Otro adiós por la ventana: las deslucidas salidas de la Roja de los seleccionadores

Entrenadores Chile, La Roja
Bielsa, Borghi, Sampaoli, Pizzi y Rueda, los últimos seleccionadores de Chile.

Finales diferentes, pero controvertidos. De Bielsa a Borghi, de Sampaoli a Pizzi, ahora Rueda. Todos terminaron sus relaciones con Chile incluyendo una trama adicional de desencuentros y negociaciones que cambiaron incluso la imagen que se tenía de ellos.


Reinaldo Rueda se despide de la Roja. Lo hace a través de una declaración pública que cuelga en sus cuentas en Twitter e Instagram, dos plataformas que había utilizado recurrentemente en su carrera, pero que durante su paso por Chile usó cada vez menos. El texto parece fríamente calculado. Los agradecimientos se dirigen a Arturo Salah, el presidente de la ANFP que confió en él para encabezar la ruta hacia el Mundial de Qatar y encabezar el manoseado recambio. El caleño también menciona a los compañeros de trabajo en Quilín y Juan Pinto Durán y, por cierto a los jugadores. Premeditadamente, deja afuera a la actual administración del fútbol chileno, que encabeza Pablo Milad. Y habría que ver si el concepto “familia del fútbol chileno” que ocupa incluye a los hinchas, que tampoco ha tenido muy de su lado durante su estancia.

Rueda se va como todos los técnicos que han salido de la Selección. Enojado, decepcionado de una experiencia que no estuvo ni cerca de la que imaginó. Todas sensaciones distintas a las que había experimentado al dejar sus anteriores empleos en clubes y selecciones, en las que siempre recibió reconocimiento. Rei nunca se sintió querido en Chile y lo hizo sentir cuando, por fin, conseguía la libertad que le permitirá dirigir a Colombia, competidor directo de la Roja en el afán por conseguir un cupo mundialista.

Si algo había claro era que ni Rueda quería seguir en Chile ni la ANFP pretendía que el técnico cafetalero continuara al mano de la Roja. Sin embargo, ni ese acuerdo implícito se tradujo en una negociación tranquila para la firma del finiquito. Por momentos, su salida se convirtió en una partida de póker. Rueda, la ANFP y la federación colombiana jugaban sus cartas en defensa de sus intereses. Rueda, el de salir evitando el pago de la indemnización, Quilín el de obtener la mayor compensación posible en tiempos de vacas flacas y Colombia tratando de llevárselo virtualmente gratis. Más de un mes tardaron en firmar el acuerdo.

Siempre es lo mismo

La controversia, eso sí, fue mucho menos intensa que las de las anteriores partidas de los técnicos de la Roja. En febrero de 2011, Marcelo Bielsa anunció su renuncia a la Roja. A diferencia de Rueda, y hasta hoy, el Loco era indiscutible. Los hinchas lo adoraban y había consenso en que su influencia había resultado decisiva para llevar a la Selección hasta Sudáfrica 2010. Sin embargo, el argentino ya no quería estar en Chile. Por esos días, Sergio Jadue asumía la conducción de la ANFP y Bielsa, quien había sido fichado por su antecesor, Harold Mayne-Nicholls, había dado señales de incomodidad. No lo identificaba la nueva concepción para la administración del fútbol chileno. Fue lo que declaró en una concurrida conferencia de prensa. “Sergio Jadue actuó para que yo entendiera que no debía confiar en él”, declaró. También acusó maniobras para desacreditarlo. “El objetivo fue desgastar mi imagen pública, engañar a través de los medios de comunicación y predisponer al público en contra de mi persona”, añadió.

A Bielsa lo reemplazó Claudio Borghi. El Bichi llegaba avalado por las destacadas campañas que había cumplido en Colo Colo, que lo habían catapultado al fútbol argentino, donde guió a un título a Argentinos Juniors, aunque no pudo replicar el éxito con Independiente ni con Boca Juniors. Igualmente, hasta ahí, el ex mediocampista era un tipo querido por los fanáticos y generaba consenso. La simpatía que proyectaba era otro elemento que generaba adhesión. Incluso el inicio de las Eliminatorias hacia Brasil 2014 fue prometedor. La Roja alcanzó a liderar el escalafón sudamericano. El problema surgió cuando los buenos resultados y el buen juego empezaron a desaparecer y, para colmo, el proceso se manchaba por actos de indisciplina que distanciaron a Borghi de los jugadores y afectaron su credibilidad pública. Al Bichi se le apareció el fantasma de Bielsa. “Dejó más viudas que la Segunda Guerra Mundial”, llegó a decir. También discutió el legado de su compatriota. “No dejó nada acá. El tiene sus méritos, sí; pero Bielsa es como una mina sentada: no es lo que realmente es”, espetó.

En paralelo, de la mano de Jorge Sampaoli, la U dominaba el fútbol chileno y se quedaba con la Copa Sudamericana. Su estilo cautivaba a todo el mundo y en esa consideración hay que incluir a Jadue, que inició los acercamientos para allegar al casildense incluso con Borghi en la banca. En noviembre de 2012, con el Bichi ya fuera de la Selección después de la caída en el amistoso frente a Serbia, el camino quedaba libre. El 3 de diciembre de ese año, Sampaoli se calzaba el buzo de la Selección.

La Copa y el rehén

Sampaoli consiguió enmendar el rumbo de la Roja. El Equipo de Todos recuperó la impronta que había tenido con Bielsa, se enrieló en las Eliminatorias y logró la clasificación a Brasil rematando en el tercer puesto de la tabla, solo superado por Argentina y Colombia. En el Mundial siguió marcando tendencia. Fue capaz de superar con autoridad a España, el vigente campeón del mundo, y de avanzar a los octavos de final, en los que fue eliminado en penales por el anfitrión. Lo mejor vendría un año después, en la Copa América que organizó Chile. La Roja ratificó sus progresos y se quedó, por primera vez en la historia, con el título continental. Ese 4 de julio de 2015, probablemente, no había un chileno que discutiera a Sampaoli.

Sin embargo, como si se tratara de un karma, los cuestionamientos no tardarían en volver a ponerse sobre el entrenador de la Roja. Paulatinamente, las exigencias de Sampaoli comenzaron a aumentar. Cada cierto tiempo, el entrenador pedía mejores condiciones salariales y contractuales. Presionaba con irse si no le daban en el gusto. Sus contratos pasaron a estar en el escrutinio público. La cercanía con Jadue, ya involucrado en los actos de corrupción que aún lo tienen esperando juicio en Estados Unidos, era un elemento adicional para poner la mira sobre acuerdos eventualmente irregulares.

Sampaoli se victimizó. “Nunca imaginé que en tan poco tiempo se iba a destruir la imagen de un ídolo que tanto le dio al fútbol chileno. Estoy francamente decepcionado y en estas condiciones no puedo seguir dirigiendo cuando la mente la tengo puesta en otro lugar”, declaraba, en enero de 2016, en una entrevista a Faro Deportivo. Por esos días, junto a su abogado, Fernando Baredes, negociaba su salida de la Selección frente a la dirigencia de Arturo Salah, que no parecía dispuesta a ceder. “Sinceramente pensé que Arturo Salah entendería y me dejaría en libertad. Él mismo ha vivido esta experiencia y ha tenido que dejar su proyecto. Por eso me extrañó su postura de tenerme como rehén, contra mi voluntad”, añadía en relación a la condición de entrenador del entonces timonel del fútbol chileno. Finalmente, el 20 de enero de 2016, después de intensas negociaciones, se anunciaba el acuerdo para su desvinculación, con una indemnización mucho menor a los US$ 6,3 millones establecidos inicialmente. De todos modos, la imagen pública del entrenador en Chile quedó por el suelo.

Título y sombras

Juan Antonio Pizzi fue el encargado de tomar el relevo de Sampaoli. El objetivo estaba puesto en conseguir la clasificación a Rusia 2018. De conseguirlo, por primera vez Chile asistiría a tres mundiales consecutivos. El argentino nacionalizado español conocía el medio chileno por su paso por Universidad Católica, con el que fue campeón en 2010 y perdió la final del Apertura del año siguiente, precisamente ante la U del casildense.

El 29 de enero de 2016, la dirigencia encabezada por Salah anunciaba el arribo de Pizzi. El nuevo técnico tenía escaso tiempo para el respiro, pues el calendario incluiría Eliminatorias, Copa América Centenario y la Copa Confederaciones.

La Copa América Centenario puso a Pizzi en la historia grande del fútbol chileno. El entrenador consiguió el segundo título nacional en un torneo sudamericano, lo que representaba un colchón importante para su labor. El inicio de 2017 también fue promisorio. Chile se adjudicó la China Cup con un plantel que mezclaba jugadores experimentados y de proyección.

A mediados de ese año, vendría un apretón más fuerte: la Copa Confederaciones, herencia del título en la Copa América de 2015. Chile confirma su buen nivel, elimina a Portugal, campeón europeo, con Cristiano Ronaldo incluido, y llega hasta la final con Alemania, en la que cae.

Sin embargo lo que marcaría el fin del ciclo sería la eliminación del Mundial de Rusia. De hecho, fue en esta instancia que surgieron, otra vez, las comparaciones con sus antecesores y, por ende, las críticas al nivel de juego de la Selección. El 3-0 que endosó Brasil en la última fecha dejaría a Chile sin opciones siquiera de llegar al repechaje. Fue el corolario de un proceso de luces y sombra. Ese mismo día, Pizzi anunció su alejamiento de la Selección. “Con respecto al futuro, mi contrato finaliza en esta situación y me parece que, si bien es una responsabilidad y una decisión de los directores, hay que hablar, evaluar qué quieren para la Selección y en base a esa opción elegir. De esas opciones, yo me descarto”, declaró.

Esa misma noche se desató la mayor crisis de la Generación Dorada. Carla Pardo, esposa de Claudio Bravo, arremetió contra Arturo Vidal a través de las redes sociales. Entre el incendio que desataron esas declaraciones y el desencanto por la eliminación del Mundial, Pizzi partió sin gloria y con poca pena.

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