Las conspiraciones del Servel

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La narrativa conspirativa resulta inaceptable pues mina la confianza en instituciones vitales para el buen desarrollo del país.



“Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad” fue la frase que Neil Armstrong pronunció en 1969 antes de poner su pie en la luna. No son pocos los que hasta el día de hoy sostienen que todo ocurrió en un estudio de cine para evitar el retraso que USA llevaba en la carrera espacial. Lo mismo ocurre con el supuesto auto atentado del 11/09 y la muerte de Diana Spencer. Ambos han dado lugar a ríos de tinta y han sido tierra fértil para el surgimiento de múltiples teorías conspirativas.

Conspirar supone unirse para causar un daño. Históricamente las conspiraciones se han asociado al superior o soberano que se erige como víctima de aquello que se orquesta a sus espaldas. Sin embargo, existe una enorme distancia entre las conspiraciones, que por supuesto existen, y las llamadas “teorías conspirativas”. Sobre las primeras el análisis soporta el escrutinio del pensamiento, de la evidencia y la coherencia. Por el contrario, las segundas se basan en patrones poco confiables para captar la realidad y se fundan en la sospecha; siendo inmunes a la evidencia y la contradicción. El escepticismo hipertrofiado que se esconde tras ellas puede ser usado como una forma de evasión de situaciones desfavorables y genera consecuencias sociales nefastas.

Algo de esto hemos visto en nuestro país en los últimos días. El Servel ha sido acusado de malignas intenciones tras sus decisiones institucionales. MEO y José Antonio Kast han justificado los problemas surgidos a raíz de las inscripciones de sus candidaturas (presidencial la primera y parlamentaria la segunda) en base a una conspiración fraguada por el consejo de dicha institución coaptado por fuerzas políticas que habrían obrado en su contra. Las entrevistas de ambos el domingo pasado (con mucho más intensidad la de MEO) dan cuenta de una persecución sistemática y con objetivos claros. Ningún argumento parece ser suficiente para intentar dar a los sucesos una explicación diferente a la que ya han construido, pues como buenos conspiracionistas se apoyan en el hermetismo y aprovechan cualquier hecho que los refute para construir nueva evidencia.

En el otro lado del ring, Andrés Tagle construye sus explicaciones basándose en argumentaciones técnicas. Sostiene que los problemas derivados de la plataforma fueron adecuadamente solucionados, presenta evidencia, acepta que el rol del Servel es acotado por ley y construye una explicación que acepta la lógica racional: el problema se debería, al menos en parte, a que las inscripciones habrían sido muy a último minuto. En el caso de MEO, la exclusión de este último de la carrera presidencial se fundamentaría en la aplicación de una norma constitucional, respecto de la que él no está de acuerdo, pero que debe ser cumplida.

¿Descarta lo anterior un eventual fallo del sistema? ¿Impide acciones legales u otros recursos? Por supuesto que no. Sin embargo, la narrativa conspirativa resulta inaceptable pues mina la confianza en instituciones vitales para el buen desarrollo del país. El Servel goza de un reconocimiento trasversal que da garantías en los procesos eleccionarios de los que tan orgullosos nos sentimos. Repensar sus aspectos técnicos o incluso algunas de sus estructuras no justifica sembrar ominosas sospechas y nefastas intensiones.