Hasta que la ilegalidad se haga costumbre: ¿Qué piensan los que rayan Valparaíso?

VALPARAISO Grafitis, Rayados
Cinzano. Foto: Pablo Ovalle

Pocas horas duró sin grafitis el repintado de fachadas de edificios, impulsado por el municipio que lidera Jorge Sharp. Porque los grafiteros seguirán rayando, aseguran. "El rayado de las casas siempre ocurrirá, pues la calle y las fachadas le pertenecen a todos“, comentan. El alcalde aseguró que se implementará el patrullaje municipal para fiscalizar y sancionar.


Cae la tarde en el paseo Yugoslavo, uno de los miradores más turísticos en Valparaíso, y en una de las escaleras que conecta con el plan, dos jóvenes -uno de Santiago y otro de la región- dibujan sobre una pandereta las letras de sus nombres. Con dos colores y un trazo, terminan en pocos minutos el tag que los identifica en la que denominan la “capital sudamericana del grafiti”.

A los rayadores los tiene sin cuidado el flamante proyecto Arcoirirs, impulsado por el municipio de Valparaíso y que permitirá repintar fachadas de edificios, ubicados entre la Plaza Echaurren y la avenida Argentina. La iniciativa comenzó el 28 de septiembre, pero a las pocas horas los inmuebles mejorados ya habían sido vueltos a rayar.

Porque a los grafiteros -según cuentan- el tránsito de porteños y turistas no los intimida. Con música de fondo, los chicos rayan bajo la premisa de que el grafiti es vandalismo y representa la voz de los excluidos. Su esencia, afirman, es la ilegalidad.

“Lo que se vive en Valpo se vivía en Nueva York en los ‘70″, dice E.C.D.T. (33), porteño, estudios universitarios incompletos, vendedor y quien prefiere resguardar su identidad.

Para él, los grafitis son una forma de manifestar su descontento. De criticar la delincuencia, las pandillas, la miseria y el tráfico de drogas. “Al final, el grafiti es una cosa más. Lo menos malo de todo lo que sucede en la ciudad. No sé si es peor que rayen un edificio o que vendan cocaína en una plaza”, plantea.

Su par capitalino, P.J.R.S. (21), es un estudiante de Derecho que viaja constantemente a Valparaíso a rayar. En esta ciudad destaca -y agradece- la falta de fiscalización. “Valpo es Valpo. Es difícil pillarte a un paco en la mitad de un cerro, caminando”, indica con liviandad.

Asimismo, subraya la disposición de los transeúntes, mucho más relajados frente a estas manifestaciones. “La gente en Valpo está más abierta a que uno pinte, lo tiene más arraigado. Por el flujo de personas, convergen varias culturas y costumbres, y la gente al final se acostumbra a eso”, explica el joven de Santiago.

La declaratoria de Sitio de Patrimonio Mundial de la Unesco tampoco le preocupa. “En verdad no me importa, porque cuando ponen un afiche de Coca Cola nadie reclama. Todo el centro de Valparaíso está tapado en publicidad, y a mí nadie me preguntó si yo quería ver esa publicidad”, responde con un aire categórico.

El grafitero de Valparaíso comparte el punto. Detrás del mostrador de la tienda donde trabaja, explica que los rayados son una respuesta al exceso de carteles publicitarios, que desestiman el título internacional otorgado.

“Las ciudades que se jactan de patrimonio deberían tener una escuadra de limpieza y limpiar cada vez que se raya. Eso pasa en todos lados. Seguro es plata, pero se destina plata en cosas más estúpidas”, afirma.

Orden, aseo y patrullaje

La Municipalidad de Valparaíso cuenta con una ordenanza local de aseo y ornato, actualizada el 13 de diciembre de 2018, que prohíbe “el uso de pinturas u otros elementos similares para el rayado o pintado de grafiti (...) sea con fines de publicidad o difusión artística sin medir (sic) las autorizaciones municipales correspondientes”.

Respecto de las sanciones, el decreto del alcalde Jorge Sharp señala que constituirán infracciones graves “el pintado o rayado de grafiti en muros u otros espacios no destinados específicamente por el municipio”, entre otras actividades, con multas que van de las 4 a 5 UTM (entre $ 241.240 y $ 301.550).

Asimismo, la normativa señala que corresponderá a Carabineros y fiscalizadores municipales denunciar y notificar infracciones al Juzgado de Policía Local.

Pero eso al grafitero proveniente de Santiago tampoco le importa demasiado. Como estudia Derecho en una universidad de la capital, dice estar al tanto de la normativa. “No hay ley específica que sancione el rayado”, explica.

En efecto, según indica el documento Legislación comparada sobre Graffiti urbanos, resultado de una asesoría realizada en el Congreso, en julio del 2018, el Código Penal no sanciona la conducta de rayar, sino sus consecuencias sobre el bien mueble o inmueble afectado. Así, regula el delito de daño a la propiedad, con penas de reclusión menor, en su grado mínimo y máximo, y multas que van desde una a 20 UTM.

La sanción económica aumenta al verse perjudicados monumentos nacionales. La ley establece que quien cause un daño o afecte su integridad “será sancionado con pena de presidio menor en sus grados medio a máximo y multa de cincuenta a doscientas unidades tributarias mensuales”.

Por esta razón, el chico de la tienda prefiere no grafitear sobre ascensores o trolebuses. De hecho, últimamente raya poco en Valparaíso, pues prefiere no exponerse. “Si estás en tu ciudad, no quieres que la Policía de Investigaciones (PDI) te vaya a buscar a la casa. Nadie lo hace”, explica.

Con estudios profesionales en arte y diseño, también rompe con el imaginario social asociado al grafitero. “La gente cree que somos chicos sin estudios, que se dedican a dañar la propiedad privada por capricho o tranca psicológica, cuando no es así. El grafiti va más allá de la música o de la ropa. Tiene que ver con una actitud de subvertir. La necesidad de crear situaciones, hechos revolucionarios por sí solos”, señala.

Finalmente, y aunque ambos reconocen lo problemático del grafiti, plantean que no existe solución. “El rayado de las casas siempre ocurrirá, pues la calle y las fachadas le pertenecen a todos”, afirma el porteño.

En consecuencia, la alternativa de disponer de espacios públicos para el grafiti tampoco evitará que los jóvenes dejen de plasmar sus tag en las calles de la ciudad. “El grafiti será grafiti siempre que traspase el margen de la ley. La gente tiene que empezar a convivir con los rayados”, sentencia el capitalino.

Sin embargo, el alcalde Sharp dijo que, pese a los nuevos rayados, no van a bajar los brazos. Y destactó que “uno de los elementos más interesantes del proyecto (Arcoíris) es la protección de las fachadas a través de la aplicación de un químico, que es un polímero, que va a permitir una limpieza fácil del dueño de la fachada que pueda eventualmente ser pintada. Mi llamado es que cuidemos Valparaíso (...) uniéndonos todas y todos vamos a recuperar nuestra ciudad”.

Sharp también aseguró que en las próximas semanas el municipio contará con un sistema de patrullaje -con camionetas municipales- que van a resguardar la seguridad y “estas acciones que son tan importantes para la recuperación de la ciudad”.

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