Diez creencias del Covid que la ciencia desestimó

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Los anticuerpos, en azul claro, según una impresión artística, pululan alrededor de una partícula de Sars-CoV-2. Crédito: Design Cells / SPL

Desde que comenzó a circular el Sars-CoV-2. hace casi dos años, la ciencia no ha dejado de investigar al nuevo coronavirus y gracias al conocimiento generado, algunos conceptos respecto del virus han cambiado.


Mientas todavía se discute el origen el virus Sars-CoV-2 causante de Covid-19, ahora se sabe que no fue un contador que vivía a varios kilómetros del mercado de Wuhan, en China, la primera persona que habría presentado síntomas de la enfermedad.

Una nueva publicación de la revista Science, realizada por investigadores la Universidad de Arizona, señala que la paciente cero es una vendedora de mariscos en el mercado de Huanan, en Wuhan. La enfermedad habría iniciado el 11 de diciembre de 2019.

En todo este tiempo, investigadores de todo el mundo se han dedicado a estudiar al nuevo coravirus y en el camino, han descubierto conocimiento que ha echado por tierra información anterior.

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1. Se transmite por superficie

Se iniciaba la pandemia y todas las personas sanitizaban sus zapatos, ropa y todo lo que ingresara al hogar, incluyendo alimentos, paquetes de delivery, ya sea con cloro, amonio cuaternario o alcohol.

Pero a inicio de este año ya no había dudas: la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Administración de Medicamentos y Alimentos de EE.UU. (FDA, sus siglas en inglés) aseguraban que tras analizar la evidencia científica disponible, era muy poco probable que el Sars-CoV-2 se transmitiera a las personas a través de los alimentos o de envases. ¿La razón? El virus no es capaz de permanecer activo sobre las superficies y requiere de un contacto casi inmediato con las vías respiratorias.

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2. Se transmite solo por microgotitas directas al estornudar o toser

Fue motivo de debate entre la OMS, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, sus siglas en inglés) y científicos. Al comienzo de la pandemia, el consenso era que el virus solo se transmitía por gotas, gotículas y microgotas al estornudar o toser. Pero muchos científicos creían que también lo hacía por el aire, a través de aerosoles. Finalmente, en febrero, la OMS reconoció que el virus se podía transmitir por aerosoles, gotitas más pequeñas (menos de cinco micrones) que pesan menos y por eso pueden viajar por el aire a una distancia mayor y mantenerse en él.

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3. Es una enfermedad respiratoria

Uno de los principales síntomas de la enfermedad era la dificultad respiratoria, por lo que en los primeros meses se identificó como un mal respiratorio. Pero los reportes médicos y científicos mostraban que los órganos afectados eran varios y las secuelas que dejaba no solo eran respiratorias.

La revista Circulation Research fue una de las primeras que señalaron que se trataba también de una enfermedad vascular. Hoy la ciencia admite que es una enfermedad multisistémica, capaz de afectar al corazón, cerebro, piel, articulaciones, riñones y pulmones, entre otros. Además de dejar secuelas permanentes en quienes se contagiaron.

Niños en Serbia  usan mascarillas en el primer día de clases, en Belgrado.
Niños en Serbia usan mascarillas en el primer día de clases, en Belgrado. Foto: AFP

4. Los niños y adolescentes no se infectan

En los primeros meses, los afectados con la enfermedad eran adultos mayores de 60 años y personas con enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión y obesidad. Se creía entonces que el perfil preliminar de los infectados excluía a los niños y jóvenes, porque entonces los casos eran muy excepcionales.

Ante los primeros reportes de niños y adolescentes afectados, en abril del año pasado el director general de la OMS para Europa, Hans Kluge, reconocía que creer que el Covid solo afectaba a los mayores, era una idea errónea.

Con el tiempo, los casos se hicieron más habituales, aunque más leves en comparación con los adultos.

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5. El PIMS solo afecta a los niños

No solo los niños contagiados con el virus pueden desarrollar Síndrome Inflamatorio Multisistémico o PIMS por sus siglas en inglés (Pediatric Inflamatory Multisistemic Syndrome).

En marzo de este año, la comunidad científica reconocía que esta inflamación también podía afectar a los adultos que debutaban con síntomas como fiebre alta, malestar gastrointestinal, miocardiopatía y cambios en el comportamiento, como si se tratara de una encefalitis, sin que necesariamente presenten síntomas respiratorios. Solo en los exámenes posteriores se encontraban anticuerpos contra el virus, clara prueba de contacto con el virus Sars-CoV-2.

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6. El clima cálido reduce contagios

Resultados preliminares de un estudio en España en abril del año pasado mostraba que durante la primavera europea los contagios con el virus disminuían conforme aumentaba la temperatura.

Otros mencionaban que los rayos UV serían capaces de destruir el virus. Sin embargo, la evidencia ha demostrado que las temperaturas cálidas (sobre 25°) no disminuyen el riesgo de contagio, por lo que, tal como recomienda la OMS, el verano no es motivo para relajar medidas ni dejar de utilizar mascarillas.

De hecho, en el verano europeo y el verano del hemisferio sur se han visto olas de contagio que demuestran que más que la temperatura, lo que afecta al virus es la aglomeración de personas y la falta de ventilación.

Inmunidad de rebaño

7. La inmunidad de rebaño “natural” acabará con la enfermedad

No fueron pocas las autoridades políticas y sanitarias de diferentes partes del mundo que creyeron, al inicio de la pandemia, que aquellas personas que tenían contacto con el virus de manera natural serían capaces de desarrollar inmunidad y quedar protegidos frente a la enfermedad, especialmente jóvenes y adultos jóvenes.

Inmediatamente, científicos de diferentes grupos pusieron la alerta y demostraron que estos grupos también podrían enfermar grave y que, incluso, siendo sintomáticos podrían contagiar al resto de la población. Hoy, en las personas de todas las edades se recomienda la vacunación.

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8. Hidroxicloroquina y la ivermectina sirven para tratar el Covid

Aparecieron como una esperanza en mitad de la pandemia. Su uso fue promovido hasta por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.

En marzo de este año, la OMS emitió su opinión definitiva: la hidroxicloroquina no debería usarse para prevenir el Covid-19 y no tiene un efecto significativo en pacientes ya infectados.

Respecto de la ivermectina, se iniciaron varios estudios científicos para probar sus efectos, que al menos en laboratorio se verían auspiciosos, pero fueron detenidos a poco andar. Hoy, este antiparasitario no tiene recomendación de uso en seres humanos para prevenir o tratar esta enfermedad.

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FOTO: REUTERS

9. Las mascarillas solo sirven una vez

Desde el inicio de la pandemia la mascarilla ha sido clave para la prevención de los contagios. Quirúrgicas, de género, KN95 y de varios otros tipos han sido motivo de múltiples estudios. El último, de la Universidad de Colorado en Boulder, menciona que las mascarillas de tela de algodón reutilizables se pueden lavar varias veces sin perder su capacidad de filtrar partículas virales, aunque su capacidad sigue siendo menor que las quirúrgicas o KN95.

Si con estas mascarillas se cubren las mascarillas quirúrgicas, el porcentaje de filtración aumenta y se reduce la cantidad de desechos que generan estos utensilios.

COVID-19 vaccination of pets in Moscow
Un veterinario con un gato en una clínica de Moscú, Rusia. Foto: Reuters

10. Los animales no se contagian

Así como el coronavirus tiene su origen en un animal y desde allí se pasó al humano, las personas pueden también contagiar a los animales y especialmente a sus mascotas (zoonosis reversa). Estudios internacionales y también chilenos lo probaron.

El laboratorio de Virología Animal de la U. de Chile comprobó el contagio de gatos y perros domésticos. En China, al inicio de la pandemia los estudios mencionaban que el 14% de los gatos domésticos de personas con la enfermedad estaban infectados con el virus. Recientemente, un estudio de las universidades de Penn State (EE.UU.) y de Cambridge (Reino Unido) demostraron que ciervos salvajes se contagiaron debido al contacto con desechos humanos contaminados con el virus.

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