20 años de Basher Assad en el poder: de las promesas de cambio a una guerra interminable
El Presidente sirio llegó al poder el 17 de julio de 2000, tras la muerte de su padre, Hafez. En un comienzo se forjó la imagen de un reformista, aunque los cambios nunca llegaron. Por nueve años ha enfrentado una cruenta guerra que ha destruido al país.
“Antes de la guerra la vida era normal en Siria. Las personas estaban muy ocupadas en sus propios asuntos y no nos preocupaba la libertad o cosas así”, cuenta a La Tercera Alaa Cokeh, un contador sirio originario de las afueras de Damasco. “El sueño que muchos como yo teníamos era irnos a vivir a otro país a cumplir nuestros sueños. Al Presidente Basher Assad nunca le importó su gente: si todos nos tenemos que ir a él no le importa, mientras retenga el poder”, añade.
Alaa tenía apenas 10 años cuando Assad asumió la jefatura de Estado, el 17 de julio de 2000. De profesión oftalmólogo y educado en Londres, donde conoció a su esposa Asma -con quien se casó en 2000- Basher supuso la primera sucesión dinástica en una república árabe. Así, se puso al frente del país un mes después del deceso de su padre, Hafez, que falleció el 10 de junio de 2000, luego de gobernar durante 29 años con mano de hierro.
La llegada del joven médico provocó una suerte de esperanza y de cambio en Siria. Poco a poco se forjó la imagen de reformista, algo de lo que dio luces en su discurso ante el Parlamento sirio al momento de tomar el poder, una alocución cargada de mensajes de apertura y modernidad. Se iniciaba así una nueva era en el país.
“Siento que el hombre que han conocido y amado por algunos de sus méritos e intercambiado confianza y amor, no cambiará en absoluto una vez que asuma su cargo. El hombre que se ha convertido en Presidente es el mismo hombre que fue médico y oficial y, ante todo, ciudadano”, dijo Assad, de entonces 34 años.
Sin embargo, cuando llevaba poco más de una década en el poder, una serie de revueltas en el marco de la “Primavera árabe”, derivó en una cruenta guerra subsidiaria, con tintes yihadistas, que está lejos de terminar y que ha provocado una severa crisis humanitaria, con más de 11 millones de refugiados y desplazados, además de 700 mil muertos. En medio de este contexto, el país ahora enfrenta, además, severas dificultades económicas.
“Basher fue caracterizado como alguien que abandonaba su carrera como oftalmólogo para ‘salvar’ al país, sin tener preparación. Le tomó un largo tiempo de aprendizaje, especialmente porque las personas esperaban que fuera diferente. Hasta el levantamiento de 2011, muchos de los que se convirtieron en oposición esperaban que él implementara el cambio y la reforma que siempre quisieron que hiciera. Basher se encontró con la inercia del Estado, en otras palabras, el aparato estatal estaba en un estado tan moribundo que no podía hacer mucho”, explicó a La Tercera David Lesch, profesor estadounidense de Historia de Medio Oriente en la Universidad Trinity en Texas. Lesch es uno de los pocos analistas que conoce muy de cerca a la dinastía Assad. De hecho, entrevistó al Presidente sirio en innumerables ocasiones, entre 2004 y 2009.
A poco andar la era de Basher Assad en Siria, las esperanzas de apertura democrática, alentadas por amnistías parciales de presos políticos, no tardaron en desvanecerse. Los opositores fueron amordazados y encarcelados al poco tiempo. A nivel económico llevó adelante un proceso de liberalización, ya que por ese entonces el país no tenía bancos privados, mercados de capitales o empresas de telefonía móvil. Además comenzó la reducción de los subsidios energéticos, lo que gatilló grandes críticas.
“Sé que era muy frustrante para él que no pudiera implementar un número de decretos y políticas que había aplicado. Habían muchos obstáculos para reformar el país, como es el caso de muchos grupos poderosos que veían qué posición se podría ver socavada si una reforma verdadera se hubiera aplicado. Finalmente, en lugar de cambiar el sistema, el sistema autoritario lo cambió a él. Aprendió que para hacer que las cosas se hagan, para sobrevivir en el poder, tenía que apostar por las reglas autoritarias del juego”, añadió Lesch, cuyo último libro lleva el título de Syria: a modern history.
En el reporte de junio de 2015 del centro de estudios Chatham House, del analista David Butter, se señala que si bien las protestas de febrero de 2011 se enmarcaron dentro de las revueltas de la Primera Árabe, en realidad estas fueron gatilladas por la brutal respuesta contra unos escolares que habían hecho un grafiti contra Assad en la ciudad de Daraa. “Es su turno doctor”, escribieron. Las dificultades económicas fueron un elemento clave que provocó ese descontento.
A la corrupción, se sumaron dificultades en las zonas rurales producto de la severa sequía de 2008 y la escasez de precipitaciones en los dos años posteriores, lo que provocó un aumento de la población en las afueras de las principales ciudades, que buscaban mejores condiciones de vida. El crecimiento de la pobreza y la desigualdad, junto con el surgimiento de una nueva élite empresarial rica, generó una mezcla considerada por los observadores como el combustible necesario para encender la mecha de las protestas.
Aliado de Putin
La dura represión por las protestas en 2011 derivaron en una de las guerras más sangrientas de las últimas décadas. Las potencias de Occidente han impuesto sanciones económicas y, por algún tiempo, han buscado que Assad abandone el poder, aunque muchos observadores estiman que esto último puede derivar en un escenario aun peor. En este contexto se han impuesto sanciones económicas.
El control sobre el Ejército ha sido la clave para que Assad se mantenga en el poder. Además, cuenta con el respaldo de las fuerzas militares rusas desde septiembre de 2015. El apoyo de Vladimir Putin logró revertir el curso del conflicto en momentos en que se pensaba que el Presidente sirio estaba derrotado, producto del avance del Estado Islámico y de los rebeldes de la oposición. La ayuda de Moscú le ha permitido revertir el tablero bélico, por lo que ahora controla más del 60% del territorio sirio.
Pero sus ansias de poder han provocado una de las más graves crisis humanitarias. Amnistía Internacional lo acusa de ser “responsable de una política de exterminio” contra la oposición y la ONU ha publicado varios informes con evidencias del uso de “armas químicas” de forma reiterada contra su pueblo.
Sin embargo, estas denuncias no han surtido efecto. De hecho, en 2017 Assad ya se posicionaba como uno de los grandes “ganadores”, a medida que acumulaba éxitos militares, al recuperar el control de ciudades clave. En este contexto, muchos en la oposición temen ser reclutados para combatir en la guerra. “Mis amigos tienen miedo de ser obligados a pelear por el Ejército. Todo hombre entre 18 y 40 es nominado para pelear por Assad”, cuenta el contador Alaa Cokeh.
De vuelta a las calles
En junio pasado, muchos sirios volvieron a la calle, tal como en 2010. Aunque esta vez el mayor reclamo se relaciona con la falta de comida. La BBC ha señalado que si bien el país se encuentra cerrado para la prensa extranjera, “todas las medidas sugieren que las condiciones duras de vida están empeorando”.
“La situación ahora es horrible”, dice Alaa Cokeh. “Cada día la moneda se desploma más y la inflación está por el cielo. Por ejemplo, el azúcar costaba 15 libras sirias y ahora cuesta 500 y todo es así. El 80% de la población vive bajo la línea de la pobreza”, añade. En la misma línea, los expertos señalan que la hambruna es uno de los grandes temores que enfrenta el país. Actualmente la comida es dos veces más cara de lo que era el año pasado y el sueldo promedio de 50 mil libras sirias (US$ 100), cayó a US$ 63 en 2019, situándose ahora en US$ 15. Además de la guerra, una de las razones son los problemas políticos en Líbano, una suerte de vínculo con el mundo para Siria.
“La economía siria ha sucumbido en un profundo agujero. Las nuevas sanciones de EE.UU. probablemente lo empeorarán, magnificando la miseria de los sirios. Pero el deterioro no puede ser responsabilizado solamente a las sanciones, como tampoco la depreciación de la moneda no puede ser culpa de la interferencia extranjera. La economía fue destruida por nueve años de guerra, décadas de corrupción que precedió al levantamiento de 2011”, dijo a La Tercera Dareen Khalifa, analista de International Crisis Group.
“Si la economía siria se continúa deteriorando, espero que haya una suerte de guerra política interna dentro del aparato gobernante, especialmente a medida que el círculo cercano de Assad busque un chivo expiatorio para los problemas del país. Aunque por un lado, esto podría ser visto como una señal de debilidad para el régimen. Podría también ser vista como una consolidación de poder en medio de las cambiantes circunstancias”, indicó Lesch.
“Veo muy poca posibilidad de que Irán o Rusia busquen reemplazar a Assad. Irán está casado con Assad, y aunque Rusia ha expresado su frustración con él de vez en cuando, realmente no hay otra alternativa que proteja la posición estratégica rusa recién ganada en Siria”, concluyó.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.