Sergio Micco: “Debí haber sido más categórico de lo que lo fui en condenar la violencia”
A cinco años del estallido social, el exdirector del INDH recuerda ese primer mes de movilizaciones en el marco de la docuserie “El mes más tenso: regreso a un país estallado”, ya disponible en las plataformas de La Tercera. ¿Qué lecciones saca? "Nunca más justificar la violencia, nunca más justificar las violaciones a los derechos humanos y también hay que cuidar la democracia. Se nos notó mucho, entre octubre y noviembre, que muchos no la cuidaron y pudimos haberla perdido".
El Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) fue uno de los principales protagonistas desde que empezaron las manifestaciones durante el estallido social, interponiendo más de tres mil acciones judiciales por violaciones a los derechos humanos entre octubre de 2019 y marzo de 2020. Pero fue su entonces director, Sergio Micco, quien descartó, en el mes más complejo y tenso de movilizaciones, que hubiera una violación sistemática de estos derechos.
A cinco años de ese momento histórico, Micco recuerda esos primeros días, la dinámica del Instituto y dicha declaración que, reconoce, tuvo altísimos costos. A continuación, la entrevista extendida con el exdirector del INDH, en el marco de la docuserie “El mes más tenso: regreso a un país estallado”, disponible en las plataformas de La Tercera.
¿Cómo fue para usted el 18 de octubre?
Asumí la dirección del Instituto en julio del 2019. Era otro Chile, otro mundo. Cuando se produjo el estallido social, que nosotros le llamamos la crisis de octubre, no estábamos preparados. En el Instituto éramos 182 personas en todo el país, en regiones con un millón y medio de habitantes, había cinco o seis funcionarios. Nuestra primera reacción fue que había que decirle al país lo que está ocurriendo. Entonces estuvimos de observadores en unas 330 manifestaciones. Fuimos a decenas y decenas de centros médicos, estuvimos con 5.000 personas heridas, y en los retenes y comisarías estuvimos con 13.000 personas. Ahí nos formamos la convicción de que se están violando gravemente y muy numerosamente los derechos humanos. Luego de eso, pedimos al Estado que se tomara una serie de medidas para evitar que esto continuara y presentamos, buscando la justicia, 3.200 querellas criminales. En materia de reparación, también el Instituto lo promovió activamente. Y lo último que hicimos fue garantías de no repetición. Básicamente, pedirle al Estado de Chile que repensara la política en materia de inteligencia policial. Es inaceptable que nos haya tomado tan desprevenidos lo que ocurrió y eso tuvo gravísimas consecuencias. En segundo lugar, había que repensar Carabineros en materia de capacitación y recursos. Carabineros entró al estallido social con 1.400 personas efectivos de fuerzas especiales. 1.400. Prácticamente sin recursos disuasivos que no fueran letales o cuasi letales, como resultaron ser las escopetas antidisturbios o que causaban grave daño. Planteamos, no la refundación de Carabineros, pero sí que tenía que modernizarse y reformarse. Fueron esas cuatro grandes líneas -verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición- en las cuales el INDH se abocó en pleno.
¿Cuál fue la respuesta de las autoridades en su momento?
Nosotros somos de la opinión de que el Estado de Chile pudo haber hecho más para evitar las violaciones a los derechos humanos. Y una vez producidas, haber tomado medidas mucho más rápidas y contundentes para que se supiera la verdad, se hiciese justicia y se reparase. Ahora, debo también decir que el Instituto se vio atravesado por dos tremendos conflictos, que son públicos y notorios: la primera, sobre cuál era la relación entre violencia y violación a los derechos humanos. Porque yo, de las autocríticas que me hago, es que debí haber sido más categórico de lo que lo fui en condenar la violencia. Estamos hablando de cifras inauditas. Si nosotros, al 16 de diciembre del 2019, cuando aprobamos por unanimidad el informe anual de la situación de los derechos humanos en Chile, contabilizamos 240 ataques a cuarteles de policía, 76 ataques a unidades militares, casi 2.000 carabineros heridos. Eso dificultó mucho nuestra labor, porque no nos pusimos de acuerdo. El otro tema en que no nos pusimos de acuerdo era a propósito de cuál es la opinión que tengo del Estado y del gobierno. El 3 de noviembre del 2019 afirmé que no creía que hubiese violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Y lo definí: yo no creía que el Presidente de la República, elegido por todos los chilenos, hubiese ordenado un ataque masivo a la población, que este ataque lo hubiese ejecutado Carabineros de Chile y se hubiese pactado la impunidad. Esa fue una declaración supercontroversial, muy resistida por la opinión pública. Hoy día estamos todos a favor de Carabineros, la opinión pública, pero en ese momento el 73% de los chilenos en encuestas de rigor decía que sí se estaban violando sistemáticamente los derechos humanos. En ese clima, el Instituto también se dividió, porque la mayoría consideramos que no había una política de violar los derechos humanos, como si lo hubo la dictadura, pero hay otros que creían que sí. Yo personalmente como director no creí ni creo que haya indicios para sostener que hubo esta política. Pero con la misma fuerza te digo que el Estado de Chile pudo haber hecho más para prever, prevenir lo que iba a ocurrir y que cuando actuase la fuerza pública no fuese con los daños que se produjeron sobre la población chilena.
-Usted lo adelantó, pero ¿qué costos le trajo decir, precisamente, que las violaciones no eran sistemáticas?
Los costos fueron altísimos. Pero a mí nadie me obligó a ser director del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Es más, yo quise ser director del INDH. Y cuando uno está en un cargo público tiene que entender que “cargo público” significa una carga pública. No es para lucrar, no es para acceder a privilegios, sino que asumir una enorme responsabilidad. En ese sentido, me tocó un momento histórico y declaré lo que entendía que era mi deber declarar. Ahora, en septiembre del 2023, el Presidente Gabriel Boric dijo que él no dudaba del talante democrático del expresidente Sebastián Piñera. Dijo que él no creía que el Presidente hubiese ordenado violar los derechos humanos. Y me parece de la mayor importancia. Y después, la directora del Instituto, que sí creía que había violaciones sistemáticas, dijo que no (hubo). Yo creo que eso es bueno para el país, porque Chile nunca dejó de ser una democracia, nunca dejó de haber un Estado democrático de derecho en los peores momentos del estallido social, de la violencia, de las violaciones a los derechos humanos.
¿Cuál es su balance a 5 años desde octubre de 2019? ¿Cree que puede resurgir el descontento social?
Yo destaco mucho que en el informe anual del Instituto, de diciembre del 2019, definimos por unanimidad las condiciones que habían hecho posible el estallido. Y ahí, claro, es estar preocupado, porque si tú dices ¿había un problema grave de orden público? Sigue. ¿Desigualdad social? Sigue. ¿Abuso de la élite, de los poderosos? Sigue. ¿Demandas de justicia social, previsión, salud, educación? Tú ves las encuestas de opinión pública, los chilenos y chilenas siguen superdisconformes. Todas esas cosas son parte que podríamos decir del estallido, propiamente, social. Y eso sigue. Ahora, ¿significa eso que va a volver a ocurrir el estallido social? No voy a hacer de profeta, pero te diría que hay un segundo componente del estallido, que es la violencia, y los chilenos y chilenas han quedado con una sensación de tal miedo, rechazo, hacia los elementos más violentos que se produjeron entre octubre y noviembre, que yo no creo que, de estas causas sociales que se mantienen, se deduzca que vaya a haber un nuevo estallido social. Porque ya lo hubo y el recuerdo de los chilenos hoy día, mayoritariamente, es muy negativo. Sin embargo, ¿cuáles son las grandes lecciones de estallido? Primero, nunca más postergar demandas sociales que son justas. Si tenemos el Estado de Chile, su clase política debe responder a estas demandas. La segunda lección es nunca más justificar la violencia. Me da un poquito de rabia, porque, hasta el día de hoy, toda esa gente que llamó a tomarse La Moneda, ¿alguna vez pensaron lo que significaba que entraran 500, 1.000, 1.500 personas a La Moneda? Esas personas, esos diputados, que votaron a favor de una acusación constitucional diciendo que el expresidente Sebastián Piñera violaba sistemáticamente los derechos humanos, ¿alguna autocrítica se hacen? Tercero, la oposición de aquel momento, ¿se hace una autocrítica por no haber condenado la violencia, lo que estaba ocurriendo en ese momento en el país? Yo te diría: nunca más justificar la violencia, nunca más justificar las violaciones a los derechos humanos y también hay que cuidar la democracia. Se nos notó mucho, entre octubre y noviembre, que muchos no la cuidaron y pudimos haberla perdido. Es mi convicción más profunda.
De ese primer mes, ¿hay algún momento que usted recuerde en particular?
Varios. Yo jamás pensé que iba a volver a vivir militares en la calle. Cuando recorría Santiago, en la madrugada del 20, 21 de octubre, yo no podía creer lo que estaba viendo. Era volver a las peores de mis pesadillas. Yo era muy niño, pero yo vi también la parte final de la descomposición de nuestra democracia en los tiempos de la Unidad Popular y esto se parecía harto. El segundo recuerdo, que es el momento bello, es el 25 de octubre. Yo estuve en la Plaza Baquedano y era impresionante. Era una explosión de diversidad, de alegría, de demandas, de justicia, que a mí me sobrecogieron. Tampoco entendía mucho, porque en mis tiempos alguien se hubiese parado encima de un banco y empezaba a hacer un discurso, a unirse a la bandera de los partidos y no había nada de eso. Habían jóvenes preocupados de cuidar a los perritos que estaban dando vueltas, las demandas de las disidencias sexuales, AFP... Eso también me lo voy a llevar a la tumba, porque fue un momento en que nos reunimos millones y millones de chilenos, y pensamos que era posible un Chile más justo. Eso también para mí fue muy sobrecogedor. Pero debo confesarte, por sobre todas las cosas, los recuerdos que yo guardo de octubre son la violencia, templos quemados, rostros desfigurados por trauma ocular... En fin. Como director del Instituto me tenía que concentrar ahí, en la violencia, en las violaciones a los derechos humanos. Y yo te insisto: no podemos olvidar lo que ocurrió, por una parte, y no podemos darnos el lujo de no aprender las lecciones de lo que ocurrió ahí. Nunca más postergar las demandas sociales, nunca más justificar las violaciones a los derechos humanos, nunca más justificar la violencia y por sobre todo: entre más grande sea la crisis, más tú tienes que cuidar la democracia y sus instituciones.
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