Guillermo Calderón, el dramaturgo tras Araña y Ema: "El guionista es una especie de sicoanalista del director"

GUILLERMO CALDERON

Casi a la par de su labor como autor teatral, con obras como Villa+Discurso, su nombre ha estado detrás de algunas de las más exitosas producciones del cine chileno reciente, como Violeta se fue a los cielos (2011) y Neruda (2016). Aquí, el también guionista de las nuevas cintas de Andrés Wood y Pablo Larraín cuenta que creció viendo películas europeas, que uno de sus máximos referentes en la escritura es Quentin Tarantino y que ver su trabajo en la pantalla grande puede llegar a ser una "experiencia horrorosa".


Nunca fue un fetichista del VHS o de las olvidadas cintas Beta. A sus 20 años, mientras estudiaba Teatro en la Universidad de Chile en plena década de los 80, Guillermo Calderón (1971) era de los que prefería comprar entradas y pasarse la tarde en las funciones dobles de los antiguos cines del centro, donde pasaban películas que, de no ser por la cinefilia underground de la época, probablemente nunca hubiese podido ver. Si lo hacen escoger, se queda a ojos cerrados con el influjo de los europeos de los 70; Bergman, Godard, Truffaut, pero solo hasta entrados los 90, eso sí, cuando Tarantino lo noqueó con Pulp Fiction. Desde entonces, dice, es uno de sus cineastas de cabecera "y difícilmente dejará de serlo, aunque me gustan más sus guiones".

"Me crié viendo películas. Pertenezco a la cultura de las personas que vio muchas películas en video pero también iba mucho a los cine arte. Era una especie de movimiento y subcultura, a mi parecer mucho más intelectual que la que hay ahora. Era el lugar donde se podía consumir cine internacional interesante; El Biógrafo y el Normandie, principalmente. Yo iba cuando aún estaba ahí en la Alameda, donde está ahora el Centro Cultural Alameda. Ese lugar era para mí súper importante", cuenta Calderón en una cafetería en Providencia.

"Cuando uno estudia teatro, casi todos los referentes son del cine, porque casi nunca has visto las obras. Es decir, los profesores te hablan de textos clásicos que temporalmente ya no están, pero sí te pueden decir que la película Quién le teme a Virginia Woolf está basada en la obra de (Edward) Albee y que la dirigió Mike Nichols en su mejor versión, con Richard Burton y Elizabeth Taylor. Son esos los referentes que se van acumulando en uno, al menos para mí. Entonces, es inevitable esquivar la influencia del cine, incluso si eres actor o, más bien, sobre todo si eres uno. Por tanto, llegar al cine para mí no fue un honor –agrega–, sino un paso casi natural".

El dramaturgo chileno acababa de estrenar sus primeras obras junto a la compañía Teatro en el Blanco –Neva (2006), Clase y Diciembre (2008)–, cuando el director de Machuca, Andrés Wood, se le acercó con un guion "que necesitaba una reescritura", recuerda. Era el texto de su elogiada cinta Violeta se fue a los cielos (2011), basado en el homónimo libro escrito por el fallecido músico e hijo de la artista chilena, Ángel Parra.

"La tenía casi lista pero necesitaba ayuda en términos de escritura. Se me dio el proyecto y fue súper interesante, porque al final terminé trabajando en la película mucho más de lo que se pensó inicialmente", cuenta Calderón. "La figura de Violeta Parra había influido mucho, con su música y poesía, y quise entrar en ese mundo a partir de algo que fuera emocionalmente tan vinculante. Ahora, yo vengo del teatro, entonces no sabía cómo escribir bien para cine, tenía nociones, obviamente, pero aquí se necesita un sentido distinto: en cine uno tiene que ser radicalmente colaborador, y segundo, pensar en imágenes, ser visual. Al menos para mí, aquí la colaboración es más rica que en el teatro, porque yo soy dramaturgo y director de mis obras. Soy yo quien coordina todo. En cine, en cambio, tienes que adaptarte a una visión ajena a la tuya, y el guionista pasa a ser una especie de sicoanalista del director y vidente del futuro. No sé cómo explicarlo, pero tienes que ser capaz de traducir lo que el director quiere, saber hacia dónde va la película, y muchas veces ellos mismos están en proceso. Andrés Wood, por ejemplo, siempre está diciendo 'hagámoslo de otra forma'. Trabajar con él es como tomar un curso o taller de escritura intensivo", agrega.

Su aplaudida colaboración con Wood le abrió puertas que hasta hoy no se le cierran: en 2014 fue fichado por Pablo Larraín para hilvanar las historias de un grupo de curas chilenos relegados por múltiples causas en El club (2015), ganadora del Oso de Plata en Berlín, y un año más tarde para convertir la persecución política del poeta y Nobel chileno Pablo Neruda en una suerte de fábula del cazador, en Neruda (2016), estrenada en Cannes y que además compitió por el Oscar a la Mejor película extranjera en 2017.

Ahora, el nombre de Guillermo Calderón se encuentra también en los créditos de las dos principales cintas chilenas del año: Araña, donde vuelve a unir fuerzas con Wood, y Ema, la nueva película del director de No y Jackie. Ambas permanecen en salas locales, y solo hace algunas semanas la primera fue escogida para representar a Chile en la entrega de premios de la Academia de Hollywood, en febrero próximo.

[caption id="attachment_851003" align="aligncenter" width="700"]

Araña2.jpg

Araña, de Andrés Wood, buscará un cupo entre las nominadas al Oscar internacional.[/caption]

Protagonizada por Marcelo Alonso, Mercedes Morán y Felipe Armas, Araña narra la historia de tres antiguos miembros del grupo paramilitar de extrema derecha Patria Libertad, quienes se reencuentran tras varias décadas y en un país completamente distinto al Chile de los 70. No todos, sin embargo, corrieron la misma suerte: uno de ellos, Gerardo (Alonso), vuelve a la superficie para desatar una sanguinaria venganza y un sórdido plan que ha ideado por años.

"A Andrés le interesaba cómo estos problemas del pasado existían hoy, y la urgencia de hacer esta película lo da este Chile que cambia y se llena de gente de muchas partes. Eso produce una reacción que puede ser violenta", comenta Calderón. "Patria y Libertad estaba desesperado por tener un mártir, e inventaron uno que moría y después se olvidaron de él. Esa es una historia real y para nosotros era interesante rescatarla aun cuando podía parecer ridícula o escandalosa, porque crea la posibilidad de que exista un fantasma de la violencia en el Chile de hoy y que además se plantara a través de este fantasma, que además es un sobreviviente. Él está listo para actuar si es convocado; representa el fracaso y a todos los desplazados por el neoliberalismo. Patria y Libertad tenía este discurso antiimperialista, apoya el Golpe y todo eso, pero son traicionados y ellos mismos se traicionan. Yo te diría que el 90% se vinculó al nuevo gobierno y aceptó con mucho placer hacerse millonarios con la transformación del país, pero hubo algunos más radicalizados y que se quedan ahí, olvidados y ofendidos. Retratar ese gen que aparentemente estaba dormido era de suma importancia, y la película de alguna forma se nos queda como una especie de horror. Una pesadilla posible. Así es como trabajamos el guion con Andrés", agrega.

¿Hay alguna inspiración directa en torno al personaje de Gerardo?

Nos metimos en los libros principalmente. Ahí dimos con gente que había estado vinculada a Patria y Libertad pero que no eran hijos de la clase alta chilena. En su caso, es un personaje que echaron de las filas de la Fuerza Aérea, pero además está vinculado a un anticomunismo patriota. Testimonios como esos hay muchos. Hubo un caso real de un tipo que lo balearon en el centro y que andaba con armas en el auto, tenía un arsenal en su casa. Incluso se enfrentó con los detectives, mató a dos, pero luego lo mataron a él. Decía que había combatido en Vietnam o algo así, era un desquiciado. Preguntando, nos enteramos de que hay mucha gente así, que acumuló arsenales de armas en sus casas y que está preparada para la nueva guerra. Gente que nunca soltó la paranoia de esa época. Es algo que se le apunta con el dedo a la gente de izquierda, que se quedaron pegados en una época pasada, pero también es interesante para nosotros mostrar que hay mucha gente de derecha que nunca soltó las armas y que está lista para el enfrentamiento y dar la lucha si se sienten amenazados, sobre todo ante el horror que les provoca la inmigración.

Hubo críticas por la postulación de Araña al Oscar. Dicen que no es la película más cercana ante los ojos del público, y que nuevamente vuelve a mirar el pasado…

A mí me parece muy bueno que la película tenga vida después su vida en salas. Eso es buenísimo. En relación a lo otro, bueno, pasa siempre, como en el teatro. Está siempre esa crisis de estar en esos dos polos. Uno tiene que hacer una obra artística, en lo posible, pero además llenar la sala. Siempre ha estado ese cine más comercial; estuvo la película de Alexis Sánchez y están también las comedias que hace Kramer, que son muy buenas para que exista un interés permanente en la producción nacional. Pero hay películas que tienen derechamente otra visión, más íntimas, difíciles, de repente muy ambiciosas narrativamente, abstractas y a veces oscuras. Son difíciles de ver y eso es maravilloso. En un país donde viven 18 millones de personas, una película chilena debería tener por lo menos 100 mil espectadores porque simplemente despierta interés o tienen acceso a ellas, y no las 3 mil personas que la ven en una sala durante cuatro fines de semana. No sé cómo se arregla eso, pero seguro hay una competencia enorme y un desbalance entre una línea de películas y la otra. El cine está compitiendo con plataformas que no existían, pero que apelan a lo comercial, y yo creo que en este caso se está muy consciente de que su vocación no es comercial, pero hay preocupación por los temas y las estéticas. A mí me encanta eso. A veces es doloroso que no tengan la recepción popular, y por eso creo que la actividad cinematográfica debe estar financiada por el país a través del Estado, no solo por el público. Yo creo que ese es el tipo de cine en el cual aterricé.

Libertad en el set

"La historia se le ocurrió al (Alejandro) Chato Moreno", cuenta Calderón apenas le preguntan por Ema, la nueva cinta de Pablo Larraín protagonizada por Mariana di Girolamo y Gael García Bernal. Ambientada en Valparaíso, la cinta arranca mientras los bailarines Ema y Gastón, encarnados por ambos actores, se recuperan aún de la decisión de haber devuelto a su hijo adoptivo, Polo, después de que este último le quemara la cara de la hermana de la protagonista. Ema siente que ha cometido un error y persigue a una asistente social para obtener detalles del paradero del menor, pero en su búsqueda se sumerge en una exploración del reggaetón por todo el puerto, llevando consigo además un lanzallamas.

"Al Chato le venían dando vueltas hace mucho tiempo la idea de lo radical que puede ser devolver un hijo. Adoptar y devolver. Después nos entrevistamos con gente que trabaja en adopción, Sename, agencias, y nos enteramos de que en Chile no existe la posibilidad de devolver un hijo, sino que debes volver a darlo en adopción. Ese fue un aprendizaje importante", comenta. "Cuando los niños son adoptados y tienen consciencia de ser adoptados, viven procesos de, entre otras cosas, poner a prueba a los padres: desafían el cariño, el amor, y piden constantes pruebas de reafirmación. Con todo ese material nos pusimos a trabajar", agrega.

[caption id="attachment_851004" align="aligncenter" width="681"]

Ema.jpg

Ema, la cinta de Pablo Larraín con Mariana di Girolamo y Gael García.[/caption]

El proceso, dice Calderón, le recordó al de El club (2016): "(Pablo Larraín) Dijo que quería que esta historia sucediera en Valparaíso. Tenía ganas de fotografiarlo, y el puerto tenía la poesía, la oscuridad y la fuerza lírica para acoger una historia como esta", comenta. "En El club fue más o menos similar porque había una idea de lo que se quería contar, pero el guion se escribió a medida que operaban otros factores, y los actores recibieron sus textos previo a la grabación de cada escena. Es parte del proceso. Antes de empezar a grabar Ema, ya sabíamos que el tema principal era el de Nicolás Jaar, que es muy bonito, entonces así se fue alimentando la escritura, y de pronto todo calzó. Hubiese sido más fácil hacer de esta una película amarga y cerebral, oscura, pero al momento de oír esa música la película tiene que ser eso pero mucho más. Y resultó vital y liberadora, como esa música. Todo eso entró en la escritura. Lo mismo la danza; es liberadora, es sexual y es otro el tipo de juego y placer que tenía que tener cada escena. Esa velocidad casi vertiginosa en el método de Pablo, hace que la intuición se mantenga muy viva", agrega.

Quizás lo más complejo en Ema es la estructura narrativa. ¿Cómo se trabajó?

Lo trabajamos con Pablo y el Chato, los tres, en la productora. Invertimos muchos días en poner las escenas sobre una mesa larga, en ir acomodándolas, pegarlas en la muralla, sufrir por la historia, cambiarla y darla vueltas eternamente. El trabajo con otro guionista también es muy estimulante, te obliga a estar muy atento. De repente nos perdemos y las cosas quedan distintas. Es un proceso súper complejo y rápido, angustioso también.

¿Cómo ha sido ver los resultados, con las películas ya terminadas?

Por un lado, uno ve todo lo que no resultó, todo lo que uno escribió y que pudo haber escrito mejor, y se horroriza de lo que pudo haber salido mejor. Yo lo veo todo con mucha crítica, y a veces es una experiencia horrorosa. Al mismo tiempo uno ve que todo eso que creía banal o sin importancia quedó maravilloso en la película, y te das cuenta de la calidad del equipo. Piensas, qué emocionante que algo que yo escribí sufriendo y a las 4 de la mañana haya quedado tan bien. O sea, hay una mezcla de horror, de agradecimiento absoluto con el equipo y también la incredulidad. Qué increíble haber visto tanto cine desde afuera y ahora estar tan adentro, más en un país como Chile. Ahora tenemos una mini industria, con problemas, pero una mini industria que logró meterse en la industria mayor, y eso es muy emocionante verlo. Es una emoción compleja, no es puro placer.

¿Le acomoda el rótulo de guionista o prefiere el de dramaturgo o escritor?

Me encanta ser guionista, pero sí, tengo problemas con eso; a veces pongo dramaturgo, guionista, escritor. No sé muy bien qué hacer con los títulos, pero me encanta el pertenecer a esta comunidad también. Nunca voy a dejar de ser dramaturgo, pero me encanta y me identifica esto. He comprado libros de entrevistas a guionistas, y he leído cómo trabajan, cómo ven el cine y me identifico, siento que todos pasan por el mismo proceso. Es muy fácil que los guionistas se sientan ninguneados, manipulados, despreciados. Y cada vez que lo leo, me conecto con eso. Son cosas que conozco. Ahora me siento en una especie de comunidad internacional del guionismo (ríe).

¿Por qué ninguneados?

La percepción general es que las películas se escriben solas. Por ejemplo: Taxi Driver, de Martin Scorsese. Tienes que ser muy informado para saber que la película la escribió Paul Schrader. Existe el chiste entre los guionistas que cuando los actores reciben un Oscar, agradecen a todo el mundo; a quien la maquilló, al vestuarista, al manager, a la familia, al director, pero ¿y el guionista? Jamás apareció. Es una tradición muy injusta, pero parte de.

¿Ve alguna hebra común en sus trabajos en cine?

No. Lo que a mí me gusta de esto es que sea libre, pero hay quienes me dicen que han visto Araña y que se nota mi manera de escribir. No sé si me gusta. Por un lado sí, que se identifique algo, pero también siento unas ganas de desaparecer y que sean el personaje principal o la película los que hablen.

Es contradictorio, de alguna forma: no quiere que la labor del guionista sea ninguneada o sombría, pero sí le gustaría camuflar más su trabajo... 

Lo que quiero es ser más flexible en cine. Escribir una comedia, una película de superhéroes. Probablemente nunca ocurrirá, pero así de flexible quiero ser. A mí el teatro me encanta, pero el cine es algo nuevo y viene con toda la energía de lo que se experimenta por primera vez. Tiene una mística increíble, como un experimento. Me resulta fascinante que a mitad de mi carrera teatral surja algo nuevo como esto. Me permite crecer.

¿Le gustaría dirigir sus propias películas?

Me encantaría, pero no sé para dónde va este camino. Yo tengo experiencia dirigiendo también, y me gustaría tener la libertad de tener el control absoluto aunque sea una vez, a ver qué pasa. Hay quienes nunca se atreven, porque no les gustan las cámaras.

Usted, por ejemplo, que rara vez aparece en las promociones de las películas…

Yo lo puedo hacer feliz por apoyar la película, pero no me gusta la sobreexposición. Las alfombras rojas son una cosa por la que haré el mayor esfuerzo por mantenerme alejado. No puedo. Estar en las fotos, al centro, arriba del podio. La verdad me carga. Yo soy malo para eso. Nunca me he puesto la chaqueta y espero no tener que hacerlo.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.