Por qué cayó tan rápido Víctor Pérez: El choque de relatos para explicarlo en La Moneda y en la UDI
Aunque el derrotero del exministro estaba sentenciado al menos una semana antes porque no había de dónde sacar votos en una oposición que se había cuadrado en su contra, en Palacio chocan versiones respecto de en qué falló en sus 98 días como jefe de gabinete. Unos dicen que su estilo hermético, pero sobre todo el de sus asesores, no lo ayudó tratándose de un forastero. Pero sus leales rechazan estas críticas de las que culpan, principalmente, al Segundo Piso.
Tres días después, sigue habiendo explicaciones contradictorias de por qué duró tan poco el tercer ministro del Interior de Sebastián Piñera. Cuesta recordar otro que no haya siquiera alcanzado a ser Vicepresidente de la República para guardar como recuerdo el decreto que dice “asumo el mando de la Nación”. Dejando de lado que estaba sentenciado desde que la oposición se unió en su contra, se apilan recriminaciones cruzadas entre los más leales a Víctor Pérez y otras oficinas de La Moneda respecto de cuánta responsabilidad tuvo el caído y sus asesores, y cuánta es atribuible a intrigas.
Esto incluye un hecho macizo: que le haya renunciado al Presidente por teléfono y que lo haya anunciado en el Congreso, casi inmediatamente después de que la Cámara de Diputados lo suspendiera el martes, y no en la Casa de Gobierno. Ese día las primeras versiones que se recogieron en Palacio sostenían que el mandatario había sido sorprendido. También sus ministros políticos, que hasta entonces decían estar seguros de que eso no iba a pasar. Pérez y Piñera llevaban días enzarzados en un tira y afloja verbal en que el primero le decía que no podía quedarse sin Número Dos durante cuatro o seis días hasta que el Senado dijera la última palabra, y en que el segundo bregaba por disuadirlo y que siguiera hasta el final.
Entre los amigos del caído afirman que el punto se terminó de resolver esa misma mañana, y que justo antes de anunciarlo, llamó al gobernante para relatarle que había sucedido lo que ya habían previsto, que le agradecía y que la decisión que habíamos convenido la voy a materializar ahora en un punto de prensa.
Así como algunos no pasaron por alto que Pérez no escogiera La Moneda como su última escena, tampoco ignoraron otro símbolo: el comunicado de rigor que Presidencia difundió casi media hora después. Éste le dedicó dos párrafos a su renuncia, junto con informar que Piñera designaba al subsecretario del Interior, Juan Francisco Galli, como interino. Pero el gesto que acusó -leyeron los leales a Pérez y varios en Palacio- una eventual molestia presidencial por haberse quedado sin ministro ni sucesor inmediato fue que el mismo texto incluyó otros cinco párrafos listando los cambios en las subsecretarías de Redes Asistenciales y Economía.
Esa misma noche, Piñera dijo que designaría a un nuevo ministro del Interior al día siguiente -como ocurrió- o a más tardar al subsiguiente, durante una reunión en su casa junto a ministros y ex ministros. A Pérez lo había invitado el domingo, pero no asistió porque su familia lo esperaba en su hogar. Tampoco fue al juramento de su sucesor en el Montt Varas, anteayer. Ese martes los dos tuvieron una última reunión en La Moneda. Allá lo esperaban para despedirlo un grupo de ministros y Cristián Larroulet, el jefe de asesores del Segundo Piso.
Con gente de ese equipo y de Presidencia, sostienen en el bando del UDI, es donde está el problema. No con el mandatario, insisten.
Ese viernes 23 con Piñera y Desbordes
Apenas se supo que era el elegido para suceder a Gonzalo Blumel (28 de julio), la pregunta de cajón era cómo se iban a entender con Piñera si se conocían lo justo, nunca habían tenido complicidad ni tomado decisiones juntos. Pérez lo reconoció más de alguna vez en sus primeras entrevistas. Los suyos creen que por lo mismo el Presidente quiso romper el hielo cuando lo llamó para convocarlo al gabinete recurriendo a una “anécdota" que había tomado prestada del expresidente Ricardo Lagos y que comparaba el ingreso de alguien a un círculo de confianza con el acto de entregarle “la billetera" y la familia.
En sus primeros días el Presidente le dijo que tenía “toda la toda la autonomía, pero recuerde que el jefe de gobierno soy yo”. En el entorno presidencial aseguran que no es que Piñera desconfiara de él, sino que el trato sencillamente no fluía. También es cierto que pesaba la comparación con Blumel, Andrés Chadwick y Rodrigo Hinzpeter.
Algunos de los leales a Pérez dicen otra cosa. Que ambos alcanzaron a generar una “relación fraterna”, y que en sus últimos días, cuando el desenlace era inminente y estaba más que asumido, el Presidente bajó a Interior a confortarlo.
Lo que hayan alcanzado a tejer los dos en tan poco tiempo fue marcado por el hito imposible de ignorar de la mañana del viernes 23 de octubre, cuando se supo que la defensa de Pérez ante la acusación había enviado a la Cámara de Diputados la respuesta oficial al libelo, argumentando que bajo estado de excepción constitucional de catástrofe, Carabineros no depende de Interior, sino que del Ministerio de Defensa.
Lo que vino después fue una maraña de testimonios sobre dos puntos críticos. Uno, por qué y quiénes tomaron una decisión que debió revertirse, por qué fue enviada desde Interior a última hora de la noche anterior, sin avisar oportunamente al resto del equipo a cargo de la defensa -en estos casos opera un staff junto a integrantes de Presidencia y la Segpres-, y por qué se escogió un argumento que fue leído como un intento de endosarle a Mario Desbordes (RN) la responsabilidad sobre la conducta de Carabineros.
Dos, qué pasó esa mañana de viernes cuando el tema llegó hasta el despacho presidencial, durante un encuentro entre el mandatario y su ahora exministro.
Sobre lo primero, ahora que todo se ha consumado, hay íntimos de Pérez que asumen que si hubo un error suyo durante los tres meses que duró, fue no haber avisado antes: confiesan que el documento se envió a la Cámara al mismo tiempo que se remitió al resto del equipo de defensa que trabaja en La Moneda, partiendo por la jefa jurídica de la Segpres, Fernanda Garcés. Pero es la única gran falla que reconocen propia.
Sobre lo segundo, las primeras versiones dijeron que Piñera estaba estaba molesto con su ministro; algunos llegaron a hablar de reprimenda. Pero entre los leales a Pérez, tanto en Interior como en la UDI, insisten en que eso no fue así y que pese a todo lo que se ha dicho, el argumento tenía sustento.
El episodio habría durado algo menos de una hora. Fueron testigos y participantes de la reunión otros dos ministros: Desbordes y el vocero Jaime Bellolio. No la presenciaron completa dos asesores cuya comparecencia el mandatario solicitó en un momento dado.
A terminar, Piñera -sostienen algunos- le ordenó a Pérez y Desbordes que bajaran a hacer una vocería para desmentir el evidente conflicto. Ya había dicho que estaba en contra del argumento jurídico de Pérez, y éste le respondía que ordenaría a sus abogados echar marcha atrás.
Pero el ruido ya estaba hecho. Desde entonces, los íntimos del caído insisten en que la extrema molestia del jefe de Defensa con lo ocurrido (cosa que él y su gente han desmentido) empujó a diputados RN a advertir que entonces no votarían en contra la acusación. Eso abrió otro flanco que terminó enredando a la coalición y que obligó a gastar gestiones en evitar un desmarque letal que, aunque no se concretó, hizo que la UDI advirtiera que si ocurría se la cobraría al ministro Segpres, Cristián Monckeberg, y a Desbordes, viejos aliados.
Lo que nadie discute hoy es que la fallida defensa ante la acusación terminó sepultando anticipadamente cualquier chance de salvar al ministro en el Congreso porque le regaló a la oposición argumentos para enrostrárselo de vuelta y aludir a las riñas en Chile Vamos. Y acá el anillo de confianza de Víctor Pérez critica que en La Moneda -Presidencia y el Segundo Piso- dejaron correr todas estas versiones libremente durante días, sin salir a desmentirlas oficialmente.
La discutida cuestión de su estilo hermético
Por último, hay otro frente donde los relatos chocan. Para gente de Presidencia y de otros ministerios de Palacio, la gran falla de Pérez fue su estilo hermético y aislado -se sabe que él es desconfiado- que no lo ayudó a tejer redes de confianza con el resto de La Moneda. Se basan en que llegó a jurar completamente solo y que apenas trajo de afuera a dos asesores que se instalaron en La Moneda dos días después: su jefe de gabinete, Giovanni Calderón (exasesor de los senadores gremialistas), y el también exdiputado UDI Gonzalo Arenas.
Especialmente encima del primero recaen las culpas que apuntan desde esos departamentos. Explican que se le advirtió a Interior varias veces que Calderón debía consultar y alertar antes de tomar decisiones por su cuenta, y que ya tenía una difícil relación con la Segpres (desde donde lo responsabilizan de enviar sin avisar la defensa a la Cámara). El asunto era vox populi en Palacio porque en Interior -donde la población es mayoritariamente RN- ya sabían de primera mano de su trato frontal: al llegar les advirtió que la confianza existe hasta que se pierde.
Algunos íntimos de Pérez confirman que era tanto el ruido, que el mismo ministro se los había comentado. Al aludido le han oído decir que nunca tuvo problemas y que siempre tomaba nota de su intercambio con otros funcionarios y autoridades para respaldar sus actuaciones.
A Calderón y Arenas también los responsabilizan de haber manejado solos las negociaciones con los camioneros durante el paro que complicó los primeros días del ministro, en el que éste se involucró después y en el que también tuvieron que terciar el ministro de Obras Públicas, Alfredo Moreno, y el presidente de la CPC, Juan Sutil. La gente del ministro retruca que eso se hizo así porque el manual de estas negociaciones es que primero se envía a los “alfiles” y que no se puede quemar al jefe de Interior de entrada.
En Palacio han sostenido que haberse rodeado de tan pocos asesores acentuó el hermetismo de Pérez e hizo difícil generar una complicidad con otras carteras, aunque niegan que haya habido gestos de “dejarlo caer de a poco”.
Pero, una vez más, los incondicionales al caído apuntan a que ese relato se ha intentado “construir” desde el Segundo Piso para fijar las culpas en el equipo del UDI. Sobre todo, insisten en que a esa unidad “le molestaba la autonomía política” de Pérez.
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