Niñas y niños con computador propio: ¿cómo enseñarles a estar seguros en el ciberespacio?
Según la última entrega de la Radiografía Digital, realizada por VTR para medir el uso e impacto de las nuevas tecnologías entre niños, niñas y adolescentes de todo Chile, más de la mitad tiene un computador de uso exclusivo. ¿Qué hacer como padres para protegerlos de los posibles peligros de internet? ¿Funciona poner cota a las horas de uso y de conexión a internet o revisarles el historial? Dos especialistas dan pautas para un control activo y constructivo por parte de los adultos.
La pandemia acercó más que nunca la tecnología a los niños y niñas. Las clases remotas, las interacciones en línea obligadas por el distanciamiento físico y los distintos juegos y plataformas en la red los sumieron en las pantallas como una de las fuentes principales de distracción. Si bien previo a la emergencia sanitaria ya había quienes tenían en sus dormitorios computadores propios, dispositivos para ver videos en streaming o jugar videojuegos, en los últimos meses estas herramientas se volvieron indispensables para continuar con los procesos de formación y acceso a la información.
De acuerdo con la última entrega de la Radiografía Digital 2021, estudio realizado por VTR junto con Criteria en el que se entrevistó a 501 niños, niñas y adolescentes chilenos de entre 8 y 17 años, el promedio de edad en que reciben su primer teléfono celular es a los diez años. De hecho, el 77% de los encuestados de entre 8 y 12 años tienen un equipo móvil, mientras que el 93% de los adolescentes entre 13 y 17 años ocupan uno.
Otra de las cifras más decidoras es la que constata cuánto ha crecido la adquisición de computadores propios para los integrantes menores de edad del grupo familiar. Un 51% de los entrevistados declara tener un equipo personal, mientras que en la Radiografía Digital 2020 un 44% respondió positivamente. De la misma forma, un 41% afirmó tener un ordenador de uso compartido en casa. El segmento que más creció fue el de los adolescentes de entre 13 y 17 años, con un 66% de los encuestados que afirma tener un computador de eso exclusivo.
Nadie pone en duda la gran importancia y utilidad de que niñas, niños y adolescentes utilicen las nuevas tecnologías, pero tampoco se puede desconocer los riesgos que hay tras ellas. En el caso de los juegos en línea, por ejemplo, hay decenas de testimonios de afectados por situaciones de abuso o acoso, particularmente en la plataforma Roblox. Por su parte, las redes sociales, a pesar de sus distintas políticas de privacidad y seguridad, parecen ser aún tierra de nadie, donde abundan los ataques y descalificaciones entre usuarios.
El consumo de redes sociales –muestra la más reciente entrega de la Radiografía Digital– ha aumentado en mayor medida en el segmento entre 8 y 12 años. YouTube, WhatsApp, TikTok e Instagram son algunas de las aplicaciones que ocupan los puestos más altos. La que más creció fue Snapchat, que promete caducidad en sus mensajes: si en 2020 un 22% del total declaró utilizarla, para 2021 el número aumentó a 49%. Eso sí, la sección con más presencia es la de 13 a 17 años, con un 55%.
¿Cómo convivir en esta dimensión que tiene tantas ventajas y peligros al mismo tiempo? La palabra clave parece ser la educación digital. Y ojo: no hablamos solo de que los niños y adolescentes sepan cómo actuar; también hablamos de que padres y madres deben educarse sobre el tema, saber con qué contenidos interactúan sus hijos y, lo más importante: también aprender a poner límites en el mundo virtual, partiendo por saber cómo regular el uso del computador, desde cuántas horas de uso se les permite hasta la instalación de softwares que bloquean contenidos para adultos.
La importancia de la alfabetización digital
¿Funcionan las leyes “talibanas” respecto del uso del computador con los niños y adolescentes? La respuesta es no.
“En general, las familias con niños muy controlados generan hijos astutos, pero no protegidos”, plantea Erika Castro, psicóloga y directora de KUWALA, startup que desarrolla videojuegos para una educación emocional. La especialista comenta que, mientras más restricciones tengan, encontrarán más formas de acceder a los aparatos. Una de las mejores herramientas para cuidarlos ante los peligros que puedan existir en la red, dice, es la constante conversación y comprensión.
En el mercado existen distintas aplicaciones de protección para niños y niñas, para que no puedan acceder a determinados sitios o contenido; también sistemas que permiten a los padres realizar un monitoreo a sus hijos desde sus propios dispositivos. Tanto así, que pueden bloquear aparatos móviles de forma remota. Pero no son la solución verdadera. “Ayudan, pero no son la última palabra en lo que es la protección de nuestros hijos”, asegura la psicóloga.
“Como toda herramienta, no agotan la realidad; abren una oportunidad que apoya, pero que no resuelve definitivamente el problema del riesgo que pudieran tener nuestros hijos e hijas en este mundo virtual”, desarrolla la también directora de KUWALA, startup que desarrolla videojuegos para la educación emocional y creadora de “Mogand”.
¿Sirve poner cuota de uso diario del computador? Sí, dice Erika Castro, ya que contribuye a generar una mejor educación y alfabetización digital. El tiempo podrá variar de familia en familia, pero lo ideal sería que niños, niñas y adolescentes no estuvieran conectados más de dos a tres horas diarias.
“La cuota que pueden definir los padres dependerá mucho del buen uso que le dé el niño”, asegura la psicóloga. Cuando los usuarios utilizan la información disponible en internet para cultivar sus intereses, desarrollar talentos o resolver problemáticas de la comunidad están desarrollando sus inteligencias digitales; esto es, la empatía a la hora de comunicarse con otras personas, la capacidad de buscar buenos contenidos en la red, saber que lo que busquemos en internet es parte de nuestra definición y reputación, algo así como “nuestro historial de vida digital”; también, la conciencia de los riesgos que pueden afectar la seguridad y, por cierto, lo importante que es equilibrar las interacciones en el ciberespacio versus la vida real.
¿Cómo hago que mi hijo o mi hija se incentive por desarrollar sus inteligencias digitales? “Lo mejor es alentar positivamente eso; no desde el control, sino desde la promoción positiva y educadora, donde los padres creen en sus hijos, tienen esperanzas y les muestran el futuro con optimismo alentando la curiosidad intelectual”, plantea Érika Castro.
Otro de los puntos relevantes, afirma, es que padres y madres sean más abiertos de mente, empáticos, menos prejuiciosos con la tecnología y más genuinamente interesados en los diversos temas que giran en internet. Por ejemplo, si uno de los padres juega videojuegos con su hijo o hija, “los niños, en la medida que tengan confianza, generarán una conversación sobre el tema con adultos sensibles e interesados”.
Una de las mayores ventajas de las nuevas tecnologías es que están alentando a estas generaciones a desarrollar inteligencias múltiples de tal nivel que ya están superando largamente a los adultos en cuanto al mundo digital. Por eso, es de suma importancia generar diálogo y también que papás y mamás estén dispuestos a ingresar a este mundo para acompañar a sus hijos. Los niños y niñas son nativos digitales, sí, pero aún son inmaduros emocionalmente como para identificar riesgos y amenazas. Hoy es fundamental que los adultos se suban al tren de la alfabetización digital: que sepan qué hacer y qué no en las redes; cómo identificar noticias falsas para no difundirlas, cuánto y qué tipo de información propia se puede entregar a las distintas plataformas. Eso es clave.
“Lo importante de estas conversaciones es que los padres deben mencionar que hay una zona de peligro, donde habitan personas que cometen delitos y pueden lastimarlos. Hay que hablarlo desde que comienzan a usar el PC”, explicita la especialista. “Así, cuando hay una zona de peligro, la familia y los padres deben construir un ambiente lo suficientemente acogedor y empático para que los hijos sepan que a quienes deben acudir primero es a ellos. Si somos serenos en educar y alertarles, probablemente cuando se vean aproblemados acudirán a nosotros.
Más que prohibir o poner cotas de uso al internet, “hay que alentar la diversidad de actividades”, dice la psicóloga, ya que así los niños podrán medir cuál es el tiempo más adecuado para cada una de ellas. “Hay que alertar lo positivo, en vez de controlar o vigilar lo negativo”, comenta.
Patricio Cabello, psicólogo de la Universidad Central, es más específico. El consumo excesivo de pantallas tiene un efecto negativo, asegura, y añade que distintos investigadores han apuntado que el límite se encuentra en torno a las cuatro horas por día.
Mediadores restrictivos vs. mediadores activos
En diversos estudios, Patricio Cabello ha constatado que, en los modelos de educación a distancia surgidos en el contexto de la pandemia, la figura del adulto en el hogar se volvió fundamental. “Es un agente fundamental en términos de mediar en el uso de la tecnología, y otras veces simplemente debe supervisar que se conecte para sus actividades educativas”, explica el investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile.
Prepandemia, la situación era esta: un aula, un profesor y un grupo de alumnos; si uno de ellos era sorprendido con un celular en clases, el maestro podía quitárselo. Hoy el modelo es completamente distinto: los docentes no solo deben ganarse la concentración de sus estudiantes a través de la pantalla, sino que se comunican con ellos por WhatsApp. El paradigma cambió y esta nueva forma de comunicación llegó para quedarse. ¿Cómo cambiar el switch?
El especialista explica que papás, mamás, cuidadores y otros adultos que rodean a los niños tienen dos opciones de convertirse en mediadores. Están los restrictivos, que ponen cota a todo lo que tenga que ver con el uso de la tecnología; quizá se aseguren de que sus hijos e hijas no tengan contacto con contenidos nocivos (aunque sabemos que los niños se las arreglarán para conectarse desde otros lados), pero, a cambio, los convierten en personas subconectadas y que pierden oportunidades de aprendizaje.
Los mediadores activos eligen navegar en este mundo digital junto a los niños. Por ejemplo, cada día se sientan junto a ellos a buscar contenidos en internet. Quizá no los protejan en un 100 por ciento de los peligros del ciberespacio, pero sí generan un impacto positivo en ellos, que probablemente les dará más confianza para pedir ayuda si se sienten amenazados, dice Cabello.
Y ustedes, ¿qué tipo de mediadores quieren ser?
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