Gisèle Pélicot: la historia de la mujer abusada que reactivó el movimiento #MeToo en Francia

Gisèle Pélicot, en el Palacio de Justicia de Aviñón, en el sureste de Francia.

Su marido, acusado de drogarla y violarla durante una década, invitó a más de 50 hombres a repetir sus actos mientras ella estaba inconsciente. Pélicot exigió un juicio público, donde ha relatado sin titubeos los desgarradores detalles de las vejaciones que sufrió. Su caso es sólo el último que ha llamado la atención sobre los abusos sexuales en Francia este año.


“No me molesta nada” dijo Gisèle Pélicot al juez, en el centro de la sala de audiencia del Palacio de Justicia de Aviñón, en el sureste de Francia, donde se encontraba en el estrado de los testigos. Ni la presión de los 51 hombres, la mayoría con mascarillas quirúrgicas, sentados detrás de ella, acusados de violarla mientras su marido la drogaba; ni la mirada de su esposo, un hombre de 71 años y cabello canoso, apoyado en una esquina del box de los detenidos.

Gisèle estaba decidida a contarlo todo y responder cualquier pregunta, incluso las más crudas sobre su intimidad. “Soy como un boxeador que se cae y se levanta”, dijo al intentar describir el “tsunami” que devastó su vida desde que salieron a la luz los hechos en 2020, y durante los últimos cuatro años. Así, con voz clara y precisa, la mujer que celebrará su 72 cumpleaños en diciembre, relató lo que ella misma definió como una “traición”.

El 2 de noviembre de 2020, cuando acompañó a su marido a la comisaría de policía en Carpentras, cerca de su hogar, pensaba que solo se trataba de “una formalidad”. Ese día, Dominique Pélicot había sido citado para explicar por qué había fotografiado a varias mujeres por debajo de la falda en un supermercado el 12 de septiembre. Gisèle, tras 50 años de matrimonio sin haber tenido “ni una palabra obscena, ni un gesto inapropiado” que reprocharle, como ella misma afirmó, decidió ignorar lo que su esposo describió como “un error tonto”.

Dominique Pélicot
Dominique Pélicot es acusado de drogar y violar a su esposa.

“Te perdonaré esta vez, pero no habrá otra oportunidad”, le advirtió. “¡Y pídeles disculpas a esas mujeres!”, lo emplazó Gisèle. En la comisaría, se refirió a su marido como “un buen tipo, un hombre atento”, antes de que el teniente que la interrogaba le mostrara una primera fotografía. “¿Es esta tu habitación?”, le preguntó. “No conozco a la persona que está a mi lado”, respondió ella sobre la imagen.

La policía había encontrado entonces 4.000 mil fotos y videos de la víctima, visiblemente inconsciente en las computadoras, discos duros y pendrives de Dominique. Le mostraron una segunda foto: “Me están violando. El trauma es enorme, quiero volver a casa”, recordó sobre la imagen tomada en el dormitorio. Tras ello, se fue con dos maletas, “todo lo que me quedaba de 50 años de vida juntos”. Desde entonces, dijo, “ya no tengo identidad… No sé si algún día podré reconstruirme”, declaró en el tribunal, según narró Los Angeles Times desde Aviñón.

En la sala, mientras el fiscal leía en voz alta los mensajes en que Dominique comandaba a los hombres sobre cómo debían violar a Gisèle, ella escuchó atentamente, con la cabeza alta. A veces la apoyó sobre la pared y cerró los ojos. A apenas unos metros, uno de los acusados de aparentemente menos edad se cubrió la cara con una mascarilla, que se ponía y quitaba intermitentemente. Se tapó con la capucha y estaba reclinado en la silla, jugando con un encendedor, describió el periódico francés Le Monde.

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El abogado Stéphane Babonneau, que representa a Gisèle Pélicot, seguido por Antoine Camus, otro abogado de la víctima, camina en el juzgado de Aviñón, Francia, el 4 de septiembre de 2024. Foto: Reuters

No fue hasta mayo de 2024, cuando se acercaba el juicio, que su abogado finalmente la convenció de ver los vídeos grabados por su esposo. “Me sacrificaron en el altar del vicio. Es una mujer muerta en una cama. Esto no es un dormitorio, es un quirófano. Me tratan como a una bolsa de basura, como a una muñeca de trapo. No son escenas de sexo, son escenas de violación, es insoportable, insoportable”, dijo Gisèle con voz clara desde el estrado.

La mayoría de las violaciones tuvieron lugar entre julio de 2011 y octubre de 2020, primero en la región de París y luego en su domicilio compartido en Mazan, un pueblo de 6.000 habitantes en la región sur de Provenza que queda a media hora en auto del tribunal penal de Aviñón. La prensa gala observó el juicio abierto a petición de la misma Gisèle, quien renunció a su derecho legal al anonimato para exponerlos públicamente y mostrar que “la vergüenza debe cambiar de bando”, según declaró su abogado Stéphane Babonneau.

De la familia ideal al estrado

La ahora exesposa de Dominique -sus abogados confirmaron el lunes pasado que el divorcio se pronunció en agosto- describió entonces al “joven seductor, de cabellos largos” del que se enamoró en el verano de 1971, cuando apenas habían cumplido 19 años. Con él formaba una “pareja funcional”, sin imposiciones, como ella misma dijo.

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Vista del palacio de justicia de Aviñón, donde se lleva a cabo el juicio de Dominique Pélicot y otros 50 coacusados ​​por la violación de su esposa drogada, Gisèle Pélicot, en Aviñón, Francia, el 4 de septiembre de 2024. Foto: Reuters

Se enamoraron, se casaron, tuvieron tres hijos y siete nietos. En los últimos 50 años superaron juntos enfermedades, infidelidades y problemas económicos. “Nos recuerdo siempre felices, y yo pensaba que mis padres también lo eran”, comentó su hija. Cuando se jubilaron, la pareja se mudó a Mazan. “Pensé que éramos una pareja muy unida”, dijo Gisèle al tribunal.

Los nietos de Dominique, a quien ayudaba en sus deberes y acompañaba a sus actividades deportivas, lo adoraban. Con sus vecinos, salía en bicicleta por el icónico Mont Ventoux, cerca de su casa en Mazan. Por eso el contraste fue más amargo aún cuando su hija, Caroline Darian -que utiliza dicho seudónimo para escribir su libro Dejé de llamarte papá- aseguró por primera vez en el tribunal que ella también fue una víctima sexual del padre de familia.

De acuerdo con el relato, los policías le mostraron dos fotos de una mujer desnuda, aparentemente dormida. “Vemos sus nalgas en primer plano. Esta mujer duerme en posición fetal. No la reconozco”, recordó Darian ante el tribunal. El investigador le asegura entonces que es ella. “Descubro que mi padre me fotografió, a escondidas, desnuda, ¿por qué?”, se preguntó su hija, convencida de que su padre también la drogó, como a su madre.

Manifestación en apoyo de las víctimas de violación y de Gisèle Pélicot, quien supuestamente fue drogada y violada por hombres reclutados por su esposo Dominique Pélicot, en la Place de la République en París, el 14 de septiembre de 2024. Foto: Reuters

Dominique difundió las fotos en internet, pero Caroline y su madre no fueron las únicas en sufrir estos actos. El acusado también fotografió desnudas sin su consentimiento a Céline, la esposa de su hijo David, y Aurore, la expareja de su hijo Florian. Ambas, de 48 y 37 años en la actualidad, pensaban, no obstante, que formaban parte de la “familia ideal” y “cariñosa”, con un suegro “servicial” pese a sus ocasionales ataques de ira.

El perfil psicológico del acusado

Según varios exámenes psiquiátricos realizados durante la investigación, Dominique no padece “ninguna patología o anomalía mental”, sino una “desviación sexual o parafilia de tipo voyerista”. Los informes lo describieron como un “manipulador” con una personalidad “perversa”, que utilizaba a su entonces esposa como “cebo”. Además, habría caído en una “dinámica de adicción sexual”.

Hija y nuera de Gisèle Pélicot sospechan que ellas y los nietos también fueron drogados y abusados.

La psicóloga Marianne Douteau destacó ante el tribunal de Aviñón que el acusado tiene un carácter “colérico” que inspira “miedo”, “la mentira y el secreto”. Como ejemplo, mencionó el rechazo de su esposa al intercambio de parejas, algo en lo que Dominique insistía e intentaba compensar usando sitios de chat pornográficos.

Otra psicóloga clínica, Annabelle Montagne, lo describió como un hombre “egocéntrico” que tendía a “considerar a otras personas como objetos para manipular, a los que mentir”. Él cosificó a su propia esposa dejándola inconsciente con drogas, dijo, y agregó que violarla en tal estado de inconsciencia podría “estar vinculado a fantasías de necrofilia”.

Red de cómplices

Debido a que Dominique grabó en vídeo las presuntas violaciones, la policía pudo localizar, en un período de dos años, a 51 de los 72 sospechosos que buscaban. De esos 51 acusados, 18 se encuentran detenidos, entre ellos Dominique, mientras que otros 32 acusados asisten al juicio como hombres libres. El último, aún prófugo, será juzgado en ausencia.

Los demás imputados tienen entre 26 y 74 años y son acusados por violación con agravantes, un crimen penado con hasta 20 años de prisión. Se trata de hombres ordinarios, padres de familia, maridos, hermanos o amigos. Entre ellos se cuenta un bombero, un militar, un periodista, un consejero municipal, o un policía de prisiones.

Gisèle Pélicot estaba decidida a contarlo todo y responder cualquier pregunta, incluso las más crudas sobre su intimidad.

Se suponía que Pélicot debía testificar el martes pasado, pero fue hospitalizado para controles médicos por una posible infección de vejiga, según dijo su abogado a los periodistas. Parecía muy débil cuando entró en el banquillo de los acusados, apoyado en su bastón, según constató la Agencia France-Presse (AFP) en la sala.

De los que están siendo juzgados, algunos han negado las acusaciones que pesan sobre ellos y han afirmado que fueron manipulados por el acusado principal, un argumento que Gisèle rechazó tajantemente. “Esos hombres entraron en mi casa, respetaron el protocolo impuesto. No me violaron con una pistola en la cabeza. Me violaron con toda conciencia”, dijo. “¿Por qué no fueron a la comisaría? Incluso una llamada anónima podría haberme salvado la vida”.

Un país conmocionado

“Muy a menudo, las víctimas sienten vergüenza, a pesar de que el único que debería avergonzarse es el violador. Él es el único que debe sentirse culpable. En el caso de Gisèle, es muy significativo y positivo para la sociedad francesa que ella haya querido que su juicio fuera público. Su objetivo es transformar la sociedad y que aprendamos de lo que le sucedió”, dijo a Radio Francia Internacional Anne-Cécile Mailfert, presidenta de la Fundación de las Mujeres.

La periodista Hélène Devynck, figura del movimiento #MeToo en Francia, describió en una columna de opinión para Le Monde el calvario de la mujer drogada por su marido y violada por “buenos tipos” a quienes “se les puso dura la idea de penetrar un cuerpo inerte”. “Veías por primera vez a todos esos hombres, excepto al vecino, con el que solías cruzarte, en la vida que llevabas, la vida que nunca volverá, la vida en la casa del sureste de Francia y la vida de la ignorancia intacta. Los mirabas”, describió.

“Ellos miraban sus pies. Nunca habían visto tus ojos, Vincent, Patrick, Paul, Jean, Didier, Jean-Luc, Romain, Redouan, Cédric, Grégory, Karim, Jean-Marc, Philippe, Quentin, Nicolas, etc. La extensión de la lista y la banalidad de sus antecedentes era asombrosa. Tres cuartas partes de ellos no reconocieron haber cometido violaciones, al igual que todos los que aparecen en los titulares de los medios de comunicación, hombres como PPDA (Patrick Poivre d’Arvor), Nicolas Hulot, Salim Berrada, Gérard Miller, Olivier Duhamel, Benoît Jacquot, Jacques Doillon, Gérard Depardieu, etc.”, prosiguió Devynck, dando cuenta de otros casos de violaciones y abusos sexuales protagonizados por reconocidas figuras públicas en Francia.

Y es que el caso de Gisèle Pélicot “está conmocionando a Francia y llega en un momento en que el país sigue luchando por la rendición de cuentas en relación con la mala conducta sexual hacia las mujeres”, como destacó el medio Vox. “Como informó el New York Times esta primavera, el movimiento #MeToo ya se había estancado en la industria cinematográfica francesa y ha cobrado nuevo impulso este año después de que la destacada actriz y directora Judith Godrèche se pronunciara al respecto. Los escritores y actores franceses también han señalado anteriormente que las actitudes del país hacia la libertad sexual lo distinguen de las de Estados Unidos en la forma en que se trata la condena de la mala conducta sexual”, agregó.

El caso Pélicot es solo el último que ha llamado la atención sobre los abusos sexuales en Francia este año, después de que salieran a la luz múltiples casos de mala conducta sexual por parte de actores y directores destacados. Desde febrero, varias actrices francesas de alto perfil, incluida Godrèche, han hablado de haber sido agredidas sexualmente en su adolescencia por directores de cine. Cabe destacar que Godrèche fue invitada a hacer comentarios sobre este problema en los Premios César, el equivalente francés de los Oscar, y fue recibida con una ovación de pie.

“Después de años en los que el movimiento estadounidense #MeToo ganó fuerza, en Francia languideció”, escribió Rokhaya Diallo, una periodista francesa, sobre Godrèche para el diario The Washington Post. Pero, a su juicio, “tal vez la cultura más amplia aquí finalmente está lista para contraatacar”.

Y es que el discurso de Godrèche y el caso Pélicot, así como las múltiples acusaciones de conducta sexual inapropiada contra el famoso actor francés Gérard Depardieu, han puesto de relieve el tema, destaca Vox. Los defensores de los derechos de las mujeres también han instado a los legisladores a añadir el término “consentimiento” a la definición legal de violación, una medida que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha dicho que apoya. Actualmente, la ley francesa define la violación como “un acto de penetración sexual… cometido sobre una persona, con violencia, coerción, amenaza o sorpresa”.

Laura Frader, profesora emérita de Historia en la Universidad de Northeastern que estudia las actitudes de género en Europa, dijo a este último medio: “Aunque quizás todavía haya más escepticismo en Francia que en Estados Unidos sobre la legitimidad de las agresiones y el acoso sexuales, estas actitudes están cambiando rápidamente, especialmente porque una generación más joven de mujeres y feministas francesas y sus aliados masculinos… están dispuestos a enfrentar estos problemas de frente”. Y reiteró: “El caso Pélicot sin duda contribuirá a esta tendencia”.

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