Las idas y vueltas de Matthei y Lavín, antes de su sorpresivo choque presidencial
Nunca han sido amigos ni cómplices. Se enfrentaron en las parlamentarias del '89 y, veinte años más tarde, él la apoyó en esa sufrida campaña presidencial que estaba destinada a perder ante Michelle Bachelet. Ella no dejó de agradecérselo, pero fue un pacto de convivencia y tuvieron sus roces. Ahora, con la alcaldesa saliendo a cortarle el paso al alcalde tachándolo de populista, en la UDI inquieta que esto no suba de temperatura. Y en el bando lavinista siguen sospechando que detrás de esto estuvo también la mano de alguien más.
De todas las cosas que comentaban ayer por la tarde los dirigentes, autoridades y parlamentarios UDI que intentaban sacudirse la sorpresa y descifrar este brusco vuelco que ahora los tiene con dos aspirantes a la presidencial, hubo al menos tres ideas que quedaron dando vueltas en el grupo de mensajería de la Comisión Política. Unos celebraron que haya más de una carta; otros pidieron -palabras de más o de menos- que “si hay algún debate, que sea de ideas y sin descalificaciones”, y hasta hubo quien hizo ver que mientras uno, Joaquín Lavín “es de la esencia del partido”, otra, Evelyn Matthei, “llegó después”.
Con las dos últimas frases se recalcaba que si esto ya arrancó con ella criticándolo enérgicamente, pues que no se encienda más de la cuenta: casi nadie quiere una primaria presidencial intra UDI. “Así como Joaquín se pasó tres pueblos declarándose socialdemócrata, la Evelyn se pasó otros tantos tratándolo de populista”, comentaban otras voces hoy. Y también que, si este insólito lance ha de resolverse puertas adentro, los dos son demasiado distintos, partiendo por sus huellas políticas y partidarias.
Si es por historial, Lavín cumple con la norma de gremialista puro, de cuna Chicago Boy y pinochetista; otra cosa es que con los años haya renegado de lo último y que sus apuestas tácticas pensando en el próximo año hayan alimentado un resquemor en la derecha, que su nueva rival ha canalizado con esta irrupción. Evita las pugnas con sus pares y predica la unidad. Hoy se defendió en el matinal Bienvenidos de las críticas de ella insistiendo en que busca saltarse las barreras entre derecha e izquierda: “¿Estoy zigzagueando? No, estoy avanzando”.
Matthei comenzó en RN y recaló en la UDI después del Piñeragate, acogida por un entonces ascendiente Pablo Longueira. Nunca ha esquivado un conflicto interno cuando está convencida, ha chocado de frente con históricos como Jovino Novoa y Juan Antonio Coloma y durante Piñera Parte I llegó a decir que su partido “no me quiere” (mayo de 2013). Hoy ella insistió en que “una cosa es leer a la gente y otra cosa es ser algo que no se es. O tratar de ser o tratar de aparentar” y que “estar dispuesto a dar concesiones importantes a cambio de ser popular obviamente es populismo” (Radio Infinita).
Él es de carácter reflexivo; ella tiende al impulso (”soy polvorita”, dijo hace algunas semanas en Canal 13). Él es católico y del Opus Dei; ella viene de familia luterana. Pero por encima de todos estos rasgos, los dos tienen estilos opuestos que llevan más de viente años tratándose -describen sus conocidos- con escasa espontaneidad, con distancia y algo de recelo, aunque también en paz y uniendo fuerzas cuando las circunstancias los han obligado. Para leerlos, hay que rescatar cómo las vueltas de la política los han juntado y enfrentado unas cuantas veces.
Lo primero que salta al recuerdo es que ya se enfrentaron en las parlamentarias de 1989, cuando Matthei le ganó al “Gallo de Pelea” por más de 40 mil votos la diputación por Las Condes. Para las dos derrotas presidenciales de Lavín (1999 y 2005) estaban en el mismo bando, aunque la última vez ella estaba más inquieta por lograr su elección senatorial en Coquimbo. Pero hace siete años, el 2013, los dos tuvieron que dejar por un rato de lado sus diferencias (el cosismo de él y otra apuestas nunca le llenaron el gusto a ella) y unir fuerzas bajo un tácito pacto de conveniencia.
Esa vez, Matthei se tuvo que hacer cargo de una campaña presidencial que estaba destinada a perder ante Michelle Bachelet. Y le desagradó que la UDI recurriera a ella como última opción luego de las caídas de Laurence Golborne y Pablo Longueira. Fue decisivo que el Presidente Piñera saliera entonces a ungirla durante un matinal televisivo, operación con la que al mismo tiempo le impidió a Andrés Allamand llegar a la papeleta: el mandatario quería sacarlo del camino, y la hoy alcaldesa es su rival histórica.
El jefe de una campaña casi sin fondos
Cuando Matthei tomó la posta, Lavín asumió de entrada como su jefe de campaña, el mismo puesto que tenía en el comando de Longueira. Eso sorprendió porque entonces ella era una voz crítica de su estilo, y algunos hasta especularon si acaso le habían entregado la candidatura “con el generalísimo incluido”. Rebobinando, lo que se recuerda hoy es que un par de días después de la caída del entonces líder UDI, el exministro y hoy alcalde llegó a la casa de la exministra con papeles y organigramas, y que ella luego le pidió que se quedara al mando.
Partieron contra el tiempo y casi sin fondos, especialmente durante los primeros quince días. Los donantes eran mezquinos y esquivos porque ya le habían aportado a Golborne y a Longueira, no había mucha fe en la victoria, y además estaba la plantilla de candidatos al Parlamento. Después se diría que varios le dieron la espalda y priorizaron sus propias elecciones, y hasta hoy no se olvida que muy pocos -entre ellos, el hoy ministro Víctor Pérez- usaron propaganda con fotos junto a ella.
Lavín la acompañó a unas cuantas actividades a regiones, y ella después siempre diría que le estaba agradecida por su sacrificio y lealtad; lo mismo a Jorge Saint-Jean, el hombre ancla del comando. Pero la pobreza de caja -al comienzo la candidata se movilizaba en el auto de su brazo derecho, Carolina Andrade, con ella al volante, y nada más- a ratos terminó siendo un problema entre ambos.
Matthei ya tenía entonces entre ceja y ceja a Jovino Novoa, bajo la suspicacia de que él, que administraba parte de los fondos para los lances electorales, habría estado privilegiando la plantilla parlamentaria. Fue un tira y afloja que a ratos se volvió muy tenso, y la candidata solía demandarle respuestas y ponerle presión a su generalísimo. Hasta que una vez el asunto llegó a un límite y -según se recuerda- encaró a Lavín y le exigió que le dijera a Novoa que o se resolvía la sangría financiera, o ella llegaba hasta ahí con la campaña.
El problema se zanjó en parte, mientras el papel de Lavín también enfrentaba ciertas críticas del resto de la coalición, especialmente RN. Pero ella siempre lo respaldó, al menos en público. Los últimos metros fueron de thriller: se llegó a temer que la abanderada no lograra llegar al balotaje, y en un momento dado -rememoran testigos- hubo algunos que se inclinaban por eso antes que por una derrota aplastante en segunda vuelta. Lavín, insisten testigos, nunca estuvo por esa opción.
Cuando terminó la primera vuelta, él (junto a Saint-Jean) le propuso a Matthei renunciar a su cargo para que entraran rostros “más jóvenes” como Karla Rubilar, Rodrigo Delgado y Luciano Cruz-Coke. Pero fue solo para las cámaras: siguió trabajando para la campaña. Eso terminó como terminó, y después no se tradujo en una amistad entre ambos ni nada parecido.
¿Contra quién?
Hoy Lavín insistió en que “no estoy diciendo esto para ser popular” y “sé que con esto me estoy granjeando impopularidad en mi propio sector”. Matthei, que “hay miradas distintas y me preocupa saltarse barreras ideológicas”, pero que además su anunciada candidatura “no es una aventura personal” (aunque hay quien piense que eso sería al menos llamativo después de una campaña tan adversa como la recién descrita).
Como sea, si esto sigue, el partido y los dos bandos detrás de ella y de él sacan cuentas. En el lavinismo dicen que entonces ahora ella tendrá que sincerar si está con el “Apruebo” o con el “Rechazo”, porque hasta ahora no dicho nada de nada. Los leales a Matthei retrucan que por ningún motivo ahora: ya se verá después de medir los efectos políticos y sociales del referéndum.
Los lavinistas insisten en que pese a todo, la sorpresa de Evelyn no es un mala noticia, porque con eso “le deja las manos libres” al alcalde para ir por el voto de centro y no preocuparse de la amenaza de Kast por el flanco derecho. La gente de Matthei no niega que su flamante rival corre con ventaja, pero que eso es relativo y que el escenario está bastante “líquido” todavía, y que con RN y Evópoli sin (hasta ahora) candidato, ella puede crecer.
Lo único claro es que nadie quiere primarias internas en la UDI ni conflictos. Otra cosa es que pase en una primaria del sector; entre los amigos del exministro creen que un caso extremo, podría ir como independiente.
Lavín ya ha puesto de cabeza antes a su partido (el mismo Novoa tuvo que lidiar con él para la campaña del 2005), pero hasta ahora la creencia gremialista es que no lo agredirán políticamente. Eso sí, la entrada de Matthei, al menos, ya le ha sacado algo de respuesta al alcalde, que suele tener la capacidad de ni siquiera despeinarse cuando lo cuestionan sus pares.
Visto lo ocurrido en las últimas horas, en el bando lavinista reafirman las sospechas que tenían hace un par de meses, cuando el alcalde se puso a apoyar con entusiasmo la ley del retiro del 10% de pensiones. Entonces, en ese círculo tomaron nota que el gobernante se había molestado en grado sumo por eso (”cruzó un límite”, le oyeron decir entonces sus ministros políticos) y se pusieron en el caso de que Piñera hiciera lo mismo que el 2013 y “sacara un candidato de la manga”.
Ese mismo recelo lo mantienen hoy: “Esperábamos este intento de golpe, pero no sabíamos que podía ser ella”. Pero en la UDI relatan que no han visto ninguna pista de eso. La mayoría se inclina por creer que Matthei actúa movida por su genuina molestia ante esta enésima versión de Lavín, de que ha recogido el resquemor del votante de derecha que ve que ha llegado muy lejos (y que está hablando demasiado anticipadamente como candidato de segunda vuelta), y de que -al fin y al cabo- la alcaldesa nunca sepultó sus ganas de volver a ser candidata y que ahora ve un espacio entre su flamante rival y José Antonio Kast.
¿Es esto contra Lavín o es una fórmula -casual o pensada- que deja a todos contentos en el partido al clavar una valla entre ellos y el líder del Partido Republicano? La duda hace sentido a algunos en el gremialismo.
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