Las interrogantes que abre el ¿abrupto? fin de la era JVR al mando de la UDI

Jacqueline Van Rysselberghe

Impedida legalmente de estirar de cuatro a seis años su presidencia, la antigua aspiración de Jacqueline van Rysselberghe de mantener el control del partido por una década y sustituir el poder de los "coroneles" queda en entredicho e instala diversas dudas: si acaso postulará en otro cargo, si habrá elección a dos bandas contra la disidencia o una mesa de consenso. Pero antes hay que fijar fecha para las internas, lo que podría derivar en una pugna por adelantarlas o posponerlas. Y detrás está el acicate de La Moneda y del plebiscito.


“Son tiempos difíciles y hay que cuidar la unidad. Pero la unidad se puede cuidar tanto en un ambiente de elección como en un ambiente de la búsqueda de un consenso; en ambos escenarios debemos resguardar la unidad interna de la UDI”, recalca. Hasta ahí no más llega por el momento la presidenta de la UDI cuando se le pregunta por el escenario que se le abre de acá a fin de año, ahora que el Servel sentenció -luego que dos diputados disidentes suyos apuraran la consulta- que no puede ir por un tercer período al mando del partido.

Esa es la única regla del juego clara hasta hoy. El otro punto prácticamente definido es que la disidencia llevaría a las internas a la diputada María José Hoffmann, jefa de esa bancada y con lazos tanto con el lavinismo (su marido, Gonzalo Müller, es de su círculo), como con José Antonio Kast, la amenaza por la banda derecha del colectivo. En ese bando hay todavía gente con dudas que sea ella la elegida, pero no han asomado otras opciones.

De ahí para adelante quedan decisiones pendientes que podrían apaciguar o encender más el conflicto que atraviesa el partido, ya bastante tironeado ahora que las divisiones internas que arrastra hace años han escalado con los parlamentarios que votaron a su gusto en el retiro de fondos de pensiones y en el veto a los servicios básicos. Y además con su casi seguro candidato presidencial, Joaquín Lavín, alineado con la facción rebelde a Jacqueline van Rysselberghe.

Con las cosas como están, el asunto del futuro político de la jefa UDI y quién la suceda va más allá porque en el proceso también incide el factor de La Moneda y del referéndum constituyente de octubre. En lo primero, a Palacio -leen algunos en el gremialismo- la interesa un recambio pronto para no pagar solo el costo de la crisis que con un cambio de gabinete (si es que el Presidente lo hace); eso dejaría además a Mario Desbordes como el único jefe de partido que no deja su cargo. En lo segundo, el desenlace del 25 de octubre no es inocuo porque después de eso viene un tren de elecciones municipales, regionales, parlamentarias y presidenciales que obligan, y en esto están de acuerdo las distintas tribus internas, a una unidad en serio.

En borrador hay unos cuantos escenarios posibles. Uno es la pretensión de los adversarios de JVR que deje luego el mando y que se instale una mesa de transición hasta las elecciones internas. Ella no está dispuesta y en la trinchera opuesta lo ven improbable. Otra cosa es que la UDI ya acumule precedentes de directivas que no pudieron terminar íntegras su período: Juan Antonio Coloma (2011, él siguió pero su mesa resultó “intervenida” en medio de una crisis con La Moneda durante el mítico Consejo General de Termas de Cauquenes), y Ernesto Silva (2015, Caso Penta).

El segundo es que las internas de fin de año desemboquen en el viejo dilema de una competencia a dos bandas o una “mesa de consenso”. Van Rysselberghe le ha ganado dos elecciones a otra lista, la última con el senador Coloma jugado en contra, y aunque los suyos sabían que ahora no podía legalmente estirar sus cuatro años de mandato a seis, de haber podido estaban seguros -dicen- que habría triunfado de nuevo. Acá pesa un intangible. La última vez que compitió tenía en mente conservar el control de la UDI aproximadamente por una década, demostrar que era capaz de llenar los zapatos de sus predecesores y dejar atrás la era dominada por ellos: Coloma, Longueira y Jovino Novoa, los “coroneles”.

Con el desorden entre sus parlamentarios -más encima con diputados y senadores pasados al Tribunal Supremo y ya tres renuncias al partido- y el futuro en duda, esa meta está ahora en entredicho. Pero entre sus leales recalcan que ella sigue controlando el aparato interno.

Por eso mismo, una de sus dudas es qué hará. Si levantará una lista para competir y si la integrará o no en uno de sus cargos (incluso en un escenario de mesa consenso, si fuera posible). De momento no ha decidido nada. Algunos no lo creen probable porque sería una sombra sobre cualquier candidato o candidata que ella levante. Los suyos y sus ajenos advierten que cualquier acuerdo entre bandos debe incluir a históricos, coroneles, a Lavín y a Andrés Chadwick. Y que eso aún no ha pasado.

De cualquier modo, Van Rysselberghe tendría asegurado un cupo en la próxima mesa si es que se cumple lo que hoy recordaban en la directiva: que el próximo año le corresponde asumir la jefatura de bancada de senadores, cargo que participa de la plana mayor ejecutiva de la UDI.

Pero la senadora tiene un problema que ella tiene tan claro como sus detractores. A fines del próximo año encarará una reelección por el Biobío bajo condiciones muy distintas a la de la última vez, en 2013: ahora la circunscripción es la región completa y no la mitad, y su hermano Enrique sí está impedido de repostular como diputado en esa zona, con lo que podría perder fuerza electoral. Eso le consume tiempo y recursos políticos, una de las razones que la obliga a dividir su tiempo entre Santiago y su región.

Además, sus viejos rivales en esa plaza son los mismos que aceleraron la sentencia del Servel: los diputados Sergio Bobadilla e Iván Norambuena. Para las huestes de JVR, este último busca disputarle además la senaturía, aunque advierten que su distrito es débil como cabeza de playa.

Esta espesa selva de disputas e intrigas en la UDI le pondrá presión a las internas, que a todo esto aún no tienen fecha. Y ahí puede que se libren batallas decisivas. Todos entienden que es en diciembre, pero en rigor el artículo quinto del reglamento interno de elecciones dice textualmente que “Será la Directiva Central del Partido quien fijará la época del sufragio, pudiendo consistir en uno o más días, pero siempre velando en dicha determinación por el correcto y expedito funcionamiento de la elección”.

En la mesa asumen que como detrás de eso hay tamaña pugna política, la directiva no podría fijarla sin un acuerdo entre las facciones. Y que eso podría derivar en una contienda entre quienes plantean adelantar las elecciones (sus adversarios), o quienes puedan plantear atrasarlas para el próximo año.

¿Más suspenso? Una vez que se determine la fecha, según la directiva las listas tendrán que inscribirse a más tardar 25 días antes de las elecciones. Incluso si se mantuviera diciembre como fecha, eso significará que para entonces ya se sabrá el resultado exacto del referéndum constituyente.

Otra cosa. Algunos han descartado que Marcela Cubillos -una figura que entusiasma a muchos en el gremialismo- pueda competir por la presidencia porque el artículo 63 de los estatutos de la UDI dice que para ser candidato o candidata “se requiere haber estado afiliado al partido durante los tres meses anteriores a la fecha de la elección, militancia que deberá constar en el Registro de Afiliados que obra en poder del Servicio Electoral”, y que ella no alcanzaría a volver a militar. Pero mientras no se zanje la fecha, hay un margen de dudas.

Cubillos tendría una ventaja: su perfil duro también funcionaría como dique para contener nuevas fugas a las filas de José Antonio Kast, quien de seguro mira todo esto con largavistas.

Y otra más. En el caso (si lo hace) que Piñera termine con el suspenso que corroe hasta a sus ministros y nombre a cargo de Interior a la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, esas no serían las mejores noticias para Van Rysselberghe. Más allá de si se llevan bien o no, si eso sucede, en términos de imagen política bloquearía su nicho.

¿Qué dicen otras voces de todo esto? Patricio Melero, ex presidente UDI, es de los que cree que “con todos los eventos electorales que hay por delante sería deseable alcanzar una unidad para una lista de consenso. Pero si no se logra, no hay que descartar tampoco una elección de zanje el tema”.

Y Norambuena, rival de JVR, es de la idea que “corresponde explorar la posibilidad de adelantar las elecciones porque tenemos decisiones importantes: la inscripción de primarias para alcaldes a fines de septiembre, el plebiscito en octubre y después las municipales en abril. La nueva mesa va a tener que estar preparada para esto con tiempo”.

Y para después, propone abrirse a consensos y a dos bandas, pero “que no nos vuelva a ocurrir que la división que se produjo en la última interna se prolongue. Eso no ayuda en nada al partido”.

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