De tal palo
Padres e hijos. Naturalmente comparten pasiones y trabajos en distintos ámbitos. Aman lo que hacen y están orgullosos -cada uno a su manera- de que el vínculo que les dio la sangre vaya más allá del parentesco.
Juan Carlos y Santiago Sahli
“Nuestra pasión por la gastronomía parte por el hogar. Por el panorama de comer y que, cuando hay una oportunidad, la idea es que sea algo que valga la pena, con una intención”, dice el abogado y dueño del Ópera Catedral, Juan Carlos Sahli, quien empezó preparando recetas de libros al pie de la letra, pero que hoy se desenvuelve sin necesidad de instrucciones en sus preparaciones, uno de sus platos estrella es el Cassoulet. Su hijo Santiago, diseñador y creador del blog sansabor.cl, en cambio, nunca ha seguido una receta, lo suyo siempre fue la improvisación, incluso cuando llegaba del colegio. “Me hacía unos sándwiches de apio o de lo que pillara, pero tenían que ser diferentes”, cuenta, acotando que el tema de cocinar se lo tomó mucho más en serio cuando empezó a vivir solo.La casa familiar del campo es uno de los lugares donde se disfrutan los manjares que cada uno prepara. El padre se encarga de lo salado y Santiago de los postres. Esto ocurre los domingos, el almuerzo comienza a prepararse temprano y se paran de la mesa como a eso de las 6 de la tarde “y quedamos completamente inutilizados”, dice Santiago riendo.
“Este gusto por cocinar, aunque sea como un hobby, es una actividad muy absorbente. No puedes pensar en otra cosa, lo pasas chancho, hay un poco de nervios y terminas agotado, porque a veces estás cuatro horas parado”, dice Juan Carlos, recordando también que muchas veces, cuando iba camino a su casa, la cabeza se le iba llenando de recetas que quería preparar. “Entonces ahí fue surgiendo la idea de hacer un restaurante, cosas que uno siempre dice. En eso Santiago fue muy importante, porque me dijo por qué no lo hacía de una vez. Esta determinación coincidió con la puesta en venta de la gran casona en la esquina de Merced con José Miguel de la Barra, que hoy alberga al restaurante Ópera, el bar Catedral y el Café del Ópera, que acaba de cumplir seis años”.En cuanto a planes futuros, Juan Carlos cuenta que va por el lado de los helados. “
Estamos tratando de desarrollar la línea de helados más allá de este local, pero es muy difícil porque esto tiene un sello especial que es lo menos masivo posible, entonces estamos viendo cómo crecer sin perderlo; no me atrae la idea de ser una franquicia”. Santiago también está pensando en ampliar sansabor.cl. “Tal vez hacer un libro o algo editorial”.
“Para los dos -dice Juan Carlos- hay un enfoque que compartimos y es que la comida tiene que ser lo más natural en cuanto a la actitud. El restaurante tiene que ser lo más cercano al hogar. Todas estas modas de la cocina están bien, pero es diferente a lo que nosotros hacemos. Este tiene que ser un lugar donde el calor del hogar se sienta presente y que la comida tenga algo muy básico, que muchas veces se pierde, y que es que sea rica. Primero rica y después sofisticada o que sé yo”.
Santiago agrega que lo que justamente le gusta de Sansabor es que “está lejos de toda esa pompa. En el fondo son platos fáciles y muchas veces improvisados con lo que tengo a mano”.
Los porotos que hace Santiago son uno de los favoritos de su padre “y los postres, tiene unos muy buenos”, agrega. Para el hijo, el hit del padre son los huevos pochados que ponen las gallinas del campo. Esta vida de campo es algo que Santiago también sueña con replicar; cuenta que desde hace un tiempo viene amasando la idea de tener su propia casa de campo con una cocina a leña. “Esa sería mi máxima felicidad”.
Francisco y Juan Francisco Lorca
“Me acuerdo que desde chico acompañaba a mi papá a las obras los sábados. Y creo que desde niño eso fue muy motivante, me quedó en el inconsciente. Cuando entré a estudiar ingeniería tomé la especialidad de gestión de la construcción y después, cuando me metí a la parte industrial, entendí un poco mejor cómo funcionaba el negocio inmobiliario”, cuenta Juan Francisco Lorca, quien desde hace tres años se unió a trabajar con su padre en la Constructora Francisco Lorca. El padre, ingeniero también, lleva más de 30 años en la construcción y siempre le ha gustado porque “encuentro que es la parte más artística de la ingeniería y por eso me metí en esto”, dice, y agrega que siempre compara la construcción “en cuanto la parte logística y de empresario, con un circo. Porque hay que montar, hacer que funcione y después hay que cambiarse”. Estaba feliz cuando supo que su hijo Juan Francisco quiso dedicarse a lo mismo, “lo había tentado un par de veces pero él quería sus alas propias, lo que me parece natural y comprensible”. De hecho Juan Francisco trabajó un año en Codelco antes de aterrizar en la empresa de su padre.
“Sabemos muy bien cuando estamos en una cancha o en la otra”, dice el padre haciendo referencia a la forma que tienen para entenderse dentro de la empresa. Juan Francisco dice que si bien es mucho más intenso en términos emocionales trabajar en familia, “siempre las decisiones las tomamos en conjunto y termino aprendiendo mucho de la experiencia de él. También a veces pasa que termino tomando otras que son diferentes a lo que pensamos”. Y el padre acota que a pesar de que él es más entrador y controlador, “cuando uno tiene gente capaz al lado, hay que respetar lo que se decide y eso es ley”.
Además del trabajo, también comparten la pasión por el fútbol, por ejemplo, para el último partido de la selección chilena empezaron jugando un partido, después un asado, para terminar viendo a “la roja” por TV.
Bororo y Paloma Maturana
No tienen un recuerdo claro sobre el momento preciso en que empezaron a compartir la pasión por la pintura. Paloma siempre pasaba tiempo con él en el taller, donde dibujo y pintura eran algo natural. En un momento se cuestionó la idea de estudiar arte “porque era lo que hacía de alguna forma todo el tiempo. Pensé en cine, pero me di cuenta de que era lo único que me gustaba y dije ya, tengo que aceptar mi naturaleza”, relata.
Lo que siempre hicieron por su cuenta se materializó el año pasado cuando montaron su primera exhibición juntos. Cano y Canito fue el nombre, en referencia a la dupla de perros de los dibujos animados, que incluía un cómic hecho por ambos.Ella dice que el rollo de ser 'hija de' no la perturba para nada. "Aparte de que Cano es maestro en lo que hace. De hecho siempre lo llamo y le digo 'eché a perder un dibujo, qué hago, o cuando vengo al taller le digo, por qué no le pones este color'". Para Bororo el que su hija decidiera también dedicarse al arte, más que influencia, fue algo natural. "Yo creo que fue un traspaso como por osmosis, y sin embargo, somos muy distintos en lo que hacemos".
Les encanta salir a comer. “Desayuno, almuerzo o comida” -acota Bororo-, y sobre el lugar favorito, de nuevo contestan al mismo tiempo: Rívoli. “Nos encantan las pastas, también ver dibujos animados… Lo que nos gusta y nos influencia son las mismas cosas, por más que yo lo plasme de una forma muy distinta a él, igual retratamos situaciones parecidas, cosas de la vida cotidiana”, agrega Paloma. “Creo que lo que nos hace parecidos es que somos bien gráficos, el dibujo es bien predominante”, dice el padre. Paloma acota: “De hecho, yo creo que el que la línea sea tan continua, los dos dibujamos de un solo trazo sin levantar mucho el lápiz, ninguno de los dos usa goma, y de una. Eso creo que lo tomé absolutamente de él, pero me sale natural”.
Paloma está trabajando sobre una serie de pinturas de clásicos, como La Lección de Anatomía, de Rembrandt, pero dibujado a su manera y con gatos como protagonistas.“A los dos nos gusta la pintura clásica, pero siempre estoy mirando el trabajo de artistas actuales”, dice Paloma, y Bororo cuenta que ella “me ha enseñado de artistas de ahora, contemporáneos, es bien moderna”. Paloma le mostró el trabajo del japonés Yoshitomo Nara, uno de sus favoritos “que para mí es superclásico, pero moderno” cuenta, y el padre agrega “sí, es precioso, yo no lo conocía”.El trabajo de Paloma actualmente puede verse en la exhibición colectiva Esnórquel, en la Galería Piloto (Salvador Donoso 21) y Bororo está preparando una muestra para el próximo año en la Galería Artespacio.
Ricardo y Gabriela Larraín
La escena es la de una mujer que camina en un paisaje invernal de la ciudad. “Era una toma muy expresiva, intuitivamente de un cine joven y me impresionó, la encontré muy bonita”, cuenta el cineasta y director del Instituto de Arte y Tecnología Audiovisual de la Universidad Mayor, Ricardo Larraín, sobre un video que hizo su hija Gabriela, cuando tenía unos 15 años, para el colegio. “Ella hizo la cámara. Empecé a interrogarla sobre esa imagen y las intenciones, porque me impresionó mucho”.
“Siempre había una cámara en la casa, hacíamos videos familiares. Siempre estuvo ahí”, dice Gabriela.
“Las cosas que yo le pregunto sobre mi trabajo son generales. Lo que más me importa es el golpe de vista, lo que le provoca, las sensaciones. Tenemos estilos muy distintos, pero creo que estamos de acuerdo en la apreciación de las películas”, cuenta Ricardo sobre el intercambio de opiniones que se piden el uno al otro.
Comer es otro de sus gustos compartidos. “Estamos almorzando y ya pensamos en qué es lo que vamos a comer”, cuenta Ricardo. Les gustan el sushi y los sándwiches de pollo de Melipilla. Esa última costumbre viene de una tradición de Ricardo con su padre, que solo Gabriela ha sabido apreciar e incluso a veces el papá le trae de regalo a ella.
“Encuentro delicado cuando uno como padre impone, sin querer, lo que hace. Por eso me demoré un rato en aceptar que la Gabriela quisiera estudiar cine, le pregunté muchas veces si es que estaba segura. Por supuesto que después de diez veces de preguntarle y que siempre me dijera que sí, yo estaba feliz”, cuenta Ricardo. “Uno se ve también en algunos aspectos y aprendo sobre mí y sobre ella viéndola con la perspectiva del tiempo. Observando sus dudas y los deseos que tiene, siento que yo también pasé por ahí. Me hace ilusión y me llama la atención saber cómo lo va a hacer ella y cuál va a ser su camino, me entretiene pensar en eso”, agrega.
Una escena al final de la película El Entusiasmo, de su padre, le hizo entender a Gabriela de qué se trataba realmente el cine. “Me acuerdo de esa escena final con el auto y la sangre y haber visto toda la parafernalia y ahí entender de qué se trataba lo que hacía”. La película que más le gusta es La Frontera. “También me gustó la del Padre Hurtado, que es más simple. Pero encuentro que La Frontera es la más completa, la luz que tiene es increíble y a mí me gusta mucho la iluminación".
Ricardo empieza a filmar en octubre una película donde quiere incluir a algunos de los egresados de la Escuela de Cine donde trabaja y también a Gabriela.En tanto ella ha hecho videoclips de los músicos nacionales María Colores, Pata E Cumbia, Natalia Contesse, entre otros, y ha estado trabajando con el director de documentales Sebastián Moreno. Ahora viene llegando de rodar su película de egreso en la que hizo la dirección de fotografía. “Me encanta que haya escogido la dirección de fotografía. Porque hacer la imagen es lo propio del cine. También me gusta que sea una entrada técnica, desde el oficio y no desde lo especulativo”, dice Ricardo.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.