Hirak: el movimiento de protesta en Argelia

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Manifestación en la capital de Argelia, durante las elecciones presidenciales del jueves. Foto: AFP

Cada martes y viernes desde hace casi 10 meses, el hirak organiza protestas en el país. Ni el mes sagrado del Ramadán ni la represión policial han podido detener sus marchas. Para el hirak, las elecciones del jueves fueron una farsa.


Ahmed, un cocinero desempleado de 31 años, no se pierde ni una gran manifestación del hirak, el movimiento popular que exige una ruptura radical con el régimen que domina Argelia desde la consecución de la independencia, en 1962. Cada martes y viernes, y desde hace ya casi 10 meses, el hirak organiza protestas por todo el país. En total, ya van 42 semanas seguidas. Ni el mes sagrado de Ramadán, ni la represión policial han podido interrumpir sus marchas. Aunque el hirak agrupa a gente de todas las edades, los jóvenes son clara mayoría. Ellos son el corazón que bombea entusiasmo y compromiso al movimiento entero.

Aunque sus principales demandas son de libertad y democracia, no son las únicas. "La situación laboral es muy complicada para los jóvenes. Yo trabajo de forma intermitente, pero siempre en negro. Mi sueldo es de solo 45.000 dinares (unos 330 dólares), casi la mitad de lo que cobra alguien con contrato", se queja Ahmed, que ha acudido envuelto en una gran bandera argelina a la última manifestación previa a unas elecciones contestadas por la oposición. Al muchacho le cuesta mantener una conversación larga. Llevado por la emoción, empieza a dar saltos y corear uno de los eslóganes más populares: "¡No a las elecciones con esta mafia!". Para el hirak, las elecciones del jueves en las que resultó electo el septuagenario Abdelmadjid Tebboune -que fue primer ministro de Abdelaziz Buteflika- son una farsa para legitimar la nueva cara del mismo régimen.

La situación de Rabah, un joven contable originario de provincias presente también en la manifestación, aún es peor. "Ahora estoy desempleado, pero estuve trabajando un año y medio en negro en una empresa que fabricaba pienso. Trabajaba unas 10 horas diarias y me pagaban 30.000 dinares (unos 170 dólares). Con eso, es imposible no solo ahorrar para casarse, sino incluso salir de vacaciones", comenta apesadumbrado. Si bien la tasa oficial de desempleo es del 11%, se cree la verdadera es bastante más alta. Para los jóvenes, podría superar el 40%.

Según muchos observadores, sin el impulso de los jóvenes menores de 30 años, el hirak no habría podido librar un pulso al régimen. "Esta generación no ha padecido el trauma de la violencia política, ni de la guerra civil, ni de la guerra de liberación contra Francia, que disuadió otras generaciones de involucrarse en la política", sostiene la socióloga Ghalia Djeloul. "Antes del hirak, los jóvenes pasábamos de la política. ¡Ahora incluso los jóvenes sin estudios como yo estamos politizados! Y no tenemos miedo. Iremos hasta el final", espeta Ahmed, que no se amedrenta ni al pasar delante de un cordón de policías antidisturbios que lanzan miradas amenazantes.

La economía argelina vive expuesta a los vaivenes de los precios internacionales de los combustibles fósiles. Poseedor de unas ingentes reservas de petróleo y gas natural, el sector energético concentra el 95% de los ingresos de las exportaciones argelinas. Por eso, el régimen argelino ha sufrido especialmente por la caída del precio del petróleo, que pasó de 110 dólares en 2014 a 40 en 2016. El gobierno ya no ha podido continuar comprando la paz social gracias a los petrodólares, y ha tenido que aplicar una política de recortes que explica, en parte, el malestar popular.

Sin importantes reservas de combustibles, las economías de Túnez y Marruecos tienen poco que ver con la argelina. Sin embargo, comparten una misma característica: una elevado tasa de desempleo juvenil. Este fenómeno, unido a una elevado crecimiento demográfico, forma un combinado explosivo (en Argelia, los menores de 35 representan el 65% de la población). De hecho, fue la inmolación de Mohamed Buazizi, un joven vendedor ambulante tunecino, como protesta por su precaria situación laboral la chispa que desencadenó la Primavera Árabe en 2011.

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