Pepa Bueno, directora del diario El País de España: “El resultado del plebiscito ha sido un aterrizaje en la realidad”
La periodista española dice a La Tercera que "si el resultado final es una Constitución en la que todos los chilenos se sienten representados, es una afirmación de la democracia".
Directora del diario El País de España desde 2021, Pepa Bueno participará este viernes en el foro “El reto social de América Latina”, evento internacional que se realizará en Santiago y que es organizado por PRISA Media y la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), en el marco de la agenda conjunta con la Unión Europea.
Durante el evento de este viernes, Pepa Bueno conversará con el Presidente Gabriel Boric. En esta entrevista con La Tercera, la directora de El País entrega su visión de Chile y la situación política en Europa.
¿Cómo se visualiza desde España la situación de Chile, en especial después de los resultados del plebiscito constitucional?
Yo vengo con mucha expectación, se vive con mucha expectación, con mucha curiosidad. Todo el fenómeno desde el estallido hasta su formulación política, esa es la expectación con la que yo, por lo menos, miro el fenómeno en Chile, cómo hacer compatible esa voluntad transformadora que tiene una formación política que llega al poder, al gobierno, recogiendo un momento político, social y emocional de un país y cómo esa vocación transformadora se encauza en los límites de la vida institucional, que los tiene. Y luego el rechazo al proceso constituyente, bueno, los medios estábamos contando en los días previos que eso era una posibilidad real, sorpresa, sorpresa no fue tanta. Es complejo el panorama que hay por delante, pero sí que creo que una Constitución que recoge derechos fundamentales es una norma que tiene que ser obligatoriamente incluyente y en la que se sientan representados todos los ciudadanos. Lo que parece que han dicho los chilenos, con la participación que hubo en este referéndum, es que no quieren esta Constitución, pero quieren participar en política, que se escuche su voz. Parece que si el resultado final es una Constitución en la que todos los chilenos se sienten representados es una afirmación de la democracia. Yo entiendo que el rechazo a un proceso que había generado tanta expectación y en la que el Presidente se había implicado a favor de la aprobación tiene otras derivadas políticas.
Usted habla de la implicación de Boric en el proceso constituyente. ¿Cree que esta consulta de alguna manera se transformó en un plebiscito a su gestión? ¿Puede marcar lo que sea su mandato?
Me faltan elementos de juicio para opinar si era un plebiscito sobre su gestión, lo que sí creo es que ha sido un aterrizaje en la realidad, eso es obvio. Un movimiento que nace de abajo a arriba y que llega a la política con una cartera enorme de reivindicaciones de muchas minorías, bueno, aterriza en la realidad de que las amplias mayorías necesitan una Constitución de la que se reconozcan. Tiene que haber una manera en que la democracia dé respuestas a la necesidad de cambio que las sociedades expresan, eso tiene que encontrar un cauce político, en democracia no hay otro. Y esa es la complejidad, eso es muy complejo, no es fácil. Pero tampoco puede la complejidad inhibir de hacer cambios que den respuesta. Lo peor que le puede pasar a la democracia es no dar respuesta a las necesidades de las sociedades.
Durante el proceso constituyente, a la sombra de lo que había pasado con el Brexit y el Acuerdo de Paz en Colombia, había expectación por el papel de las fake news y la desinformación en la campaña. ¿Cómo siguieron eso desde España?
Yo creo que lo que está pasando es algo mucho más profundo y más grave que las mentiras y las fake news, y es que se está rompiendo el consenso sobre la realidad. Me parece que eso es peligrosísimo, cuando se rompe el consenso sobre la realidad cómo ponerse de acuerdo o cómo pactar que hay distintas maneras de enfrentarse a la realidad, porque efectivamente hay distintas maneras de intervenir en la realidad y todas legítimas. Pero cuando se rompe el consenso sobre la realidad es muy difícil la discusión democrática. Y es ahí donde golpean las burbujas de confort ideológico, donde cada burbuja busca la reafirmación de sus creencias, ignorando que existe otra parte de la población que lo ve de otra manera.
A propósito de este consenso sobre la realidad, ¿cómo se ve el fenómeno de la extrema derecha ganando posiciones de poder en la Unión Europea, en especial con el triunfo de Giorgia Meloni en Italia, que es uno de los países fundadores del bloque?
Fundador de la Unión Europea y tercera economía del euro. Se ve con enorme preocupación, porque Europa está en fase de construcción todavía, en fase de cesión de soberanía. Cada realidad de la extrema derecha en Europa, en cada país, responde a realidades distintas, pero lo que está claro es que hay una internacional reaccionaria que comparte argumentario, que comparte objetivos, y en el caso de Europa se ha producido un cambio en la extrema derecha de buscar la ruptura de la Unión Europea como está concebida a transformarla desde adentro, este es el cambio que se ha producido en los últimos años.
¿Cómo ve ahora al partido VOX en España? ¿Se potencia con el triunfo de Meloni en Italia?
El triunfo de la extrema derecha en Italia es un foco muy potente. Dependerá de cómo lo haga Meloni. Si Meloni ejecuta la agenda divisiva que anuncia con retrocesos en derechos civiles, como el derecho al aborto, con la criminalización de la inmigración, con la reformulación de los planes de los fondos europeos que se pusieron en marcha con el Covid, puede ser un bumerán para los países que están ahí a puertas de elecciones generales. El problema es que las derechas clásicas, los conservadores, algunos liberales han normalizado la relación, este es realmente el peligro, que normalicen la relación que endurece su discurso. Lo que está pasando es que en muchos países se lo están comiendo. No lo tienen fácil, porque pierden votantes, radicalizan su discurso para parecerse a la extrema derecha y al final legitiman el discurso de la extrema derecha. Ahí yo creo que es donde está realmente el peligro, porque eso desplaza la conversación pública, desplaza la agenda hacia rupturas de consensos que ya estaban en Europa consolidados.
¿Qué es lo que lleva al elector europeo a darle voto a este tipo de partidos?
Yo creo que el asunto esencial es que la izquierda se equivoca y la derecha clásica también, pero sobre todo la izquierda cuando lo que hace es demonizar sin más la existencia de la extrema derecha. Yo creo que hay que poner el foco en que encuentra ahí tanta gente para votar opciones de este tipo. Obviamente no hay millones de personas de extrema derecha ni en España ni en Italia, sino simplemente un hastío con la política. Yo creo que en algunos momentos la democracia no ha dado respuestas a problemas que tienen muchos ciudadanos. Y eso hace que se vote lo distinto, las soluciones mágicas, la extrema derecha solo señala problemas y tiene la solución para todo. La democracia tiene que preguntarse. Yo creo que, para los demócratas, como ciudadanos, como representantes públicos, como periodistas, esta es la tarea fundamental, preguntarse qué es lo que encuentran partidos que, por otra parte, lo que hacen es detectar insatisfacciones e ir por ellas. En muchos casos, es detectar insatisfacciones e ir a buscarlas e instrumentalizarlas. Dónde tenemos los ojos puestos para no detectar estas insatisfacciones, qué parte del funcionamiento se ha taponado para que no encuentren respuesta. El foco hay que ponerlo en las causas.
Se insiste en que Italia es el laboratorio político de Europa, que anticipa lo que pasa en el continente. ¿Lo de Meloni puede ser el inicio que empuje un nuevo fenómeno o no?
Sí, puede ser, o no. Yo no creo en un determinismo que estamos ante una ola que viene, se haga lo que se haga. Yo creo que desde la política y desde la participación ciudadana se pueden cambiar las cosas. Europa está reaccionando a esta crisis como no reaccionó a la crisis del euro, por ejemplo. La crisis del euro fue gravísima y la austeridad a ultranza, que se puede definir sin temor a ser impreciso como austericidio, consistió en el sacrificio de Grecia y en enormes sacrificios en todo el sur de Europa, en Portugal, España e Italia. Fue un error del que se dieron cuenta tarde, y propició la aparición de muchísimo sufrimiento social y la aparición de soluciones extremistas. La respuesta de Europa a la crisis del Covid ha sido radicalmente distinta, primero se ha actuado con concertación, luego algunos de los grandes dogmas, de las reglas fiscales se han relajado ante una realidad que exigía actuar con grandes fondos económicos, entonces la respuesta política ha sido radicalmente distinta. Claro que se puede intervenir, no soy fatalista, puede que en Italia haya un gobierno liderado por la extrema derecha con toda probabilidad, puede surtir un efecto contagio o no. Hay veces que las experiencias históricas actúan como contraejemplo. Pero el peligro es que las derechas clásicas, si para completar su mayoría, aceptan naturalizar discursos como estos.
Este domingo son las elecciones en Brasil, y Lula llega como favorito según las encuestas. ¿Qué le parece que esta nueva “marea rosa” gane terreno en América Latina?
Es interesante lo que está pasando en América Latina, pero es un eje distinto. De repente un eje que pase de Brasil a Chile, Colombia, con una nueva izquierda, si se me permite, con un punto más pragmático. Puede ser muy interesante y convertirse en un eje con países de una potencia considerable, estamos hablando de Brasil, de Chile y de Colombia. Ahora yo en las elecciones siempre digo que hasta que no se vota no me arranca nadie un pronóstico, porque llevamos unos años en los que probablemente no estábamos mirando donde debíamos y cada vez que se abrían las urnas nos llevábamos un susto. Empezó en 2016 con el Brexit, con el referéndum sobre la paz en Colombia, que cada vez que se abrían las urnas decíamos dónde hemos estado mirando que no veíamos esto, pero es verdad que todo parece indicar que Lula va creciendo. Puede constituir un eje bien interesante de no sé si llamarla una nueva izquierda, las etiquetas son siempre delicadas. Lula no es nuevo, Petro en el gobierno sí, pero no en política. Realmente el político nuevo, con una ruptura generacional evidente, es Boric y que, sin embargo, como reacción al Rechazo (en el plebiscito) ha hecho una gestión integradora que es muy interesante. Es verdad que cada generación tiene todo el derecho a cuestionar lo que hizo la anterior, pero lo que parece que no se dice en las sociedades en estos momentos es que quieren contar con ese acumulado y cambiar todo lo que haya que cambiar. La disrupción generacional la representa Boric, es una nueva generación que está pidiendo estar en política y tomar decisiones. Y es llamativo cómo ahora nos parecen muy jóvenes. Los políticos que hicieron la transición en España eran de esas edades, eran políticos entre los 30 y los 40 años, salieron de una dictadura y construyeron una democracia.
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