Fabricar bajo demanda: Ahora es cuando
¿Cómo reinventarse para sobrevivir? ¿Se acabarán los objetos no esenciales? ¿Es la inteligencia artificial una amenaza o una aliada? ¿Es hora de cambiar la manera de producir y consumir? Son algunas de las preguntas que muchos diseñadores se hacen en estos momentos en el mundo entero. Cambios de paradigmas que seguro traerán tributos medioambientales.
Antes de la pandemia la artista Francisca Aldea, radicada en Nueva York, partía en metro todas las mañanas de la semana a su taller de cerámica ubicado en Long Island City, a una hora aproximadamente desde su departamento en Brooklyn, que comparte con su pareja, Alejandro Matamala. Ahí, en un espacio tipo cowork, pasaba todo el día hasta las 7 de la tarde creando piezas únicas, para su marca ‘from fran’, inspirada en la producción artesanal de mugs de porcelana, teñidos con pigmentos de colores. “Me gustaba mucho trabajar con mis manos, pasar horas en silencio modelando las piezas”, confiesa Fran desde NY por videollamada.
Todo funcionaba perfecto para la artista, pero llegó el coronavirus. Empezó a plantearse cómo podía seguir haciéndolo si no tenía sus materiales, sus herramientas y acceso a su lugar de trabajo. En eso apareció la idea de replantearse el diseño, preguntándose sobre el futuro del trabajo de productos no esenciales y los objetos digitales. “Hoy de alguna manera estamos obligados a vivir vidas más virtuales y a avanzar hacia una existencia más digital. Tal vez estamos al borde de una revolución creativa y ahora es el momento de descubrir y explorar las capacidades de las herramientas digitales”, dice.
Así nace una nueva etapa de los diseños de Francisca, que junto con el contexto de aislamiento social se materializa gracias a la exploración de la artista con el trabajo que realiza Alejandro, su pareja, quien desarrolló un software para áreas creativas con un enfoque en inteligencia artificial.
Hacer match
Alejandro Matamala es publicista y se vino primero que Francisca a Nueva York, por un máster de tecnología en arte y diseño en la Universidad de Nueva York. Mientras estudiaba se fue metiendo en temas de desarrollos de herramientas de tecnología enfocadas hacia la industria creativa. En ese proceso otro chileno, Cristóbal Valenzuela, empezó a desarrollar este mismo concepto, pero utilizando inteligencia artificial. Juntos decidieron aliar fuerzas y conocimientos y crearon RunwayML. Una herramienta que en la práctica es una aplicación de escritorio, que permite incorporar las últimas tecnologías relacionadas con la inteligencia artificial, que normalmente son utilizadas en áreas de desarrollo e investigación en grandes compañías y en universidades.
“En base a nuestros programas de la universidad decidimos tomar estas tecnologías y empaquetarlas dentro de un software para que gente del área creativa, como diseñadores, arquitectos, artistas, gente que trabaja con lo audiovisual, pueda acceder a estas de forma simple, sencilla, sin gastar tiempo ni dinero en perfeccionarse y aprender a utilizarlas”, explica Alejandro.
Las capacidades de este software permiten principalmente automatizar procesos y también sintetizar o generar nuevos contenidos. Contenido que no existe, que es creado por estos modelos de inteligencia artificial. Este contenido es, por ejemplo, crear personas ficticias que se puedan animar en material para hacer películas, cortometrajes o publicidad, o en el ámbito del diseño se pueden generar diferentes objetos, como lo que experimentó Francisca con sus tazas.
El machine learning funciona en base a modelos que uno entrena con información, con data. Entonces en este caso la artista entrenó un modelo a partir de sus fotos. Cuenta que para entrenar un modelo de forma exitosa necesitas entre 3 mil a 5 mil fotos, pero ella tenía solo 500 aproximadamente. Entonces empezó a explorar qué era lo que podía hacer con esta data, con estos archivos digitales que de un momento a otro se transformaron en sus herramientas de trabajo, y con eso entrenó un modelo.
“Fue superinteresante ver las capacidades que tiene la tecnología, porque es capaz de mostrarte infinitas posibilidades de tu trabajo en un formato sintético o digital. Empezaron a aparecer cosas muy básicas que yo no había podido ver como con mi ojo, porque yo programaba hacer un tipo de trabajo y el computador fue capaz de mostrarme algo que estaba ahí, pero que yo no había visto, como mezclar diferentes tipos de asas. Agarrar un color y armar una paleta de colores a partir de lo que yo estaba haciendo, entonces fue bonito y sorprendente”, confiesa Francisca.
Sobre los temores y la amenaza que significa la inteligencia artificial para los trabajos creativos, por la facilidad para hacer las cosas y la rapidez para procesar la información de un computador versus un ser humano, la artista afirma que es innegable, pero por otro lado explica que en este caso ella era la curadora. “Yo estaba seleccionando la data con la que estaba entrenando el modelo y después era yo la que estaba seleccionando lo que me parecía interesante o más parecido a mi estética. Entonces fue como revelador, el hecho de que siempre va a haber un humano al menos detrás de esta tecnología seleccionando y haciendo un trabajo casi a mano, uno a uno, buscando qué es lo que te parece más apropiado”, confiesa.
¿Te costó mucho dar el salto?
En las primeras semanas, que era más o menos el fin del mundo en Nueva York, empecé a pensar cómo esta realidad media sci-fi o tipo Black Mirror, que en el plano material solo se pueden crear cosas esenciales y todo lo no esencial… cómo las artes y oficios pasan a este mundo digital o de realidad virtual. Para mí es muy difícil hacer ese salto, porque yo soy fan de lo hecho a mano, artesanal, y poder tener una idea y llevarla a la realidad.
¿Cuál es tu visión de la inteligencia artificial y la tecnología?
No verlo con miedo, sino como un aliado, como un compañero en el proceso creativo.
¿Qué beneficios ves en esta nueva modalidad?
Ha sido entretenido pensar en esta forma de trabajo remota para las artes y los oficios. Estás en tu casa y diseñas algo, y puedes tener la impresora en tu casa o también puede haber una impresora en otro lugar y en ese lugar fabrican tu pieza y después te la envían.
Poder hacer un modelo digital, que parece real y dejarlo disponible a la venta en tu página web y solo si alguien lo compra lo fabricas.
¿Fabricar bajo demanda?
Claro, tener tu catálogo de productos digitales y que solo los produces cuando alguien los compra, sin manejar inventario. Tus productos no existen, tú solo los haces si es que hay demanda.
Una manera de producir más consciente…
Así es. La producción excesiva de inventario da como resultado un excedente al final de la temporada, rebajas y un impacto negativo en el margen del minorista. Además del impacto negativo de estos materiales sobrantes en el medioambiente. Bajo esa lógica, efectivamente vamos a poder disminuir la huella de carbono de lo que producimos. Vamos a poder abaratar costos y ser mucho más flexibles a desafíos como el que tenemos hoy en día.
Otra de las ventajas de producir on demand es la inmediatez. La cadena de fabricación tradicional tiene plazos de entrega que van de seis a 10 meses, dependiendo del producto que esté fabricando un minorista y de si está fabricando en el país o en el extranjero. Si bien depende de la instalación y el producto, la fabricación a pedido ofrece plazos de entrega de uno a 10 días desde el momento en que su cliente realiza el pedido.
¿Cuál es tu siguiente propósito?
Mostrar que existen posibilidades para seguir creando y siendo creativo cuando tu trabajo está frenado, porque no es esencial. Siento que la creatividad siempre ha sido parte de la humanidad y de la vida de las personas, y creo que lo virtual y lo digital en este caso es el camino a seguir. Yo sigo haciendo cosas, estoy trabajando en mi casa pero me gusta saber que tengo esta alternativa digital a la mano. Porque ahora puede ser la pandemia, pero en un tiempo más puede ser la crisis climática, y a lo mejor nos van a decir que se acabó la producción de cosas innecesarias.
¿Ese es tu temor o te estás preparando para eso?
Sí, es pensar que en el peor de los casos de qué forma uno puede seguir haciendo cosas que le apasiona hacer.
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