Un ex comandante guerrillero "desaparecido" en Colombia
Jesús Santrich ha sido el menos diplomático de los excombatientes de las FARC que se sumaron al desarme, y en medio de un proceso judicial, no se sabe de su paradero. Esta es la historia de "uno de los personajes más odiados" de ese país.
El exjefe guerrillero de las FARC, Jesús Santrich, de lentes oscuros y kufiyya (pañuelo tradicional palestino) comenzó a perder lentamente la vista a los 14 años. Hace unos años afirmó que tiene casi totalmente apagados sus ojos. Esto le ha permitido agudizar otros sentidos. "El oído se afina mucho, por necesidad, aunque también por placer", le dijo Santrich al escritor colombiano Jorge Enrique Botero en 2016. Según el exguerrillero, ha aprendido a percibir sutilezas en la entonación y la dicción. Así, su limitación le permitió detectar diferencias e intenciones entre los delegados del gobierno durante las negociaciones de los acuerdos de paz en La Habana.
Casi tres años después de ese momento, y de muchos enredos judiciales, Santrich parece haber detectado también que su camino hacia la completa libertad y su propia vida estaba en peligro, razón por la que habría optado por desaparecer la madrugada del 30 de junio. Algunas teorías indican que estaría en Venezuela, reunido con su gran amigo de la guerrilla, Iván Márquez, huyendo de la justicia o incluso que estaría en marcha un plan para matarlo.
Santrich, quien recién tomó posesión de su escaño en el Congreso colombiano, debe presentarse mañana ante la Corte Suprema por supuestamente estar relacionado con el narcotráfico tras la firma de los acuerdos. Si esto se comprueba, le podría costar su extradición a Estados Unidos.
El "Da Vinci de la montaña"
"Yo no soy narco, soy revolucionario", ha dicho el excomandante guerrillero Seuxis Pausias Hernández Solarte, su nombre real. Nació en 1967 en Toluviejo, en el departamento de Sucre en Colombia, pero pasó su niñez en Pasto, al oeste del país, y su juventud en el Caribe, en Barranquilla.
Santrich, de 52 años, creció en un ambiente intelectual. Tanto su madre como su padre eran docentes de filosofía y le inculcaron el gusto por las artes, la escritura y los idiomas.
El escritor Jorge Enrique Botero cuenta a La Tercera que cuando lo conoció se dio cuenta de que "no era el típico guerrillero que la gente se imagina. Es una persona dedicada a la poesía, componía canciones, dibujaba, pintaba, desde su condición de invidente. Cuando estuve con él sentí que estaba con un Da Vinci de la montaña, porque era impresionante cómo manejaba con destreza tantas artes fuera del ejercicio de la política". El investigador colombiano, Luis Fernando Trejo, lo describe como una persona "controversial, sin pelos en la lengua, carismático con su tropa, dogmático y bohemio".
Su nombre original, Seuxis Pausias, está inspirado en dos pintores griegos de la Antigüedad. Pero su nombre en la guerrilla fue adoptado por un hecho más amargo. En su juventud, en la U. del Atlántico fue activista de la Juventud Comunista. Más tarde, en la misma institución, estudió un posgrado y ejerció la docencia. En 1990, detectives del Departamento Administrativo de Seguridad de Colombia (DAS) ingresaron a una taberna frente a la universidad y mataron a un gran amigo de Seuxis y líder estudiantil comunista. Su nombre era Jesús Santrich. Luego de ese suceso, el exguerrillero decidió adoptar ese nombre y adentrarse en las montañas del Caribe en la Sierra Nevada de Santa Marta con las FARC. Ahí conoció al número dos del grupo subversivo, Iván Márquez, de quien se convirtió en mano derecha.
Santrich comenzó a hacerse conocido luego de unas declaraciones irónicas recibidas como una ofensa a las víctimas del conflicto. Fue en Noruega en 2012, durante los diálogos entre el gobierno y la guerrilla. A Santrich le preguntaron si las FARC estaban dispuestas a reparar a las víctimas: "Quizás, quizás, quizás", contestó cantando el bolero de Osvaldo Farrés. "Santrich se convirtió en uno de los personajes más odiados del país", dice a La Tercera la autora del libro biográfico Las batallas perdidas de Santrich, Diana Pachón.
"A diferencia de otros miembros de las FARC, como Timochenko o Iván Marquez, que manejan todo con diplomacia, Santrich parece expresarse sin editar las palabras antes de soltarlas, es un hombre que habla desde la pasión y eso le ha generado más odios que amores", señala Pachón.
Y para las negociaciones con el gobierno en 2016, Santrich ocupó un rol importante. Su figura resaltó debido al tono y carácter radical que el exguerrillero encarna. "La delegación del gobierno se dio cuenta rápidamente de que Santrich representaba lo que podría denominarse el ala más radical de la guerrilla. El gobierno se sentía muy incómodo", sostiene Botero. Así, para el escritor, la delicada situación de Santrich "viene a ser una especie de cuenta de cobro por su actitud radical en el ejercicio de la política".
En abril de 2018 Santrich fue capturado por presuntamente haber intentado traficar 10 toneladas de cocaína a EE.UU. Casi un año después, la JEP (el sistema de justicia transicional) ordenó su liberación inmediata, lo que generó la renuncia del fiscal general de Colombia. Hoy Santrich está desaparecido.
Y sus motivaciones son una incógnita. Para Diana Pachón, Santrich sigue siendo un ser indescifrable. "A veces lo considero un hombre inteligente, un loco, un quijote, un cínico y hasta sincero con su causa. Al tratar de analizarlo paso por adjetivos opuestos y cada paso que él da es sorpresivo", asegura.
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