Las dudas sobre el modelo que seguirá Petro en Colombia
La victoria del Pacto Histórico en las presidenciales del domingo pasado vienen a confirmar la “nueva marea rosa” de gobiernos progresistas en el continente. El mandatario electo de Colombia confirmó que una de sus primeras medidas será reabrir la frontera con Venezuela, sin dejar por eso de marcar distancia con Nicolás Maduro.
Al final, después de meses, ocurrió lo que se esperaba: a pesar de la incertidumbre que causó el repunte tardío del populista Rodolfo Hernández, el izquierdista Gustavo Petro estuvo a la altura de su rol de favorito, y obtuvo la presidencia colombiana con un 50,44% de los votos, contra el 47,31% del magnate de la construcción.
En su primera semana como presidente electo, Petro ya se reunió con el actual mandatario Iván Duque, y ha dado muestras de voluntad política para un “gran acuerdo nacional”. No solo llamó a Hernández, sino que extendió la invitación al expresidente Álvaro Uribe para participar del diálogo, invocando así a un sector que, después de la primera vuelta el 29 de mayo, los expertos daban por “muerto”.
Conocido por sus orígenes guerrilleros en el M-19, el nuevo presidente colombiano ha tratado de sacarse de encima la imagen de “izquierdista radical”, y sus colaboradores reconocen estar más cómodos con el adjetivo “progresista”, más cercano a los liderazgos de López Obrador en México y Gabriel Boric en Chile, que a los de Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
Sin mayoría legislativa
En su discurso de victoria, en el Movistar Arena de Bogotá, Petro dejó clara la dirección de su gobierno: “vamos a desarrollar el capitalismo en Colombia”. A pesar de ser el primer presidente de izquierda en el país cafetero, ha negado recurrir a expropiaciones o reformas constitucionales: lo que sí ha hecho es proponer cambiar el sistema económico del país, centrándose en pasar “de la extracción a la producción”. “No porque lo adoremos, sino porque tenemos primero que superar la premodernidad en Colombia, el feudalismo”, señaló el presidente electo el domingo.
Acabar con la exploración del petróleo, impulsar una reforma agraria para terminar con latifundios improductivos y ofrecer empleo en el Estado para quienes no lo encuentren en el sector privado, son algunas de las propuestas del Pacto Histórico.
Respecto a qué tipo de izquierda representa Petro, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad ICESI de Cali, Juan PabloMilanese, señala: “Hay que esperar a que decante un poco la coalición, en este caso particular, porque se fue ampliando a medida que se fueron acercando las elecciones, ya en segunda vuelta con sectores más moderados”. “Hay que ver cómo termina decantándose de alguna manera esa coalición, en términos de formación de gabinete”, explicó a La Tercera.
La moderación se vuelve necesaria en la situación actual del Pacto Histórico, con 20 asientos en el Senado y 27 en la Cámara de Representantes, ya que necesitará de los apoyos del Partido Liberal, el Centro Esperanza y otros independientes para consolidar una mayoría en el Congreso que le permita impulsar sus reformas económicas y sociales.
“Lo que creo que es importante para remarcar es que es una coalición heterogénea que va desde la izquierda hasta el centro. Puede ser que en el diseño y ejecución de las políticas publicas nos encontremos en que cada decisión va a dejar satisfecha a una parte de la coalición e insatisfecha a otra parte de la misma, porque la distancia ideológica es muy grande”, indica al respecto Milanese.
Para comparar con otra experiencia en el continente, el expresidente de Diálogo Interamericano, Michael Shifter, señala: “Petro tiene características propias, distintas a cualquier otro líder latinoamericano. Sin embargo, si fuera necesario ubicarlo, me parece que, por lo menos en cuanto a estilo político, tiene más en común con Andrés Manuel López Obrador (de México) que cualquier otro líder de la región. Tiene larga trayectoria política, exalcalde de la capital, ha funcionado dentro del sistema, pero con tendencias populistas y aún autoritarias, con visiones hasta mesiánicas”.
Cynthia Arnson, exdirectora del Programa Latinoamericano del Wilson Center, ve su futuro mandato lleno de contrapesos. “Es difícil comparar. Su estilo personal como alcalde de Bogotá era confiar en un grupo pequeño de asesores cercanos. Pero para conseguir que se haga algo en Colombia, va a tener que negociar con los otros partidos del Congreso, donde no tiene una mayoría. La Corte Constitucional también servirá como límite a sus acciones. Él necesita unificar a una Colombia profundamente dividida, pero la construcción de puentes no vendrá por si sola”, dice la investigadora a La Tercera.
Una de los aspectos centrales de la agenda internacional de Petro tiene que ver con su vecino del este: con más de 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela, el gobierno de Iván Duque decidió su cierre en 2019 (que se mantuvo hasta octubre pasado), y el nuevo presidente ya dejó claro que una de sus primeras acciones en el Palacio de Nariño será permitir otra vez el paso fluido de un lado y otro.
“El cierre de la frontera no fue una decisión que haya producido los resultados deseados desde el punto de vista de política exterior, sino que también lastimó muchísima la economía de la frontera, de los estados del oriente de Colombia. Esto se vio en términos de las elecciones, y especialmente de la primera vuelta, el hecho de que Hernández le haya ganado a Federico Gutiérrez, que era el candidato del gobierno, en buena parte de estos departamentos, nos muestra que son lugares que estaban corridos hacia la derecha, pero que no votaban por el gobierno, porque terminó lastimando sus economías”, señala Milanese.
Caracas había roto relaciones con Bogotá en 2019, cuando el gobierno de Duque reconoció la presidencia interina de Juan Guaidó. Un poco después del triunfo del izquierdista en Colombia, Nicolás Maduro se sumó a los mensajes de felicitación, expresando su “más firme voluntad de trabajar en la construcción de una renovada etapa de relaciones integrales”.
A pesar de los guiños, Petro ha mostrado reparos a la hora de amistarse con Maduro, y ya en 2018 opinaba: “Si usted me pregunta si Chávez fue un dictador, yo le digo que no. Si usted me pregunta si Maduro es hoy un dictador, yo le digo que sí”.
“Lo que pase en Venezuela tiene un impacto profundo en Colombia, el país con el mayor número de refugiados venezolanos en el mundo, más de dos millones. Y Venezuela le ha dado albergue seguro a grupos criminales e insurgentes que atacan, tanto a Colombia como a los migrantes que cruzan la frontera común. Dada esta realidad, hace sentido que los dos países tengan relaciones diplomáticas. Lo que sí seria muy controversial en Colombia sería que Petro mostrase voluntad de hacerse amigo de Nicolás Maduro, en vez de mantener relaciones correctas que sirvan a los intereses colombianos”, opina Arnson.
Con la victoria de Petro, muchos empezaron a dar por hecho la “nueva marea rosa”, donde una cantidad cada vez mayor de países latinoamericanos eligen a líderes progresistas, tal como ocurrió en el último tiempo. Lo que había empezado con la llegada de AMLO al Palacio Nacional en México y Alberto Fernández a la Casa Rosada, siguió con Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú y Xiomara Castro en Honduras, sumándose a esto Gabriel Boric en diciembre del año pasado.
Las siguientes elecciones en el continente, que ocurrirán en octubre en Brasil, apuntan a esa misma dirección: según la última encuesta de Datafolha, con un 57% de la intención de voto, Lula da Silva se impondría en la segunda vuelta sobre Jair Bolsonaro (34%) por la presidencia del país más grande de Sudamérica. Con eso, el ciclo de presidentes de derecha en América Latina y el Prosur parece terminado: “Prosur fue una reacción al fracaso de Unasur. Ambos eran grupos ideológicos, y por eso no funcionaron bien. Es un error crear estos mecanismos en base de afinidad ideológica, ya que los gobiernos cambian, sobre todo en un clima volátil como el que vive hoy América Latina”, comenta Shifter a La Tercera.
Históricamente, Colombia ha sido uno de los aliados clave de Estados Unidos en la región, y los expertos señalan que eso no debería cambiar sustancialmente, aunque los acercamientos a Venezuela podrían tensar esto. “Indiscutiblemente cambia, aunque no necesariamente implica que el nuevo gobierno vaya a tener una mala relación, pero sí un poco más distante e independiente. De hecho, el primer acercamiento entre Petro y Joe Biden parece, por lo que anunciaron públicamente, una conversación cordial. Todo esto también depende de cómo avancen las cosas en los dos países, y en el caso de Estados Unidos, hay que ver cuál es el partido que ocupe la próxima presidencia, que caería en la segunda mitad del mandato de Petro”, recuerda Milanese.
Al respecto, Shifter apunta: “Dada la difícil situación económica del país, Petro no tendrá el lujo de elegir una potencia económica mundial y no las otras. Ojalá que Washington comprenda esa actitud, que es lo más pragmática y no refleja ninguna preferencia ideológica. El reto para Estados Unidos será competir con las otras potencias y ofrecer oportunidades económicas interesantes para la Colombia de Petro”.
En una conferencia de prensa ayer, Mark Wells, subsecretario adjunto de la de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, se refirió a los acercamientos entre Petro y Maduro. “Debo enfatizar que cualquier país puede tener relaciones con cualquier otro, y reconocemos que los dos países son repúblicas hermanas desde su fundación, y han compartido muchas cosas durante momentos de conflicto. Nuestra política hacia Venezuela no va a cambiar, reconocemos a Juan Guaidó como presidente interino, estamos utilizando nuestra influencia y sanciones sobre el régimen para hacer llegar elecciones democráticas presidenciales en 2024. Entonces, vamos a tener discusiones con el nuevo gobierno colombiano en cuanto a sus planes con Venezuela, pero seguramente nuestra alianza con Colombia seguirá fuerte y vamos a entender cuales son nuestras y sus prioridades”, indicó el funcionario norteamericano.
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