Sin turistas, pero con fiestas clandestinas: La “saudade” de Río de Janeiro por su carnaval
La “cidade maravilhosa” se vio obligada a cancelar por tercera vez en su historia su fiesta más popular debido al repunte de casos de Covid-19. Las pérdidas para los comerciantes están estimadas este año en US$ 509 millones.
En tiempos normales, las famosas escuelas de samba de Río de Janeiro estarían ultimando los preparativos para sus desfiles y las calles estarían tomadas por cortejos musicales, purpurina y clima de fiesta. Pero este año el espíritu del “Rey Momo” deberá aguardar para reinar. El 21 de enero, el alcalde Eduardo Paes anunció que “cidade maravilhosa” renunciaba a celebrar su famoso carnaval este año, debido al repunte de casos de Covid-19.
“Nunca he escondido mi pasión por el carnaval y sé la importancia económica que tiene este evento cultural para nuestra ciudad. Sin embargo, me parece una tontería imaginar en este momento que podemos organizar el carnaval en julio”, escribió Paes en su cuenta en Twitter. “En 2022 podremos (todos debidamente vacunados) celebrar la vida y nuestra cultura con toda la intensidad que se merece”, agregó.
Del 12 al 17 de febrero, millones de personas iban a ser testigos de uno de los eventos más grandes del mundo. Los desfiles, las carrozas, los trajes coloridos que representan el arte y la historia brasileña quedaron guardados. Río de Janeiro agoniza de “saudade” (nostalgia) por su carnaval, grafica France Presse.
Es la tercera vez en la historia que las autoridades suspenden el carnaval en Brasil: en 1892 fue aplazado por un decreto gubernamental y en 1912 por un duelo oficial. Pero los decretos no impidieron las celebraciones en las fechas tradicionales y hubo entonces en esos años dos carnavales. En 2021, en plena segunda ola de la pandemia, con un promedio de más de 1.000 muertes por día y con la vacunación aún incipiente, Brasil se vio obligado a cancelar la fiesta más popular del país, que el año pasado atrajo a 2,1 millones de turistas -de los cuales cerca de 500.000 extranjeros- y movió unos US$ 750 millones solo en Río de Janeiro.
Están en juego unos 100.000 puestos de trabajo en el sector cultural, en la hostelería y en la gastronomía, destaca la cadena Deutsche Welle. Según los informes de los medios locales, ya se han perdido 20.000 puestos de trabajo en la industria hotelera y casi 10.000 en la industria de la restauración en el transcurso de la pandemia. Y el panorama es sombrío. Actualmente, solo el 35% de las plazas hoteleras de Río están reservadas para los días de carnaval. Con reducciones de precios del 30%, los hoteles esperan poder ocupar al menos la mitad de las habitaciones a corto plazo. Las pérdidas para los comerciantes están estimadas este año en US$ 509 millones, afirma France 24.
Las escuelas de samba, que preparan durante meses sus suntuosos desfiles, cancelaron prácticamente todas sus operaciones, dejando sin trabajo a centenas de costureras, diseñadores, músicos, utileros y mecánicos, entre otros oficios que dan vida al espectáculo. El sambódromo vacío será iluminado todas las noches con los colores de las diferentes “escolas”, tras un breve acto del alcalde Paes previsto para este viernes. Los fanáticos del espectáculo podrán recordar los años de gloria a través de TV Globo, que exhibirá 28 desfiles considerados históricos, destacó France Presse.
La Portela, la mayor campeona de la fiesta carioca y una de las escuelas de samba más tradicionales de Río con 98 años de existencia, no es la excepción. En 2020, 50 de sus miembros fallecieron -la mayoría por Covid-19- y los ingresos propios de la escuela prácticamente se esfumaron por impedimentos de la pandemia perjudicando a 400 personas. “Es mucha gente. Es un ejército que trabaja para cada escuela y esas personas necesitan de un proyecto de carnaval para poder sustentar a sus familias”, dice Fabio Pavao, vicepresidente de la Portela.
La anulación del carnaval, sin embargo, no ha impedido que personas organicen fiestas clandestinas que cobran entradas de hasta US$ 40 a través de páginas en internet y redes sociales, apunta France 24. La alcaldía de Río de Janeiro reportó que, hasta el domingo por la mañana, había cerrado cuatro centros nocturnos que cometieron infracciones a las normas de confinamiento e impuso siete multas por violaciones al distanciamiento social. Según el portal G1 de Globo, se registraron aglomeraciones en fiestas clandestinas realizadas en ciudades del Norte Fluminense, como Campos, São Francisco de Itabapoana y São João da Barra.
Para reprimir eventuales aglomeraciones, la alcaldía carioca desplegará 1.000 policías por día y quienes las promuevan podrán enfrentar multas y penas de hasta un año de cárcel. La permanencia en playas, bares y restaurantes seguirá permitida, consigna France Presse.
En lugar de sus cortejos, muchos “blocos” (grupos) del carnaval callejero -como Cordao da Bola Preta, Céu na Terra o Cordão do Boitatá- transmitirán en vivo presentaciones desde teatros sin público. La banda callejera Desliga da Justica, por ejemplo, recurrió a eventos online para sus seguidores, transmitiendo música y bailes vía YouTube y otras redes sociales. Este año, todos los miembros de la banda se sometieron el domingo a una prueba PCR para detectar el coronavirus cuando llegaron al estudio en el sur de Río. “Cuando todo el mundo esté inmunizado, vamos a tener el carnaval más grande que se haya visto en Brasil. Espérenos hasta 2022”, dijo Superchica, interpretada por Carla de Freitas, de 38 años. “Queremos que todo el mundo esté saludable y protegido para que se divierta en paz”.
En tanto, Blocos da Sebastiana, una asociación de grupos de carnaval callejero de la Zona Sur de Río, organizó talleres sobre maquillaje e instrumentos para el carnaval, y ofreció listas de reproducción de su música. “Nos gustaría estar en fiestas en la calle, pero no podemos”, señaló Rita Fernandes, presidenta de Blocos da Sebastiana, a The Associated Press. “Los espectáculos transmitidos por internet son importantes, pero simbólicos. Nos traen recuerdos del carnaval y reafirman lo que significa para nosotros”. “Pero no genera el mismo sentimiento”, agregó. “Yo no me puse un traje ni bailé frente a una pantalla”.
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