Sebastián Sichel: “Aprobar para reformar es una ingenuidad brutal y demuestra que no hay capacidad de enfrentar a la izquierda radical”

SEBASTIAN SICHEL
FOTO PEDRO RODRIGUEZ / LA TERCERA

El exabanderado de Chile Vamos se manifiesta en favor del Rechazo con miras al plebiscito de septiembre: plantea que hay vicios de forma y fondo en el texto constitucional, ambos igual de importantes, marcados por la imposición de la izquierda durante el diálogo y una propuesta que termina por concentrar el poder.


Los pasajes tienen fecha de fines de julio: “El 1 de agosto estoy en Chile”, señala el exministro y excandidato presidencial Sebastián Sichel, dando fin a su estadía en Italia -donde estuvo los últimos cinco meses.

Vuelve en una coyuntura particular: la antesala del plebiscito. Apostó por el Apruebo. ¿Cómo evalúa el proceso constituyente?

Chile vivía una crisis institucional profunda y requería una salida que permitiera, primero, ponerse de acuerdo en avanzar en reformas importantes y, segundo, una sociedad más justa. Viendo el resultado del trabajo de la Convención he llegado a una convicción: aprobar el texto que tenemos hoy como propuesta constitucional no logrará ninguno de los dos objetivos. No se va a destrabar la crisis institucional, al revés, se puede profundizar, y tampoco va a ser una Constitución para hacer una sociedad más justa y para que a los que más se sacrifican les vaya mejor en la vida. He tomado una opción de decir prefiero rechazar y buscar nuevos caminos para tener una nueva Constitución que conformarme con lo poco.

Vamos primero con un tema de formas. Hay críticas a la exclusión de un sector político…

Los procesos constitucionales son de forma y fondo. El debate sobre la legitimidad de la Constitución del 80 tiene que ver con la forma también. No fue una Constitución de origen democrático y eso lo hacía cuestionable. De forma se cometen dos pecados de origen. El primero, es que aquí lo que ha habido es una imposición de una mayoría relativa respecto a los términos en que querían que se hiciera esa Constitución. Tratan la Constitución como si fuera una medalla de triunfo de una guerra y no un texto que sea un pacto social en que todos nos sintamos parte. En el origen hay muchos que creyeron, liderado por constituyentes como Barraza, Atria, Bassa, que esto era darse el gusto de redactar un texto a su medida y -segundo- hay un enamoramiento respecto del Estado que termina desconfiando de lo que pueden hacer las personas y su esfuerzo.

En temas de fondo. ¿Qué le preocupa?

Lo primero, un sistema de gobierno que no funciona. Un sistema presidencial con un modelo unicameral o bicameralismo asimétrico que han inventado, que se ha probado en el mundo que no funciona y que va a transformar nuestra forma de legislar en un candado institucional para siempre. El que tenga la mayoría hace lo que quiere y el resto queda afuera. Pongamos un ejemplo: que ganó una mayoría ultraconservadora en Chile.

No le vamos a poner nombre...

No le vamos a poner nombre, pero sabemos de quién hablamos. Mañana puede terminar derogando la ley de divorcio, retrocediendo en las tres causales del aborto, impidiendo el matrimonio igualitario simplemente por tener una mayoría. Si el objetivo de esta Constitución era disminuir la concentración del poder, lo único que ha hecho es establecer una especie de monopolio del poder de la mayoría que gane la Cámara de Representantes. Y eso es una amenaza para los cambios permanentes de una sociedad. Segunda gran falencia, que cambia el orden de las prioridades, y lo digo como exministro de Desarrollo Social. Había un consenso en que la prioridad para Chile eran la pobreza y la fragilidad de la clase media. Y si uno ve el texto de la Constitución, las razones de priorización no será la fragilidad de ciertos sectores sociales, sino son los territorios de origen étnico de las personas. Hay alguien que dice “lo importante hoy día es la raza o el apellido que te antecede para ponerte en la fila primero en el Estado”. Y la tercera dimensión es que deja al ciudadano en una posición súper debilitada frente a un Estado todopoderoso.

Hay quienes plantean –incluido el Presidente- que cualquier texto es mejor que la Constitución del 80…

Siempre voy a preferir una Constitución redactada en democracia, pero eso no es suficiente, ese no es el test de validez. Queremos una Constitución redactada en democracia, que sea una buena Constitución. La pregunta es para qué hicimos plebiscito de salida, entonces, si había que aceptar lo que redactaron, fuera lo que fuera. Lo que se está evaluando no es el origen de esta Constitución, sino que la calidad del texto que proponen estos constituyentes en particular. Y para mí ese texto es malo y debe ser rechazado.

Lo que usted plantea supone que el proceso constituyente puede continuar si gana el Rechazo…

Es que tampoco tengo por qué creerles a los que dicen que aprobemos esto para reformar. Es absurdo el argumento. Dicen aprobemos para reformar. ¿Quieren que aprobemos algo a sabiendas de que está mal para cambiarlo después? Es tramposo ese chantaje al que nos quiere someter el gobierno o la misma Convención: lo nuestro o nada. Ellos no son quienes determinan ese camino, es la ciudadanía.

¿Aprobar para reformar no es alternativa?

Lo de aprobar para reformar me parece de una ingenuidad brutal. Es propio de mucha gente de centroizquierda acomodada, que no sufre los costos de las decisiones que toman, y terminan haciendo el juego a las posiciones extremas, porque no son capaces de enfrentar a aquellos sectores de izquierda más radical. Tengo una decepción profunda de muchos que dijeron no a los retiros y hoy día son funcionarios, burócratas de un gobierno, aplaudiendo a aquellos que antes dejaron el caos que tiene que ver con la inflación. Lo mismo va a pasar con esto. Muchos de ellos van a tratar de imponer matices a algo que evidentemente es malo. La teoría de los matices es mala en sí misma, porque termina legitimando un camino con debilidades democráticas profundas que no va a tener vuelta atrás.

¿Tiene claro cómo debiera ser un Plan B?

Lo primero es que hay una responsabilidad gigante del gobierno, que la ha eludido, de buscar ese camino y de convocar a los sectores políticos desde ya, a buscar ese camino de salida. Que debiera tener al menos dos requisitos: una apertura democrática y una salida democrática. ¿Qué significa una apertura democrática? Que la legitimidad de quienes redacten el texto tiene que estar dada por origen democrático. Me juego por un plebiscito que diga que si queremos que sea el Congreso, que sean convencionales electos o una comisión de expertos y me juego también por una salida que apruebe ese texto definitivo. Pero no me cierro a ningún camino.

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