Columna de Andrés Gómez: Alia Trabucco y Cynthia Rimsky, premios y preguntas
Por Andrés Gómez Bravo, subeditor de La Tercera Domingo.
La novela es de algún modo una pregunta. Una pregunta en torno a la voz, quién o quiénes hablan, y también sobre los silencios. “Hablo con ustedes, los que toman notas, los que al final me juzgarán. Les incomoda mi voz, ¿me equivoco? Hablemos de eso, de mi voz. Esperaban otra, ¿no es verdad?. Una más mansa y agradecida”, dice Estela, protagonista de la segunda novela de Alia Trabucco, Limpia.
Escrita con una prosa tensa y de bordes poéticos, la novela explora en las desigualdades sociales a través de la voz de Estela, empleada doméstica de una familia adinerada. Publicada en 2022 en Chile, acaba de recibir el premio Fémina a la mejor novela extranjera en Francia.
Ciertamente, Limpia amplía y confirma la brillante trayectoria de Alia Trabucco, quien ya con su primera novela, La resta, fue nominada al Man Booker en Inglaterra. Narradora diestra, culta e inteligente, Trabucco es una escritora política y reflexiva, cuyos libros buscan estremecer al lector. Ahora, al recibir el premio Fémina, no pudo omitir el drama en la tierra de sus abuelos: “Sé que decir es apuntar. Decir es enfocar. Decir es interpelar. Es incomodar y subvertir. Y no decir, ante la tragedia de este tiempo, nuestro tiempo, es tan estruendoso y tan mortal como los bombardeos a Palestina”.
Con un proyecto narrativo distinto, la escritora Cynthia Rimsky recibió esta semana el Premio Herralde de Novela, el mismo que consagró a Roberto Bolaño, junto a la española Xita Rubert. Autora de Poste Restante, La revolución a dedo y Yomurí, Rimsky es una escritora política en otro sentido: hechos de materiales documentales y ficticios, a menudo sus libros toman la forma de un viaje en torno a la identidad o la singularidad cotidiana, cuando ya no hay sueños colectivos. Ahora fue premiada por Clara y confusa, una novela en torno al romance de un gásfiter y una artista.
Cynthia Rimsky (1962) y Alia Trabucco (1983) son autoras de diferentes generaciones, con trayectorias y estéticas propias, pero en ambas se distingue la búsqueda de una literatura alejada de convenciones y complacencias. Una literatura que no le teme a las preguntas, como la voz de Estela que resuena aún más allá del final de Limpia: “¿Me escuchan?”.