Superar los estigmas: El primer paso para tratar la obesidad
La obesidad no es solo un tema de nutrición. Desde la psicología es posible entender cómo la percepción que tenemos como personas y sociedad de la obesidad puede ayudar a hacer más efectivos los tratamientos.
La vida de una persona con obesidad no solo es compleja por los problemas de salud que conlleva la propia enfermedad, sino que por una serie de preconcepciones que la sociedad ha creado hacia la gente con sobrepeso.
“Deberías cerrar la boca”, “Estás así porque no te esfuerzas lo suficiente”, o “Deberías preocuparte más por cómo te ves”, son parte de los estigmas y frases que a la larga se convierten en un peso emocional que los pacientes con obesidad deben cargar a lo largo de sus vidas.
Estas concepciones son, en esencia, una de las principales barreras que existen hoy para realizar un tratamiento adecuado de la enfermedad, una que como ya sabemos, no se debe solo a un desorden alimenticio o falta de ejercicio y donde la psicología también toma un rol fundamental para su tratamiento.
El poder de la culpa
María José Leiva es Psicóloga y desde su campo ha dedicado gran parte de su carrera precisamente a ayudar a pacientes que viven con obesidad. Ella es directora del Núcleo de Psicólogos de Cirugía de la Obesidad de Chile y explica que el origen de los estigmas en enfermedades no es para nada extraño.
“Le pasó en su momento a los pacientes con VIH, por ejemplo, cuando en un comienzo éste no se comprendía como una enfermedad, al contrario, estaba fuertemente asociado al estigma de la orientación sexual, a un problema asociado a conductas y del cual por muchos años no hubo ánimo de buscar un tratamiento, ya que se veía como una especie de castigo”.
En el caso de la obesidad, es algo parecido. La norma tiende a hacernos creer que se trata de una elección de vida que hacen las personas: que eligen comer más o eligen no ejercitarse y esas son sus consecuencias. Pero lo cierto es que la obesidad es una enfermedad crónica multifactorial y progresiva, es decir, se conjugan múltiples razones como la genética, el entorno y la misma salud mental en su desarrollo¹,².
Lo más peligroso, dice María José Leiva, es que se trata de una mirada que afecta no solo a los pacientes, sino que también a su familia, su entorno social y laboral e incluso a los equipos de salud, quienes tampoco están exentos de esta mirada y muchas veces no saben llevar de la mejor manera el tratamiento.
“Muchas de los pacientes que consultan por obesidad relatan experiencias con profesionales de la salud, en las que se han sentido criticados, juzgados o estigmatizados. Y esto no es raro, ya que como sociedad tendemos a creer que los llamados de atención o las críticas en torno al peso, pueden ayudar a que el paciente tome consciencia de su problema. Sin embargo la evidencia muestra que el efecto es justo el contrario, la persona se siente ansiosa y se angustia, lo que muchas veces lleve a conductas impulsivas en relación a la alimentación, como atracones de comida por ejemplo. Más que críticas lo que el paciente necesita es una derivación respetuosa a un tratamiento especializado”, nos explica.
Y mientras todo esto pasa, a los pacientes los invade un sentimiento que es particularmente nocivo para estos casos: la culpa.
“En el mundo actual, donde la imagen de salud, de éxito y de la belleza está puesta en la delgadez, vivir con obesidad siempre va a terminar afectándonos de alguna manera, ya que todas nuestras creencias, aunque las vivamos de forma individual, son construidas de manera social”, explica la especialista.
En ese sentido, la culpa aparece cuando miramos a la obesidad como el resultado de un conjunto de elecciones de las cuales no estamos orgullosos. Y según explica María José Leiva, la evidencia muestra que los pacientes con obesidad están llegando alrededor de cuatro años tarde a consultar a un médico. Esta demora tiene relación con el alto estrés que puede causar el hecho de tener que exponer su problema, el miedo a ser criticados, anticipar que deben pesarse, que les llamarán la atención por sus conductas y, en definitiva, sentirse nuevamente cuestionados. Cuando en realidad, mientras antes se comiencen los tratamientos, mejor va a ser el resultado.
Y lo mismo pasa con las expectativas de los resultados: la presión social y el estigma que acompaña el desconocimiento de la obesidad como enfermedad hace que muchos pacientes se frustren al no obtener resultados rápidos o bien, creen que después de tres o cuatro meses ya se controló todo. Lograron su objetivo de baja de peso y pueden volver a sus hábitos actuales. Y entonces, al igual que en cualquier enfermedad crónica, al suspender el tratamiento, los síntomas reaparecen, en este caso, el aumento de peso.
“La obesidad es una enfermedad crónica y por lo mismo es muy importante que el tratamiento se construya como un acompañamiento para toda la vida, el cual puede ir variando durante el proceso vital: en unos momentos puede requerir enfatizar el apoyo nutricional, en otros más acompañamiento psicólogico, sumar y educar en actividad física, apoyo farmacológico u otros procedimientos, como la cirugía bariátrica. El acompañamiento del equipo permite ir tomando decisiones oportunas, coordinadas y ajustadas a las necesidades de cada paciente.”, dice la psicóloga Leiva.
El llamado es entonces a que tanto pacientes como sus familiares y los equipos de salud pongamos el acento en revisar y hacer conscientes nuestras creencias y prejuicios en torno a la obesidad y empezar a considerar que el primer paso para la búsqueda de ayuda médica es dejar de juzgar y hacer sentir culpable a quienes viven con ella. Porque en un mundo como hoy nadie elige vivir con obesidad.
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