La crisis hídrica que golpea a América Latina
Argentina declaró estado de emergencia hídrica en el río Paraná, México sufre la peor sequía en los últimos 10 años y Brasil en casi un siglo, mientras que en Bolivia se secó el lago Poopó, el segundo más grande del país, y es inminente la desaparición del glaciar Tuni.
Mientras expertos y autoridades chilenas advierten sobre un eventual racionamiento del agua para hacer frente a la escasez, otros países de la región también sufren a causa de la sequía.
El gobierno de Argentina declaró en julio estado de emergencia hídrica en la región de la cuenca del río Paraná, que registra la disminución de agua más significativa desde 1944. La medida tiene una vigencia de 180 días desde que fue anunciada el 26 de julio.
Este decreto establece medidas para “mitigar las consecuencias de la grave situación que genera la bajante” en los ríos Paraná, Paraguay e Iguazú, fenómeno que afecta a las provincias de Buenos Aires, Chaco, Corrientes, Entre Ríos, Formosa, Misiones y Santa Fe. Actualmente, la profundidad del río en la Ciudad de Paraná, en Entre Ríos, es de 0,23 metros, la más baja en 77 años.
En México, el nivel de caudal del sistema de Cutzamala, que provee a parte de la capital, continúa disminuyendo, y en abril el agua solo llenaba el 42,9% de la capacidad del conjunto de presas, 23 puntos menos que en abril de 2020. Según la Comisión Nacional del Agua, el país atraviesa la sequía más importante en los últimos 10 años, especialmente en los estados del centro y el norte.
En 1950, el promedio de agua disponible por persona en México era de 18 mil metros cúbicos, mientras que para 2015 era de poco más de tres mil metros cúbicos. El sector que más agua potable utiliza en el país es el agrícola, con el 70% del total nacional. Sin embargo, según datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), desperdicia hasta el 57% del agua que recibe, debido a problemas de infraestructura.
El lago Poopó de Bolivia, que en algún momento fue una fuente de vida para los habitantes locales, que pescaban en sus aguas y cultivaban en sus orillas, es actualmente un desierto. Según los expertos, el antiguo lago, ubicado en el departamento de Oruro, fue víctima de décadas de desviación de agua para regar el resto de la región, y el clima seco y más cálido hacen cada vez más difícil su recuperación.
Por otro lado, científicos bolivianos de la Universidad Mayor de San Andrés (Umsa) aseguran que el glaciar Tuni está desapareciendo más rápido de lo previsto, lo que probablemente agravará la escasez de agua que ya afecta a La Paz, que se encuentra a solo 60 kilómetros de distancia.
Los expertos dijeron a Reuters que el glaciar se había reducido a solo un kilómetro cuadrado. Aunque inicialmente habían señalado que duraría hasta 2025, ahora dicen que su desaparición es inminente.
Brasil también sufre su peor sequía en casi un siglo, ya que hace 91 años que no llovía tan poco en el sur y sudeste del país. Las cataratas de Iguazú, ubicadas en la frontera con Argentina y Paraguay, están con un quinto del volumen de agua habitual en estas fechas.
El caudal del Paraná, en el sur del país, estaba casi nueve metros por debajo del nivel esperado, lo que no solo perjudica la agricultura, sino que también reduce el suministro de agua de esa hidrovía y propicia los incendios.
Además, la fuerte caída del suministro a las plantas hidroeléctricas está afectando la generación de energía eléctrica, que es la principal que produce Brasil, lo que se ha visto reflejado en el alza del precio de la luz y, por ende, de la inflación.
El gobierno del Presidente brasileño Jair Bolsonaro declaró una emergencia hídrica a finales de mayo, pero se negó a imponer restricciones de agua al consumidor.
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