Martín Montecino: la obsesión detrás de los descubrimientos que sitúan a Chile en el mapa de la ciencia mundial
Desde el año 2018 el Dr. Martín Montecino lidera el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la UNAB. En un repaso por su carrera explica los caminos que lo llevaron a liderar investigaciones de vanguardia en el mundo de la Biomedicina y el aporte de la investigación nacional en el mundo. Además, analiza el presente de la ciencia en Chile y desmenuza las motivaciones dentro de una profesión incansable: “el motor de muchos de los científicos es la obsesión con la cual buscan respuestas a sus preguntas”, cuenta.
“El descubrimiento tiene esa cosa fascinante”, dice el doctor Martín Montecino rodeado de pantallas, pipetas y microscopios al interior de uno de los laboratorios del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB) de la Facultad de Medicina de la UNAB el cual lidera y desde donde se han desarrollado investigaciones de impacto mundial: una que busca incidir en el tratamiento de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), el padecimiento que afectó a Stephen Hawking, y otra sobre fármacos que podrían tratar una serie de enfermedades, entre ellas el cáncer.
“Es algo que tú conoces primero. Algo que nadie en el mundo ha visto antes. Es una experiencia única”, agrega con entusiasmo, quien también fue presidente de la Sociedad de Biología Celular de Chile y del Consejo Superior de Ciencias de FONDECYT.
“Es una labor que te da un sentimiento de humildad, pero de grandeza a la vez. Humildad de decir ´no tenemos idea de tantas cosas´, pero de grandeza al decir: ‘yo pude hacer una contribución al conocimiento”, añade el científico, con el ímpetu que sólo muestran los hombres y mujeres que han encontrado su motor. Su razón de ser.
“El descubrimiento es adictivo. Es una experiencia única. Yo creo que sería muy lindo que los niños la descubrieran en el colegio”, reflexiona.
La adicción por descubrir
La vocación de Martín Montecino no estaba predestinada. Como buen científico debió descubrirla. Cuando era un adolescente, en su natal Concepción, la biología no estaba dentro de sus intereses, prefería participar en distintos deportes: tenis, básquetbol y fútbol, donde jugaba al arco.
A pesar de ello ingresó a estudiar bioquímica en la Universidad de Concepción. Una carrera que a inicios de los años ochenta era vanguardista, pero al mismo tiempo desconocida para muchos.
Las mayores aproximaciones al área venían desde la televisión y la ciencia ficción. El increíble Hulk protagonizada Bill Bixby y Lou Ferrigno, por ejemplo, era un éxito en TVN, canal que emitía las aventuras del científico David Banner y cómo por un experimento que terminó mal se transformaba en un monstruo verde e inmenso cuando se molestaba.
“Esa serie era una exageración. Pero la idea básica de esto es que había un proceso de revolución gracias a la biomedicina”, comenta el doctor sobre aquella época universitaria en la que descubrió que su carrera se trata de entender cómo las moléculas funcionan y se entrelazan a partir de la información genética codificada en el ADN. También que el estudio de lo más pequeño en nuestro interior podría traducirse en soluciones al funcionamiento celular y, en consecuencia, a mejoras en nuestra salud.
Sobre aquella época Montecino recuerda que lo convocó una charla realizada por el doctor en bioquímica Jorge Allende, quien años más tarde se convertiría en Premio Nacional de Ciencias.
Él habló con pasión de la vida que llevan adelante todos los científicos: que elegir ese camino implicaría relacionarse perpetuamente con hombres y mujeres de ciencia, conversar casi únicamente sobre ciencia y asumir que su carrera significaba vivir una vida destinada, principalmente, a hacerse infinitas preguntas y trabajar incansablemente para intentar responder apenas un puñado de ellas.
Las palabras de Allende lejos de perturbarlo, lo entusiasmaron.
Luego de años de estudios, Montecino terminó su carrera e inició un posgrado. En esa época, junto a algunos compañeros, realizó su tesis estudiando la organización del material genético de los erizos de mar, animales que iba a buscar por su propia cuenta a la costa.
Su estudio ayudó a concluir, entre otras cosas, que, al producirse la fecundación en estos animales invertebrados, enzimas presentes en el óvulo degradaban a las proteínas que venían con el espermatozoide y al mismo tiempo este proveía de sus propias proteínas para organizar el naciente material genético del erizo.
“Ahora, por ejemplo, sabemos que en el humano pasa algo parecido. Lo que nuestros espermatozoides llevan como proteína aportan poco al nuevo ser”, recuerda el doctor sobre su investigación.
-¿Desde la incorporación de la tecnología que avances o hitos ha visto en la biomedicina?
-Ha habido avances notables. La gente hubiera querido que ya se curaran enfermedades como el cáncer, pero lo que hemos aprendido a través de esta tecnología es que en el cáncer hay muchas causas y depende en parte de la información genética que tenemos cada uno. Pero ha habido éxitos científicos increíbles. El desarrollo de las vacunas Covid en menos de un año yo pienso que es la muestra más importante de capacidad científica con impacto directo en las personas en la historia de la humanidad.
-¿Por qué?
-En la historia del hombre se demoraron 300 años en resolver o salvarse de la Peste Negra y otros 300 o 400 años en los que se vivió con viruela en muchos lugares del mundo. Ahora podemos desarrollar vacunas con tecnologías tan novedosas como dos de ellas: la de Pfizer y Moderna que son con tecnologías totalmente nuevas.
-Más allá de las soluciones en resolución de enfermedades, también hubo avances en otras áreas, como por ejemplo los temas reproductivos ¿No?
-Hay herramientas en esto que han permitido hacer diagnósticos. Uno puede tomar muestras de espermatozoides: secuenciar el ADN y así saber si viene con mutaciones y seleccionar los mejores espermas, lo mismo pasa con los óvulos. También podemos diagnosticar intraútero si es que el niño viene con alteraciones genéticas. Desde esa perspectiva ha habido avances notables, aunque hay algunos que asustan a las personas como el desarrollo de la tecnología de CRISPR, de edición del genoma, por sus potenciales consecuencias. En este sentido, los científicos debemos hacer mucho más por explicar los notables alcances de esta tecnología a la gente.
La diversidad es lo que nos mantiene vivos
Luego de estudiar a los erizos de mar en la región del Bío-bío, Martín Montecino viajó a Estados Unidos para convertirse en Doctor y seguir descubriendo en el extranjero sobre esa diversidad que nos permite subsistir.
Allá dejó el estudio de invertebrados y se dedicó a analizar ratones y estudiar las células que constituyen los huesos para con ello intentar entender los fundamentos de enfermedades como la osteoporosis.
En Norteamérica también se enamoró de una mujer neerlandesa, otra científica cómo él, la doctora Brigitte van Zundert, quien hoy investiga también en el ICB. El presagio de la obligación a relacionarse con hombres y mujeres de ciencia de la que le hablaba Jorge Allende se hacía real. Luego de años de estudio, y ya convertido en Doctor en Ciencias Biomédicas de la Universidad de Massachusetts, Martín Montecino y su mujer decidieron venir a Chile, era fines de 1995.
-¿Con qué se encontró aquí en su regreso?
-Era un país muy distinto. Chile había cambiado completamente, había un país con un alza económica, había más dinero, la gente era muy distinta a cuando yo me fui y también había más recursos para hacer investigación. Eso es indudable. Entonces, tuve la fortuna de que me tocó volver y tener lo mejor que había tenido este país en términos de crecimiento.
-Usted el 2017 fue elegido presidente del Consejo Superior de Ciencia de Fondecyt ¿Cómo evalúa el esfuerzo a nivel estatal con respecto al desarrollo de progreso científico?
-Yo creo que hay un esfuerzo con los recursos que hay. Cuando uno conoce al personal que estába en Conicyt y ahora en el Ministerio, te das cuenta de que es gente que en general trabaja mucho, le dedica mucho tiempo de su vida a ello porque están convencidos de la importancia de su trabajo. Lo que si hubiera querido que en los momentos que tuvimos más recursos hubiéramos hecho un esfuerzo real por dar un salto científico y tecnológico. Preferimos en un momento crear becas Chile y mandar gente afuera que apostar a los programas de doctorado en el país, pudimos haber creado programas más potentes, pero no lo hicimos.
-¿A qué se refiere con un salto?
-Podríamos haber involucrado mucha más gente, haber hecho programas que involucran de manera mucho más decisiva a las universidades regionales. Cosa que no estuvieran en la situación que están ahora, que es una situación compleja desde el punto de vista económico, del manejo operacional y también de la masa de científicos que hay. Hay pocos científicos.
-¿Cómo se puede estimular o convocar a las futuras generaciones?
-Tratamos de ser convocantes, no es la mejor situación para hacerlo. La gente está con resistencia y preocupación y eso evita que puedas ser convocado o te dejes convocar fácilmente. Pero claro está este desafío y lo seguimos intentando. La investigación biológica ya no es con dos tubos de vidrio, sino que requiere acceso a tecnología y me preocupa que todo estos deseos se vean un poco frustrados por la incapacidad que va a tener el sistema de proveer fondos para los que realmente merecen tenerlos.
Biomedicina chilena para el mundo
El año 2018 se creó el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Unab, luego de la fusión de dos centros, lo que significó la habilitación de más y mejores laboratorios y el robustecimiento del equipo de investigadores de la universidad.
Desde entonces, el centro liderado por el doctor Montecino, quien trabaja en la universidad hace más de una década, ha puesto su foco en desarrollar investigación que permita identificar estrategias terapéuticas y diagnósticas para distintas enfermedades. Este año, los objetivos definidos por el Instituto tuvieron dos grandes hitos.
El primero de ellos, una investigación de la doctora Brigitte van Zundert, quién en coautoría con el Doctor Montecino, identificó un factor tóxico que gatilla la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y el segundo hito, llevado a cabo por el doctor Rodrigo Aguilar, quien lideró una investigación sobre el rol de las moléculas ARN no codificantes y como su estudio podría significar nuevos tratamientos a distintas enfermedades,
-¿Podría explicar el desarrollo en torno al estudio del ELA?
-Nuestra gente fue capaz de hacer una aproximación nueva al problema, de ver un tipo de moléculas que podía ser mediador o causante en algunos casos de la muerte de las motoneuronas que es la que está asociada a esa enfermedad. Brigitte van Zundert junto a su equipo logró plantear una hipótesis en torno a un tipo de moléculas que se llaman polifosfato y que son moléculas inorgánicas muy primitivas y están presente en todo los organismos.
-¿Qué se descubrió con respecto al polifosfato?
Que estas moléculas comenzaban a acumularse en un tipo de células nerviosas que se llaman astrocitos. Estas células las secretan y se van hacia las motoneuronas, que son las que controlan nuestros movimientos y esto contribuye a la muerte de esas motoneuronas. Con eso empezamos a perder el control nervioso en nuestros músculos y perdemos la capacidad de movernos, de hablar, de sentir y finalmente de respirar. Es una enfermedad terrible.
-¿Y qué hay de la investigación liderada por Rodrigo Aguilar?
Es importante entender que la información genética está almacenada en el ADN y para darle uso a eso, lo que la célula hace es tomar esta información y la traspasa a ARN. Es este ARN el que se utiliza para distintas funciones.
-¿Cómo copiar y pegar en el computador?
Claro, es como que tuvieras un libro y le sacas fotocopia a lo que te interesa de una página. Este ARN puede ser traducido para generar una proteína que cumple una función dentro de la célula.
-¿Y qué descubrieron con estas copias?
-Lo que se ha descubierto con el trabajo de Rodrigo es que el ARN no codificante, que no se utiliza para formar proteínas si no que la célula lo que hace es usarlo con distintos fines, puede ser fuente de nuevas aplicaciones diagnósticas y terapéuticas.
-¿Cómo así?
-Que aparezcan ciertos ARN en las células no es trivial, puede tener una consecuencia o ser el reflejo de algo que está pasando. Además, si el ARN participa en un proceso específico, se pueden usar como blanco para intentar controlar ese proceso. Entonces digo si el ARN dentro de una célula se asocia con un proceso de transformación maligna, por ejemplo, entonces yo puedo atacar al ARN con moléculas específicas, podemos hacer una droga que se vaya a contra ese ARN.
¿Y qué esperanzas abre la investigación?
-Rodrigo está enfocado en estudiar los tipos de ARN que participan en cáncer, particularmente en el cáncer gástrico que por tradición en nuestro país es muy alto.
-Usted figuró como el principal exponente chileno de investigación en el área de la Genética y Biología Molecular en la plataforma Research acumulando un total de 132 publicaciones y 7.331 citas en los últimos años, pero me da la sensación que en esta etapa de su carrera también se requiere mucha sensibilidad con el trabajo de otros ¿No?
-Eso es un buen punto, por ejemplo, Brigitte es una profesora titular, tiene años de experiencia y por otra parte Rodrigo es una persona que viene integrándose a la comunidad científica chilena. Entonces yo creo que hemos sido exitosos en el ICB y la UNAB porque hemos sido capaces de congregar a un grupo científico con más y menos experiencia y eso en parte por el ambiente que hemos creado, por los fondos y los esfuerzos institucionales que se han puesto acá que sin duda son distintivos respecto del resto de lo que ocurre en el país. Así estas personas pueden desarrollar mejor todo su talento.
-¿Me imagino que desprenderse del ego y abrir caminos?
-El motor de la mayoría de los científicos es la obsesión por una pregunta y un problema. Si tú no estás motivado completamente con esa pregunta nunca la vas a resolver, o siquiera ayudar a resolverla. Entonces los científicos le dan vueltas y vueltas al asunto, porque es esa manera obsesiva la que te permite abordar el problema en su integridad. Y el pago a este alto compromiso no es un sueldo, sino que es un pago a la vanidad que muchos tenemos, que busca que la gente, especialmente nuestros pares científicos, reconozcan el esfuerzo y se diga “tú hiciste esto”. El descubrimiento es adictivo y desprenderse de esto es una lucha constante y permanente. Pero respecto a esto mismo hay algo que me gusta del ambiente científico y de las universidades. Un aspecto que encuentro notable.
-¿Qué cosa?
-Que todo el tiempo nos encontramos con gente más inteligente y talentosa que nosotros.
-Eso parece algo liberador
-Lo encuentro maravilloso y en materia de formación de gente joven, es un aspecto fundamental. Al reconocer y sacar provecho de este esto no sólo se va a poder formar un mejor estudiante, sino que vamos a permitir que ellos se fascinen con la ciencia, que puedan expandir la ruta que hemos iniciado otros antes, para hacer contribuciones a este país y a la ciencia mundial.
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