mejores estudiantes para cambiar su destino: esta semana recibió la noticia de que fue puntaje nacional en la Prueba de Transición Universitaria de matemáticas, lo que le permitirá estudiar la carrera que siempre quiso. “Para todo niño estar en un hogar es complejo, es una situación adversa que no se supera fácil“, dice él, aunque confiesa que en su caso "fue la mejor decisión. De no haber llegado acá, sé que mi historia sería distinta”.
“En una clase de primero básico una profesora realizó un dictado, y yo no podía responderlo porque no sabía leer. Luego llegó un compañero y dijo textual lo que decía, y como lo dijo con tanta facilidad me frustró mucho. El siguiente año, en segundo básico, la profesora se acerca y me dijo que había sacado el primer lugar. Desde ahí entendí que esforzándose se puede lograr cualquier cosa”.
Esa es la experiencia que marcó a Matías Muñoz Muñoz (19), quien desde los 7 años vive en una residencia de Mejor Niñez -antes, Sename- en Concepción y que esta semana se hizo conocido por lograr 850 puntos en la Prueba de Transición Universitaria (PTU) de matemáticas. Con ese resultado ahora opta a estudiar medicina.
Hasta los 10 años, Matías estuvo en una residencia en Chiguayante, para luego llegar a la residencia de protección para mayores casa central Fundación Ciudad del Niño Ricardo Espinosa de Hualpén, donde vive hasta hoy. En el primer hogar, trabajaba una funcionaria llamada Gloria, ella todos los días se encargaba de revisar los cuadernos de Matías y acompañarlo en el proceso de desarrollar las tareas. “Así estaba toda la tarde haciendo tareas, toda la tarde leyendo. Con esa disciplina que ella me creó, después yo me fui por un tubo”, dijo el joven.
“Siento realmente que estoy en un sueño. Siempre he creído que las metas son diarias. Mi meta era comportarme como un estudiante de medicina y enfocarme en estudiar para lograr eso, pero ahora que se hizo realidad, es como que aún no lo creo”, cuenta Matías emocionado al teléfono.
Durante la pandemia, finalizando cuarto medio, el joven se fue a vivir a la casa de su mejor amiga por unos meses. Necesitaba tener un espacio con permanente conexión a internet para realizar sus clases. Ahí Marcela, la madre de ella, lo integró a la familia.
Durante toda su enseñanza media, Matías fue becado en el preuniversitario Pedro de Valdivia, y -en 2021 en particular- asistió paralelamente a un grupo de apoyo de la fundación Ciudad del Niño. “Estaba todo el día estudiando. Incluso, a veces me repetía las clases del preuniversitario”, relata con algo de vergüenza.
Eran pocas las ocasiones en que estudiaba en la residencia, su casa, porque no contaba con los espacios para concentrarse. Dividía sus días en ir al preuniversitario, la biblioteca de Concepción y también en la oficina del papá de una compañera de estudio, quien facilitaba el espacio para que el grupo estudiara.
Para Matías el proceso de preparar la PTU fue largo, incluso se preparó un año en exclusivo a ello. Tras dar la prueba en el proceso 2020, no quedó satisfecho con los resultados, ya que no le alcanzó para ingresar a estudiar medicina. “En ese escenario me responsabilicé de mis actos y dije ' bueno, hay que ser realista y no estudié acorde a lo que deseaba’. Entonces me preparé bien”, relata con un tono seguro el estudiante.
Su vida en una residencia
Sin entrar en detalles, Matías cuenta -compungido- que su infancia no fue fácil. A los 7 años, luego de verse vulnerados sus derechos, su integridad física y sicológica -sin dar detalles-, “se decidió que yo estuviera en un hogar, la que creo fue la mejor decisión. De no haber llegado acá, sé que mi historia sería distinta”.
“Para todo niño estar en un hogar es complejo, es una situación adversa que no se supera fácil, lo veo como un trauma llegar así. Tú te desligas de tu familia de un día para otro, y ahí es donde uno tiene que aprender a hacerse fuerte y aceptar dónde está. Hay que tratar de sobrevivir”, cuenta con serenidad.
Al llegar a su primer hogar en Chiguayante, dice que lo más impactante en ese momento fue el desapego. “A pesar de las causas que te llevan a terminar aquí, uno igual extraña a las personas con las que vivía. Las necesitas. Pero luego se aprende a vivir, y ahí es donde uno comienza a buscar una red de apoyo en otros adultos referentes”, dice Matías.
También sus dos hermanos, la mayor, de 26 años, y el menor, de 12, han pasado o viven en residencias. Matías mantiene contacto con los dos. “Mi hermana está muy orgullosa de mí. Cuando le conté no lo podía creer y menos yo. Esa sensación de cercanía que tuvimos en ese momento me hizo sentir muy bien”, dice emocionado.
El futuro estudiante de medicina confiesa que no ha tenido una vida fácil y que todo lo que vivió no dependía de él. Ahora, en cambio, “por primera vez es algo que estaba en mis manos, bajo mi control, estaba en mí darlo. Lo hice y lo logré”. El joven espera que su historia y su logro sirvan de inspiración para otros niños, niñas y jóvenes que están bajo la custodia del Estado, pero también para quienes están al cuidado de ellos. “Hay muchos jóvenes como yo en muchas residencias del país, incluso más inteligentes que yo, pero uno lo que necesita es apoyo, simplemente eso. Que alguien crea en que uno es capaz de llegar lejos”, asevera.
La medicina
“Siempre supe que estudiaría medicina y por ello necesitaba entrar a un colegio que me permitiera eso”. El joven tuvo hace años su meta clara. Por eso, a sus tutores de la residencia les pidió estudiar en el colegio Juan Bautista Etchegoyen de Talcahuano. Un particular subvencionado.
¿Por qué medicina? “En séptimo básico nos tocó el área de ciencias, donde nos pasaron el cuerpo humano y el sistema nervioso. Cuando vi cómo se relacionaba cada cosa, cada órgano, cada cosa de nuestro cuerpo influía en otra cosa, vi que todo era perfecto. Ahí me di cuenta que era algo que quería conocer más, saber más, comprenderlo y apreciar algo tan maravilloso como el cuerpo humano”, cuenta. Desde ahí, nunca perdió el norte de estudiar esta carrera.
Ya con los puntajes en mano, y tras las dudas sobre si estudiar en la Universidad de Concepción o en la Universidad de Chile, finalmente hoy decidió que la segunda será donde se formará como médico. Pero tiene aprensiones y miedos.
“Si bien tengo gratuidad, tengo dificultades para pagar mis otros gastos como vivienda, comida, transporte, materiales de estudio. Todo lo que implica estudiar en otra región y una carrera como esta. Si bien el hogar me quiere ayudar, sería difícil, porque estos programas reciben una ayuda específica”, dice al teléfono.
Matías, ahora sí, se prepara para tomar el control de su vida.
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