¿Moderación o movilización?

Gabriel Boric en Palacio La Moneda

La mirada de la sociedad, la política y la economía de Apruebo Dignidad es clara, sin embargo, no podrá avanzar sin los apoyos necesarios. Conseguirlos significa ceder y ese ceder es lo que se ha llamado moderación. Los compañeros de ruta del nuevo presidente, mucho más que él mismo, serán los principales desafiados en este camino.



Mucho se ha dicho acerca de la moderación de Gabriel Boric desde la elección del domingo 19 de noviembre. Un análisis basado en hechos demostraría, sin dudas, que el hoy presidente electo “disminuyó la intensidad o evitó el exceso” en varios temas centrales. Sin embargo, la hipótesis de la mesura y la eventual tensión entre las dos versiones del hoy presidente electo ha sido objetada por sus partidarios, argumentando que se trataría, más bien, de una muy exitosa estrategia de movilización ciudadana.

Movilizar significa “poner en marcha una actividad o un movimiento para conseguir un fin determinado” o bien “convocar e incorporar a filas a alguien”. Desde este concepto, es imprescindible preguntarnos qué fue aquello que logró movilizar a los votantes. La experiencia indica que nadie se moviliza por nada.

La respuesta ha sido que Gabriel Boric incorporó, en la segunda vuelta, un genuino interés por comprender a aquellos que estaban más allá de los suyos, lo que se concretó en una amplitud de registro percibida por sus contendores como mesura o voltereta, pero que generó una épica y un compromiso particularmente potente en las mujeres y jóvenes.

Creo importante distinguir dos aspectos en esta hipótesis. El primero tiene que ver con la épica. Desde la antigua Grecia la épica narra hazañas protagonizadas por un héroe dotado de capacidades o poderes extraordinarios que se instala como un modelo humano. Vista así, la épica necesita un enemigo extraordinario y un héroe que encabece la lucha. J.A. Kast fue el enemigo y Boric el héroe. La percepción de que el candidato de derecha representaba una amenaza o un retroceso gravísimo posibilitó la ruta del éxito. Ese potencial construido en parte por un voto “en contra de” puede ser, de cara al gobierno, un motor potente o un boomerang.

El segundo aspecto dice relación con las verdaderas motivaciones de ese giro (empíricamente innegable). Lo que inicialmente se entendió como una mera estrategia electoral, fue revestido después como la consecuencia de una ampliación de mirada cuyo detonante habría sido el fracaso de la primera vuelta. El mismo Boric reconoció, en ese momento, la necesidad de recorrer el país para convocar una mayoría más amplia y llegar a La Moneda. Esa amplitud supondría un llamado de horizonte vasto, donde todos, con sus más o con sus menos, pudieran sentirse parte. Lo anterior habría forzado el ajuste del discurso, del programa y los equipos.

Continuando con este relato, el devenir de la campaña para la segunda vuelta habría generado espacios para nuevos apoyos sin negar los antiguos, aquellos que creyeron en un candidato nacido al alero de las luchas sociales y apoyado por la izquierda más radical. Dicho de otra manera, la búsqueda de un horizonte común habría morigerado la radicalidad inicial, sin abandonarla ni negarla.

Entonces, como todos los caminos conducen a Roma, regresamos al punto de partida: existe en Gabriel Boric una batalla entre dos almas y el equilibrio entre ambas será el gran desafío de su gobierno.

La tensión anterior puede expresarse de la siguiente manera: la mirada de la sociedad, la política y la economía de Apruebo Dignidad es clara, sin embargo, no podrá avanzar sin los apoyos necesarios. Conseguirlos significa ceder y ese ceder es lo que se ha llamado moderación. Los compañeros de ruta del nuevo presidente, mucho más que él mismo, serán los principales desafiados en este camino. Por otro lado, el progresismo moralista, exacerbado e intolerante, ahuyenta. Y un gobierno exitoso, mucho más que una campaña, debe convocar.

Mirado así, el escepticismo respecto de la gestión de estos desafíos sigue siendo el mismo, pero lo que resulta evidente es que la mesura, moderación, convocatoria, amplitud o como quiera llamársele, será imprescindible frente al actual escenario político y puede ser la clave para llegar a buen puerto.

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