Ubilla: Cuándo, por qué renunció, y qué dicen en La Moneda de sus diferencias con Blumel
Hoy dijo a la pasada que no tuvo problemas con el ministro y que no hay "nada dramático". Y pese a que la primera de las tres veces que le dijo al Presidente que renunciaba fue la mañana del cambio de gabinete -cuando no sabía que Blumel sería su jefe- en Palacio es vox populi que tuvieron diferencias de óptica en el manejo del orden público.
Al menos tres veces conversó con el Presidente sobre su salida. La primera fue la mañana de ese lunes 28 de octubre, cuando Rodrigo Ubilla Mackenney (RN) no sabía aún que su nuevo jefe iba a ser Gonzalo Blumel. Como subsecretario del Interior le tocaba leer los decretos de renuncias y nombramientos en el salón Montt Varas, y horas antes de eso le dijo a Sebastián Piñera que prefería irse con el todavía ministro Andrés Chadwick. Que -hasta donde se sabe- le pesaban razones de desgaste personal y familiar; que si se iba el brazo derecho del gobernante, lo lógico era que él también. Aunque su versión no la incluye, también se enfrenta a la causa que aún tiene abierta en la justicia por una supuesta compra irregular de tierras indígenas en Pucón. Como los superiores civiles de Carabineros, ambos quedaban a la cabeza de las autoridades piñeristas que encaraban críticas y costos tras los primeros diez días de la crisis, con estado de excepción y toque de queda de por medio.
Pero esa mañana se quedó. El gobernante le pidió que no dijera nada y que no se fuera. Había apuro. Sobre la marcha hubo que echar atrás el nombramiento del UDI Felipe Ward en Interior, enviarlo a la Segpres e instalar a Blumel como sucesor de Chadwick. En vez de celebrar esa tarde su cumpleaños número 60 -con parte de su familia de viaje-, Ubilla fue a ver al Presidente a su casa para conversar a fondo su situación en medio de la crisis. Piñera le solicitó que se quedara hasta fin de año. Él aceptó. Blumel -dicen hoy en su equipo- también se lo pidió.
El renunciado subsecretario no sólo fue de los pocos funcionarios de gobierno que se mantuvieron incólumes durante los cuatro años de la primera administración de Piñera, lo que construyó una relación de confianza con el Mandatario. Durante la última campaña presidencial, tras un resultado de la primera vuelta que sorprendió al equipo de Avanza Chile, Ubilla -que hasta entonces oficiaba de decano de la facultad de Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma- ingresó a la primera línea para la segunda vuelta a organizar a los apoderados de mesa, un rol que para muchos en Chile Vamos fue crucial para la amplia victoria de enero de 2017.
En los 47 días que pasaron hasta el comunicado de la Presidencia que ayer sostuvo que su salida se debía a "razones personales", a Ubilla y Blumel les tocó enfrentar una ola de críticas a Carabineros por su conducta ante las manifestaciones, que sucesivos informes internacionales han etiquetado como violaciones a los derechos humanos. A los números y testimonios sobre personas que perdieron la vista, estallidos oculares y heridos, se han ido sumando flancos políticos como el uso de perdigones, disparos de cartuchos de lacrimógenas al rostro y -ayer- la denuncia sobre el eventual uso de soda caústica en los carros lanzaguas. La relación de ambos ante eso, recalcan diversos testimonios en La Moneda, marcó una diferencia ostensible en el manejo del orden público que incidió o al menos coincidió con la salida de Ubilla.
Eso, aunque el saliente subsecretario (lo hará el 1 de enero) dijo esta mañana -al cruzar los patios de Palacio junto a su sucesor Juan Francisco Galli- que no tiene "ningún" problema con el joven ministro de Evópoli, y que "no todo es dramático en la vida, hay situaciones personales". Ubilla se preocupó de insistir en que le deseaba "a Juan Francisco Galli, mi amigo, y al ministro Chadwick (lapsus)… al ministro Blumel el mayor de los éxitos". Blumel hasta ahora no ha dicho nada entrecomillas, aunque en su círculo también aclaran que nunca tuvo un encontrón con el subsecretario.
Pero ahí mismo, en Interior, también conviven trascendidos que niegan cualquier diferencia con aquellos que describen una distancia tal de estilos y decisiones que no proyectaba mucho tiempo más el trabajo de la dupla, por mucho que Ubilla ya hubiese presentado su renuncia. Aunque Blumel asumió con un subsecretario renunciado, quienes conocen a ambos recalcan que Ubilla siempre asumió que le tocaba ser el rostro duro del orden público, que eso venía haciendo y que lo siguió haciendo pese a las críticas a la policía uniformada.
Más de alguna vez acusó de "cobardes" a agresores de carabineros y lo suyo no eran las vocerías pro derechos humanos. Eso lo tenía asumido. Se cuadraba a brazo partido ante las cámaras, aunque -cuentan en Palacio- lejos de de ellas los llegó a retar severamente y en voz alta ante episodios de violencia contra civiles. Ubilla era conocido puertas adentro por comentar más de una vez que "no venía a ganarse el premio al mejor compañero" y con un estilo y carácter enérgico y no con demasiada paciencia ante la falta de soluciones o la torpeza.
Aunque el subsecretario lo negara esta mañana, en Interior relatan que con el correr de los días pesaba que Blumel, en cambio, fuera mostrando una conducta menos rígida a medida que se acumulaban casos de violencia policial y los sucesivos informes de derechos humanos. Citan cada vez que el ministro decía que se iba a investigar tal o cual caso, cuando les pedía por oficio que aclararan algo, o cuando -consumada la pérdida de visión de Gustavo Gatica, y requerido por el caso en los pasillos del Congreso- anunció que pediría a la institución que le informara quiénes le habían disparado al joven.
En resumen, que mientra uno era el "duro", el otro era el "blando". Pesaba además el factor Chadwick, cuya acusación y sentencia en el Senado la semana pasada puso las miras sobre Blumel por no cuadrarse a fondo con él, según denunció la UDI. Eso también, observan, separó aguas. El viernes de la semana pasada, el subsecretario recibió en su casa a un grupo de 10 a 12 personas, todos funcionarios de Interior, junto al ex ministro sentenciado la tarde anterior en el Congreso. Allí se encontraba personal del ministerio y de la subsecretaría, más el abogado Luis Hermosilla.
Blumel no estaba.
¿No lo lo invitaron? De lado y lado dicen que no, que el grupo venía cohesionado desde mucho antes de que asumiera esa cartera. En el entorno del ministro rechazan cualquier distancia, desestiman que sea el "blando" en comparación con el "duro", y aseguran que todas las decisiones que puedan ser interpretadas como un repliegue policial, o señales pro derechos humanos, o de corrección al actuar uniformado, fueron tomadas en conjunto con Ubilla. Citan, por ejemplo, las dos reuniones con el general Mario Rozas para abordar la reducción y suspensión del uso de perdigones en las escopetas antidisturbios.
El viernes pasado, y en medio de este cuadro, el Presidente volvió a llamar a Ubilla y le preguntó si su decisión seguía en pie. Ahí hablaron por tercera vez, y se zanjó su salida. Como la decisión de que lo suceda Galli se amarró en los últimos días -explican- se decidió dar a conocer ayer el cambio, antes de que se filtrara. Anoche, durante la cena de despedida a Chadwick en casa de Piñera, con una treintena de personas, el dueño de casa, la primera dama y el homenajeado tuvieron palabras de agradecimiento a Ubilla. Él no dijo nada.
Primero en entrar y primero en salir
Originalmente aliado histórico de Andrés Allamand -a quien se ha referido como "mi hermano mayor"- Ubilla adscribió al piñerismo químicamente puro en su primer cuatrienio, cuando aceptó ser su primer funcionario en tomar posesión del cargo, el 9 de marzo de 2010. Alcanzó a ser dos días funcionario de Michelle Bachelet en reemplazo de Patricio Rosende, y cuando éste le dijo que le devolviera el puesto en cuatro años, Ubilla contestó que en ocho. No fueron ocho ni tampoco volvió Rosende.
Su nexo con Allamand le dejó medio metro cuadrado para entenderse con su primer jefe, Rodrigo Hinzpeter, entonces adversario del hoy senador. Pero lo logró. Cuando llegó Chadwick a Interior, al comienzo hubo un leve recelo, pero luego ambos lograron congeniar, en parte por afinidad generacional, y en parte por el nexo común con Allamand (amigo del ex coronel).
En esos años forzó los límites al alinearse con el ala liberal de RN y entrando en conflicto con el entonces jefe de ese partido, Carlos Larraín. Cuando Ubilla y funcionarios del Segundo Piso asistieron a asambleas de la disidencia, el líder del partido pidió su cabeza. No se la dieron. Y dos días antes del final amargo de Piñera I, le entregó sus oficinas a un parco Mahmud Aleuy y fue despedido entre aplausos -desde el Presidente para abajo- de La Moneda.
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